La confesión del papa Ginés: "Me arrepiento de no haber acabado con el Palmar de Troya"
El antiguo pontífice de la Iglesia Católica Palmariana narra en una entrevista exclusiva su experiencia en prisión después de la reyerta que provocó su última entrada en las dependencias de la orden
La noche antes de que todo cambiara, Ginés y Nieves cenaron con unos amigos. Hacía tiempo que ambos celebraban su normalidad como dos vecinos más de Monachil, el pueblo al que él se había mudado por amor después de abandonar su condición de Papa de la Iglesia Católica Palmariana, una secta para muchos. Apenas quedaba resto en él de Gregorio XVIII, el nombre que adoptó como pontífice de esta escisión de la Iglesia romana tras la muerte de Pablo VI. Era sábado 9 de junio de 2018, aunque la cena se alargó hasta pasada la medianoche.
Casi no durmieron. De madrugada, ambos se subieron al BMW X5 de color blanco que él conducía —pagado con las donaciones de los fieles, lo único que se llevó al salir— y pusieron rumbo a Sevilla. Pasaron las tres horas que hay entre Monachil y El Palmar de Troya escuchando música por la radio. Ambos son aficionados al flamenco, aunque Ginés solo recuerda que trataba de tranquilizar a Nieves, su esposa desde meses después de su renuncia como Papa.
A las seis de la mañana, todavía de noche, Ginés aparcó el coche en el pueblo, a un kilómetro escaso de la imponente Catedral Basílica de Nuestra Madre del Palmar Coronada. Ambos fueron andando hasta el lugar en el que, como estaba pactado, estarían escondidas las llaves de la entrada, una gran cruz blanca donde algunos fieles rezan. Y entraron.
PREGUNTA. ¿Por qué regresó al Palmar?
RESPUESTA. Alguien en quien yo confiaba, el padre Felipe, me pidió ayuda para salir. Aseguraba que estaba a disgusto allí, que tenía mucha información muy valiosa y me pidió que lo sacara. Ahora sé que fue una encerrona.
Él mismo, el padre Felipe, el organista de la orden, diseñó el plan de huida. Él era un cura repudiado por los jerarcas de la Iglesia. Famosas eran sus juergas nocturnas de estraperlo, que llegaron a costarle la expulsión. Tiempo después del exilio forzoso, fue perdonado y aceptado de nuevo en la Iglesia. No por caridad, fue una jugada para evitar un litigio sobre herencias que él había denunciado en los juzgados. Su regreso fue un pago por su silencio.
La traición del padre Felipe
El padre Felipe llevaba meses comunicándose con Ginés. Al principio fue sus ojos y sus oídos dentro. Le informaba de la agenda del nuevo Papa, el suizo Josef Odermatt, Pedro III; de todo cuanto sucedía tras los altos y gruesos muros del Palmar. Jamás sospechó de él.
Tampoco Nieves, que desde que dejó la orden como monja había almorzado con él en varias ocasiones. “Cuando lo echaron, llegó a estar en mi casa con otros padres expulsados —recuerda la mujer del expapa—; ha comido con mis hijas, le he prestado dinero… No lo vi capaz de traicionarnos. Pese a todo, quise acompañar a Ginés”. “Además, ¿por qué iba a entrar yo en El Palmar? Yo tengo un estatus en mi pueblo, soy funcionaria, tengo familia…”, razona la animadora sociocultural en el Ayuntamiento de Monachil, Granada.
La conversación entre Ginés Jesús Hernández (61 años), Nieves Triviño (53) y los periodistas de El Confidencial tiene lugar en Monachil, un pequeño pueblo situado a espaldas de Sierra Nevada. En el televisor del salón se ven las imágenes de ‘El Palmar de Troya’, una serie de no ficción estrenada días antes en #0, de Movistar, que narra el origen de esta secta religiosa fundada por Clemente Domínguez y Manuel Alonso Corral en 1971 después de que cuatro niñas aseguraran haber visto a la Virgen en un lentisco de la finca La Alcaparrosa.
