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La reforma 'cuqui' del bloque de María la Puerca: la 'narcotorre' donde la montaña de basura llegaba al tercero
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ARQUITECTURA SOCIAL

La reforma 'cuqui' del bloque de María la Puerca: la 'narcotorre' donde la montaña de basura llegaba al tercero

El 27 de la calle Cabriel de Málaga, en la barriada de La Palmilla, un símbolo de la lucha contra el tráfico de drogas en la ciudad y escenario de mil y una anécdotas, afrontará un nuevo proyecto de rehabilitación tras décadas de okupación

Foto: Exterior de la 'narcotorre' de la calle Cabriel de Málaga, en 2018. (Álex Zea)
Exterior de la 'narcotorre' de la calle Cabriel de Málaga, en 2018. (Álex Zea)

Nadie confirma con rotundidad el origen de tan singular apodo, pero un agente antidroga recuerda un episodio bastante descriptivo: "Habíamos reventado una operación y teníamos controlados a todos los detenidos. Se acercó y nos pidió permiso porque se orinaba, pero en vez de ir al baño, se fue al cuarto de contadores y comenzó a defecar". La escatológica escena la protagonizó María H.T., más conocida como María la Puerca, la matriarca de Los Puercos, uno de los clanes más peligrosos de la barriada de La Palmilla. Y el escenario fue el número 27 de la calle Cabriel de Málaga. Un edificio de viviendas públicas que la lideresa supuestamente hizo suyo para convertirlo en un supermercado de la droga vertical. El lugar en torno al que deambulaban toxicómanos "como zombis de The Walking Dead", y que poco a poco fueron abandonando los legítimos adjudicatarios de los pisos para convertirlos en puntos de venta blindados y electrificados, en primer lugar, e invernaderos de marihuana, en segundo.

Este bloque, en el que las bolsas de basura llegaban al tercero y las ratas rivalizaban en tamaño con los gatos, ha sido testigo pétreo de la lucha policial contra el menudeo. Tras un grave incendio ocurrido en 2018, está a la espera de una remodelación integral —otra más— que lo transforme completamente. El proyecto implicará su conversión en un edificio híbrido en el que se conjugarán viviendas de alquiler rotacional con equipamientos como un centro de asistencia para personas mayores dependientes o programas de salud preventiva.

Foto: Un proyectil localizado tras uno de los tiroteos. (EC)

El anecdotario de los miembros de las fuerzas de seguridad alrededor de este edificio es infinito. Una de las historias más curiosas la protagonizaron unos tipos que con una cuerda hacían descender una pequeña cesta para entregar las dosis de revuelto o rebujito —mezcla de cocaína y heroína de baja calidad— a los toxicómanos que estaban en la calle. O los que electrificaban con baterías las puertas de entrada para recibir a los agentes. También estaban los que se rodeaban de perros de presa para sentirse más seguros.

placeholder Policías locales, en el interior de la 'narcotorre' de la calle Cabriel. (Álex Zea)
Policías locales, en el interior de la 'narcotorre' de la calle Cabriel. (Álex Zea)

Lo que se les quedaba grabado a los policías que por primera vez ponían un pie en ese edificio de 13 plantas de la zona norte malagueña era la sensación de mugre casi viscosa que parece impregnarlo todo. Es como caminar sobre un suelo de brea, envuelto por paredes tiznadas y escaleras oscurecidas. "En cada paso, se te quedaba pegado el zapato", recuerda uno de ellos, que explica que la altura de las bolsas de basura acumuladas superaba el tercero. "Las lanzaban desde las ventanas al ojo patio" solo por no bajar y depositarlas en los contenedores.

"Cuando la situación era completamente insoportable —y suponía un problema de salubridad— por los olores y las ratas, alguna Administración enviaba personal y maquinaria para que las retirara. Y comenzaba de nuevo el ciclo", señala un veterano agente, que confiesa que siempre le sobrecogió la atmósfera. Cada operación en Cabriel 27 era como "adentrarse en otro mundo". La respiración se hacía difícil, "te mueves a tientas porque apenas hay luz" y "estás desorientado".

