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Los 'chicos del cable' entre rejas: una radiografía y cinco móviles en el organismo
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El negocio de las llamadas

Los 'chicos del cable' entre rejas: una radiografía y cinco móviles en el organismo

Entre 2010 y el primer semestre de este año, en las cárceles españolas se han incautado casi 20.000 móviles prohibidos que son ocultados de mil y una formas. La proporción ha llegado a ser de uno por cada 19 presos

Foto: Un móvil oculto en el recto de un preso. (EC)
Un móvil oculto en el recto de un preso. (EC)

Las imágenes corrieron como la pólvora por las redes sociales y después saltaron a las ediciones digitales de los medios de comunicación. En ellas se podían ver a unos presos de la cárcel de Monterroso (Lugo) cuyo comportamiento abochornaba. Lejos de estar redimiendo comportamientos delictivos, parecían un grupo de colegas disfrutando de un fin de semana en un Spa entre rejas. Uno tumbado mientras otro le hacía un tatuaje con una máquina profesional, un tipo que mira a la cámara al tiempo que despotrica de las instalaciones y otros que durante una timba de cartas empieza a dejar fármacos sobre la mesa. "Es un cóctel molotov para que ustedes se lo gocen", sentencia uno de los reos.

Dos videos de cerca de seis minutos de duración en total que se grabaron con móviles en el interior de la cárcel con total normalidad y que han mostrado a la sociedad un agujero en la seguridad de los recintos penitenciarios que permite seguir operando a grupos organizados, yihadistas y maltratadores encarcelados. Una problemática que, curiosamente, no tiene respuesta penal, ya que la posesión de estos terminales prohibidos únicamente se sanciona disciplinariamente.

Foto: Vista exterior de la cárcel de Soto del Real. (Wikimedia Commons)

Según los datos oficiales obtenidos por El Confidencial, entre 2010 y el primer semestre del presente año, los funcionarios de prisiones han localizado un total de 19.261 terminales telefónicos en 86 recintos penitenciarios de todo el país. Las cárceles de Topas —Salamanca—, Botafuegos —Algeciras (Cádiz)— y Málaga I —Alhaurín de la Torre (Málaga)— ocupan el podio de incautaciones con 1.056, 1.010 y 971, respectivamente, en este periodo de poco más de una década.

Salvo el trienio 2014-2016, en el que se ronda de media de las 1.200 aprehensiones en todo el país, el resto de ejercicios se superan abiertamente las 1.500 y resulta llamativo que en 2019 y 2020, año en el que la pandemia obligó a cancelar los permisos y a cerrar las prisiones a las visitas, se disparan los hallazgos de móviles en las celdas y en cualquier recóndito lugar en el que se pudiesen esconder.

Hace dos años se batió el récord con el hallazgo de 2.585, 399 más que el pasado, y si se tiene en cuenta que la población reclusa era de 50.129 se extrae que entonces había al menos un aparato por cada 19 internos. Esta media se situó en uno por cada 21 reos en 2020, cuando se registró la cifra más baja de presos de la década. La dinámica del primer semestre del presente es continuista y todo hace pensar que se volverá a superar la barrera de los 2.000, ya que entre enero y junio se han descubierto 1.112.

Málaga I, o la prisión de Alhaurín de la Torre, es la que más incautaciones hace

En el 'ranking' de las mayores incautaciones, la conocida prisión malagueña de Alhaurín de la Torre, por cuyas celdas han pasado peligrosos criminales, como Tony Alexander King, mafiosos de todas las nacionalidades y pelaje y algunos de los primeros políticos del país encausados por corrupción, como los que protagonizaron el mediático caso Malaya, registró la mayor aprehensión de esta serie estadística: 227 en 2018.

