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Cádiz exprime sus últimos metros: el barrio cercado y escondido que ahora se abre paso
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"Antes vivíamos entre tapias"

Cádiz exprime sus últimos metros: el barrio cercado y escondido que ahora se abre paso

El Ayuntamiento pavimentará la última calle sin asfaltar y Puntales, donde se constituyó la primera asociación de vecinos de Andalucía, completa su transformación tras décadas viviendo de espaldas a la ciudad

Foto: Un pescador sentado en el espigón, con el barrio de Puntales al fondo. (Ayuntamiento de Cádiz)
Un pescador sentado en el espigón, con el barrio de Puntales al fondo. (Ayuntamiento de Cádiz)
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La resistencia de Cádiz al ejército de Napoleón no se entiende sin el Castillo de San Lorenzo del Puntal. Esta pequeña fortaleza levantada a las afueras, en una punta de tierra que estrecha el acceso al interior de la Bahía, frenó, entre 1810 y 1812, numerosos ataques durante los 33 meses de sitio. Sin su defensa no hubiera sido posible aquello de que las gaditanas se hicieran tirabuzones con las bombas que tiraban los fanfarrones. “La copla cuenta con guasa lo que ocurrió en Cádiz –en el casco histórico-, pero aquí los puntaleños también reciclábamos las bombas: las recogíamos y se las devolvíamos con el cañón”, cuenta Antonio Rodríguez, de la asociación Cultural El Castillete de Puntales.

Pese a que los historiadores aseguran que fue “trascendental”, esta gesta suele quedar relegada a un segundo plano en el relato de la Guerra de la Independencia. Sin embargo, siempre estuvo muy presente en Puntales, el barrio de pescadores que se levantó junto al castillo y que, de igual forma, siempre estuvo condenado al olvido.

placeholder Recreación histórica del sitio de los franceses a Cádiz.
Recreación histórica del sitio de los franceses a Cádiz.

Con un fuerte sentimiento de comunidad y orgullo histórico, Puntales estuvo cercado y aislado durante décadas, desarrollando una identidad propia de espaldas a la ciudad. Hoy muchos gaditanos ignoran la existencia del castillo, que no está abierto al público, y hasta hace poco algunos no habían entrado nunca en el barrio. En ciertos casos ni siquiera tenían constancia de su existencia.

“Mi hija conoció a una vecina de Loreto –el barrio anexo- en unos cursos de informática y al decirle que era de Puntales ella le preguntó: ‘¿Y eso dónde está?’ ¡Vivía en el barrio de al lado y no sabía que esto existía! Y de eso no hace tanto”, recuerda Victoria, vecina de Puntales de 75 años.

En los 90, la población residía entre alambradas y terrenos industriales peligrosos e insalubres

El Ayuntamiento de Cádiz anunció esta semana el proyecto de urbanización de la calle Dársena, la única vía que sigue sin asfaltar en toda la ciudad. Como reconoció la concejala de Vivienda, Eva Tubío, el Consistorio pretende saldar "una deuda histórica con este barrio", que completará próximamente un proceso de transformación e integración iniciado tres décadas atrás.

“Antes vivíamos entre tapias”, resume Pilar García, presidenta de la asociación de vecinos Fuerte de San Lorenzo. A mediados de los 90, la población residía entre alambradas y terrenos industriales peligrosos e insalubres, apiñada en un barrio sin posibilidad de expandirse y del que sólo se podía salir por una calle. Vivían a pocos metros del mar pero sólo lo veían si se subían a las azoteas. “Nos rodeaban las fábricas y aquello era un polvorín. Había dos chimeneas que soltaban gases y ruidos y respirábamos la tizne, un polvo de carbón muy característico. Hoy sería impensable. Siempre digo que de ahí salimos muchas generaciones vivas”, cuenta García.

La primera asociación de vecinos

A efectos prácticos, el cerco industrial convirtió a Puntales en un pequeño pueblo escondido dentro de la ciudad. Los lazos vecinales y la necesidad de lograr avances sencillos como el asfaltado –que hasta hoy no se ha completado- o el alumbrado motivaron que en este barrio se constituyera, durante el franquismo, la primera asociación de vecinos de Andalucía y, tras la de Vallecas (Madrid), la segunda de España.

“Hubo un grupo de hombres que en los años 60 empezó a reunirse de forma clandestina para cambiar las cosas: había militares, obreros y un funcionario. Se jugaban su honra y su puesto de trabajo, pero lo impulsaron poco a poco”, explica García, la actual presidenta e hija de uno de los promotores. Las reuniones secretas se celebraban con la ayuda de los curas obreros de la época, muy involucrados en este tipo de movimientos: “La parroquia se convirtió en un sitio de reunión”.

placeholder Vista aérea del barrio de Puntuales en los 90.
Vista aérea del barrio de Puntuales en los 90.

En aquellos años se dieron los primeros pasos y se consolidó una tradición asociacionista que ha impulsado la transformación de la zona durante décadas. Además, el aislamiento del barrio favoreció un sentimiento de orgullo puntaleño por sus orígenes y por vivir apartados. Un tópico recurrente en la ciudad es que, al situarse en la esquina de la trama urbana y al margen de las principales vías, es imposible pasar por allí de casualidad. “A Puntales hay que ir”. Y allí estaban ellos.

