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Juanma Moreno reivindica el centro. ¿Ensayo de ruptura con Vox?
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LOS EFECTOS DEL ACUERDO EN ANDALUCÍA

Juanma Moreno reivindica el centro. ¿Ensayo de ruptura con Vox?

Juanma Moreno es un barón del PP situado en el centro que siempre ha hecho caso omiso de la guerra cultural que promueve Vox; la pregunta es si podrá mantener su plan

Foto: El presidente de la Junta, Juanma Moreno (i), junto al portavoz de Vox en el Parlamento, Alejandro Hernández. (EFE)
El presidente de la Junta, Juanma Moreno (i), junto al portavoz de Vox en el Parlamento, Alejandro Hernández. (EFE)
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En mitad de una guerra cultural a cañonazos en España, el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, es un barón del PP que, cada vez que puede, deja claro que pasa de esa batalla. En sus intervenciones en el Parlamento, acusa a la izquierda de tratar de aprovecharse de valores o símbolos que son de todos para meter cizaña. Sus aliados de Vox lo miran serios desde sus escaños cuando suelta que entre sus principales acciones políticas está la lucha contra la violencia de género o el combate del cambio climático.

De sus discursos públicos se entendería que es un presidente del PP verde y feminista. El PP en Andalucía, con 37 años en la oposición, aprendió a disputar banderas que había patrimonializado el socialismo, que era el que encadenaba victorias, y enarbola, por ejemplo, la defensa de los servicios públicos en sus discursos sin complejos, en un partido que fue escorándose al centro durante largos lustros para poder llegar a gobernar. Curiosamente, cuando lo hizo fue con un mal resultado electoral pero sumando con la extrema derecha y con el centro de Ciudadanos.

Moreno fue el primero en cerrar un acuerdo con Vox en España. Después lo harían Madrid y Murcia. Aún se desconoce el coste de esas alianzas mientras el PP sigue ensayando fórmulas para amortiguar el bocado que ha devorado su electorado más a la derecha. En enero hará dos años que Moreno accedió al Gobierno en coalición con Cs. Ha conseguido una sintonía total con sus socios naranjas y aguanta las bofetadas de Vox con la técnica de ignorarlas. El andaluz podría entrar en el retrato de lo que Santiago Abascal llama "la derechita cobarde". De hecho, hay diputados de Vox en el Parlamento andaluz que creen que en sus discursos hay cierto acomplejamiento frente a la izquierda y que es precisamente esto lo que ellos han venido a combatir.

Las banderas ideológicas

En Andalucía, Vox pugna por quedarse con todos los guiños culturales, la caza, los toros o el flamenco, y tiene vía libre para ondear todas las banderas ideológicas, el pin parental, la persecución de la ideología de género, la negación de la violencia machista, los ataques al feminismo, la persecución de los menores inmigrantes... El PP no pelea en ese terreno y se lo cede con gusto a sus socios parlamentarios, permitiéndoles que de vez en cuando se pongan algún pin en la solapa vía pactos de presupuestos y dilatando después el cumplimiento o haciéndolo con sordina, como pasó con la puesta en marcha del teléfono de violencia intrafamiliar. Concesiones aquí y allí intentado que, a la vista, nada cambie de forma drástica. Exactamente como consiguieron la investidura, tratando de rebajar a Vox, de dulcificarlo, de integrarlo. Para la oposición en la izquierda, de "blanquearlo".

Foto: Imagen de 'Canal Sur Noticias'. (RTVA)

Pero concesiones, insiste la oposición, que están engordando a Vox, que se permite además mostrar su cara más reaccionaria con espectáculos como el protagonizado por el portavoz parlamentario, Alejandro Hernández, este último pleno, mandando a "tomar por culo" al hemiciclo y chillando con ira a la presidencia del Parlamento. Vox sabe qué teclas tiene que tocar para tener notoriedad. Su favorita es la Radio Televisión de Andalucía, que llegó pidiendo suprimir y ahora ha convertido en blanco de sus recortes presupuestarios. Aunque Vox tiene una cuota de pantalla en Canal Sur muy por encima de sus 11 diputados y un supuesto trato de favor en los informativos, que los profesionales han denunciado por múltiples canales, con los sindicatos en pie de guerra. De hecho, hay dirigentes del PP que ven con preocupación que a Vox se le dé tanta cancha en la televisión pública o que se dé a entender "que mandan más de lo que mandan en realidad".

La pelea social

Vox lo mismo abandera a Colón que pide en su acuerdo de Presupuestos que se conmemore con fastos el 500 aniversario del fallecimiento de Elio Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática castellana y el PP de Moreno cede esos espacios. La pugna está en los autónomos, los empresarios, los agricultores, y en ese terreno, el PP desde el Gobierno considera que se mueve con mucha más soltura que su aliado. Son los flancos que cuida el PP frente a los intentos de giro social de Vox en algunos de sus discursos más populistas.

