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Atrapados por la mesa camilla: por qué en el sur pasan más frío en casa que en la calle
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EL AISLAMIENTO TAMBIÉN INFLUYE

Atrapados por la mesa camilla: por qué en el sur pasan más frío en casa que en la calle

Los inviernos suaves del sur de España hacen que las viviendas estén mejor preparadas para el verano. La pobreza energética, que afecta al 30% de los hogares andaluces, influye en la ausencia de calefacciones centrales

Foto: Varias jóvenes se protegen del frío con una manta en una noche de la Semana Santa en Sevilla. (EFE/Eduardo Abad)
Varias jóvenes se protegen del frío con una manta en una noche de la Semana Santa en Sevilla. (EFE/Eduardo Abad)

Olga nació en los Urales, que es una de las zonas más frías de Rusia a pesar de que la fama se la lleve Siberia. Pero esta joven, que lleva ya ocho años en España, asegura que nunca ha pasado más frío que en casa de su suegra, donde vive ahora, en el centro de Sevilla. En la ciudad hispalense, la temperatura media en diciembre roza los 12 grados. En Ekaterimburgo, donde nació Olga, los termómetros se sitúan en esta época del año en los 8 grados bajo cero. "Y hay dos semanas en invierno que pueden bajar a 30 o 35 grados bajo cero; no vas a dar un paseo, pero en casa estás bien, no con el frío metido en el cuerpo", se queja, entre risas.

A José Pérez de Lama le pasa algo parecido. "Vivo alquilado en un piso de los años 40, orientado al norte, con muros gruesos, pero sin aislamiento... y sin calefacción en condiciones", explica este profesor titular de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Sevilla que imparte, entre otras, la asignatura de Arquitectura y Medio Ambiente. "El piso es muy fresco en verano, pero un congelador en invierno", añade. El especialista comparte una sensación habitual en gran parte de Andalucía y otras zonas cálidas del país.

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Esta realidad es el resultado de un conjunto de circunstancias que van desde las características constructivas de las viviendas al marco socioeconómico de Andalucía, pasando por la vida cotidiana de la comunidad. "No hay costumbre de calefacción central, como puede haber en Madrid; hay mucha tradición de mesa camilla", apunta el también arquitecto David García-Asenjo, madrileño pero afincado en Jaén desde hace años. "Me decían que allí no hacía tanto frío, pero comprobé que eso no era así desde el primer día", relata, con cierta sorna.

Al igual que en la meseta o el norte es común la calefacción central, en Andalucía no ocurre lo mismo. La mesa camilla a la que hace mención García Asenjo la sustituía y todavía es muy común tener este mueble junto al sofá con una fuente de calor debajo, protegida por unas enaguas. "Se está bien en la mesa, pero cada movimiento es mortal... imagínate para ir al baño", cuenta Olga. A esto hay que sumar el peligro de incendio asociado a este tipo de formas calefacción. Antiguamente, eran estufas de carbón, pero ahora se han sustituido por eléctricas o radiadores de aceite, lo que no evita que cada invierno se registren varios fuegos de consecuencias funestas.

El 31% de las construcciones de Andalucía son previas a 1979, cuando comenzó a funcionar la normativa sobre aislamiento de los edificios

José Pérez de Lama suma a esta ecuación la de la pobreza energética, que va desde no poder pagar la factura de la electricidad a no ser capaz de afrontar el gasto de una buena instalación. Hay que tener en cuenta que este fenómeno afecta a más del 30% de los hogares en comunidades como Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura o Murcia, según recoge el Ministerio de Transportes en la última actualización de la Estrategia a Largo Plazo para la Rehabilitación Energética en el Sector de la Edificación en España, elaborada en 2020. "Además, las subidas del precio de la energía ha hecho que la situación se agrave".

