Conflicto ferroviario en la Costa del Sol: denuncias de recortes y vagones llenos

Carmen se aproxima a un empleado de Renfe que informa a los pasajeros que en esos momentos transitan por la estación de Cercanías ubicada en la Alameda Principal de Málaga. Ve unos carteles en un tablón de anuncios con los nuevos horarios, pero no termina de fiarse. Usuaria habitual del tren de corta distancia, en los últimos días ha perdido muchos minutos esperando en los andenes un convoy que acumulaba un buen retraso. Le pregunta por la siguiente salida hacia Torremolinos y la respuesta confirma sus sospechas. Es la última de las tres jornadas de huelga convocadas por la Confederación General del Trabajo (CGT) y el próximo tren no aparecerá hasta pasadas las 11:00. Asume que llegará tarde a su trabajo.

Virginia lleva prisa. Ha perdido un tiempo valioso y debe recuperarlo. Acepta responder a unas preguntas mientras enfila la galería que lleva al exterior de la estación. Explica que utiliza el Cercanías de Renfe a diario por trabajo y, antes de despedirse educadamente, sostiene que el servicio ha empeorado en los últimos tiempos.

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Estos dos testimonios fueron recabados la mañana de este lunes en medio de un contexto de conflictividad laboral en el seno de la plantilla de Renfe en Málaga que ha derivado en la convocatoria de varios paros laborales, acusaciones de recortes y supresión de conexiones y malestar entre una ciudadanía que ve cómo trastocan sus planes.

Miguel Montenegro es el delegado de la CGT y ejerce como portavoz de unas reivindicaciones a las que pone cifras: “Desde principios de año, se han suprimido más de 2.000 conexiones”, “faltan 12 maquinistas” y “la frecuencia entre trenes, que era de 20 minutos, ha pasado a 40 y hasta una hora”. Consecuencias de lo que ha calificado como un “desmantelamiento” del servicio en que intuye un “interés oculto” y que considera que son motivos suficientes para justificar las jornadas de huelga que han convocado.

La CGT intuye un “interés oculto” en lo que tilda de “desmantelamiento” del servicio

Montenegro sostiene que la empresa le ha trasladado que la causa de esta situación es que el nivel de ocupación de los trenes ha caído hasta el 60% y que no se ha recuperado el volumen de pasajeros previo a la pandemia, por lo que, según manifiesta, se han tenido que realizar ajustes para acondicionar los viajes a la demanda.

“Los usuarios están pagando su ira con la plantilla, se ceban e insultan a los trabajadores como si ellos tuvieran la culpa”, se queja en conversación con El Confidencial. Y apunta que la raíz de ese desplome de la ocupación estaría en los pasajeros que se cuelan sin comprar billete y que se aprovechan de la falta de personal de intervención.

El representante sindical asegura que los vagones van llenos, que no se está haciendo un control efectivo del uso de la mascarilla y que es literalmente imposible mantener la distancia de seguridad requerida en los espacios cerrados, algo que una de las usuarias consultadas describe gráficamente: “Vamos como sardinas en lata”.

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Renfe, por su parte, niega la práctica totalidad de estas acusaciones y aclara que la inmensa mayoría de los trenes que realizan el trayecto Málaga-Fuengirola —que acumula más del 90% de los movimientos de Cercanías en la provincia— ha circulado con normalidad. Desmiente que las máquinas vayan abarrotadas de gente y precisa que durante los tres días de paro convocados por la CGT —desde el viernes hasta las 14:00 de este lunes— se dejaron de realizar 47 de los casi 300 trayectos programados.

La empresa agrega que, en el peor de los casos, los pasajeros afectados tuvieron que coger el siguiente tren, por lo que como mucho tuvieron que esperar 20 minutos. Antes de “lamentar los trastornos ocasionados a los viajeros, a los que se informa [de los cambios] con la máxima antelación posible”, Renfe reconoció que en la actualidad hay un déficit de maquinistas que el viernes obligó a realizar ajustes. En total, faltaban 10: cuatro porque se encontraban de baja, cinco que están de vacaciones y uno que es un liberado sindical, según informó.

Renfe niega las acusaciones del sindicato y lamenta los inconvenientes de la huelga

Sin embargo, Montenegro señala que se está minimizando la vocación vertebradora de la red ferroviaria con respecto a los municipios del interior y reclama un refuerzo. En un escrito al director de Recursos Humanos de Cercanías, Amador González, registrado el 20 de julio, su organización sindical reclama la ampliación de la línea C2 —que une Málaga con Álora— y extenderla hasta La Roda de Andalucía (Sevilla), con paradas en Las Mellizas, El Chorro, Bobadilla y Fuente de Piedra.

Arena política

La situación de los Cercanías se ha abierto hueco en la agenda de los partidos y PP y Unidas Podemos han sido los primeros en censurar la gestión que el Ejecutivo central está haciendo del servicio ferroviario de la provincia.

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Los diputados populares Carolina España y Mario Cortés manifestaron que aunque el “Gobierno se autodenomina progresista, castiga reiteradamente un medio de transporte sostenible como es el ferrocarril”. “Esta mala gestión pone en jaque la recuperación”, lamentó España, que consideró inoportuna la supresión de trenes en plena campaña veraniega.

Cortés, por su parte, reivindicó “la necesidad de impulsar el tren litoral hasta Marbella y Estepona a través de los fondos Next Generation”, y abundó: “Ya pedimos al Gobierno que incluyera este proyecto en los fondos europeos y ahora tiene una nueva oportunidad para ponerlo en marcha”.

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El concejal de Unidas Podemos en el Ayuntamiento de Málaga Nicolás Sguiglia hacía suyo el dato de las 2.000 conexiones supuestamente suprimidas para criticar el “caso sangrante” de los Cercanías de la provincia y la necesidad de “defender un tren público y social”. “El Ministerio de Transportes no está cumpliendo”, aseguró el edil, que considera necesario apostar por este tipo de trayectos frente a la alta velocidad.

El representante de la CGT explicó a este periódico que en la próxima huelga, programada para mediados de este mes, van a realizar una "protesta visual" en la que previsiblemente los trabajadores irán "en pañales o bañador" para denunciar la precarización del servicio.