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Casas que se convierten en “cárceles”: la pelea de dos barrios de Córdoba por un ascensor
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Casas que se convierten en “cárceles”: la pelea de dos barrios de Córdoba por un ascensor

Tras años de lucha, los vecinos de Santuario y San José Obrero acarician por fin la posibilidad de contar con un elevador. La media de edad es muy elevada y muchos no pueden bajar a la calle

Foto: Dos de los vecinos afectados bajan con dificultades las escaleras de su casa. (P. M. V.)
Dos de los vecinos afectados bajan con dificultades las escaleras de su casa. (P. M. V.)

Antonio Blanco y María Córdoba, de 85 y 83 años, respectivamente, viven “atrapados” en su piso, al que comparan con “una cárcel”. El inmueble está situado en una tercera planta de un bloque de viviendas de la Avenida Virgen del Mar, en el barrio San José Obrero de Córdoba. Allí, sus vecinos recuerdan cómo ha transcurrido demasiado tiempo agarrándose a la paciencia, único don que queda después de muchas promesas incumplidas. La instalación de ascensores en sus bloques es la única solución para que puedan salir de sus casas, para dejar de vivir "enterrados en vida".

El barrio de La Fuensanta-Santuario es uno de los más singulares de Córdoba. Allí, hace medio siglo, la Constructora Benéfica de Viviendas de la Caja de Ahorros de la ciudad comenzó a levantar 4.000 viviendas con la ayuda económica del Instituto Nacional de Urbanización, lo cual permitió a muchas familias abrir las puertas de su primer hogar en los últimos años del franquismo. Y aquí el problema también es el mismo. Además, un informe apunta a que muchos edificios, en ambas zonas, necesitan una intervención urgente por presentar un estado ruinoso.

placeholder Vista de uno de los edificios afectados. (P. M. V.)
Vista de uno de los edificios afectados. (P. M. V.)

Varias décadas de lucha y movimiento vecinal – sobre todo en los últimos diez años- han ejercido la presión social suficiente para que el Ayuntamiento de Córdoba y la Junta de Andalucía movilicen cuatro millones de euros para la instalación de ascensores, además de la reparación de las cubiertas de los edificios. Muchos de aquellos núcleos familiares siguen residiendo en estos bloques de entre cuatro y ocho plantas carentes de elevador, pero ahora la media de edad supera los 78 años. “Mi piso es un lugar en el que estoy atrapado porque no me puedo mover de aquí”, asegura Manuel con indignación mientras señala a la ventana. Su vida transcurre entre cuatro paredes y la ventana se convierte en su único respiro.

Con una predisposición ejemplar, Antonio Blanco camina con dificultad hacia el rellano. Ese que le ayudó a recuperar la movilidad de su rodilla en la rehabilitación. “Me pusieron una prótesis – se señala la articulación con su bastón mientras lo cuenta – pero ya no bajo a la calle”, lamenta con resignación. Aunque lo más desesperante para él son las dudas de algunos vecinos por el inicio de las obras. Mientras unos son partidarios y ven el proyecto una necesidad, otros no están de acuerdo, los propietarios de la planta baja. “Aquí no hay azoteas accesibles y yo, por lo menos, no seré de los que utilice el ascensor mientras ellos lo utilizarán día tras día”, indica otro vecino que prefiere no dar su nombre.

Foto: Foto: Reuters.

Mientras, es la mujer de Antonio la que sólo sale de casa para comprar el pan y el periódico. A él le entretiene leer y estar informado, y a ella comienza también a pesarle la edad. “Prácticamente no salgo de casa por cuidar de mi marido, pero cuando lo hago noto que cada vez me cuesta más porque me asfixio subiendo las escaleras”, asegura María. Emocionada, asiente y dice con lágrimas en los ojos: “Nosotros no lo veremos, pero hay vecinos con menos edad que se van haciendo mayores y que estarán en la misma situación que nosotros ahora”. “No podemos más”, añade, y ruega una respuesta inmediata a los políticos. “Por caridad tenían que poner el ascensor si no quieren tener cargo de conciencia”, apunta.

Hay historias muy duras, protagonizadas por vecinos con un impedimento total para moverse. Es el caso de Mari, que tiene un hijo que sufre esclerosis múltiple y vive en una segunda planta de otro de estos edificios. “A cualquier vecino que le preguntes te contará el problema que yo tengo en casa”.

Luis da fe. “La vida del hijo de Mari es estar encerrado en una habitación”, por lo que un ascensor “es abrir una puerta a una nueva vida en la calle”, señala con esperanza. Sabe de lo que habla Fernando Fernández, vecino de un bloque en el que ya se ha instalado un ascensor. “Yo me siento un privilegiado”, concede. Él, al igual que otros muchos habitantes de San José Obrero y Santuario, pasó por una situación similar. “En San José Obrero hay muchos mayores, amigos de hecho, que no pueden salir a la calle sin ascensor”.

“En San José Obrero hay muchos mayores, amigos de hecho, que no pueden salir a la calle sin ascensor”

A principios de febrero los vecinos, no así los de Santuario, que no fueron invitados al acto, pudieron conocer a pie de calle y mediante planos el proyecto de la mano de los representantes políticos del Consistorio y de la Delegación Territorial de Fomento de la Junta en Córdoba. Ahora está en marcha el periodo para solicitar las subvenciones y si se cumplen los plazos, la intervención se extenderá durante todo 2023 y 2024.

Las viviendas beneficiadas rondan las 2.000, 69 bloques en San José (1.104 pisos) y 56 en Santuario (863). Según el informe presentado por Vimcorsa para optar a la subvención, más del 50% de los inmuebles necesitan intervención urgente por el estado ruinoso, malo o deficiente. Las instalaciones de saneamiento, agua y electricidad presentan graves problemas. Al igual que las filtraciones. Los vecinos cruzan los dedos. Hasta cuatro veces se han anunciado subvenciones que nunca llegaron a cuajar. La sensación que tienen los cordobeses de este barrio es la misma que la de cualquier jugador de Lotería en el Sorteo de Navidad. Que este año sí toca.

Antonio Blanco y María Córdoba, de 85 y 83 años, respectivamente, viven “atrapados” en su piso, al que comparan con “una cárcel”. El inmueble está situado en una tercera planta de un bloque de viviendas de la Avenida Virgen del Mar, en el barrio San José Obrero de Córdoba. Allí, sus vecinos recuerdan cómo ha transcurrido demasiado tiempo agarrándose a la paciencia, único don que queda después de muchas promesas incumplidas. La instalación de ascensores en sus bloques es la única solución para que puedan salir de sus casas, para dejar de vivir "enterrados en vida".

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