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"Papá, a ti no te puedo engañar. Horrible": tras las familias de los antidisturbios
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RELATO DE LA POLICÍA EN CATALUÑA

"Papá, a ti no te puedo engañar. Horrible": tras las familias de los antidisturbios

La vida tras las operaciones de las unidades de élite de Policía y Guardia Civil en Cataluña muestran otro prisma del conflicto. Cuatro familias cuentan un testimonio lleno de temores

Foto: Agentes antidisturbios durante las protestas de Vía Laietana, en Barcelona. (EFE)
Agentes antidisturbios durante las protestas de Vía Laietana, en Barcelona. (EFE)

Sevilla, Pontevedra y Tarragona. Mujeres, padres e hijos. La vida tras las operaciones de las unidades de élite de Policía Nacional y Guardia Civil en Cataluña muestran otro prisma del conflicto. Malas condiciones laborales, salarios y complementos bajos, cero conciliación, temor, incertidumbre, soledad, apagón informativo... Cuatro familias cuentan su testimonio. Para ellos ahora mismo la cuestión política es secundaria. Sus miedos son otros.

Han sido días difíciles dentro y fuera de Cataluña. Para Manuel, "la peor" semana desde que es Policía Nacional. No por él sino por su hijo. Que siguió sus pasos. Los dos que tiene ingresaron en el cuerpo y uno forma parte de una de las Unidades de Intervención Policial (UIP) que acudieron desde Sevilla a Barcelona la semana de los altercados más violentos. "Esos días teníamos prevista una semana de vacaciones en Portugal y en cuanto me enteré de que se iba, hice lo imposible por cancelarlo. No quería estar fuera de España. Convencí a mi mujer y lo cambiamos por una semana en Madrid. Solo pensaba, cuanto más cerca, mejor. Temía lo peor".

Sobrecoge sentir vulnerable a todo un veterano señor policía, que esconde su temor bajo unas gafas oscuras y una voz aplomada y firme. "No te apartas de la televisión. No paras de mirar las redes sociales. Le ocultas la información a tu mujer. La ves sufrir. Quieres que lo viva de otra manera, pero es difícil. Cada vez que termina el turno, mi hijo llama. Para que nos quedemos tranquilo. Para su madre siempre tiene palabras tranquilizadoras. A mi no me puede engañar y me cuenta. "Papá hoy ha sido horrible. Estamos preparados, pero no sabes lo que hay aquí", cuenta Manuel en una charla intensa. "Conmigo, se desahoga y yo disimulo". En todos los testimonios sale una palabra: lo peor es el "odio".

Foto: Policías antidisturbios durante los altercados de Barcelona. (EFE)

"Es todo tan desproporcionado". Es abuelo. Su hijo tiene ahora un niño de 9 meses. Sabe que eso lo hace todo más complicado. Él mismo lo comprobó como policía cuando fue padre. "Seguro que lo ha pensado, pero al final a mis hijos les gusta lo que hacen. Les apasiona. Tienen claro desde pequeños que querían dedicarse a eso. Y ya está", zanja para restar importancia a lo ocurrido. Traslada un mensaje de ánimo a los compañeros que siguen allí, de reconocimiento a su trabajo, y un abrazo fuerte a los heridos y sus familias.

Nada que ver con el 1-O

Su hijo es compañero de Antonio. Desde Sevilla han ido unos 140 agentes, tres grupos. Interior envió 2.000 policías y guardias civiles de toda España a Cataluña como refuerzo. Ambos vivieron la operación Copérnico hace dos años y ahora los altercados en Vía Laietana. Acaban de regresar a casa. "Por dónde empiezo", pregunta para arrancarse a hablar veinte minutos seguidos. Se nota que aún hay imágenes que está volviendo a ver por primera vez y asimilando mientras las narra.

placeholder Policías antidisturbios durante los incidentes que se produjeron en Barcelona. (EFE)
Policías antidisturbios durante los incidentes que se produjeron en Barcelona. (EFE)

"Desde el lunes las intervenciones fueron bastante duras. Desde Vía Laietana ante 4 o 5.000 personas increpándote, tirándote de todo, pintura, huevos, latas de cerveza llenas... Fue espectacular. Eso te sorprende, pero el nivel de violencia que se fue creando desde el martes, miércoles noche, hasta el jueves y el viernes, que fue el estallido por excelencia. Yo entré a las cuatro de la tarde, pero había compañeros a los que llevaban hostigando allí en jefatura desde la una. Había compañeros completamente cubiertos de harina, de huevos... La guerrilla urbana fue muy violenta".

"Cargamos hacia la masa porque no había otra manera. Nosotros no hablamos de cargas sino de un empleo progresivo de medios en función de la violencia que la masa tiene hacia ti. Se van dando pasos según la escala de violencia para repelerla. Hubo momentos de pánico, mucha tensión y mucho miedo". En el contingente de Sevilla no hubo ningún herido. Fue un compañero vigués el que peor parado salió con un traumatismo y fractura de cráneo con un adoquín. "Estamos todos unidos. En permanente contacto". Interior cifró en 288 los agentes heridos, 153 mossos.

