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La muerte del 'sintecho' más famoso de Cádiz abre el debate sobre cómo asistir a los que viven en la calle
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Fallecido en la playa

La muerte del 'sintecho' más famoso de Cádiz abre el debate sobre cómo asistir a los que viven en la calle

El fallecimiento de Carlos, conocido por todos los vecinos de la zona, pone sobre la mesa las deficiencias del sistema y las lagunas en las prestaciones que reciben estas personas

Foto: Carlos, el escultor de delfines. (Kiki)
Carlos, el escultor de delfines. (Kiki)

Era la estrella del paseo marítimo de Cádiz. Por su popularidad y su forma de ver la vida. Estaba obsesionado con dormir bajo el cielo, lloviese, tronase o soplase el peor levante. Decía que era una estrella más. Por la mañana, construía llamativas figuras en la arena de la playa. Cuando paseantes y turistas le daban dinero, compraba tabaco y devolvía el cambio. Carlos, el sin hogar más conocido de la ciudad, apareció muerto la semana pasada en la playa de la ciudad. Todos sabían de él desde hacía años: no tenía problemas mentales diagnosticados ni estaba obligado a vivir en la calle. Asuntos Sociales y los vecinos del barrio, uno de los más pudientes, le habían ofrecido techo bajo el que dormir en numerosas ocasiones. Nunca aceptó, obsesionado con pasar sus días junto al mar y bajo el cielo estrellado. Su fallecimiento reabre ahora el debate sobre cómo asistir a los sintecho y las lagunas del sistema.

“Se fue como quería. No podemos llevarnos a nadie por la fuerza: era su filosofía de vida y quería morir ahí”, explica la delegada de Asuntos Sociales del ayuntamiento, Helena Fernández, de la coalición de izquierdas Adelante Cádiz. Se le ofreció todo tipo de asistencia, pero ni siquiera aceptó un refugio durante el confinamiento. En lo peor de la pandemia, los voluntarios le llevaban comida acompañados por la Policía. Cuando era ingresado por sus ataques de epilepsia, se escapaba del hospital en pijama.

Carlos llevaba 20 años en la calle y era uno de esos casos “cronificados” o “perdidos” para los especialistas. Es el mayor desafío de la asistencia en la calle: solo en Cádiz, casi la mitad de las más de 100 personas que deambulan por la ciudad lleva más de una década sin un techo bajo el que dormir. Llegados a ese punto, es casi imposible convencerles de que hay salida.

“Cuando mueren, desde la Administración se esgrime el argumento de que rechazaban las ayudas, pero nosotros planteamos que hay que revisar el sistema de atención”, apunta Miguel Carrero, del Movimiento Nadie Sin Hogar, uno de los colectivos que se han concentrado esta semana en memoria de Carlos. “En todas las ciudades se repite la misma pauta: hay recursos destinados a las personas sin hogar, pero la protección nunca está garantizada”, explica.

Lo cierto es que el Ayuntamiento de Cádiz ha aplicado políticas para la atención a los sintecho en los últimos años, triplicando el presupuesto. La ciudad cuenta con un albergue, varios pisos tutelados y comedores, y se ha puesto en marcha un centro donde estas personas se resguardan durante el día con distintos servicios y actividades los 365 días del año.

Además, el Gobierno municipal intenta evitar los asentamientos en distintos puntos de la ciudad, con medidas polémicas como el desalojo y la posterior instalación de una verja en uno de los puntos más visibles de la ciudad, las Puertas de Tierra. Sin embargo, la apuesta que mejores resultados ha dado ha sido la creación de un grupo de calle: un equipo de asistentes sociales y psicólogos para visitar y hacer seguimiento a las personas que se niegan a acudir a estos centros. “Contactan con las familias, les buscan empleo, les tramitan el ingreso mínimo vital o simplemente toman café con ellos. El objetivo es crear un clima de confianza para que vuelvan a confiar en nosotros… Pero es muy complicado”, apunta la edil de Asuntos Sociales, actual candidata de Izquierda Gaditana a la espera de reeditar el pacto con Adelante.

