Es noticia
El crimen de la arqueta: un congelador, una maleta de bazar y un cuerpo momificado
  1. España
  2. Andalucía
INVESTIGACIÓN EN MÁLAGA

El crimen de la arqueta: un congelador, una maleta de bazar y un cuerpo momificado

Una hora después de que Ángela M.S. extrajese 900 euros de un cajero, supuestamente murió a manos de un hijo adoptivo y un menor de edad amigo de este

Foto: La arqueta donde arrojaron el cuerpo de la víctima. (EFE/Álvaro Cabrera)
La arqueta donde arrojaron el cuerpo de la víctima. (EFE/Álvaro Cabrera)

Cuando el investigador escuchó al adolescente, algo se removió en su interior. Esas palabras, exactas, estaban "archivadas en una esquinita del cerebro". Las había pronunciado con anterioridad el hijo de Ángela M.S., las mujer de 60 años cuya misteriosa desaparición centraba los esfuerzos del Grupo de Homicidios de la Comisaría Provincial de Málaga. "Ya no aguantaba más vivir en esta casa". Palabra por palabra, coincidieron en apuntar los dos jóvenes para justificar la ausencia. Fue en ese preciso instante cuando los responsables del caso comenzaron a desechar las distintas hipótesis que podían explicar la falta de Ángela, para plantearse abiertamente la posibilidad de que había sido alcanzada por un trágico destino. Un desenlace que se confirmó el pasado 12 de julio con el hallazgo de su cuerpo, dentro de una bolsa y con indicios de momificación, en el interior de una arqueta de un colector de la Empresa Municipal de Aguas de Málaga (Emasa). Los agentes comenzaban a poner fin a un caso que entraría en una fase de vértigo en las horas posteriores.

La primera vez que en el Grupo de Homicidios escucharon el nombre de Ángela fue el 3 de junio. Un familiar había puesto una denuncia porque hacía días que no sabía nada de ella. El hombre explicó que su hermana hablaba asiduamente con su madre y que desde el 23 de mayo no habían vuelto a tener contacto. El temor a que algo le hubiese podido ocurrir se acrecentó cuando fue a su casa y constató que no se encontraba allí.

Foto: Vista aérea de Leganés

Los investigadores comenzaron a realizar indagaciones en el entorno de la desaparecida y a través de fuentes abiertas y policiales que pudiesen conducir a su paradero. "Se realizaron avisos en los hospitales, se revisaron los vuelos, se comprobaron las multas de tráfico, se analizaron las cámaras de seguridad del edificio…", explicó a El Confidencial uno de los agentes, que señaló que uno de estos parámetros de investigación generaría una cierta confusión inicial. Los datos de los movimientos bancarios reflejaban una extracción de 900 euros de la cuenta de Ángela a las 12:40 horas del 25 de mayo. Dos días después de que supuestamente se perdiese su pista. ¿Se habría ido voluntariamente?

Los agentes del Grupo de Homicidios habían profundizado en las circunstancias personales de Ángela. Separada, durante su matrimonio no había podido ser madre, así que optó por la adopción. Estuvo a punto de acoger a una pequeña de origen peruano, pero los trámites se dilataban en el tiempo y surgió la posibilidad de poder ayudar a dos hermanos procedentes de una familia desestructurada, así que no se lo pensó. Si podía ayudar a dos niños en vez de a uno, pues mejor.

El principal sospechoso dijo que su madre le dio "las llaves y las escrituras" de la casa y se marchó

Pero las cosas no fueron como ella esperaba, y la convivencia se fue complicando con el paso del tiempo. Los episodios de tensión en el seno familiar eran crecientes y tenían como principal foco de origen al menor de sus dos hijos, un —ahora— veinteañero del que recelaban los familiares de la mujer y que en su primer contacto con los investigadores alimentó la hipótesis de la marcha voluntaria.

El encuentro se produjo en el hogar familiar, donde los policías observaron que se había instalado una familia numerosa con varios niños pequeños. El joven, que se mostró participativo, dio a entender que su madre adoptiva se había ido porque no estaba a gusto en el inmueble. "Ya no aguantaba más vivir en esta casa", comentó, antes de apuntar que le entregó "las llaves y las escrituras" del domicilio y se fue sin dar más explicaciones.

Los responsables del caso siguieron recibiendo datos y constataron que el teléfono de Ángela M.S. "estaba cortado" desde el día 25 y no había contactado con ninguna amistad ni otros seres queridos. Tampoco había comprado un billete de viaje y esos 900 euros —que las cámaras de seguridad captaron que extraía de un cajero próximo a su vivienda— debían estar agotándose. El olfato policial advertía que algo malo le había ocurrido a la mujer, pero ninguna prueba sostenía con solidez esta sospecha.

