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Tras el brote de las Tres Mil Viviendas: "La lógica 'paya' aquí no va a funcionar"
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"Positivos que salen como Pedro por su casa"

Tras el brote de las Tres Mil Viviendas: "La lógica 'paya' aquí no va a funcionar"

Los vecinos del Polígono Sur temen que el laxo cumplimiento de las medidas anticovid facilite la propagación del virus por el barrio más pobre de España

Foto: Estado de los edificios en Las Vegas, la zona más castigada de las Tres Mil Viviendas. (Fernando Ruso)
Estado de los edificios en Las Vegas, la zona más castigada de las Tres Mil Viviendas. (Fernando Ruso)

La felicidad para Johana y Pedro ha supuesto el infortunio para su familia y otros tantos vecinos del Polígono Sur de Sevilla. Todos en el barrio señalan su boda, celebrada a finales de agosto, como el lugar del mayor contagio de coronavirus que hasta ahora azota a la zona más pobre de España. Allí, los casos cuadruplican los del resto de la ciudad y entre la población ya se espera un confinamiento específico que divide la opinión de los residentes. Para algunos, sería la puntilla a la ya crítica economía de estos hogares, para otros, es un mal necesario para evitar que el virus siga campando a sus anchas.

Johana y Pedro llevaban tiempo de novios. Ella es del Polígono Sur de Sevilla, de la barriada de Martínez Montañés, conocida como Las Vegas, epicentro de la marginalidad y la venta de drogas. Él es de Dos Hermanas, un pueblo vecino de la capital. La boda se celebró en un gran salón de celebraciones y más de 100 personas acudieron al evento.

placeholder Juan se ha tenido que hacer una PCR al estar en contacto estrecho con un positivo por covid. (F. Ruso)
Juan se ha tenido que hacer una PCR al estar en contacto estrecho con un positivo por covid. (F. Ruso)

“No sé, en ese momento no lo pensé y fui con mi mujer y mis dos hijos pequeños”, explica Juan Moreno Moreno, primo de la novia y uno de los asistentes al enlace. “A veces, no somos conscientes de los peligros”, se disculpa este joven de 29 años y de oficio chatarrero.

Juan se dedica todos los días a recoger todo el metal que su carrillo de supermercado le permite para alimentar a Natanael y José, de tres y ocho años. Sale de los límites del Polígono Sur para rebuscar y vender. Hay gente que lo conoce y lo llama para advertirle de que hay una lavadora en tal sitio o unos restos de una obra en otro. “Yo lo único que hago es trabajar para que cuando mi hijo quiera un yogur abra la nevera y lo tenga, o un zumo”, razona. Sale a la calle sobre las nueve de la mañana y no regresa hasta bien entrada la tarde. Pero cuando los periodistas lo sorprenden rebuscando en un chamuscado contenedor de basura del barrio, apenas lleva cuatro euros de chatarra. Poca cosa.

El barrio de las Tres Mil Viviendas, en el punto de mira para volver a la fase 1

“Es que por la mañana no he salido”, explica. “He estado en el consultorio recogiendo los resultados de la prueba del covid. Como fuimos a la boda… Pero no tengo nada. Ni yo ni nadie de mi familia. Gracias a Dios. Nos hicimos la prueba hace una semana. Nadie tiene nada”, insiste Juan.

“Ay, el palito, te lo meten hasta el fondo y ves las estrellas. Pero prefiero eso a tenerlo y no saberlo, porque recojo hierro, hablo con mucha gente y no me fío de poder pegárselo a otra gente”, apunta el chatarrero, que vence al miedo apoyándose en su fe. “Si confías en Jesucristo, el único y verdadero, no hay que tener miedo”, sentencia.

placeholder Unas niñas juegan sin mascarillas en el Polígono Sur. (Fernando Ruso)
Unas niñas juegan sin mascarillas en el Polígono Sur. (Fernando Ruso)

Como él, muchos en el Polígono Sur son fieles de la Iglesia Evangélica de Filadelfia, una revolución para la cultura gitana que suma adeptos de muchas familias. Y precisamente por ahí se ha dado otro de los brotes, en uno de los cultos a los que asistió un pastor contagiado.

344 contagios por 100.000 habitantes

“Si no es por un sitio es por otro”, razona resignado el joven, al que le preocupa más poder seguir recogiendo chatarra que pillar el virus. “Si cierran el barrio ¿cómo voy a ir a venderla? Me quedo sin comer”, advierte Juan. “En las Tres Mil vivimos de la chatarra, si cierran, ¿qué van a hacer con nosotros?”, se pregunta.

