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El campo estalla entre la incertidumbre y la desesperación: "No podemos más"
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MANIFESTACIÓN DEL MUNDO RURAL

El campo estalla entre la incertidumbre y la desesperación: "No podemos más"

Una agricultora y un ganadero, que acuden a Madrid a la "protesta del siglo", narran una situación caótica que les está llevando al límite. Aseguran que se juegan su supervivencia

Foto: Ganaderos durante su tramo final hacia Madrid. (EFE/Raúl Sanchidrián)
Ganaderos durante su tramo final hacia Madrid. (EFE/Raúl Sanchidrián)
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José Manuel Domínguez está en Madrid con su mujer y sus dos hijas. Una de ellas se prepara para tomar el relevo de la explotación ganadera que él heredó de su padre, de su abuelo, de su bisabuelo... Una saga familiar dedicada al ganado en Cazalla de la Sierra, en la Sierra Norte de Sevilla. En toda su vida, 68 años, asegura que no ha vivido una situación como la que atraviesa ahora. "Es caótico y desesperante", afirma. Está convencido de que "el campo va a acabar extinguiéndose" y le da "mucha pena". "Nunca he vivido una situación tan crítica", sentencia, "con tanta incertidumbre".

Un total de 1.500 autobuses, una previsión de los organizadores de 200.000 personas y un dispositivo policial preparado para 150.000, con estimaciones de Interior, tomarán este domingo el centro de Madrid. La manifestación está convocada por la plataforma #20Mrural que agrupa a todas las organizaciones agrarias representativas, Asaja, COAG, UPA y las Cooperativas Agroalimentarias. Secundan también la protesta la Federación Nacional de las Comunidades de Regantes, la Federación Española de Caza, la Unión de Criadores de Toros de Lidia y la Alianza Rural. Vox y el PP han anunciado que acudirán a la protesta. Los promotores piden que no se politicen sus reivindicaciones y anuncian una marcha pacífica, pero el grito de 'basta' es alto y fuerte contra el Gobierno de la nación.

La "protesta del siglo" del campo español, como la llaman sus organizadores, llega además tras una semana de elevada tensión por los paros de los transportistas, que ha puesto en jaque la distribución de suministros básicos y que el Ejecutivo de Pedro Sánchez vincula con "la extrema derecha". Ayer sábado, Vox calentó la calle con manifestaciones a las puertas de los ayuntamientos contra la escalada de precios.

Dos años de protestas

Las protestas del campo no son nuevas. Arrancaron en 2020 por los precios injustos, las ventas a pérdidas y la presión de las importaciones de terceros países que, según cuentan desde el sector primario español, les desprotege y obliga a competir en desigualdad de condiciones. Luego vino la pandemia y el campo se la echó sobre sus espaldas. Agricultores y ganaderos aparcaron sus quejas y acentuaron el papel de España como la gran despensa de Europa. Los costes de producción comenzaron a dispararse. Gasóleo, plásticos, fertilizantes, semillas, piensos, fitosanitarios y electricidad. Una pertinaz sequía, la más grave desde 1992, está terminando de poner la puntilla. La reforma de la PAC y una legislación del Gobierno que "golpea directamente a las explotaciones" aderezan la bomba del descontento.

Foto: Agricultores cortan la AP-4. (EFE/Julio Muñoz)

En el campo español hay un estallido de imprevisibles consecuencias políticas. Vox ha penetrado con habilidad en el medio rural y supo hace meses enarbolar las banderas de ese descontento. En comunidades como Andalucía, donde el PSOE durante décadas fue hegemónico, las encuestas señalan que el partido de Santiago Abascal está fuerte y apuntan a que en los pueblos está su fortaleza. En Castilla y León el cariz de la campaña quedó claro y Vox ha entrado en el Gobierno.

La guerra de Ucrania, principal exportador de cereales para pienso animal, y la galopante inflación han encendido la mecha sin que el Ejecutivo de la nación sepa cómo apagar el fuego. Desde el Gobierno aseguran que no es una protesta del campo, sino de los grandes terratenientes y los cazadores, poniendo el foco en su cariz político e insistiendo en que el Ministerio de Agricultura lleva ya meses volcado y adoptando medidas. Lo cierto es que están todas las asociaciones agrarias, incluidos los pequeños agricultores de UPA, sindicato ligado a UGT. "En defensa de la agricultura, ganadería, caza y de nuestro campo y tradiciones", reza la convocatoria de #JuntosPorElCampo.

La escalada de los precios

"El mismo día que dieron el primer tiro los rusos ya estaba el saco de pienso dos euros más caro. ¿Eso como puede ser?", se pregunta Domínguez, ganadero de Sevilla. La especulación asegura que está detrás de muchos de los males del campo. Con los precios disparados y una sequía pertinaz, este ganadero aún no se ha atrevido a comprar los lechones que suele dejar libres por el campo por estas fechas hasta que llegue la montanera, en octubre y noviembre, y comience a caer la bellota. A las crías hasta entonces las alimenta con guisantes o habas que siembra en su finca y complementa con pienso. "Si en unos pocos días el saco de pienso ha pasado de 16 a 22 euros y sube uno o dos euros al día, ¿cómo voy a meterme en comprar crías? Los que tienen cochinas de cría lo están pasando fatal". Es otra de las cosas del campo, todo es una cadena. Y luego está la falta de lluvias. "Es que me arriesgo además a no tener agua para darle a los animales y ¿qué hago entonces?, ¿los dejo que se mueran?, ¿los abandono sin comida y sin agua? Yo no puedo hacer eso", alerta Domínguez, advirtiendo de que ya es casi abril, que en menos de 60 días es verano. "Han caído dos gotas y no se han tomado medidas serias", avisa, para controlar el problema del agua.

