La coalición con Vox en CyL agrieta el plan de Moreno de crecer por el centro en Andalucía
Parte del PP apremia al andaluz a convocar en junio, antes de que Vox pueda desplegar su agenda en Castilla y León, mientras que el PSOE ve la oportunidad para movilizar sus bases
Los dirigentes del PP en Andalucía creen que sus electores no dejaran de votarles porque pacten con Vox. Admiten que al final este partido es una escisión de sus propias siglas, aunque incardinada en la extrema derecha. Diferentes, dicen, pero, al fin y al cabo, cuña de la misma madera. Despliegan la teoría de que meterlos en los gobiernos acabará desinflando a los de Santiago Abascal, que tendrán que retratarse en la gestión, y que lo más fácil es hacer oposición con un megáfono y captando el descontento ciudadano. Equiparan lo que ha ocurrido con Podemos y el PSOE, alegando que después de entrar en un Gobierno de coalición, los de Pablo Iglesias están en caída libre. Utilizan este argumento para decir que con Vox pasará lo mismo.
Cualquier conjetura puede ser fallida hasta que las urnas hablen. La incertidumbre, de la pandemia a la guerra en Ucrania, es absoluta. Con todas las cautelas, esa es la teoría oficial en las filas populares, en un intento claro de desdramatizar un pacto con Vox, que insisten que no les restará votos porque el PSOE lleva ya mucho tiempo, sin éxito, con el mantra de ‘cuidado, que viene el lobo’. Hay dudas de que volver a hacer una campaña abrazada al miedo a la ultraderecha le funcione a la izquierda. No le sirvió a Susana Díaz, que fijó en ese mensaje la recta final de su campaña. No le sirvió a la izquierda en Madrid y tampoco funcionó en Castilla y León. El miedo a Vox, un partido que ya tiene 52 diputados en el Congreso, advierten, no funciona por sí solo.
El problema de fondo no es ese en Andalucía. La clave es que Juan Manuel Moreno llevaba tres años ajustándose con esmero un traje de moderado y de político de centro que amenaza el acuerdo alcanzado en Castilla y León que mete a Vox en el Gobierno. El líder andaluz había desplegado un plan para ensanchar su base por el centro, captando los votos de Cs y convenciendo a exvotantes socialistas desencantados que se quedaron en la abstención en las últimas autonómicas para captar su respaldo. Ahora, el PSOE presume de que "ha quedado desenmascarado", ha puesto estribillo a su campaña y la canción es la de Los del Río: “Ey, Macarena. Ay”, apelando a que Macarena Olona será la candidata de Vox en Andalucía y “la próxima vicepresidenta de la Junta”, repiten machaconamente.
Cuanto antes, mejor
Por eso corre la teoría como la pólvora de que el PP andaluz se equivocará si no convoca las andaluzas saliendo del congreso nacional de Sevilla que dará la presidencia a Alberto Núñez Feijóo, para que se celebren en junio. Creen que así no dará tiempo a que Vox despliegue su acción de gobierno en Castilla y León y pueda comprometer más el discurso de Moreno en Andalucía. El presidente de la Junta insistió, pese a esas teorías que en algunos casos se instalan en su propio Gobierno y en su grupo parlamentario, en que en Andalucía aún no ha llegado el tiempo electoral y que las elecciones serán en otoño, apurando la legislatura, finales de octubre o noviembre.
La presión crece porque ya había voces que aseguraban que Moreno se equivocó al no convocar cuando le tumbaron el presupuesto el pasado mes de noviembre en una alianza de PSOE, Unidas Podemos y Vox que obligó a prorrogar las cuentas de la comunidad. Entonces, las encuestas le acercaban a la mayoría absoluta. El presidente, pese a la presión entonces de Génova, desechó el adelanto convencido de que era mejor esperar. Después, la dirección nacional forzó el adelanto de Castilla y León y tanto el resultado, demostrando que Vox está crecido en las urnas y no solo en las encuestas, como el desenlace, con el partido de Santiago Abascal triunfando en la negociación y entrando en el Gobierno, complican el panorama del PP en Andalucía.