—¿A qué le tienes más miedo, al coronavirus o al hambre?

—Dicen que el coronavirus se quita a los 14 o 15 días, ¿no? Pero el hambre… El hambre sigue igual. Llevamos muchos años igual. Antes no teníamos trabajo por la crisis, ahora esto.

placeholder Varios vecinos sin mascarillas en Las Vegas. (Fernando Ruso)
Varios vecinos sin mascarillas en Las Vegas. (Fernando Ruso)

Según la comisión técnica de seguimiento del coronavirus en el Polígono Sur, la incidencia de los 14 últimos días en Sevilla es de 80 positivos por 100.000 habitantes; en las Tres Mil Viviendas y en el resto de barriadas de la zona más pobre de España, la cifra sube hasta los 344 contagios. Los expertos no descartan que pueda tratarse ya de una transmisión comunitaria, irrastreable, que afectaría a las zonas más deprimidas. Solo dos de las seis barriadas, La Oliva y la barriada de Paz y Amistad, estarían al margen de esta estadística, que ya se extiende por el resto del Polígono Sur.

Una anciana, con patologías previas, ha fallecido por coronavirus y 13 vecinos han tenido que ser hospitalizados, dos de ellos graves. De las 226 pruebas PCR realizadas en la última semana, 97 han resultado ser positivos.

Hay quien juega con la vida de los demás, porque hay gente que ha dado positivo y sale todos los días a la calle a comprar el pan”, se queja Rosa, una vecina de 31 años y madre de tres hijos, uno de ellos asmático. “No dejo que salga del piso porque tengo miedo”, confiesa la joven, que accede a hablar con los periodistas de El Confidencial junto a otros residentes de su bloque de vecinos.

placeholder Rosa, Guadalupe, Margari y Josefa, vecinas de un bloque de viviendas. (Fernando Ruso)
Rosa, Guadalupe, Margari y Josefa, vecinas de un bloque de viviendas. (Fernando Ruso)

“Este barrio es de locos”, lamenta Rosa. “Aquí nada de lo que se hace se hace bien. Todo el barrio sabe quiénes son los que tienen el virus y salen a la calle. Llamamos a la policía, pero cuando ellos llegan ya no están. No podemos hacer nada. La solución: un confinamiento en casa —argumenta—, porque como sea perimetral va a ir a peor”. “O nos confinan o nos contagiamos, porque aquí hay positivos que salen como Pedro por su casa”, critica.

A su lado, su vecina Guadalupe asiente con la cabeza. “No les importa que nosotros nos muramos”, ratifica.

—¿Y hay miedo, Guadalupe?

placeholder Josefa, vecina de las Tres Mil Viviendas, cobra 150 euros de pensión. (F. Ruso)
Josefa, vecina de las Tres Mil Viviendas, cobra 150 euros de pensión. (F. Ruso)

—Claro, sé que si lo pillo me voy a morir. Con todo lo que tengo detrás. He sido drogadicta antes y tengo enfermedades asociadas. Pasé la hepatitis, pasé la tuberculosis y tengo el VIH y problemas respiratorios. Soy de alto riesgo. Le tengo bastante miedo al covid y por eso no salgo de casa.

Junto a ellos, todos con mascarilla, están José y Francisca, dos octogenarios y de los primeros en poblar el Polígono Sur. Desde que en 1977 se repartieron las primeras viviendas, ya se advertía cierta sensación de inseguridad en el barrio, por tener entre sus nuevos habitantes a vecinos procedentes de El Vacie, el asentamiento chabolista más antiguo de Europa, o La Corchuela.

"Quitar el hambre a guantazos"

“El barrio está hecho una mierda”, descerraja José, que vende lotería por la calle para completar su pírrica pensión de poco más de 150 euros. Entre él y su mujer, apenas juntan 300 euros. “Más los 20 euritos que me gano al día con la lotería”, explica el octogenario, que le saca un euro a cada décimo. “Pero como cierren el barrio y no pueda vender por otras zonas de Sevilla, nos vamos a tener que quitar el hambre a guantazos”, zanja el abuelo, el mayor de todos los vecinos de su bloque de pisos, uno de los que mejor se conservan del Polígono Sur. A su zona la conocen como Los Coloraos, por el color rojizo de sus fachadas.