"El menor sabe algo"

Los investigadores seguían chequeando regularmente los posibles indicadores que pudiesen revelar el paradero de Ángela cuando el 11 de junio sus familiares realizaron una ampliación de denuncia que ofrecía nuevas claves y que apuntaban a un menor de 17 años que se había instalado con su madre y hermanos pequeños en la casa de la desaparecida. Los denunciantes "pensaban que sabía algo" y las gestiones posteriores pusieron de manifiesto una personalidad difícil que llamó la atención de los responsables del caso.

placeholder Cartel de desaparición de Ángela. (EC)
Cartel de desaparición de Ángela. (EC)

El adolescente se presentó solo en la Comisaría Provincial y comenta que su madre no había podido acompañarlo porque estaba pendiente de una entrevista de trabajo. No se podía hacer la exploración en esas circunstancias, pero durante la conversación informal con el chico da a entender a los agentes que Ángela se ha marchado voluntariamente. Lo curioso, y que disparó las alarmas, es que empleó exactamente las mismas que el hijo menor: "Ya no aguantaba más vivir en esta casa". "Eran dos bocas y una misma mente", señala uno de los investigadores, que explica que la reveladora frase se marcó en negro en las diligencias.

Los días pasaron y se produjo un incidente que complicó la situación. El mayor de los hijos adoptivos echó a su hermano y al resto de personas que estaban residiendo en la vivienda de su madre y los sospechosos se dispersaron, difuminando su rastro del radar policial. Los esfuerzos de los investigadores se centraron durante esas fechas en evitar que se evaporasen, tratando de mantener el contacto con los dos jóvenes a través de mensajes de WhatsApp y llamadas que habitualmente no contestaban. Porque los nuevos indicios acrecentaban los recelos sobre su papel en la desaparición de Ángela y era necesario tenerlos controlados.

Foto: La vivienda donde fueron descubiertos los cuerpos de sus padres y hermano sin vida. (EFE)

La casa de la desaparecida había sido vaciada, sus cosas fueron sacadas, tiradas o llevadas a algún sitio por los ocupantes desalojados. "Era como si no esperaran que regresara", intuyeron entonces los investigadores, que comprobaron que la mujer era propietaria de tres inmuebles y comenzaron a valorar la posibilidad de que su ausencia estuviese motivada por una cuestión de herencia.

Pero la realidad era menos compleja, y la acabaría desvelando el menor. Los policías le volvieron a citar en dependencias policiales e insistieron que debía estar acompañado por su madre. Llegaron por separado y la reacción de ambos fue llamativa. A pesar de que llevaban tiempo sin verse, solo cruzaron unas palabras. "No hubo ninguna reacción de cariño", no se percibía calidez alguna. "Únicamente se dijeron hola, y poco más". El encargado de llevar el peso de la exploración fue el inspector que durante semanas había estado en contacto con el adolescente. Un agente que sabía que el chico se había peleado con su amigo y que ya no tenía necesidad de encubrirlo.

Cuando el menor se vio cercado por la Policía, abrió la caja de los truenos: "Voy a contar la verdad, el hijo la mató"

Durante la conversación, a la que la progenitora asistió con la cabeza agachada, sin apenas reaccionar, los responsables del caso supieron que el menor estaba mintiendo y se lo hicieron ver para que fuese consciente de ello. Cada vez que trataba de engañarles, lo dejaban en evidencia. Y así hasta que se vio cercado y abrió la caja de los truenos: "Voy a contar la verdad, el hijo la mató", espetó.

—¿Cómo lo sabes?, le preguntaron.

—Él me lo contó, respondió.

—Pues dinos dónde está el cuerpo, insistieron.

—No lo sé, contestó el chico.

—Sabemos que nos estás mintiendo, le apretaron.

A 500 metros de la casa

El adolescente acabó rindiéndose y relató que había ayudado a deshacerse del cadáver de Ángela, pero que había actuado coaccionado porque tenía mucho miedo de su amigo. Seguidamente, con la ayuda de Google Street View, señaló el punto exacto donde estaba el cuerpo. Dos agentes del grupo se desplazaron con celeridad al punto, una arqueta del sistema de depuración de aguas situada a escasamente 500 metros de la vivienda de la desaparecida. El reloj marcaba el mediodía de ese 12 de julio cuando levantaron la pesada tapa de metal y un fuerte olor a putrefacción parecía confirmar la información facilitada.

Una tubería descendía por el centro del pozo y en el fondo se observaba agua acumulada que cubría una bolsa deportiva de color negro. En su interior estaba Ángela, momificada parcialmente por la humedad. Fue necesario desmontar el colector para poder sacarla y la autopsia confirmó posteriormente que había sido estrangulada un mes y medio antes.

placeholder Un cámara graba el sitio donde permaneció el cuerpo de Ángela. (EFE/Álvaro Cabrera)
Un cámara graba el sitio donde permaneció el cuerpo de Ángela. (EFE/Álvaro Cabrera)

Los agentes dejaron marchar al menor, pero sabían que tenían que trabajar contrarreloj porque dudaban sobre su verdadera participación en los hechos. Debían localizar rápidamente al hijo menor de Ángela y ver qué contaba tras haber sido señalado por su amigo. Las gestiones policiales lo ubicaron en el núcleo costero de Torre del Mar, en una zona de chabolas donde estaba acogido por unos familiares biológicos. Nadie opuso resistencia cuando llegaron las patrullas legales. El joven fue esposado y le comunicaron que estaba detenido por la muerte violenta de su madre adoptiva. No dijo nada y se durmió durante el traslado en coche a la Comisaría Provincial. Parecía no importarle nada.