Moreno presumía de haber asistido de joven a los mítines de Felipe González y marcaba una raya entre el socialismo de antes, con el que siempre ha defendido que podría llegar a acuerdos, y el sanchismo, que desprecia. En la trastienda de este mensaje está el convencimiento de que el PP solo puede acercarse a la mayoría en Andalucía jugando en el centro. En una comunidad donde los socialistas gobernaron durante 37 años de forma ininterrumpida, los populares, ya desde la etapa de Javier Arenas, comprendieron que solo desde el centro podrían tener aspiraciones.
Pacto con Vox, relato de centro
Por eso, a pesar de que el presidente andaluz gobierna con Cs y gracias al apoyo de Vox en su investidura y tras tres acuerdos en materia presupuestaria, Moreno se ha situado en el centro y ha abrazado banderas como las del andalucismo, el autonomismo, la igualdad y el feminismo, la lucha contra la violencia de género, el cambio climático, la agenda ‘verde’, la defensa a ultranza de la Unión Europea... Incluso ha eludido asuntos pactados con Vox en su investidura, como la derogación de la Ley de Memoria Histórica o la aprobación de un pin parental en las escuelas, orillando otros también como la inmigración o la acogida de menores extranjeros, que su Gobierno ha respaldado. Ha ido marcando líneas rojas a sus socios, a la vez que gobernaba gracias a ellos.
Solo podemos ser una sociedad de progreso y bienestar si conseguimos una inclusión plena entre mujeres y hombres, y acabamos con la lacra de la violencia machista.#Andalucía va a seguir demostrando con hechos y más recursos que defiende la igualdad. pic.twitter.com/jRsodfIgIz
— Juanma Moreno (@JuanMa_Moreno) March 10, 2022
Durante este tiempo, el presidente andaluz eludió el enfrentamiento con Vox en cuestiones ligadas a la guerra cultural, donde no está cómodo, para acercarse a Vox en asuntos de economía o política fiscal, donde las discrepancias son mucho menores. Las encuestas dicen que Moreno ha logrado lo que quería desde el principio, forjarse una imagen que gusta en el centro y no genera rechazo en el electorado de izquierdas. Eso era clave para no despertar a una masa de votantes que se quedó en casa en las últimas andaluzas, diciembre de 2018, lo que impidió al PSOE gobernar pese a haber ganado las elecciones.
Los socialistas siempre han admitido que su objetivo era recuperar a los más de 400.000 andaluces que eran votantes suyos y se quedaron en casa en las últimas autonómicas. Esa movilización era el gran reto de Juan Espadas. El PP cree, leyendo sondeos internos, que eso, hasta hoy, no se ha producido y que el líder socialista no es un revulsivo. A esto se suma que los pactos cerrados por Pedro Sánchez con los independentistas catalanes y Bildu generan rechazo en una parte del electorado del PSOE en Andalucía. En eso insiste Moreno. En Vox, insistirá el PSOE. Lo que ocurra, lo decidirán los andaluces, no se sabe si en junio o en noviembre.
Los dirigentes del PP en Andalucía creen que sus electores no dejaran de votarles porque pacten con Vox. Admiten que al final este partido es una escisión de sus propias siglas, aunque incardinada en la extrema derecha. Diferentes, dicen, pero, al fin y al cabo, cuña de la misma madera. Despliegan la teoría de que meterlos en los gobiernos acabará desinflando a los de Santiago Abascal, que tendrán que retratarse en la gestión, y que lo más fácil es hacer oposición con un megáfono y captando el descontento ciudadano. Equiparan lo que ha ocurrido con Podemos y el PSOE, alegando que después de entrar en un Gobierno de coalición, los de Pablo Iglesias están en caída libre. Utilizan este argumento para decir que con Vox pasará lo mismo.
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