La sigue, con 192 en 2018, el recinto penitenciario de Botafuegos, en Algeciras, un lugar que podría considerarse la 'cárcel del narco' porque por sus celdas suelen pasar los más importantes traficantes de drogas que operan en el litoral sur del país. José Luis Alcaraz lo sabe bien. Funcionario de prisiones y delegado en el centro de Acaip-UGT, conoce su peculiar ecosistema y lleva años analizando el fenómeno de los teléfonos clandestinos entre barrotes. Hasta el punto de documentar algunos casos que rayan el surrealismo... Y la tragedia.

Quizás el más grave lo protagonizó un reo que —probablemente, por vía rectal— introdujo en el interior de su cuerpo cinco miniteléfonos móviles. Ocurrió a principios de 2019 y los agentes descubrieron el 'alijo' cuando le pasaron la raqueta detectora de metales después de un encuentro con su pareja. La alarma acústica chivó que ocultaba algo y, al no apreciar nada adosado al cuerpo, se decidió hacerle una radiografía que mostró en su organismo los terminales.

Los funcionarios de prisiones consultados por este periódico señalaron que los métodos de ocultación que emplean son inimaginables: "Dentro de un hueco realizado al colchón de la cama, en el tacón del zapato, dentro de un bollo de pan, en una lata de refresco, en el hueco de un rotulador fluorescente, haciendo un hueco en un libro, practicando una oquedad en un paquete de galletas, en las rendijas de ventilación, en pelotas de tenis, en dobles fondos creados en botes de friegasuelos...". "En cualquier lugar que se les ocurra", resumen.

Un preso se preocupó de hacer huecos en galletas para ocultar un minimóvil

Las singularidades de estos terminales facilitan su introducción y permiten esconderlos con gran facilidad, como algunos que se han descubierto en los continuos registros que se realizan en las celdas y cuyas dimensiones son sorprendentes: "47 milímetros de alto, 21 de ancho y 12 de profundidad". Con un peso de 13 gramos, "menos que una moneda de dos euros", precisa Alcaraz, que añade que sus prestaciones son "hacer llamadas y mandar mensajes de texto".

Este representante sindical aclara que las comunicaciones telefónicas de los reos están regladas y han evolucionado según las circunstancias. Antes se permitían dos llamadas a la semana de cinco minutos, posteriormente pasaron a diez y actualmente, por motivos de la pandemia y la cancelación intermitente de las visitas, se han aumentado a 15. El tiempo de duración es ahora de ocho minutos y el coste de las llamadas corre a cargo del interno a través de una cuenta virtual que tiene un pin y se recarga en el economato del módulo.

Seguir operando desde una celda

¿Pero entonces para qué quieren tener un móvil clandestino? "Pues para nada bueno". Los funcionarios aclaran que los terminales suelen estar en posesión de bandas organizadas, clanes de narcotraficantes, yihadistas... y otros delincuentes peligrosos que quieren seguir operando desde el interior de la prisión, dando órdenes, demostrando su fortaleza desde la reclusión y "así no perder su estatus en el ranking delincuencial".

"En menor medida también los utilizan presos comunes para estar en contacto con sus familias, amigos y seres queridos", aunque un fenómeno muy preocupante que también se ha detectado es que son un hilo conductor necesario para que los maltratadores que están entre rejas sigan alimentando el terror en sus víctimas. "Los utilizan para realizar llamadas amenazantes", señalan las fuentes consultadas, que explican que las intervenciones de este tipo se están incrementando y que la voz de alarma siempre la suele dar la acosada.

placeholder Teléfono aprehendido a un reo encarcelado por yihadismo. (EC)
Teléfono aprehendido a un reo encarcelado por yihadismo. (EC)

Estas actividades delictivas generan un auténtico mercado negro que se diversifica. Por un lado, se encuentra la comercialización de los terminales, cuya revalorización dentro de la prisión puede reportar grandes ingresos a los que trafican con ellos. Las citadas fuentes manifiestan que el precio de uno de estos miniteléfonos se incrementa de 20 a 300 euros nada más cruzar las puertas de la prisión.