Esta cita con los medios es la primera que ambos ofrecen después de su paso por la cárcel por los hechos que se relatan, siempre bajo la versión de ambos. Él estuvo 11 meses en prisión provisional, ella apenas 30 días. Una vez sentenciados los hechos, el Juzgado de lo Penal número 10 de Sevilla los condenó a seis (él) y cinco años (ella) por dos delitos: robo con violencia e intimidación en grado de tentativa y delito de lesiones con agravante de disfraz. Y al pago de 32.973,06 euros por los daños causados a Albero Ramón, el padre Silvestre. Hubo acuerdo entre las partes.
La sentencia acuerda el decomiso y la destrucción de dos caretas de payaso, dos pasamontañas de color negro, bridas de color negro, un rollo de cinta americana de color gris, dos alicates corta cables, una petada, una navaja y un martillo.
P. ¿Caretas de payaso?
R. [Nieves]. No se usaron, estaban precintadas. Guardadas en la mochila. Pero, Ginés, diles la verdad. Diles por qué las llevabas.
Ginés sonríe.
“Bueno, os lo cuento yo”, sigue Nieves. “Porque el gilipollas, ¡el muy gilipollas!, acababa de ver 'La casa de papel”, confiesa. “Escúchame, escúchame”, responde Ginés. “Yo no iba encapuchado. Y me daba igual que me grabaran las cámaras”, reconoce.
"Lo que el Papa decía, se hacía"
A las 06:30 del domingo 10 de junio de 2018, Ginés y Nieves entraron a hurtadillas en el Palmar. Ambos se escondieron en un terreno de árboles frutales. Al ser día festivo, no habría actividad en la zona. Lo pactado con el padre Felipe era salir al alba, cuando los curas todavía no se habían despertado.
Poco antes de las ocho de la mañana, Ginés llamó a su cómplice. Su respuesta dejó descolocado al expontífice. “Él incumplió su palabra, no estaba esperándonos. Me informó de que había habido un problema y que debíamos esperar dentro hasta la tarde, el momento idóneo para salir”, relata el expapa.
Ginés y Nieves se guarecieron del sol de junio bajo los árboles. Comieron de los frutales y, escondidos de quienes fueron sus súbditos, hablaron del papel que hasta hace pocos años él había tenido como máxima autoridad de la orden.
“Yo pude haber acabado con la Iglesia Palmariana”, confirma Ginés. “Fui tonto, debí haber tenido mucha más sangre fría. Pude haber puesto todo a mi nombre. ¿Quién me lo iba a rebatir? Nadie. No podían. ¡Yo tenía poderes absolutos!”, razona a El Confidencial.
P. ¿Y se arrepiente de no haberlo hecho?
R: Sí. Me arrepiento de no haber deshecho la orden del Palmar. Pude haberlo hecho en apenas dos meses. Así de fácil [chasca los dedos, rápido].
P. ¿Por qué no lo hizo?
R. Porque yo quería salir de ahí. Pero fui tonto. No imaginé la maldad de esta gente. Me han acusado de robar joyas, de haberme llevado el BMW, de robar dos millones de euros… Pero ¿cuándo han visto ellos dos millones de euros juntos? Por mi mano sí han pasado muchos millones. Durante mi papado llegué a pagar en obras más de seis millones de euros. He dejado en metálico en la caja fuerte, en negro, 300.000 euros. Allí quedaron. Me los pude haber traído, pero no me los traje. En el banco quedaron 270.000 euros. Y ahí se quedaron. No me los traje. No he robado. Y si ellos dicen que lo robé, ¿por qué no me denunciaron?
"Me arrepiento de no haber cogido para mí todo lo que hubiese querido. Lo que el Papa decía, se hacía. No había más. ¿Quién me iba a rebatir?"
P. ¿Se arrepiente de algo más?
R. Me arrepiento de no haber cogido para mí todo lo que hubiese querido. Lo que el Papa decía, se hacía. No había más. ¿Quién me iba a rebatir?
Meses después de su renuncia, Ginés sufrió el robo en su casa. Curiosamente, los ladrones solo se llevaron un disco duro en el que él guardaba toda la información que había recopilado durante años. El contenido de ese archivo, además de comprometer a los actuales jerarcas, era rico en imágenes. Algunas de ellas, recuperadas después, se pueden ver en la serie de Movistar.
“¡Satanás, te vamos a matar!”
