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El restaurador que engañó a unas monjas de Granada con una santa que acabó en Nueva York
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Valía entre 300.000 y 400.000 euros

El restaurador que engañó a unas monjas de Granada con una santa que acabó en Nueva York

Condenan a cuatro años a un hombre que se quedó una talla de santa Margarita de Cortona, una escultura barroca que le habían encargado rehabilitar las clarisas del convento de los Ángeles, para hacer negocio con un galerista al que también engañó

Foto: La exposición de Torcuato Ruiz del Peral, en el museo de Bellas Artes de Granada que ahora custodia la obra que se intentó expoliar. (EFE/Pepe Torres)
La exposición de Torcuato Ruiz del Peral, en el museo de Bellas Artes de Granada que ahora custodia la obra que se intentó expoliar. (EFE/Pepe Torres)

La hagiografía de Santa Margarita de Cortona cuenta cómo esta mujer, hija de una familia adinerada que nació cerca de Nápoles, tomó los hábitos después de una vida pecaminosa tras tener una visión del Espíritu Santo. Para redimirse, Margarita realizó un viaje por todos aquellos lugares en los que se había dado al lujo, pidiendo perdón a aquellos a los que pudo ofender. La santa recorrió Italia en su peregrinación antes de fundar un convento en Cortona, la ciudad que va aparejada a su nombre. Seis siglos después, una escultura de Santa Margarita salió de un convento de Granada para ser restaurada y ya nunca volvió. En su viaje, pasó por Nueva York y Maastricht, pero finalmente volvió a la ciudad nazarí y allí la custodia la Administración autonómica después de un periplo en el que la imagen de la monja italiana estuvo a punto de ser vendida de forma ilícita.

El responsable de este accidentado viaje es un restaurador, Santos Boy J. B., que ha sido condenado a cuatro años de prisión por la Audiencia de Granada por un delito de apropiación indebida del patrimonio histórico en un proceso que comenzó hace más de lustro. Fue en abril de 2018 cuando el ahora condenado se llevó del convento de los Ángeles la imagen de Santa Margarita de Cortona. Las monjas clarisas de este cenobio, que estaba ya en un proceso de clausura, le entregaron la talla policromada de la santa para su restauración. Cuando las religiosas le reclamaron la talla en varias ocasiones, Santos les entregó "una copia burda" de la misma, según figura en los hechos probados de la sentencia firmada el pasado 9 de octubre por el magistrado Ricardo Puyol, que hasta hace sólo unos meses era el director de la Oficina de Lucha contra el Fraude y la Corrupción de Andalucía.

Sor Josefa P, responsable de las clarisas del Convento de los Ángeles en el momento de la entrega, admitió que, inicialmente, no se dieron cuenta del cambiazo porque el restaurador no fue a Granada a devolver la talla, sino que hizo lo propio en un convento que la misma comunidad tiene en la localidad sevillana de Estepa. La monja explicó durante su declaración como testigo que la orden a la que pertenece estaba enfrascada en el cierre de dos conventos y que no les pareció extraño entregar la talla para su restauración, ya que era lo habitual en su gestión del patrimonio. Y no fue hasta que el robo saltó a los medios de comunicación cuando repararon en que su Santa Margarita estaba lejos del barrio del Realejo de Granada.

"Las hermanas estaban aterradas", expresó un perito del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH) que ha sido clave en el proceso. El experto del organismo dependiente de la Consejería de Cultura y Deporte conocía la obra original y calificó como "broma" la copia, por su nivel artístico. "Las monjas no sospechaban que pudiera ser una copia, no llegaron ni a desembalarla", reza el relato del perito del IAPH que puso el foco en la vulnerabilidad de las comunidades de religiosas, por lo que consideró que este tipo de fenómenos son "más comunes de lo que solemos pensar"-

Foto: Ilustración: CSA-Prinstock.

