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Historia de una doble torpeza o lo de Garamendi, el 'euskocampechano'
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Historia de una doble torpeza o lo de Garamendi, el 'euskocampechano'

Ante la lacra de la violencia machista, uno no muestra respeto, sino furia. Uno pide perdón, dice de sí mismo que ha metido la pata, que no debió ocurrir. Uno se moja hasta la ingle

Foto: El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi. (EFE/Jorge Zapata)
El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi. (EFE/Jorge Zapata)

Esta es la historia de dos torpezas. La primera se produjo durante una entrevista. Un desliz al que siguió un ay sin exteriorizar, una mirada lateral para constatar el desastre, una risa nerviosa. Cosas que pasan en el directo. La segunda fue peor. Preparada al milímetro para salir del fango, curar la herida, ensayada hasta el milímetro. Y también fue torpe. Por muchas cosas. Déjenme que me explique.

Antonio Garamendi es un señor majo. Reúne muchos de los ingredientes de los amantes de los tópicos entre los que me encuentro. Es afable, cercano, tarda poco en tutearte y en hacer bromas y aún menos en demostrarte que, con él, estás como en tu casa. Es de los que puede estar hablando de cosas muy serias, pero las salpica con un puñado de 'joderes' para quitarle dramatismo a la cosa y quitarse a sí mismo la pompa de su cargo.

Foto: Antonio Garamendi. (Isabel Blanco)

Es de esas personas que se trabajan mucho la comodidad del invitado, aunque tú sepas que nunca coincidirás con él en los mismos sitios, ni compartirás jamás los mismos amigos y constates que aquí lo de los seis grados de separación entre personas no funciona. Es un euskocampechano.

A mí esto me gusta porque siempre se ha identificado al empresario español como un señor con mucha tripa y poco pelo, que no para de fumar puros y que brinda con cada despido que realiza mientras mira la hora en su Rolex con diamantes de trescientos quilates. Y es un cliché ante el que siempre me he rebelado porque soy hija de un señor que tuvo varias empresas y que de todas esas cosas solo tenía la tripa.

Digamos que Garamendi, presidente de la patronal de los empresarios, lleva una racha mala. Una mala racha que empezó cuando se supo que era un falso autónomo al que afortunadamente su empresa ha mejorado sus condiciones laborales. Luego supimos que cobraría 400.000 euros brutos, un jardín de demagogia en el que no me van a ver.

Era un falso autónomo al que su empresa ha mejorado sus condiciones laborales. Luego supimos que cobraría 400.000 euros brutos

Aunque ahora que lo pienso, yo creo que su temporada regulera empezó desde el momento en el que decidió que ni pacto de rentas ni de rentos. Pero sigamos diseccionando a este señor tan simpático.

A Garamendi le hicieron una entrevista porque varios señores de las patronales provinciales se han llevado las manos a la cabeza por lo inoportuno de este ejercicio de transparencia "en un momento tan sensible como el que vive nuestro país". Y él, además de responder con ese argumento tan pobretón como victimizarse, decir que el profesor le tiene manía y no reconocer que a lo mejor no era el momento, respondió: "Esto es como cuando hay una violación y dicen que la chica iba en minifalda".

A continuación, sigue el desbarre. "Perdón, no", dice. Y empieza el baile. Su cuerpo se mueve de forma inquieta, hay ahí una risa nerviosa, mira a quien le acompaña en ese enorme despacho de la calle Diego de León de Madrid. Con esa trasera de libros que parece que llevan tiempo sin abrirse, unas banderonas imponentes de España y de la Unión Europea, quizá alguna foto con el rey y con la familia, que eso viste y humaniza mucho siempre.

Foto: EC.

Todo eso pasa en décimas de segundo. Y luego añade: "No acepto pulpo como animal de compañía". Una expresión popularizada por un anuncio de un juego de mesa llamado Scattegories a principios de los noventa.