Cuando pasan muchos años en la calle, el desgaste físico y psíquico de estas personas es casi irreversible y las posibilidades de reinserción en la sociedad son muy limitadas. “En ese tiempo, la prioridad es la búsqueda de un lugar seguro donde dormir y el cómo alimentarse cada día, por lo que la salud deja de tener importancia”, explica uno de los profesionales entrevistados en el informe Estado de salud de las personas sin hogar en Cádiz, encargado por el ayuntamiento para diseñar su hoja de ruta.

placeholder Concentración en recuerdo de Carlos en el paseo marítimo de Cádiz. (APDHA)
Concentración en recuerdo de Carlos en el paseo marítimo de Cádiz. (APDHA)

Además, las personas sin hogar de larga duración son las más reticentes a aceptar ayuda. “Los que rechazan son quienes más problemas han arrastrado a lo largo de la vida, hasta el punto de que desconfían absolutamente del sistema. Algunos han estado ingresados en la Unidad de Agudos para la atención psiquiátrica y no quieren repetir esa experiencia. En algunos casos, nos acercamos y se van corriendo porque piensan que los vamos a encerrar. Están tan apaleados que no les entra en la cabeza otra cosa”, apunta la concejala Helena Fernández. El ayuntamiento ha pedido al Servicio Andaluz de Salud (SAS) un refuerzo de psicólogos para atender a los enfermos mentales de mayor gravedad.

Los datos empeoran

El número de personas sin hogar en España ha aumentado en los últimos años un 25%, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Se estima que existen más de 37.000 andaluces en esta situación, aunque solo 5.600 acuden a centros asistenciales. La mayoría, como Carlos, se adapta a la subsistencia y rechaza los mecanismos actuales.

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Vienen de recorridos vitales muy duros y lo primero que necesitan es descansar y tomarse un tiempo, pero el modelo no da opción a eso”, apunta Miguel Carrero, quien recuerda que los recursos suelen ser temporales. En Cádiz, las plazas en el albergue suelen ser rotatorias, ante la excesiva demanda. Las personas sin hogar pasan unos días bajo un techo, pero deben salir al tiempo. “Eso rompe cualquier posibilidad de reinserción. Es una presión continua a contrarreloj por subsistir”, añade este voluntario.

Cambio de modelo

Los colectivos de sinhogarismo reclaman un cambio en la forma de abordar el problema. “Ahora mismo, muchos prefieren dormir solos o con alguien conocido en un cajero de un banco a entrar en salas grandes o albergues con desconocidos y personas con distintos problemas. No lo ven como un lugar seguro para vivir”, apunta Miguel Carrero.

Una alternativa cada vez más demandada es el housing first, una metodología que pasa de atender a los sin techo en grandes centros y albergues, recursos de emergencia temporales, a hacerlo en viviendas y comunidades más pequeñas. Con esta estrategia, las personas sin hogar entran en pisos asequibles y permanentes y reciben apoyo social y de salud con asistencia individualizada.

Foto: Un hombre duerme en el exterior de la estación de Príncipe Pío, en Madrid. (Alejandro Martínez Vélez)

La Fundación Hogar Sí ha aplicado esta fórmula desde 2017 en varios proyectos piloto con resultados muy positivos. El 96% de las personas se mantiene en su alojamiento 18 meses después; sufre menos dolor, soledad, ansiedad y depresión y se siente más protegido, y lo que es más sorprende, según los cálculos de esta entidad, el coste por plaza acaba siendo similar al de los albergues tradicionales.

Su programa de innovación Derechos a la Vivienda ha conseguido fondos europeos para aplicar este plan con la participación de hasta 12 administraciones públicas, entre ellas la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Sevilla. “Los proyectos basados en una vivienda normalizada son más eficientes porque alejan a las personas de los recursos de emergencia, siempre más caros y segregantes, y les acercan a los recursos comunitarios, mucho más económicos y normalizadores”, explica José Manuel Caballol, director general de Hogar Sí.

Esta estrategia supone, según los colectivos, una mayor efectividad e incluso un ahorro de costes a medio plazo: permitiría atajar el bucle de la supervivencia y reducir el número de personas sin hogar “cronificadas”, aquellas como Carlos a las que, llegado un momento, es imposible convencer. Nadie nace queriendo morir sin un techo bajo el que dormir.

Era la estrella del paseo marítimo de Cádiz. Por su popularidad y su forma de ver la vida. Estaba obsesionado con dormir bajo el cielo, lloviese, tronase o soplase el peor levante. Decía que era una estrella más. Por la mañana, construía llamativas figuras en la arena de la playa. Cuando paseantes y turistas le daban dinero, compraba tabaco y devolvía el cambio. Carlos, el sin hogar más conocido de la ciudad, apareció muerto la semana pasada en la playa de la ciudad. Todos sabían de él desde hacía años: no tenía problemas mentales diagnosticados ni estaba obligado a vivir en la calle. Asuntos Sociales y los vecinos del barrio, uno de los más pudientes, le habían ofrecido techo bajo el que dormir en numerosas ocasiones. Nunca aceptó, obsesionado con pasar sus días junto al mar y bajo el cielo estrellado. Su fallecimiento reabre ahora el debate sobre cómo asistir a los sintecho y las lagunas del sistema.

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