“El padre Felipe iba a darme documentación que me faltaba y que era muy importante para mí porque me quita responsabilidad de lo que bajo mi gestión hubiera ocurrido; era una forma de defender con pruebas mis acciones como Papa”, apunta Ginés.
Por eso aguardaron con interés bajo los frutales el momento en el que, como les indicó el padre Felipe, empezara la misa privada para los religiosos. A las 16:30, encontrarían la puerta del monasterio abierta. El nuevo plan establecía que Ginés y Nieves esperaran en unos servicios de la planta baja hasta las 18:00. Después de tocar el órgano, el padre Felipe pondría una excusa para ausentarse de la oración y se reuniría con sus compinches. Juntos saldrían, Ginés y Nieves ocultos, en una de las furgonetas que traen y llevan a los fieles a los cultos desde el pueblo, aprovechando que todos los fieles estarían en misa.
A eso de las cuatro de la tarde, Nieves sintió miedo, pero se lo calló. Cuenta que de entre los frutales salió una serpiente. “No una bicha de campo, una serpiente grande —puntualiza la exmonja—; y puede que fuese la sugestión, pero pensé en decirle a Ginés que nos fuésemos”. Pero ya era tarde, toda la zona estaba tomada por los fieles. Debían seguir el plan del padre Felipe.
Y eso hicieron. Accedieron, como estaba previsto, por la puerta del monasterio, que les habían dejado abierta. Se ocultaron en los servicios y a las seis de la tarde, al oír el tañido de las campanas que anuncian el inicio de los cultos, salieron para emprender la huida.
Pero por el camino se toparon con un imprevisto: el padre Silvestre. Luego llegaron otros: el padre Andrés, el padre Jesús y el padre Liberio. Le preguntaron: “Ginés, ¿qué haces aquí?”. Él respondió: “He venido a por lo que es mío”. Y se le abalanzaron.
Ginés sufrió un hemitórax derecho con laceración pulmonar; Nieves, varias heridas de arma blanca en el costado derecho y en la cara
“Se lanzaron a por mí. Me tiraron sobre una mesa, en la antigua imprenta, y todos los papeles salieron volando. Nieves se quedó paralizada. En el suelo me enganché con el padre Andrés, al que le rompí una pierna. Ellos empezaron a darme patadas. Nieves trató de quitármelos de encima. Ellos gritaban: ‘¡Satanás, te vamos a matar!’. Recuerdo que vi a Nieves en una pared, desplomada y blanca. ‘¡¿Qué habéis hecho?! ¡¡¿Qué habéis hecho?!!’, les gritaba. Y entonces, estando en el suelo, noté un puñetazo agudo en el costado. Les pedí que pararan. Hasta que noté humedad en el torso y me llevé la mano a las costillas. Vi caer la sangre a borbotones. Ellos también la vieron y se apartaron. Fui como pude a ver a Nieves. Tenía una herida en el costado derecho, como yo. Empecé a gritar pidiendo una toalla húmeda para taponarle la herida. No la trajeron. Y grité más fuerte. Todos me obedecieron. Luego ya solo recuerdo a la Guardia Civil entrando. Luego el helicóptero. Después ya nada”.
La tesis de Ginés concuerda con la de su esposa, que asiente durante todo el discurso. “Yo pensé que me moría”, apunta Nieves. El padre Silvestre también resultó herido. Según la sentencia, él fue el autor del apuñalamiento al matrimonio. “Pero fue el padre Liberio el que me apuñaló con un cúter, no con una navaja como todo el mundo dice”, afirma el expapa.
Ginés sufrió un hemitórax derecho con laceración pulmonar; Nieves, varias heridas de arma blanca en el costado derecho y en la cara; el padre Silvestre, otras tantas heridas de arma blanca en varias partes de su cuerpo; y el padre Andrés, una fractura de tibia y peroné izquierdo.
De 'Papa enamorado’ a 'Papa reo'
La siguiente vez que Ginés y Nieves se vieron fue en los calabozos del juzgado de Utrera, Sevilla. Ambos hablaron desde la distancia, separados por los barrotes. La juez determinó prisión provisional para los dos. Ella fue a parar a la cárcel de Alcalá de Guadaira y él a la de Sevilla I.