El Polígono Sur se divide en seis barrios: Paz y Amistad, La Oliva, Antonio Machado, Martínez Montañés (conocido como Las Vegas), Las Letanías y Murillo y las Tres Mil Viviendas. Estas últimas se subdividen en cuatro, conocidas por sus habitantes por cuatro colores: los ‘coloraos’, los marrones, los verdes y los amarillos, en referencia a la paleta del pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo.

placeholder Detalle de uno de los bloques de Las Tres Mil Viviendas. (Fernando Ruso)
Detalle de uno de los bloques de Las Tres Mil Viviendas. (Fernando Ruso)

Todo el conjunto es, por cuarto año consecutivo y según el informe de los indicadores urbanos del Instituto Nacional de Estadística (INE) —enmarcado en el proyecto europeo Urban Audit sobre las condiciones de vida en las ciudades de la Unión Europea—, el barrio más pobre de España. Los sevillanos tienen el dudoso honor de tener seis barrios entre los de menor renta neta media anual por habitante de toda España. Al Polígono Sur, con 5.112 euros por persona, le sigue —otra vez— Los Pajaritos y Amate, con 5.516 euros de media.

El hambre está dentro de la lógica que mueve el barrio. “Las escuelas de verano se acabaron en la primera semana de agosto. Ahí desayunaban y almorzaban los niños, pero ahora y hasta que empiece el curso escolar, las familias los tienen en su casa y se ven obligadas a salir a la calle a buscarse la vida para darles de comer. Y hay quien le ha perdido miedo al virus”, razona Juan Carlos León, gerente del 'catering' social Abrecaminos del Sur, una de las organizaciones que sirven comida a domicilio en el barrio. Durante el confinamiento, han llegado a servir más de 1.600 comidas termoselladas al día.

placeholder Juan Carlos León, gerente del 'catering' social Abrecaminos del Sur. (Fernando Ruso)
Juan Carlos León, gerente del 'catering' social Abrecaminos del Sur. (Fernando Ruso)

“Por las Tres Mil corre el rumor de que el virus ya no es tan fuerte como antes y hemos pasado de la radicalidad del confinamiento a una libertad total. Hay libertinaje. No se respeta el confinamiento ni se ponen medidas higiénicas en los hogares, no por falta de una pastilla de jabón y de agua, o por falta de información, porque las asociaciones los bombardeamos, es por falta de disciplina”, razona León.

Mediación para un rastreo dificultoso

A su juicio, un confinamiento podría “ser un caos”. “La gente vive al día: chatarreros, los que venden romero, cantan por los bares o venden lotería. Son gente que está asistida, pero un bloqueo haría que se mermase aún más la situación económica. Hay gente que no tiene nada”, zanja.

El Polígono Sur arroja unas cifras demoledoras. La mitad de su población activa, unas 24.000 personas, está desempleada. En torno al 16% de sus vecinos son analfabetos. El absentismo escolar en la zona es del 26,73% en la Educación Infantil (no obligatoria), del 12,77% en Primaria y del 29,44% en Secundaria, según datos de la Comisión Municipal de Absentismo Escolar de Sevilla.

placeholder Una pintada en el colegio de las Tres Mil Viviendas. (Fernando Ruso)
Una pintada en el colegio de las Tres Mil Viviendas. (Fernando Ruso)

La oficina del Comisionado para el Polígono Sur, un ente creado en octubre de 2003 por las administraciones locales, autonómicas y nacionales, trabaja por limar las desigualdades en esta zona de Sevilla. Esta organización se encarga de coordinar con otras entidades públicas y privadas las acciones para evitar duplicidades y asegurar que las familias reciban la información y la ayuda que necesitan. También para facilitar a los rastreadores de la Junta de Andalucía su labor en el barrio.

“Nos han pedido ayuda y hemos hablado con las asociaciones que desarrollan proyectos sociales en el Polígono Sur para que actúen de mediadores. Ellos tienen esa autoridad moral y ese conocimiento sobre el día a día del barrio”, explica Jaime Bretón, el comisionado para el Polígono Sur.

Foto: Foto: EFE

A su juicio, la dificultad de llevar un rastreo de casos exhaustivo en la zona radica en la anarquía y el volumen de contactos que se llevan a cabo diariamente. “Hay quienes no quieren dar los nombres o que ni siquiera lo saben porque han estado en celebraciones. El último brote ha sido en una boda, a la que asiste el barrio sin necesidad de estar invitado. Es la costumbre. Ahí es difícil rastrear”, justifica Bretón.

—¿Por qué es tan difícil contener el virus en las Tres Mil?

