El genio del Toro de Osborne que acercó la lectura a la oscura España del franquismo
La capital malagueña muestra un recorrido por la obra de Manolo Prieto, el brillante e icónico diseñador gaditano que realizó más de 600 portadas para la revista 'Novelas y Cuentos'
Manolo Prieto trabajaba en uno de sus dibujos mientras su esposa, Emilia, leía el libro cuya portada debía ilustrar la semana siguiente. Era la singular mecánica de trabajo que había ideado para mantener una producción casi industrial. Agotadora, pero necesaria para llevar un jornal digno con el que mantener a la familia. Una fertilidad creativa únicamente al alcance de un genio, de uno de los mejores diseñadores de este país, cuyo Toro Osborne tomó la portada del 'New York Times Magazine' en 1972 para trascender la publicidad y convertirse en icono de un país. Un trabajo como ilustrador de novelas que “acercó las grandes obras de la literatura universal” a una España de postguerra, casi analfabeta, a la que lograba seducir con increíbles dibujos que colgaban de los cordeles de los quioscos como las piezas de arte lo hacen en los museos.
Libros de escaso gramaje, a un precio asequible –2, 3 y 4 pesetas–, que muestran a un artista multidisciplinar cuyas portadas eran “una especie de promesa, un compromiso” con el lector al que atraía con su singular visión sobre 'El perro de Baskerville' –de Arthur Conan Doyle–, 'El tulipán negro' –Alejandro Dumas–, 'Vuelo Nocturno' –Antoine de Saint-Exupéry–, 'El hundimiento de la casa Usher' –Edgar Allan Poe– o 'La vida privada de Helena de Troya' –John Erskine–. Diseños que iban acompañados de textos igual de cautivadores, como el que se podía leer sobre la obra anónima 'Amadís de Gaula': “El más antiguo y famoso libro de caballerías escrito en castellano. Relata las hazañas del caballero invencible y los suspiros del héroe enamorado, a lo largo de batallas con hombres y monstruos”.
Estas primeras páginas, auténticas prescriptoras de la lectura durante años, destacan por su carácter “esquemático e impactante”, explica Enrique Gil, uno de los comisarios de la muestra "La huella de Manolo Prieto", que se puede visitar en el Museo del Patrimonio Municipal de Málaga (Mupam) hasta el 27 de junio y que reúne más de 70 piezas del diseñador gaditano en un año en el que se cumplen tres décadas de su fallecimiento.
Entre estas obras se encuentra una selección de revistas, bocetos y pruebas de imprenta de las 618 portadas elaboradas –a lo largo de 17 años– para la editorial Dédalo y su revista 'Novelas y Cuentos'. “Todo un compendio de exploraciones formales, formulaciones retóricas y juegos compositivos, más cercano al campo de investigación de las vanguardias históricas que a los dictados de las reglas imperantes de la comunicación publicitaria de estos años”.
“Son como un pequeño cartel” elaborados –en su mayoría– en negro, verde y rojo. No por una cuestión estética, sino para “ahorrar costes”. Porque Prieto tuvo épocas en las que pasó serias “dificultades para sobrevivir” y en las que se presentaba a concursos para obtener ingresos extras. Un periodo en el que, después de militar en el Partido Comunista y realizar alguna ilustración para la publicación republicana 'Altavoz al Frente', estuvo firmando sus trabajos como Tete ante el temor de sufrir alguna represalia de la dictadura franquista. Este miedo desapareció poco a poco y acabó recuperando su firma original: Manolo Prieto.
Juan Aguilar, investigador de la Universidad de Málaga (UMA) y otro de los comisarios de la exposición, sostiene que estas portadas “eran su trabajo más libre”, pero “lo tuvo que dejar” porque “no soportaba la presión del encargo”. Una semanal, que debía compaginar con otros encargos.
En su opinión son “un juego de la reflexión súbita” en el que se aprecia la “utilización de la metáfora”; mientras que Gil sostiene que “cada uno de esos carteles es una especie de promesa, un compromiso con el lector” que muestra la “evolución” de un diseñador que fue capaz de “acercar las grandes obras de la literatura universal al público”. Con una capacidad imaginativa tan grande que, para otorgar empaque a la primera página, “se inventó” una especie de lomo elaborado con micropuntos.
La muestra, que exhibe piezas recopiladas por la Fundación Manolo Prieto, “es un compendio de exploraciones formales, formulaciones retóricas y juegos compositivos: bocetos y estudios previos de la silueta del Toro Osborne, un icono de alcance internacional con su propio ecosistema representativo”. En ella pueden verse carteles comerciales y de espectáculos de ámbito nacional o anuncios de marcas como Iberia, Renfe, Danone y Nestlé. Obras que convierten al diseñador gaditano en una figura clave en la producción gráfica de las décadas de los años cuarenta y cincuenta.
El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, que inauguró esta propuesta junto a la concejala de Cultura y Deporte, Noelia Losada, aludió al carácter “pionero” de un artista capaz de “dejar huella en un momento difícil para España”. Losada, por su parte, destacó la apuesta por una disciplina como el diseño, “en ebullición” en la ciudad, y afirmó que se trataba de uno de los “platos fuertes” del “menú cultural” malagueño.
Manolo Prieto trabajaba en uno de sus dibujos mientras su esposa, Emilia, leía el libro cuya portada debía ilustrar la semana siguiente. Era la singular mecánica de trabajo que había ideado para mantener una producción casi industrial. Agotadora, pero necesaria para llevar un jornal digno con el que mantener a la familia. Una fertilidad creativa únicamente al alcance de un genio, de uno de los mejores diseñadores de este país, cuyo Toro Osborne tomó la portada del 'New York Times Magazine' en 1972 para trascender la publicidad y convertirse en icono de un país. Un trabajo como ilustrador de novelas que “acercó las grandes obras de la literatura universal” a una España de postguerra, casi analfabeta, a la que lograba seducir con increíbles dibujos que colgaban de los cordeles de los quioscos como las piezas de arte lo hacen en los museos.