El presidente andaluz está en el ala del PP que cree que claro que hay dar la batalla por las ideas, pero buscando consensos prácticos. No todo puede ser confrontación ideológica y menos cuando se gobierna de sobresalto en sobresalto hasta una pandemia y una crisis económica mundial, explican desde el Gobierno andaluz. De la crisis de la listeriosis a la del coronavirus, que deja en pañales cualquier previsión de catástrofe que pudiera tener cuando Moreno se estrenó en San Telmo y que absorben toda la energía y achican el espacio de la estrategia política.

"Somos dos partidos diferentes", insisten en el PP andaluz cuando se les pregunta, "en algunas cosas coincidimos y en otras no". "Hay que poner el foco en los consensos" o "hay que normalizar a Vox, integrarlo en la actividad institucional", han defendido estos años como receta para deshinchar su globo electoral y mediático. Merece la pena, defienden, por la estabilidad institucional o la marca reputacional de encadenar la aprobación de tres presupuestos autonómicos. Pero ¿qué precio está realmente pagando el PP?

placeholder El portavoz del grupo parlamentario de Vox, Alejandro Hernández, se dirige airado a la presidenta del Parlamento andaluz. (EFE)
El portavoz del grupo parlamentario de Vox, Alejandro Hernández, se dirige airado a la presidenta del Parlamento andaluz. (EFE)

A qué precio

Se desconocen aún cuáles son los efectos de esta alianza en términos electorales. Se ignoran las consecuencias para el PP de esas bofetadas de Vox y que consigan protagonismo cada vez que quieren para hacer notar que, sin ellos, nada es posible. Porque desde que apareció el partido de Abascal, el PP no ha dado con la receta para neutralizar a ese adversario. Según la última encuesta del Centro de Estudios Andaluces, publicada el pasado octubre, las derechas seguirían gobernando Andalucía de celebrarse elecciones, pero Vox adelantaría a Cs. Los votos en las urnas andaluzas señalaron que aproximadamente la mitad de los electores de Vox venían del PP.

Pablo Casado se hizo con la presidencia del partido con un giro al terreno más ideológico dando ala a perfiles como el de Cayetana Álvarez de Toledo, que incomodaban las filas andaluzas, desde donde aplaudieron que fuera apartada. Ahora, Génova ha cambiado la estrategia y marca distancias con Vox, que desde Andalucía le recuerda que está en sus manos. El PP andaluz, que era 'sorayista', tenía un perfil más moderado, pero pactó con la extrema derecha para llegar al gobierno. Contradicciones que Álvarez de Toledo hacía ver, cuando los barones pedían centro y pactaban con Vox. En el caso andaluz, el hecho de que el PSOE llevara 36 años sin alternancia difuminó mucho el debate sobre si era bueno o no ese pacto. Nadie lo dudó.

Un trío incontestable

La relación de PP y Cs con Vox en Andalucía no ha sido fácil. El PP sí que tuvo claro desde el primer momento que se apoyaría en el partido de Santiago Abascal para desalojar al PSOE. Génova desembarcó en Sevilla para negociar. Cs tampoco tenía dudas, pero trató de disimular. Incluso se hizo con la presidencia del Parlamento haciendo de trilero con el juego de la bolita y eludiendo la foto. Cs quería la Presidencia, pero no aceptaba los votos de Vox. Así que Cs votó al PP y el PP a Vox en una operación fullera que no demostró nada. Los votos de los tres partidos eran necesarios. El pacto era a tres y la aritmética era incontestable.

En estos dos años, de forma asombrosa, Ciudadanos ha dejado de estar acomplejado por pactar con Vox y es el vicepresidente de la Junta, Juan Marín, el que más cómodo habla del pacto con la extrema derecha. Por el contrario, el presidente Moreno se tienta cada vez más la ropa. Lo que no evita que siga en manos de sus socios. "Son rehenes de la extrema derecha", machaca la socialista Susana Díaz. Desde el Gobierno andaluz aseguran que ha merecido la pena por conseguir sacar adelante dos presupuestos y un tercero que ya está en el horno. Siguen apelando al "cambio". Aunque admiten que a partir de ahora no habrá un cuarto pacto presupuestario y que la estrategia es marcar distancias hasta que lleguen las elecciones, que tocarían en 2022. "Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedios. Contigo porque me matas y sin ti porque me muero", diría la banda sonora de esta relación en trío con final incierto.

En mitad de una guerra cultural a cañonazos en España, el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, es un barón del PP que, cada vez que puede, deja claro que pasa de esa batalla. En sus intervenciones en el Parlamento, acusa a la izquierda de tratar de aprovecharse de valores o símbolos que son de todos para meter cizaña. Sus aliados de Vox lo miran serios desde sus escaños cuando suelta que entre sus principales acciones políticas está la lucha contra la violencia de género o el combate del cambio climático.

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