"Hay viviendas en las que viven 10 o 12 personas y no tienen espacios para que cualquiera de ellos se pueda confinar"

—Por varios motivos. Primero, por desinformación. No saben cómo abordar un confinamiento en caso de positivo. Hay viviendas en las que viven 10 o 12 personas y no tienen espacios para que cualquiera de ellos se pueda confinar. Pero para eso hay alternativas. Lo importante es hacerles ver el riesgo que corren si no hacen un aislamiento correcto. Hay otros que directamente no quieren hacer ese aislamiento, porque es su modo de vida y aseguran que no pueden permitirse 15 días de confinamiento, algo vital para frenar la transmisión del virus. La mayoría está concienciada, aunque haya una minoría indisciplinada que no acata las normas.

placeholder Estado de los edificios en Las Vegas. (Fernando Ruso)
Estado de los edificios en Las Vegas. (Fernando Ruso)

—¿Se verá el Polígono Sur confinado?

—Espero que no. Soy optimista. Se van a seguir haciendo PCR para el entorno de los positivos y esperamos que en 15 días la situación mejore.

—¿Y si no hay mejoría?

—La autoridad sanitaria tendrá que decidir las acciones.

La lógica ‘paya’ no funciona en las Tres Mil

Las recetas de distanciamiento físico o aislamiento tienen mala aplicación en el Polígono Sur, donde las familias son numerosas y están interconectadas, con parentescos cruzados y mucha vida en la calle. Es parte de la idiosincrasia de este barrio, en el que un alto porcentaje de la población es de etnia gitana. Y muchos son los que reclaman que para erradicar el virus no se apliquen lógicas ‘payas’ en las Tres Mil. “Hay que adaptar las soluciones contra el virus a la cultura gitana”, reivindica Pedro Molina, presidente de la asociación cultural gitana Vencedores, que desarrolla una importante acción asistencial en el barrio.

placeholder Pedro Molina, presidente de la asociación cultural gitana Vencedores, arreglando el local. (F. Ruso)
Pedro Molina, presidente de la asociación cultural gitana Vencedores, arreglando el local. (F. Ruso)

“Todas las culturas deben ser respetadas, y la nuestra también”, advierte Molina. “Culturalmente, estamos muy arraigados a la familia y hay gente que piensa, de forma muy peculiar, que no va a dejar a un hijo aislado en un dormitorio”, razona el gitano, uno de los principales motores de cambio en el Polígono Sur. “La cultura gitana ama mucho a la familia. Aunque haya lazos sanguíneos un tanto lejanos, se sigue considerando familia y pertenece a tu entorno. Los gitanos tendemos a arroparnos mucho y a veces eso choca con las medidas anticovid. Hay muchos fuera de aquí que no pueden entenderlo, pero es así”. Y eso hace que el virus corra rápido por los hogares.

En el caso de Molina, tanto su mujer como su hijo son asmáticos. En la familia, todos son voluntarios, aunque ellos lleven meses sin ejercer como tal. A Pedro no le gusta que estén expuestos al virus. Y eso que en Vencedores se guían por lo que ellos han llamado ‘grupos burbuja’, que evitan relaciones de riesgo con el exterior.

La asociación acaba de clausurar la escuela de verano, que ha atendido de media a unos 60 niños en los meses de julio y agosto. “Y sin casos de contagio”, presume Molina. “Hemos seguido el protocolo de lavarse las manos frecuentemente, con mascarillas, la distancia… Con la esperanza de que los niños hagan de prescriptores de sus padres y que implementen en sus hogares estas medidas higiénico-sanitarias que eviten la propagación del covid”, razona.

placeholder El sol cayendo en el acceso a Las Vegas. (Fernando Ruso)
El sol cayendo en el acceso a Las Vegas. (Fernando Ruso)

Cuenta Molina que gracias a acciones como la suya empiezan a verse más mascarillas por el barrio, aunque lamenta que la Administración no haga repartos entre las familias que no pueden permitírselas. “Ahora, la gente, con esto de los brotes, sí le está cogiendo miedo al virus. Parece que estamos escarmentando y que al ver que hay más casos, sí está calando en la gente la idea de que esto es un peligro”, razona el activista.

“Nos creíamos a salvo”, zanja Molina. “Pensamos que como en las famosas Tres Mil Viviendas entra poca gente, por miedo, tampoco entraría el virus. Ahora sabemos que estábamos equivocados”.

La felicidad para Johana y Pedro ha supuesto el infortunio para su familia y otros tantos vecinos del Polígono Sur de Sevilla. Todos en el barrio señalan su boda, celebrada a finales de agosto, como el lugar del mayor contagio de coronavirus que hasta ahora azota a la zona más pobre de España. Allí, los casos cuadruplican los del resto de la ciudad y entre la población ya se espera un confinamiento específico que divide la opinión de los residentes. Para algunos, sería la puntilla a la ya crítica economía de estos hogares, para otros, es un mal necesario para evitar que el virus siga campando a sus anchas.

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