María Morales, economista y agricultora, también estará en Madrid este domingo. Morales, fundadora y presidenta desde 2008 de la Sociedad Agrícola de Transformación Citrus Nostrum, no sabe por dónde empezar a relatar. "Hay tantos frentes abiertos, tantos". Ella traslada muy bien un sentimiento, el de que se legisla y se gobierna, desde Madrid y desde Bruselas, en despachos de moqueta y de espaldas al campo. "Me da igual el signo político que sea. Se les explica, se les cuenta, parece que escuchan, todos dicen que son agricultores y después, nada. Imagínate que hay un partido de tenis y pasa una pelota y otra y otra más y no le dan ni a una", cuenta. No sabe, dice, si esa inacción es "por desconocimiento, porque no saben o porque no les da la gana", se indigna Morales. "A cualquiera de los que legisla le daría yo diez hectáreas y cinco años y después que se fueran al despacho, antes no, porque no saben ni de lo que hablan", apunta esta agricultora.

La última puntilla para Morales ha sido la reforma laboral. A su juicio está muy bien combatir la temporalidad, pero el campo necesita un apartado específico, un trato singular. "Es imposible. El trabajador agrícola se llama temporero por algo. Esto no es una fábrica de tornillos. Es que la campaña depende de si llueve, si graniza, si hace sol o hace viento. No entienden nada", asegura Morales. Todo sube sin parar. Luz y gasóleo a la cabeza. A esta agricultora le ha perjudicado directamente la huelga de transportistas, pero es que "los entiende", dice firme.

Foto: Agricultores se manifiestan en sevilla pidiendo medidas contra la crisis. (EFE/ Jose Manuel Vidal)

La redistribución de los fondos de la Política Agraria Común (PAC) por parte del Gobierno cree Morales que también se ha hecho de espaldas a la realidad del campo y cuando "los cítricos están pasando la peor crisis en quince años". "En otros momentos se tomaron medidas inmediatas. Se destinaban los calibres más pequeños a la industria a diez céntimos y el Estado subvencionaba el resto. Son tres o cuatro meses. Ahora mismo estoy vendiendo la naranja a seis y siete céntimos el kilo. Es lo que más triste me pone. La falta de eficacia y de compromiso con el campo", se queja.

Esta agricultora alude a la falta de reciprocidad de terceros países que juegan con otras cartas, otras reglas del juego, que "hunden precios y están metiendo plagas". "No digo que haya que cerrar las fronteras, jamás, pero que miren un poquito por lo nuestro. Un poquito", señala Morales. "La sequía arruina familias. Muchas. ¿Cómo pueden devolver desde hace años dinero a la UE que podían destinar a hacer embalses, que hay mucha agua subterránea que se puede aprovechar, o a hacer desaladoras. Pero, claro, ahí están los ecologistas, que dicen una palabra y se para todo. No hay una renta mínima para las familias agrícolas, pero lo de enfadar a los ecologistas preocupa mucho", narra con un punto de amargura y doble dosis de enfado.

Con tanta incertidumbre todo es muy complicado. "Me echo a temblar", admite uno de los ganaderos con más antigüedad de la Sierra Norte sevillana. Él ha estado vendiendo el cochino de bellota de quince arrobas (175 kilos) a menos de 500 euros y luego ve como solo un jamón, de ocho kilos, se vende en el supermercado a 400 euros, algo no cuadra. "Hay mucha especulación, muchísima. Yo digo que a río revuelto, ganancia de pescadores, vale, pero alguien tiene que poner límites a todos esto", señala el ganadero, porque "hay quien se está aprovechando".

Foto: El secretario general del PSOE de Andalucía, Juan Espadas. (EFE/Pepe Torres)
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La indignación de Domínguez crece cuando se acuerda de la ley de protección animal puesta en marcha por el Gobierno de la nación. "Desde una oficina y sin oír al campo no se pueden tomar todas las decisiones. No le digo ni siquiera este Gobierno, sino el de antes, y el otro, todos, porque al campo llevan mucho tiempo sin oírnos ni tenernos en cuenta. A mí que no me vengan a decir que no le puedo cortar el rabo a una borrega porque se lo corto por una cuestión sanitaria, para que en verano no sea 'una bichera'. Ningún ecologista, ninguno, ningún animalista quiere más al campo que nosotros, que es el pan de nuestros hijos, que vivimos de esto, que es mi vida, es que no sé cómo se lo puedo explicar, que le hablo desde lo alto de un cerro, que esto es mi vida", dice el ganadero entre la indignación y la emoción. "Con la de cosas que hay que hacer en el campo y aquí están los tractores parados porque con el precio del gasoil no se puede, no se puede". Es lo que van a gritar a Madrid. Que no pueden más.

José Manuel Domínguez está en Madrid con su mujer y sus dos hijas. Una de ellas se prepara para tomar el relevo de la explotación ganadera que él heredó de su padre, de su abuelo, de su bisabuelo... Una saga familiar dedicada al ganado en Cazalla de la Sierra, en la Sierra Norte de Sevilla. En toda su vida, 68 años, asegura que no ha vivido una situación como la que atraviesa ahora. "Es caótico y desesperante", afirma. Está convencido de que "el campo va a acabar extinguiéndose" y le da "mucha pena". "Nunca he vivido una situación tan crítica", sentencia, "con tanta incertidumbre".

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