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La extraña desaparición y posterior asesinato de Paco en El Ejido
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Salió apresuradamente dejando la luz dada

La extraña desaparición y posterior asesinato de Paco en El Ejido

Desapareció a principios de diciembre y su cuerpo fue localizado el martes de esta semana a siete kilómetros de su casa. Según la autopsia, murió de un fuerte golpe en la cabeza

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Paco, Francisco López Sánchez, tenía 82 años. Enviudó hacía casi dos años y desde entonces mantenía las mismas rutinas. “Se levantaba por la mañana y salía a la puerta para que le diera el sol”, cuenta María Luisa, una de sus dos hijas. “Le gustaba mucho el sol. Luego paseaba, iba a por una barra de pan a la tienda y, mientras le limpiaba la casa una mujer, muchas veces esperaba en el parque. No hacía mucho más. Se recogía pronto por la noche, cuando se iba la luz ya se encerraba en casa. No le gustaba estar fuera por la noche”. Si acaso, su rutina se vio un poco alterada en los últimos meses porque conoció a una mujer. Al principio, le llenó de ilusión conocerla, pero pronto se dio cuenta de que tenían poco en común. “Rompieron como 15 o 20 días antes de que desapareciera y cada uno se fue por su cuenta”, explica María Luisa sin que en su voz se note el mínimo deje de sospecha.

“Yo hablé con él el día 1 de diciembre por la mañana y él desaparece el 2 por la noche”, explica la hija de Francisco. La última en hablar con él fue Paqui, su otra hija. La conversación, que se produjo a las 19.55, la narra María Luisa en los siguientes términos.

Paqui: Hola, papá.

Paco: Hola, hija.

Paqui: Papá, ¿cómo es que no estás en casa con el frío que hace? ¿Dónde estás?

Paco: Estoy en El Ejido.

Francisco no conduce.

Paqui: ¿Quieres que te vaya a buscar con el coche y te llevo a tu casa?

Paco: No, hija, no te preocupes. Si voy a tardar poco. A las nueve estoy en casa y según llegue te llamo.

Foto: Inspección del coche del hijo mayor del triple crimen de Burgos. (EFE/Brais Lorenzo)

Así quedó la cosa. Nada en la voz de Paco le hizo sospechar que algo fuese mal. No notó miedo, ni prisa, ni nerviosismo. Estaba como siempre. A las nueve y cinco de la noche, Paqui llamó a su padre, preocupada porque él no había cumplido su palabra y le gustaba ser puntual, pero él no le cogió el teléfono. Insistió sin suerte. Entonces, decidió ir a su domicilio. “Le dio la sensación”, cuenta María Luisa, “de que había salido apresuradamente. Se dejó las luces encendidas y él era muy cuidadoso, un trozo de pan sobre la mesa, los platos de haber cenado en la pila, sin fregar, pero ni rastro de él”. Las dos hijas insistieron en las llamadas, pero el teléfono dejó de dar señal. Las dos mujeres no sabían si preocuparse o no. A Paco, a sus 82 años, el desarrollo de la tecnología le cogió mayor. “Al pobre no se le daba bien. Le daba a las teclas y se confundía de pin o se quedaba sin batería o lo apagaba sin darse cuenta”.

Las dos mujeres averiguaron que una de las últimas personas en verle con vida fue el vecino. “Esa tarde, el hombre le ofreció dos hamburguesas para cenar (cenaba muy pronto). Dijo que él estaba lleno y le ofreció dos. Una suya y otra que tenía una para su hija que al final no había podido ir a visitarle. Por eso sabemos qué cenó”. Este testimonio no aporta mucho, pero sí es vital el de un testigo que le vio después, sobre las siete y veinte de la tarde. “Una persona dice haberse fijado en él cerca de la farmacia de casa”. ¿Por qué es importante? Porque desde ese punto a El Ejido, donde dijo que estaba, y la tecnología ha certificado que se encontraba, hay 40 minutos andando a paso de joven. Es decir, sí o sí, alguien le llevó en un vehículo hasta el lugar.

Foto: El hombre detenido por el crimen de Lardero. (EFE)

“¿Enemigos?”, repite María Luisa. “Ninguno que sus hijas conozcamos. Él no era de enfadarse, y apenas tenía vida social”. El cadáver de Francisco apareció en un descampado cerca del Hospital de Poniente, a unos seis kilómetros de distancia de su casa. Lo encontró un viandante de casualidad, tirado en el suelo y parcialmente cubierto con algún plástico. “Estaba vestido, llevaba la misma ropa que el día en que desapareció”, explica María Luisa. Ninguna de las hijas sabe nada más. Lo cierto es que, según la autopsia, murió de un fuerte golpe en la cabeza. Es el segundo miembro de la familia asesinado. En 1998, Juan, el único hermano de María Luisa, único hijo varón de Paco, fue apuñalado y también falleció. El grupo de homicidios de Policía Nacional de Almería se ha hecho cargo de las investigaciones. De momento, no hay ningún sospechoso.

Paco, Francisco López Sánchez, tenía 82 años. Enviudó hacía casi dos años y desde entonces mantenía las mismas rutinas. “Se levantaba por la mañana y salía a la puerta para que le diera el sol”, cuenta María Luisa, una de sus dos hijas. “Le gustaba mucho el sol. Luego paseaba, iba a por una barra de pan a la tienda y, mientras le limpiaba la casa una mujer, muchas veces esperaba en el parque. No hacía mucho más. Se recogía pronto por la noche, cuando se iba la luz ya se encerraba en casa. No le gustaba estar fuera por la noche”. Si acaso, su rutina se vio un poco alterada en los últimos meses porque conoció a una mujer. Al principio, le llenó de ilusión conocerla, pero pronto se dio cuenta de que tenían poco en común. “Rompieron como 15 o 20 días antes de que desapareciera y cada uno se fue por su cuenta”, explica María Luisa sin que en su voz se note el mínimo deje de sospecha.

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