"No implantamos suelos radiantes ni calefacción centralizada que es lo que en otros sitios mantiene las casas calientes; son caros y solo se usan pocos meses al año", explica el también arquitecto Pedro Mena, que está involucrado en la cátedra de Confort Climático creada a medias por la Universidad de Sevilla y el Ayuntamiento de la capital andaluza. Este grupo de trabajo se centra más en los efectos de la subida de las temperaturas asociadas al cambio climático. De hecho, un estudio de la Hispalense estima que las temperaturas interiores en las viviendas del sur de España aumentarán en unos 3,5 grados respecto a la situación actual, lo que dejaría las máximas en 37,5 grados y las mínimas en 31 grados.

placeholder Un hombre se calienta las manos en un radiador eléctrico. (EC)
Un hombre se calienta las manos en un radiador eléctrico. (EC)

Se entiende así que sea mucho más habitual invertir en la instalación de un sistema de aire acondicionado que en uno de calefacción. "Parece mucho más fácil y, a la vez, y a pesar del cambio climático, es como un rasgo de contemporaneidad, incluso de estatus de clase media", reflexiona Pérez de Lama, que apunta a un fenómeno llamativo en los catálogos de venta de ropa: "Casi no hay ropa de abrigo —o eso me parece— dando por supuesto que las casas estarán a los 23 o 25 grados de los manuales de acondicionamiento". Mantener esas temperaturas es muy difícil no solo en ausencia de un buen sistema de calefacción, sino también de un buen aislamiento.

"Tal vez es más necesaria mayor información sobre el ahorro, el confort y las implicaciones medioambientales que tiene", explica el profesor de la Universidad de Sevilla, que también colabora en el máster sobre Ciudad y Arquitectura Sostenibles de la Hispalense. Pérez de Lama apunta a que la primera normativa de condiciones térmicas que tiene en cuenta estas variables no se puso en marcha hasta 1979. En Andalucía hay 2.150.700 construcciones previas a ese año, un 31,6% del total, según el último dato del Catastro, actualizado a fecha de diciembre de 2020. "Creo que en los últimos años se construye con mayor calidad; o, dicho al revés, antes se construía peor, ciertamente también más barato", ilustra este arquitecto, que apunta a detalles como la calidad de las carpinterías.

Foto: El aislamiento de las viviendas reduce el gasto de energía (EFE)

A pesar de que la normativa para construir viviendas sociales plantea diferentes exigencias según los climas y que ahora existe una mayor preocupación por el gasto energético, los arquitectos suelen mirar al pasado para tomar lecciones aplicables a la actualidad. "En nuestro clima, con buena orientación y un buen diseño bioclimático, las necesidades de calefacción serían bastante reducidas; esto que se tenía en cuenta en la arquitectura tradicional, se olvidó durante bastante tiempo", señala Pérez de Lama, que con diseño bioclimático alude a cuestiones como la citada orientación, el aislamiento adecuado, la selección de materiales o la disposición de los huecos.

Junto con una apuesta por las energías renovables, el profesor de la escuela sevillana cree que así sería posible tener un parque inmobiliario y una calidad de vida mucho mejor. "Además de contribuir a mitigar el cambio climático", añade Pérez de Lama, que recuerda que los edificios contribuyen "en el entorno de un 40% a la producción total de emisiones de CO2". Esta preocupación llega también a los poderes públicos y gran parte de los fondos europeos de recuperación en materia de vivienda están relacionadas con esta materia. Por poner un ejemplo, el Ejecutivo andaluz liberó hace unas semanas ayudas por valor de 441 millones de euros para mejorar el aislamiento en fachadas y cubiertas, cambiar ventanas o instalar placas fotovoltaicas.

Olga nació en los Urales, que es una de las zonas más frías de Rusia a pesar de que la fama se la lleve Siberia. Pero esta joven, que lleva ya ocho años en España, asegura que nunca ha pasado más frío que en casa de su suegra, donde vive ahora, en el centro de Sevilla. En la ciudad hispalense, la temperatura media en diciembre roza los 12 grados. En Ekaterimburgo, donde nació Olga, los termómetros se sitúan en esta época del año en los 8 grados bajo cero. "Y hay dos semanas en invierno que pueden bajar a 30 o 35 grados bajo cero; no vas a dar un paseo, pero en casa estás bien, no con el frío metido en el cuerpo", se queja, entre risas.

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