Fíjense, no es tanto que haya que modernizar las referencias. Que también. Es que se lo pone muy fácil a muchos. Porque es esa década donde parece permanecer su discurso. En una época en la que a las mujeres se les afeaba llevar minifalda o escote si eran agredidas. Donde la exuberancia o el carácter te podía hacer jugar más papeletas para que te violaran.

Es un comentario innecesario, inoportuno. Es un no saber cómo es la España de ahora, que hay temas que han dejado de hacer gracia, que hay comparativas que las carga el diablo. Que es una indecencia comparar las críticas a un sueldo con una violación. Mire, que no.

"Es un comentario innecesario, inoportuno. Es un no saber cómo es la España de ahora, que hay temas que han dejado de hacer gracia"

Pero hay veces en las que el arreglo sirve de poco. Y por más que se mide, se templan las palabras, se ensayan y a uno le repiten una y otra vez lo que debe decir, y el guion está claro desde la primera a la última coma, sale el campechano que uno lleva dentro.

El presidente de la CEOE estimó oportuno ser entrevistado en el programa Más vale tarde, de La Sexta, para explicarse mejor. Volvió a insistir en la campaña de descrédito que se ciñe sobre su persona. Se le notó nervioso, con una risa un poco seca. Es un momento que todos conocemos, cuando nos sube el azúcar y necesitamos beber. Cuando en el fondo, por muy ensayado que tengamos algo, no sabemos cómo saldrá la cosa.

"No voy a decir nada porque como diga algo parece que tal", bromea con la presentadora del programa, Cristina Pardo. Su cuerpo vuelve a oscilarse. "Je, je". O algo así.

Foto: El presidente de la patronal Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre.

"Es más, Cris, y lo sabes bien". Dejemos clara una cosa. Ni Cris, ni Cros. A un periodista no se le tutea y un periodista no tutea al entrevistado en público. Que estamos trabajando, señor. Luego pide respeto por segunda o tercera vez. Mientras, la periodista hace un enorme ejercicio de contención gestual ante el que yo me declaro incapacitada.

"Si se entiende mal lo que quería decir de entrada, me disculpo. Pero además, Cris, creo que me conoces bien y lo digo también públicamente, que sabes lo que es una entrevista y cómo viene". Yo aquí intuyo pausas dramáticas y microinfartos en su equipo de asesores. Y es entonces cuando se siente preparado para hacer público el mensaje.

"Sabes perfectamente el respeto que tengo absolutamente por todo lo que significa en este caso estos temas y desde aquí lo digo", dice.

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Por favor, un traductor en la sala. Alguien que le ponga patas a este asunto. O alguien que le diga al portavoz de los empresarios españoles que no tenga estos remilgos en decir las cosas. "Estos temas" se llaman agresiones sexuales, señor Garamendi. Y solo se denuncian cada año el 8 por ciento de los casos. Y ante esta lacra uno no muestra respeto, sino furia, indignación. Uno pide perdón, dice de sí mismo que ha metido la pata, que no debió ocurrir. Uno se moja hasta la ingle, o si no se queda callado un tiempo mientras cumple con las tareas que acompañan a su cargo. ¿Y qué demonios quiere decir con "todo lo que significa"?

Y tan contento con lo que acaba de decir, remata con un "desde aquí lo digo". Como si acabara de hacer el ochomil de las declaraciones. Como si acabara de arreglar el entuerto y aquí paz y después gloria, joder.

"¿Ha quedao bien, ¿verdad?", parece querer decir.

Porque los campechanos siempre tienden a comerse consonantes. Cuánto mejor quedarían si se comieran algunas de sus palabras.

Esta es la historia de dos torpezas. La primera se produjo durante una entrevista. Un desliz al que siguió un ay sin exteriorizar, una mirada lateral para constatar el desastre, una risa nerviosa. Cosas que pasan en el directo. La segunda fue peor. Preparada al milímetro para salir del fango, curar la herida, ensayada hasta el milímetro. Y también fue torpe. Por muchas cosas. Déjenme que me explique.

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