En medio de este embrollo está el galerista Nicolás Cortés, que ha resultado absuelto a pesar de que fue quien intentó vender la talla primero en la feria de Maastricht y después en la feria Tefaf de Nueva York. La absolución del galerista responde a que fue, como las religiosas del Realejo, víctima del engaño de Santos Boy. J. C., que buscaba obtener "un lucro ilícito" con el cambiazo a las monjas. Tras quedarse con la talla barroca, se la vendió a Cortés por un valor de 90.000 euros en junio de 2018, según recoge la sentencia. A cambio, recibió 45.000 euros por medio de una transferencia y un BMW X5 valorado en el mismo precio, aunque había dudas de que fuera posible la exportación de la pieza dado su origen religioso.

Las obras que pertenecen a la Iglesia Católica, como es el caso, entran a formar parte del patrimonio histórico andaluz, como recordó el especialista del IAPH que formó parte de la investigación judicial. La pieza está en un inventario que la Junta de Andalucía realizó sobre los bienes en manos eclesiásticas en los años 80 que incluso cuenta con una fotografía de la misma, aunque está bautizada con el nombre de otra santa, Rosa de Viterbo. Este perito fue quien certificó que la obra es del siglo XVIII y que pertenece al círculo de la familia De Mora, formada por el padre, Bernardo; y los hijos Diego y José. "Sea de uno o de otro, es una pieza muy valiosa", defendió en el proceso el experto del IAPH, que la valoró entre los 300.000 y los 400.000 euros.

Foto: La llamada Gioconda Torlonia, el misterioso cuadro idéntico a la Mona Lisa de Leonardo en el museo del Louvre, de París, y descubierto en los depósitos de las obras de arte pertenecientes a la Cámara de los diputados de Italia. (EFE)

La tasación del perito del IAPH no iba muy desencaminada, ya que el galerista Nicolás Cortés le puso un precio de salida de 350.000 euros en Maastricht, aunque no recibió ofertas, por lo que volvió a ponerla a la venta en Nueva York en la feria de Arte y Antigüedades Tefaf. Fue entonces cuando estalló el asunto y en ese contexto el galerista dejó claro que él no compraba a conventos, sino que pensaba que la obra procedía de una colección particular. La sentencia concluye que el galerista adquirió la talla barroca atribuida a José de Mora "sin conocimiento de su origen ilícito y sin conocimiento de la imposibilidad de comerciar con ella", ya que se trata de un bien mueble de la Iglesia catalogado como perteneciente al Patrimonio Histórico Andaluz. A pesar de eso, Nicolás Cortés obtuvo el certificado de exportación que expide el Ministerio de Cultura.

La sentencia del pasado 9 de octubre rechaza la tesis del restaurador, que aseguró que se llevó la obra tras comprársela a las monjas, no para rehabilitar la talla. Según el magistrado, es "inverosímil" que se produzca una compraventa de ese calado sin que haya documentos que lo prueben, tal y como defienden las religiosas. También lo es el hecho de que Santos Boy J. B. devolviese una copia "burda" a pesar de que aseguró en su testimonio que adquirió la talla de Santa Margarita de Cortona, que durante estos años ha estado depositada en el museo de Bellas Artes de Granada. Y es probable que ese sea su destino final, ya que el convento de donde salió lleva años clausurado, por lo que no sería de extrañar que acabara en las salas del Palacio de Carlos V junto con otras obras del barroco granadino como las que muestra la exposición que se acaba de inaugurar sobre Torcuato Ruiz del Peral, que se formó precisamente en el taller de Diego de Mora.

La hagiografía de Santa Margarita de Cortona cuenta cómo esta mujer, hija de una familia adinerada que nació cerca de Nápoles, tomó los hábitos después de una vida pecaminosa tras tener una visión del Espíritu Santo. Para redimirse, Margarita realizó un viaje por todos aquellos lugares en los que se había dado al lujo, pidiendo perdón a aquellos a los que pudo ofender. La santa recorrió Italia en su peregrinación antes de fundar un convento en Cortona, la ciudad que va aparejada a su nombre. Seis siglos después, una escultura de Santa Margarita salió de un convento de Granada para ser restaurada y ya nunca volvió. En su viaje, pasó por Nueva York y Maastricht, pero finalmente volvió a la ciudad nazarí y allí la custodia la Administración autonómica después de un periplo en el que la imagen de la monja italiana estuvo a punto de ser vendida de forma ilícita.

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