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La vacunación olvida a los funerarios: "Hacíamos cola para recoger muertos"
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"El último eslabón en la salud pública"

La vacunación olvida a los funerarios: "Hacíamos cola para recoger muertos"

Estos profesionales se quejan de no haber sido incluidos en el grupo para recibir las vacunas tras los sanitarios. "Hay residencias a las que hemos tenido que ir hasta tres veces al día"

Foto: Dos trabajadoras funerarias trasladan féretros durante la primera ola. (EFE)
Dos trabajadoras funerarias trasladan féretros durante la primera ola. (EFE)

Antonio Núñez lleva 19 años trabajando con la muerte. Aún recuerda con nitidez su primer cadáver. Una víctima de un accidente de tráfico. Se sorprendió de que no le impactara como había imaginado, a pesar de que “me mareaba cuando veía sangre”. “Pero mi mentalidad era que si mi compañero podía, yo debía hacerlo igual”. La progresiva caída de la textil Cortefiel agudizó su instinto de supervivencia y pasó de dirigir la empresa de transporte de su padre a ser funerario. Una profesión a través de la que ha palpado a diario la devastación de la pandemia —“hacíamos cola en las residencias y los hospitales para recoger muertos”—, pero que las autoridades han situado en la retaguardia del programa de vacunación. Una circunstancia que está movilizando al sector con la presentación de numerosos escritos para que se les consideren un eslabón más de la cadena del sistema sanitario.

Pasada la cincuentena, la experiencia ha hecho callo en este malagueño que ha visto prácticamente todas las formas en las que se puede apagar una vida: “Ahogados, quemados, tiroteados, apuñalados, enfermos, accidentados…”. “El caso que más me impresionó fue el asesinato de un niño de 18 meses en la barriada de Las Flores”, confiesa, pero desde entonces nada como lo vivido desde febrero de 2020: “El año que más muertos he recogido de toda mi vida profesional”. “Las funerarias hacíamos cola en las residencias de ancianos y en los hospitales”, recuerda.

Foto: Prácticamente todos los usuarios de residencias en España están vacunados. (EFE)

“La gente no es consciente de lo que ha sido esta pandemia”, afirma con rotundidad; “hay residencias a las que hemos tenido que ir hasta tres veces al día”. “Y era como en las películas. Tenías que pasar por una habitación protegida con cortinas de plástico en la que te rociaban con un difusor desinfectante y pasar por una alfombra limpiadora”. Entre los funerarios la conocían como “la zona sucia”. Al otro lado: muerte, miedo y desesperación.

El 20 de marzo del pasado año fue la primera vez que se puso un EPI para recoger un cadáver. Acostumbraba a llevar doble guante –manía personal– y en los escenarios de muerte judicial eran habituales los patucos de plástico. Aunque eso era otro nivel. “Sobrecogía cuando entrabas a un dormitorio donde había fallecido una persona con covid-19 y veías a todo el mundo con los trajes”, señala, para explicar que cada cuerpo se introducía en “un sudario estanco que se desinfectaba cuando lo metíamos en el ataúd, que era posteriormente precintado y vuelto a desinfectar”.

"La gente no es consciente de lo que ha sido esta pandemia, hay residencias a las que hemos tenido que ir hasta tres veces al día"

Desde ese día apenas se lo ha quitado, incluso cuando van a recoger a un fallecido del que tienen certeza absoluta de que no ha sucumbido al coronavirus. Una medida de precaución que le ha permitido percibir cómo en algunas familias se percibe el covid-19 con cierta sensación de estigma. “No quieren sentirse como unos apestados” y “algunos nos piden que no llevemos el EPI”, pero “les explicamos que no es por el fallecido, que es por protegerlos a ellos, ya que solemos estar en zonas de mayor riesgo de contagio como los centros sanitarios o las residencias”.

Antonio reconoce que ha sentido “miedo” y que “ibas asustado” cada vez que recibía una aviso para trasladar a un muerto por coronavirus, “pero era mi trabajo”. Un trabajo de riesgo esencial, básico, desapercibido. Por eso no entiende que de estar en la primera línea de lucha contra la pandemia han sido desplazados a la cola en el programa de vacunación.

placeholder Antonio Núñez, junto a un compañero
Antonio Núñez, junto a un compañero

Reconocimientos… pero sin vacunas

El sector de las funerarias, tras una comunicación del Servicio de Planificación y Evaluación Asistencial de la Delegación Territorial de Salud y Familias de la Junta de Andalucía en Málaga, en la que se le informaba de que no era considerado personal del ámbito sanitario y la investigación, remitía el 10 de marzo una carta al consejero del ramo, Jesús Aguirre, para reclamar que sus trabajadores fueran considerados prioritarios en el programa de vacunación.

La Asociación de Funerarias de Málaga replicaba la explicación inicial y defendía que estos empleados debían ser incluidos en el grupo de “alto riesgo”, ya que realizan tareas como “transitar por dependencias de hospitales que están catalogadas como zonas covid, acudir a las habitaciones del difunto a retirarlo en camilla o estar en focos de contagio como son los geriátricos de la provincia”.

“Igualmente ocurre con las recogidas judiciales, que acompañamos a los forenses y realizamos las recogidas junto con las fuerzas de seguridad”, describía a Aguirre, al que “le rogamos, tanto por el bien de nuestro personal como por la sociedad en general, se incluya a nuestro personal en este segundo calendario de vacunación”. “Somos el último eslabón de la cadena de salud pública y debemos ser considerados dentro del sector sanitario”, concluía la misiva.

"Somos el último eslabón de la cadena de salud pública y debemos ser considerados dentro del sector sanitario"

El 24 de marzo era CCOO quien registraba un escrito dirigido al delegado territorial de Salud y Familias, Carlos Bautista, en el que incidía en esta argumentación y donde recordaba: “Entendemos que realizamos funciones esenciales y de riesgo, es por lo cual que le solicitamos ser vacunados lo antes posible frente al coronavirus”.

Un día antes, la Asociación Nacional de Servicios Funerarios subía a sus redes sociales el siguiente post: “El Gabinete de la Presidencia del Gobierno agradece a los profesionales #funerarios la gran labor realizada durante la pandemia. Esperemos que las palabras se conviertan en hechos y que todos los profesionales funerarios sean vacunados contra la #Covid”. Un mensaje que pone de relieve un malestar generalizado en todo el país entre unos empleados que no entienden la actitud de las administraciones.

Se pasan la pelota de uno a otro”, denuncia Antonio Núñez, que no encuentra ninguna explicación lógica al hecho de que aún no hayan sido inmunizados. “Seguro que nos vacunan antes por la edad que por estar desde el primer día peleando con esta pandemia”.

Antonio Núñez lleva 19 años trabajando con la muerte. Aún recuerda con nitidez su primer cadáver. Una víctima de un accidente de tráfico. Se sorprendió de que no le impactara como había imaginado, a pesar de que “me mareaba cuando veía sangre”. “Pero mi mentalidad era que si mi compañero podía, yo debía hacerlo igual”. La progresiva caída de la textil Cortefiel agudizó su instinto de supervivencia y pasó de dirigir la empresa de transporte de su padre a ser funerario. Una profesión a través de la que ha palpado a diario la devastación de la pandemia —“hacíamos cola en las residencias y los hospitales para recoger muertos”—, pero que las autoridades han situado en la retaguardia del programa de vacunación. Una circunstancia que está movilizando al sector con la presentación de numerosos escritos para que se les consideren un eslabón más de la cadena del sistema sanitario.

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