P. ¿Cómo fueron sus pasos por prisión?
R. [Nieves]. Fue humillante, pero me trataron todos muy bien. Vas viendo que se van abriendo unas puertas, y que se cierran otras.
R. [Ginés]. No estuve mal, allí dejé a muchos amigos.
Cuenta Nieves que a Ginés le pusieron de apodo el Chapo por el respeto que el expapa generaba entre los internos del módulo de respeto de Sevilla I. En los 11 meses que estuvo entre rejas, el que fuera Gregorio XVIII acabó formando parte de la comisión de conflicto, resolviendo disputas entre los otros reclusos. También daba clases de ajedrez y de primeros auxilios. “En ese módulo de respeto está la norma de que nadie te puede preguntar por los delitos que cometiste, pero a mí me conocían todos”, recuerda.
Cuenta Nieves que a Ginés le pusieron de apodo el Chapo por el respeto que el expapa generaba entre los internos del módulo de respeto de Sevilla I
P. ¿Cómo le llamaban?
R. Pues Papa o padre, pero con respeto. Hubo quien se quiso pasar con la guasa y le paré los pies.
P. Confiésese, Ginés. ¿Recibió ofertas sexuales?
R. Maricones también hay en prisión, pero no. El que quería juerga, la tenía. Pero ofertas a mí, ninguna.
P. ¿Veía la droga moverse?
R. Sí, aunque era de máximo respeto, había droga. Medicinas… Nunca vi una pelea, solo rifirrafes.
"La gente me tenía mucho respeto. He ayudado a muchos. Y he dejado a muchos amigos allí"
P. ¿No trató nunca de llevar a esos presos por el buen camino?
R. La gente me tenía mucho respeto. He ayudado a muchos. Y he dejado a muchos amigos allí.
P. ¿Alguien le pidió que le confesara y absolviera sus pecados?
R. No, para nada. Pero ¡yo qué iba a actuar de confesor! No te entra en la cabeza que yo abandono el Palmar porque no creo en mi sacerdocio. Respeto a todo el mundo. ¿En qué posición estoy yo respecto a la religión? Pues en que no creo en nada. No sé en quién creer.
P. ¿En qué le cambió la cárcel?
R. En cambiar mi percepción de la realidad. No todos los que están allí son malos, ni todos los malos que hay en el mundo están allí. He visto a delincuentes, he visto a asesinos… aunque allí todo el que entra es inocente. He visto a mucha gente buena.
P. ¿Lo peor de la cárcel?
R. Las falsas esperanzas. Fueron alargando mi salida meses y meses.
La última confesión: "Hay armas en El Palmar"
En los meses que Ginés estuvo en la cárcel, cuenta que recibió la visita de agentes de la Guardia Civil interesándose por las actividades de la Iglesia Palmariana que él había denunciado ya en los medios: violaciones, sexo con menores, intentos de suicidio, blanqueo de capitales, robo… “Pedí la exculpación de Nieves, que todo lo que contase no me salpicara y mi libertad provisional, pero la fiscal se negó y no colaboré”, recuerda Ginés.
P. ¿Y qué información era?
R. [Sonríe]. Esa no la voy a revelar. Solo puedo decir que está relacionado con armas.
P. ¿Lo del tanque?
R. No, era un elefante. Me lo querían regalar. No es broma. Siendo yo Papa. Querían regalármelo. E insisto, no es broma.
P. ¿Es cierto que en el Palmar querían iniciar una guerra?
R. Si buscas en la Biblia Palmariana o lees los escritos del papa Clemente encontrarás que la gran conquista judeocristiana palmariana empezaría en Sevilla, traspasaría los Pirineos, pasaría por Europa y plantaría el estandarte de la Santa Faz en la Plaza Roja de Moscú. Eso está en la doctrina palmariana.
P. ¿Y se daban pasos para conseguirlo?
R. No quiero hablar de ese tema.
"Solo puedo decir que en el Palmar había armas, y muchas. ¡Armas! Y muchas. En el mercado negro se podía conseguir lo que el Papa quisiese"
P. ¿Se estaba armando un ejército?
R. Tuve que pararle los pies a fieles de Alemania y de Suiza que… Solo puedo decir que en el Palmar había armas, y muchas. Y muchas. ¡Armas! Y muchas. En el mercado negro se podía conseguir lo que el Papa quisiese.