Las entradas debían ser fulgurantes, para evitar que los narcos se deshiciesen de la droga. Y la coordinación era clave para lograr esta meta. "A mí me tocaba ir a la cuarta planta", cuenta un investigador, que confiesa que se contrarió cuando, en su primera vez, el jefe del operativo le recomendó que fuese contando los niveles por los que pasaba. "Me pregunté si pensaba que era imbécil, pero rápidamente comprendí su consejo". Salieron de la furgoneta a la carrera y comenzaron a subir escalones. Uno detrás de otro. Con la adrenalina aumentando la frecuencia cardíaca. "Solo habían pasado unos segundos, y no sabía dónde estaba. Me pasé el piso que debíamos abrir. Así que tuve que regresar y buscar nuestro punto".

Los 'mascaritas'

Llegar, correr y echar la puerta abajo. Era el proceder habitual de los mascaritas, el mote con el que los traficantes bautizaron a los miembros del Grupo de Pequeño Tráfico porque siempre iban con pasamontañas. Dar un margen, por escaso que fuese, ponía en riesgo cualquier operativo y favorecer situaciones ingratas.

Cuando los policías estaban reventando puertas, era relativamente habitual que conocidos del clan se arremolinaran en los exteriores. Eran momentos en que se producían desmayos, los gritos subían de decibelios y los llantos parecían inconsolables. Una estrategia repetitiva para conceder unos segundos de oro a los que estaban en los pisos. Como a una nieta de María la Puerca, que se partió los dos tobillos al saltar desde un primero para intentar huir.

El aire en Cabriel 27 era viscoso y la atmósfera opresiva. Como “adentrarse en otro mundo”, relata un veterano policía antidroga

La matriarca, cuentan las distintas fuentes, fue haciéndose con el dominio de todo el bloque poco a poco. Desplazando a las personas a las que se les había adjudicado alguna de las casas. "A unos se las compraron —por una cantidad irrisoria—, a otros les buscaron una en la misma barriada y hubo a quienes se les invitó a que se marcharan", cuenta uno de los policías, que recuerda la difícil situación que pasaron unos vecinos, "gente trabajadora", que vivían en las últimas plantas.

Se refiere a unos que padecían diversas dolencias y que con cierta regularidad debían ir al médico. "El problema es que el ascensor lo destrozaban continuamente. Hasta el punto de desguazarlo. Y eso obligaba a los sanitarios a tener que bajar a pulso a los enfermos. A esto se añade que los continuos enganches ilegales provocaban cortes que inutilizaban los respiradores y otros dispositivos médicos que necesitaban en su día a día", relata un periodista local que siguió el caso, y que recuerda cómo los traficantes advertían a estos vecinos cuando algún medio iba a hablar con ellos. "Habláis de los abuelos, de nada más", espetaban en tono amenazante.

placeholder Estado del interior de la 'narcotorre' en 2018. (A. Zea)
Estado del interior de la 'narcotorre' en 2018. (A. Zea)

María la Puerca y los miembros de su clan "controlaban el acceso" al edificio. "Si no te conocían y desconfiaban lo mínimo, no entrabas", comenta un agente que lleva "aproximadamente desde 2000" entrando en Cabriel 27. "Habré participado en unas ocho operaciones antidroga" que se han realizado en un edificio que, según su opinión, ejemplifica perfectamente la conversión de estos grupos organizados. Su negocio mayoritario ha pasado de vender dosis a los toxicómanos a las plantaciones de cannabis. "Hubo un momento concreto en que las informaciones nos decían que 12 pisos del bloque estaban dedicados en exclusividad a cultivar marihuana", señala, antes de concretar que sus fuentes los vinculaban todos con Los Puercos.

"En los últimos tiempos, quedaban tres vecinos normales, sudamericanos con pocos recursos, trabajadores de bien, a los que les hacían falta esas casas, y a los que esta gentuza fue echando para quedarse el bloque entero", remarca otro agente antidroga, que incide que "las casas eran bastante amplias, algunas, con cuatro habitaciones". "Pero las destrozaron" y las utilizaron como cultivos indoor. Explica que "el ascensor llevaba años sin funcionar" y "la azotea estaba llena de deshechos de las plantaciones". "Para llegar a ella, había que trepar por una montaña de tiestos de plástico y sacos de arena".

Un proyecto híbrido

El crónico deterioro de Cabriel 27 se hizo aún más evidente en 2018. Hace cinco años, un incendio afectó gravemente al inmueble y el Ayuntamiento de Málaga, su propietario, que a lo largo del tiempo había realizado diversas intervenciones para adecentarlo, pareció querer dar un paso firme para tratar de recuperarlo tras un amplio periodo de okupación sistémica.