El joven se encontraba de nuevo ante los investigadores, pero esta vez las opciones eran limitadas. Sabían lo que había hecho y sus opciones pasaban por colaborar. Así que mejor no marear más. El arrestado decidió contar lo ocurrido y tiró por tierra la coartada del menor. Relató que ambos planificaron robar a Ángela después de verla por la calle. Querían dinero para "comprar unas cervezas y hachís" y pensaron que sería una presa fácil. Entraron en la vivienda y esperaron en el salón. El mayor se puso un pasamontañas para ocultar su rostro y el adolescente prefirió ir a cara descubierta a pesar de que la víctima lo conocía. Cuando esta entró en el domicilio, instantes después de sacar 900 euros de su cuenta, fue abordada por los dos asaltantes, que inicialmente lograron reducirla. Pero la mujer los identificó y la cosa se complicó.

El detenido contó que optaron por atar a Ángela y decidieron acabar con su vida cuando la cuerda con la que la habían amordazado se destensó. Con ella, acabaron estrangulándola tras anudarla alrededor del cuello y tirar a la vez.

Una patrulla policial paró a los presuntos asesinos dos horas antes de que trasladaran el cuerpo de Ángela

Inicialmente introdujeron el cuerpo en un congelador que los investigadores no observaron en las distintas inspecciones que realizaron de la casa, pero que había sido plasmado en una fotografía que se publicó en una red social. El cadáver permaneció en su interior durante un par de días, aunque se vieron obligados a trasladarlo a un baúl cuando la madre del menor y sus otros hijos decidieron instalarse en el inmueble.

Los dos presuntos asesinos no contaban con que las altas temperaturas iban a acelerar la descomposición del cuerpo y a generar olores que podían delatarlos, así que decidieron sacarlo de la casa de madrugada. Se hicieron con una carro de supermercado, compraron la bolsa en un bazar y, cinco días después de que supuestamente acabaran con Ángela, transportaron el cadáver hasta la arqueta.

Las fuentes consultadas explicaron que los dos jóvenes no habían elegido con anterioridad el sitio y se toparon con él cuando empujaban el carro. Lo arrojaron en torno a las cuatro de la madrugada, dos horas después de que una patrulla policial los hubiese interceptado cuando deambulaban por la calle. Los agentes piensan que en los días posteriores se deshicieron de la nevera a través de un punto limpio de reciclaje.

Foto: Exterior de la Audiencia Provincial de Valencia (Google Maps)

La reconstrucción de lo que ocurrió esa mañana del 25 de mayo derivó en la detención de los dos jóvenes acusados de asesinato y robo con violencia, pero quedaba por aclarar qué sabía realmente la madre del menor. Había recalcado que ella desconocía lo ocurrido, aunque los agentes veían lagunas que generaban dudas. Así que decidieron tomarle declaración y la mujer confirmó las sospechas. Reconoció que los dos arrestados le contaron que habían acabado con la vida de Ángela, pero justificó el no haber contado nada por el "pánico" que le provocaba su hijo. Una situación que en el pasado supuestamente había dejado un rastro de episodios de malos tratos que evidenciaba con la comunicación no verbal que llamó la atención de los responsables del caso.

Al ser la progenitora del adolescente, únicamente se le acusó del encubrimiento del veinteañero; y al tener a niños pequeños a su cargo, la autoridad judicial decidió dejarla en libertad con cargos.

Los considerados autores materiales del crimen se encuentran recluidos en prisión y en un centro de menores, respectivamente, tras una compleja investigación que se sacó adelante con "pico y pala" y que concluyó que Ángela M.S. fue asesinada escasamente una hora después de que fuese captada por las cámaras del banco. "Si no hubiesen contado dónde estaba el cuerpo, difícilmente lo hubiésemos encontrado; porque la arqueta donde la arrojaron, la revisan una vez al año".

Cuando el investigador escuchó al adolescente, algo se removió en su interior. Esas palabras, exactas, estaban "archivadas en una esquinita del cerebro". Las había pronunciado con anterioridad el hijo de Ángela M.S., las mujer de 60 años cuya misteriosa desaparición centraba los esfuerzos del Grupo de Homicidios de la Comisaría Provincial de Málaga. "Ya no aguantaba más vivir en esta casa". Palabra por palabra, coincidieron en apuntar los dos jóvenes para justificar la ausencia. Fue en ese preciso instante cuando los responsables del caso comenzaron a desechar las distintas hipótesis que podían explicar la falta de Ángela, para plantearse abiertamente la posibilidad de que había sido alcanzada por un trágico destino. Un desenlace que se confirmó el pasado 12 de julio con el hallazgo de su cuerpo, dentro de una bolsa y con indicios de momificación, en el interior de una arqueta de un colector de la Empresa Municipal de Aguas de Málaga (Emasa). Los agentes comenzaban a poner fin a un caso que entraría en una fase de vértigo en las horas posteriores.

Homicidios Delincuencia Málaga
El redactor recomienda