P. ¿Todavía quedan?
R. Y sé en el lugar en el que se guardan.
P. ¿Esto se va a ver en la serie de Movistar?
R. No. Y trataron de sacarme esta información, pero no lo consiguieron.
"Ya no me interesa lo que pase porque se caerá por su propio peso. Lo que me da rabia es que todo el mundo esté con fábulas y no quieran oír la verdad"
P. ¿Qué tiene que pasar para que el expapa cuente todo lo que sabe del Palmar?
R. A mí ya no me interesa lo que pase en el Palmar porque se caerá por su propio peso. Lo que me da rabia es que todo el mundo esté con fábulas y no quieran oír la verdad. ¿Qué va a ocurrir cuando yo diga que sé dónde están las armas? Pues que ya las habrán cambiado de sitio. Ya hace cuatro años de mi renuncia. Y sí, había armas y yo ordené sacarlas del Palmar. Yo. Pero ya no están en el recinto. También sé el lugar en el que mandé llevarlas.
P. ¿Cuántas armas puede haber?
R. ¡Uffff! Fusiles, ametralladoras, pistolas, munición… Pero ahora que no venga la Guardia Civil a pedirme que colabore. ¡Que os den por culo! Tuvieron su oportunidad.
P. ¿Qué haría falta para que hablara?
R. Me tendrían que quitar los penales, toda la condena. A mi mujer y a mí. Y condenar a quien nos apuñaló.
El final de la Iglesia Católica Palmariana
Ginés y Nieves vuelven, meses después de su salida de prisión, a recuperar la normalidad, otra vez. Ni siquiera la nueva serie de Movistar ha desestabilizado la tranquilidad de la pareja, que vive en su nueva casa en Monachil junto con las dos hijas que la exmonja tiene de un matrimonio previo. Ella sigue trabajando como funcionaria del ayuntamiento de su pueblo. Él no quiere ni hablar de la que fue su vida durante décadas, aunque mantiene el contacto con varios miembros que en su día también salieron. Le piden que monte algo nuevo. Un cisma de otro cisma.
P. ¿A qué se dedica ahora el expapa?
R. Actualmente, estoy en paro, recibo el desempleo penitenciario. 430 euros. Y vivimos con la nómina de mi mujer. Porque trabajo… con 61 años que voy a cumplir. Nadie me va a dar trabajo con mi currículo. Al salir estuve unos meses de autónomo, pero… Poco y nada.
"Actualmente, estoy en paro, recibo el desempleo penitenciario. 430 euros. Y vivimos con la nómina de mi mujer. Porque trabajo… con 61 años..."
P. ¿Cuánto han pagado los de Movistar?
R. Dinerito, y poco. No quise hacerlo. Lo hice por Nieves. Recibo muchas llamadas, muchas ofertas. Tampoco voy a dar más entrevistas. Solo a vosotros.
P. ¿Qué no ha contado nunca del Palmar?
R. Que todas las construcciones están sin legalizar. Mañana mismo pueden ir y derribarlo. Como El Algarrobico. Hablé con el alcalde del Palmar de Troya para legalizar todo a cambio de unos terrenos en el pueblo. Solo está legalizado, de hace muchísimos años, el pozo de la Virgen y una de las cinco naves. El resto, nada.
P. ¿Veremos caer el Palmar de Troya?
R. Seguro que sí, no creo que tarde mucho. Mi pena es no habérmelo cargado yo antes. Esa es la pena que tengo.
La noche antes de que todo cambiara, Ginés y Nieves cenaron con unos amigos. Hacía tiempo que ambos celebraban su normalidad como dos vecinos más de Monachil, el pueblo al que él se había mudado por amor después de abandonar su condición de Papa de la Iglesia Católica Palmariana, una secta para muchos. Apenas quedaba resto en él de Gregorio XVIII, el nombre que adoptó como pontífice de esta escisión de la Iglesia romana tras la muerte de Pablo VI. Era sábado 9 de junio de 2018, aunque la cena se alargó hasta pasada la medianoche.