Se desalojó a los pocos que todavía eran capaces de adentrarse a través de su portal, los accesos fueron tapiados y un servicio de vigilancia impidió que volvieran a instalarse okupas. El Instituto Municipal de la Vivienda (IMV), la Gerencia de Urbanismo, la Universidad de Málaga (UMA) y distintos colectivos vecinales trabajaron para consensuar un proyecto de rehabilitación del que surgirá un edificio híbrido que —según los primeros bocetos— romperá la estética de la barriada.

placeholder Boceto de cómo quedaría la fachada del edificio tras la rehabilitación. (Arquitecto Manuel Navarro)
Boceto de cómo quedaría la fachada del edificio tras la rehabilitación. (Arquitecto Manuel Navarro)

Con un presupuesto aproximado de seis millones de euros —que el consistorio pretende costear con fondos Next Generation—, el nuevo inmueble contaría con 40 pisos para alquiler rotatorio que se ubicarían en las plantas superiores, mientras que las primeras se destinarían a usos sociales y culturales que beneficien a la barriada.

Entre las iniciativas ideadas para estos niveles comunitarios están cooperativas de cuidados para menores, talleres de aprendizaje de español, asesoría jurídica para inmigrantes, un centro de formación en salud, un espacio de formación para cuidadores de personas dependientes, una escuela para padres y madres o acciones de apoyo a los drogodependientes.

Foto: Niños de La Palmilla en la grabación del videoclip (Prodiversa).

"En todos los sectores descritos se generan espacios de convivencia para iniciar también desde la arquitectura la rehabilitación social", afirma el estudio de arquitectura Manuel Navarro, ganador del concurso de remodelación, que explica que "la azotea —por ejemplo— se plantea como un sector destinado a la socialización de los residentes" y el espacio para un huerto urbano. "Ambos serán un lugar destinado a la convivencia entre juventud y mayores".

La fachada destacará notablemente en su entorno por una gama cromática basada en el trabajo de la psicóloga Valeria Sabater La psicología del color y que "va desde el azul, color que denota seguridad y confianza, hasta el naranja, asociado a la transformación hacia el éxito".

El ayuntamiento trabaja desde 2019 en la expropiación del edificio, ya que la mayoría de los residentes carecían de la escritura de las casas

"Es importante entender que este proyecto no solo actúa en la edificación o lo urbano, sino que fundamentalmente plantea una rehabilitación social basada en la creación de servicios públicos de apoyo a la ciudadanía", recalcan.

El nuevo Cabriel 27, que debe ser "un faro" que muestre el cambio de La Palmilla, han señalado desde el ayuntamiento, también contará con una sala audiovisual, será un centro de grabación musical, un lugar para acompañar a los emprendedores locales en sus aspiraciones y una universidad popular para mayores.

El concejal de Ordenación del Territorio y Vivienda, Raúl López, anunció a finales de 2019 que se destinarían 1,3 millones de euros para la expropiación del inmueble. Este proceso se ha ido dilatando, porque la mayoría de los residentes carecían de la escritura de las casas con las que poder demostrar que no son okupas. Desde entonces, se trabaja para poder recuperar el edificio, pero, como se piensa que el trámite no se resolverá en breve, la Administración municipal ha contratado un servicio de seguridad por un periodo de un año que impida el acceso al bloque. Su coste: 126.746,12 euros.

Nadie confirma con rotundidad el origen de tan singular apodo, pero un agente antidroga recuerda un episodio bastante descriptivo: "Habíamos reventado una operación y teníamos controlados a todos los detenidos. Se acercó y nos pidió permiso porque se orinaba, pero en vez de ir al baño, se fue al cuarto de contadores y comenzó a defecar". La escatológica escena la protagonizó María H.T., más conocida como María la Puerca, la matriarca de Los Puercos, uno de los clanes más peligrosos de la barriada de La Palmilla. Y el escenario fue el número 27 de la calle Cabriel de Málaga. Un edificio de viviendas públicas que la lideresa supuestamente hizo suyo para convertirlo en un supermercado de la droga vertical. El lugar en torno al que deambulaban toxicómanos "como zombis de The Walking Dead", y que poco a poco fueron abandonando los legítimos adjudicatarios de los pisos para convertirlos en puntos de venta blindados y electrificados, en primer lugar, e invernaderos de marihuana, en segundo.

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