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¿Qué espanta en la 'cárcel del narco'? Tres directores en seis meses… y muchos problemas
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FALTA DE ESTABILIDAD

¿Qué espanta en la 'cárcel del narco'? Tres directores en seis meses… y muchos problemas

La prisión algecireña de Botafuegos no logra la estabilidad de su cúpula directiva. Agresiones y acoso a los funcionarios en una compleja realidad laboral marcada por la capilaridad entre la cárcel y una comarca puerta de entrada de la droga a Europa

Foto: Vista de la prisión algecireña de Botafuegos. (Wikimedia Commons)
Vista de la prisión algecireña de Botafuegos. (Wikimedia Commons)

Las prisiones viven su momento de fama según los inquilinos forzosos que acogen en su interior. Alhaurín de la Torre (Málaga), destino de los malayos; Lledoners (Barcelona), epicentro de los condenados por el procés, o Picassent (Valencia) y Valdemoro (Madrid), estancia recurrente de los investigados en el caso Gürtel. Pero hay algunas que irradian un brillo de baja intensidad, tan constante como abrasador. Botafuegos, en Algeciras, es una de ellas. La cárcel del narco. Un recinto incrustado en la principal puerta de entrada de la droga por el sur de Europa y marcado por la idiosincrasia de una población reclusa que durante muchos años ha sido referente de la juventud de la zona. Un destino ingrato para los funcionarios, amenazados y señalados en un lugar que es territorio comanche, y que desde hace tiempo vive un periodo de inestabilidad que se ha avivado con la reciente dimisión de su último director, Andrés Enríquez Narváez. Solo llevaba cinco meses en el cargo.

Aunque la marcha se consumó el lunes de la semana pasada, no trascendió a la plantilla hasta un día después. La noticia fue un jarro de agua fría para los trabajadores, ya que Enríquez, a pesar del poco tiempo que llevaba, había demostrado ganas de cambiar las cosas. "Me voy para casa, mi trabajo aquí ya ha terminado", comentó a uno de los funcionarios para justificar su decisión, aunque en la plantilla piensan que hay otros condicionantes detrás.

Foto: Agentes de la Policía Nacional en una imagen de archivo. (EFE)

El dimitido director es “una persona de máxima confianza” de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, por eso a lo largo de los años ha recorrido el país para sacar adelante cometidos de empaque. “La puesta en marcha de nuevas prisiones, como la de Soria, dirigir centros importantes como el malagueño…” y reconducir situaciones complejas. Como la de Botafuegos, que a principios de año asistía al cese de su anterior responsable, Francisco Márquez, tras 16 años en el puesto. Una salida, que se consumó a finales de febrero, no exenta de polémica, ya que los sindicatos afirmaron que se produjo una “pérdida de confianza” tras supuestamente realizar unos comentarios críticos sobre el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska.

"Me voy sin ningún resentimiento a la institución, que para mí es lo más importante. Las personas pasamos, pero Instituciones Penitenciarias siempre permanecerá", señaló en su carta de despedida a la plantilla. Los responsables de los trabajadores cargaron entonces con dureza contra sus superiores máximos: "Que los responsables penitenciarios carguen tintas contra la figura de nuestro director por los tiempos convulsos que se han sucedido en la prisión de Botafuegos no hace más que dar veracidad a la incapacidad e inoperancia que reina en la secretaría general (...) Estamos hartos de que, en lugar de solucionar los problemas, se busquen cabezas de turco".

Los sindicatos achacaron el cese de uno de los directores a las críticas que supuestamente realizó al ministro Grande-Marlaska

El delegado de Acaip-UGT en esta cárcel, José Luis Alcaraz, cuenta a El Confidencial que solo Andrés Enríquez "sabe el motivo real" de su precipitado adiós. Se han deslizado "motivos personales", con las posibilidades que esta explicación implica, pero Alcaraz intuye que "no se ha visto apoyado desde arriba". A pesar de que únicamente llevaba cinco meses, “estaba cambiando la cara de Botafuegos”. Porque supuestamente ese era el cometido.

"Algeciras es un sitio muy complicado y él vino con las ideas muy claras", señala el delegado sindical, que añade que "la plantilla entera está sorprendida" porque "no entendemos el paso dado". "De la noche a la mañana dijo que se iba y dejó claro que su decisión era irrevocable".

Foto: Detención de Antonio Tejón, principal investigado en la causa. (Guardia Civil)

Su sustituto se conocía este martes: José Plácido Pérez. Un hombre de la casa. Subdirector de Régimen durante aproximadamente 15 años, conoce las peculiaridades de una prisión acostumbrada a copar titulares por sus incidentes. Como la revuelta que se produjo a principios de julio tras el suicidio de un reo.

Pero el responsable de Acaip-UGT considera que la convulsión que ha vivido la dirección del centro es un síntoma. El reflejo de un "abandono constante" que ha convertido la localidad algecireña en un destino ingrato para los funcionarios de prisiones. No solo por la “masificación” del centro, las agresiones de los internos, la presencia recurrente de drones que utilizan para pasar drogas o la introducción de móviles138 incautados en 2022— que algunos reclusos emplean para continuar con sus actividades delictivas mientras están recluidos. Sino también por el ambiente social irrespirable que han llegado a padecer.

Se reclaman medios e incentivos para que Botafuegos no se convierta en un lugar de paso para muchos trabajadores

Algunos funcionarios han visto cómo sus vehículos eran incendiados y las amenazas de los reclusos se toman muy en serio por la capilaridad que existe entre la prisión y la sociedad en la que está enmarcada. "La población reclusa, mayoritariamente, es autóctona y marroquí", señala José Luis Alcaraz, por lo que los avisos y toques de atención son fácilmente ejecutados en el exterior.

La organizaciones sindicales como la consultada llevan tiempo reclamando medios e incentivos para que Botafuegos no se convierta en un lugar de paso para muchos trabajadores. Recursos para mejorar unas instalaciones obsoletas y renovar los sistemas de protección. Aunque son pocos en la plantilla, por no decir que nadie, los que piensan que se atajarán los males que durante años lleva arrastrando la conocida como cárcel del narco.

Las prisiones viven su momento de fama según los inquilinos forzosos que acogen en su interior. Alhaurín de la Torre (Málaga), destino de los malayos; Lledoners (Barcelona), epicentro de los condenados por el procés, o Picassent (Valencia) y Valdemoro (Madrid), estancia recurrente de los investigados en el caso Gürtel. Pero hay algunas que irradian un brillo de baja intensidad, tan constante como abrasador. Botafuegos, en Algeciras, es una de ellas. La cárcel del narco. Un recinto incrustado en la principal puerta de entrada de la droga por el sur de Europa y marcado por la idiosincrasia de una población reclusa que durante muchos años ha sido referente de la juventud de la zona. Un destino ingrato para los funcionarios, amenazados y señalados en un lugar que es territorio comanche, y que desde hace tiempo vive un periodo de inestabilidad que se ha avivado con la reciente dimisión de su último director, Andrés Enríquez Narváez. Solo llevaba cinco meses en el cargo.

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