Los vecinos establecieron prioridades y se pusieron en marcha. El seguimiento y compromiso era mayoritario: de una convocatoria para recoger la basura de la playa, que era el destino final de los vertidos de fábricas, astilleros y desagües, salieron catorce camiones llenos. La playa “nunca más se volvió a llenar de porquería”, según narró en una entrevista José Manuel Hesle, uno de los impulsores ahora fallecido.

Objetivo: derribar el muro

El barrio pedía “una apertura a la ciudad”, tal y como destaca García. En plena efervescencia política, “tirar las tapias que rodeaban el barrio significaba apertura”, así que los vecinos elaboraron un plan con las directrices para derribar el muro físico y social que se interponía con el resto de la ciudad. El proyecto se incorporó en 1995 al Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) y se ha ejecutado con el paso de los años en su práctica totalidad. Cada tapia derribada era motivo de celebración y la integración en la ciudad fue progresiva: “Se desmantelaron las industrias, empezaron a levantarse bloques de pisos y se construyeron pistas deportivas. Incluso se le ganó terreno al mar y se habilitó un Paseo Marítimo”.

placeholder Vecinos de Puntuales celebran el derribo de un muro a finales de los 90.
Vecinos de Puntuales celebran el derribo de un muro a finales de los 90.

El proceso de transformación e integración en la ciudad ha tenido altibajos, pero sigue activo. “Si hoy vieran el barrio los que nos dejaron hace diez años no lo conocerían”, dice Rodríguez. Recientemente se derribó la última casa baja y Puntales concentra en estos momentos algunas de las principales promociones de vivienda privada en la ciudad, que apura sus últimos metros disponibles para construir. Además, próximamente se instalará una pasarela de madera sobre el mar, se tranqueará otra valla para ganar espacio al terreno militar y hasta se habilitará un punto de información turística.

Dos realidades en un mismo barrio

Pese a todo, la transformación urbanística tuvo también sus desventajas, algunas inevitables por el paso del tiempo. El precio de la vivienda se incrementó y el desmantelamiento de la industria destruyó muchos empleos. “Hoy en el barrio conviven dos polos opuestos”, plantea García: “El de los nuevos vecinos que viven cerca del mar, valiéndose de las vistas a la Bahía y al Puente de la Constitución; y el interior, que se queda atrás”. En el primero predominan “parejas jóvenes que apenas mantienen relación con el barrio” y en el segundo, en las calles más escondidas, “una población envejecida” con más dificultades.

placeholder Homenaje al histórico dirigente vecinal José Manuel Hesle.
Homenaje al histórico dirigente vecinal José Manuel Hesle.

Decenas de puntaleños acuden a diario a la sede de la asociación de Vecinos Fuerte San Lorenzo, que sigue siendo la más activa de la ciudad y organiza encuentros, fiestas y actividades diarias para todas las edades. Victoria (75 años), Mari Carmen (83) y Pepa (85) charlan de forma distendida con otras compañeras en el taller de mayores. “Ahora es muy distinto, se han cerrado muchos comercios”, cuenta Mari Carmen, que recuerda los años en los que la tizne de la térmica “nos dejaba a todos negritos cuando había levante”. “¡Pero nos acostumbramos! Estar rodeadas no era agobiante, ¡estábamos más tranquilas!”, bromea Victoria.

“Es cierto que las nuevas generaciones ya no se implican de la misma forma", explica la profesora

En otro espacio, el alumnado del Centro Concertado Nuestra Señora de Lourdes, el único colegio del barrio, presenta una exposición feminista por el Día de la Mujer a decenas de visitantes. “Es cierto que las nuevas generaciones ya no se implican de la misma forma, pero eso siempre depende del momento histórico y social que vivimos. Es normal que las personas mayores recuerden con nostalgia la lucha que ahora no ven”, plantea Flores Domínguez, profesora durante 39 años en dicho centro.

La asociación Cultural El Castillete de Puntales pone en valor los orígenes históricos y tiene un papel importante en la Fiesta de los cañonazos, que conmemora la defensa del Fuerte de San Lorenzo ante los franceses. Antonio Rodríguez, el presidente de esta entidad, intenta recuperar la normalidad para retomar las recreaciones históricas de este acontecimiento, pero se lamenta de que “la pandemia lo ha complicado todo” y tras el parón le está costando encontrar jóvenes dispuestos a participar. “Es necesario un relevo generacional en el asociacionismo, aunque es difícil porque requiere mucha dedicación, motivación y estar ahí al pie del cañón”, concluye García.

La resistencia de Cádiz al ejército de Napoleón no se entiende sin el Castillo de San Lorenzo del Puntal. Esta pequeña fortaleza levantada a las afueras, en una punta de tierra que estrecha el acceso al interior de la Bahía, frenó, entre 1810 y 1812, numerosos ataques durante los 33 meses de sitio. Sin su defensa no hubiera sido posible aquello de que las gaditanas se hicieran tirabuzones con las bombas que tiraban los fanfarrones. “La copla cuenta con guasa lo que ocurrió en Cádiz –en el casco histórico-, pero aquí los puntaleños también reciclábamos las bombas: las recogíamos y se las devolvíamos con el cañón”, cuenta Antonio Rodríguez, de la asociación Cultural El Castillete de Puntales.

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