José Luis Alcaraz informa de que, "en la mayoría de los casos, son los familiares de los reos los encargados de colarlos". "También los propios internos que regresan de sus permisos de salida y que los esconden entre sus pertenencias o incluso los pasan introducidos dentro del cuerpo", añade, para explicar que, al ser terminales realizados casi en totalidad con plástico, pueden burlar los arcos magnéticos.

Las visitas de los presos esgrimen excusas como el DIU para engañar al personal

"En otras ocasiones, cuando salta la alarma del detector, las parejas, familiares, amigos o allegados del preso ponen excusas de las más variopintas", agregan los funcionarios consultados, que han escuchado desde que "llevan el DIU, una prótesis o un 'piercing' en sus zonas íntimas". Estos pretextos son comunes porque "saben de antemano que no podemos proceder al desnudo integral para asegurarnos de que no portan el teléfono". Esta circunstancia, según Acaip-UGT, pone de manifiesto "la falta acuciante de personal para hacer registros más estrictos y exhaustivos para evitar los objetos prohibidos".

Alquileres y deudas

La otra vía de ingresos que obtienen estos particulares 'chicos del cable' entre rejas es el alquiler de los celulares, pero también es un germen de conflictos, ya que, "cuando no se pueden saldar las deudas, surgen los ajustes de cuentas, amenazas, coacciones y agresiones".

Foto: Foto de archivo de reclusos de la prisión de Madrid I en un taller de confección. (EFE)

La evidente posesión y circulación de estos elementos de comunicación entre los presos provoca una gran preocupación entre los funcionarios, que pueden ser señalados como objetivo de represalias y seguimientos por parte de algún interno conflictivo y que contacte con personas de su entorno que están en el exterior para ejecutar sus planes.

La utilización de los terminales, señala el citado sindicato, se ve notablemente favorecida por una supuesta falta de mantenimiento de los sistema de inhibición de frecuencias que deberían inutilizar las comunicaciones. De este modo, recuerda que la tecnología se ha quedado obsoleta y únicamente es útil para los teléfonos que operan con tecnología 2G y 3G. "Desde que hay 4G y el 5G da igual que el inhibidor esté operativo o no, porque no sirve para estos nuevos terminales", afirman.

El secretario general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Luis Ortiz, en un escrito remitido a este periódico, explica que la posesión de estos teléfonos ilegales está tipificada en el Régimen Penitenciario como una falta grave que puede conllevar distintos castigos. El más leve podría ser "el aislamiento en celda de lunes a viernes por tiempo igual o inferior a cinco días"; y entre los más serios se encontrarían "la privación de permisos de salida por tiempo igual o inferior a dos meses, limitación de las comunicaciones orales un máximo de 31 días o la supresión de paseos y actos recreativos comunes desde tres jornadas hasta un mes como máximo".

Ortiz precisó que no era posible cuantificar cuántos presos habían sido sancionados por poseer o introducir teléfonos móviles, ni la cifra de parejas, familiares o amigos detectados por su presunta vinculación con este mercadeo. Sobre esta última cuestión, Alcaraz aclara que no se puede actuar por la vía penal contra estos comportamientos, por lo que los reos y su entorno pueden seguir intentando colarlos porque su condena no se verá alterada, en el caso de los primeros, y no sufrirán ninguna consecuencia, los segundos.

Las imágenes corrieron como la pólvora por las redes sociales y después saltaron a las ediciones digitales de los medios de comunicación. En ellas se podían ver a unos presos de la cárcel de Monterroso (Lugo) cuyo comportamiento abochornaba. Lejos de estar redimiendo comportamientos delictivos, parecían un grupo de colegas disfrutando de un fin de semana en un Spa entre rejas. Uno tumbado mientras otro le hacía un tatuaje con una máquina profesional, un tipo que mira a la cámara al tiempo que despotrica de las instalaciones y otros que durante una timba de cartas empieza a dejar fármacos sobre la mesa. "Es un cóctel molotov para que ustedes se lo gocen", sentencia uno de los reos.

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