"La guerrilla urbana fue muy violenta. Cargamos hacia la masa porque no había otra manera. Hubo momentos de pánico, mucha tensión y miedo"

"Mi madre y mi pareja ya vivieron la operación Copérnico, que estuve casi tres meses fuera". Fue en 2017. Llegó a Cataluña en septiembre y volvió a casa en noviembre. Pero aquello, dice, "fue diferente". "No pasó nada de lo que he visto esta semana. Hubo momentos muy tensos, algaradas de mucha menor intensidad. Hostigamiento. Pero no esta violencia", cuenta. Entonces le tocó en Lérida. "El 1 de octubre yo diría que no hubo violencia. Hubo resistencia". A Antonio le han tocado muchos dispositivos. De Champion League, en la frontera de Ceuta y Melilla, ha vivido muchos saltos a la valla. "Lo que pasó en Barcelona, no lo he visto yo en la vida, con ese nivel de organización". Lleva 14 años en la UIP. Su madre es ya mayor. Él la protege. Prefiere que no ponga las noticias porque lo pasa mal. "Cuando la cosa se complicaba veía que cuando llamaba tenía la voz entrecortada. Siempre intento darle la mínima información posible. Tranquilizarla. Para qué preocuparla más de lo necesario. Mi mujer, sinceramente te digo, lo vive como la mujer del torero", dice entre risas. "Ella no quiere ver nada. No pone la tele. Si sale algo, lo quita. La llamo cada tarde noche y me guardo datos. Para ellos es innecesario saber. Con que llegue mi llamada, ya está. He pasado bien el día y ya. Aunque hay cosas que no se pueden tapar".

"Como la mujer del torero"

"La violencia física extrema se ve, pero hay otra cosa difícil de explicar, no hablo de la mayor parte de los catalanes por supuesto, hablo de los que teníamos enfrente, rezuman odio por todo lo que huela a español. Un odio inoculado desde hace muchos años y eso se vive frente a frente". Los desplazamientos no son voluntarios. Desplazan a tu unidad y te tienes que ir. Económicamente no compensa, pero lo peor es alejarte de tu familia, de tu entorno. "Llevo aquí 14 años y sé que esto tiene un final. Cuando ascienda y pase de escala abriré una nueva etapa. Ahora mismo es mi destino y es lo que tengo". "Se vende mucho nuestra imagen represiva, pero yo me he pegado años yendo a centros de estancia de inmigrantes haciendo labores humanitarias. He hecho muchas más tareas humanitarias que represivas, pero eso no vende. Somos más que antidisturbios".

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"Nosotros vivimos en un pueblo a las afueras de Pontevedra. Mi marido es guardia civil, es GRS y este jueves se fue a Cataluña", cuenta Lucía. Sus hijos están mal. Sobre todo el mayor que tiene siete años. Llora cada mañana por su padre desde que se enteró que se iba. Otro tiene cuatro años y el pequeño nueve meses. Ella trabaja. En el pueblo no tienen familia y "nosotros para coger una persona es algo muy complicado". "Para la Guardia Civil la conciliación familiar no existe. Imagínate. Se lo dijeron el martes y el jueves, se fue. Nadie sabe cuándo van a volver". Su marido también estuvo en 'la Copérnico'. Se marcharon en octubre y volvió a casa en fin de año. "Se hizo muy largo, muy largo".

"Para la Guardia Civil la conciliación familiar no existe. Imagínate. Se lo dijeron el martes y el jueves, se fue. Nadie sabe cuándo van a volver"

"Lo paso fatal. La situación que tienen allí, lo que veo en la televisión, los niños, el trabajo...". Lucía es fuerte, pero a veces coge aire. "Mi hijo mayor ya controla. Esta vez sí se da cuenta de lo que sale en las noticias. Se preocupa. Tiene miedo. Su marido está ahora mismo en un camping, en unos bungalows. Le dan 28 euros de dieta al día para desayunar, comer, cenar, lavandería... "No les compensa económicamente, desde luego. Llegaron a las diez de la noche y hoy (viernes) a las cinco de la mañana en pie porque tenían una charla. Desde donde se hospedan a la comandancia son dos horas de trayecto. Son unas condiciones bastante malas".

"Si no llama, me pongo histérica"

"Si está fuera intento no ver la tele y le pido que me llame dos veces al día. Si no, me pongo histérica", cuenta. "El pueblo se porta muy bien. Eso sí es verdad. Me siento apoyada donde yo vivo. Las vecinas me ofrecen ayuda". Nada que ver, explica, con lo que pasa su marido en Cataluña. "A él le gusta su trabajo, sí, es verdad. Pero qué condiciones, cómo no les dan facilidades", se queja, "al llevarlos así se complica todo más". Vivió con especial ansiedad la primera vez que se fue a Cataluña en 2017. "Fue angustioso. No sabía cuando volvía. Pasaban los días y los meses y él no venía". Les dieron unos tres o cuatro días libre, cuenta, y se compró un billete de avión. El día antes, le informaron de que no había descanso y perdió el vuelo y el dinero. Unos cien euros. "Imagínate", suspira Lucía.

"Este fin de semana se va a liar otra vez en Barcelona. Ya verás", dice la mujer de un guardia civil en Tarragona

Carmen tiene a su marido al lado, en un pueblo de Tarragona, aunque en cualquier momento lo mueven. "Este fin de semana se va a liar otra vez en Barcelona. Ya verás", dice al otro lado del teléfono. Suspira por vivir en Cádiz. Antes había mujeres de compañeros guardias civiles que la llamaban para preguntarle por Cataluña como destino. Ahora hace ya mucho que nadie quiere venir. Ella es nacida en Tarragona y su marido también, aunque sus familias no son catalanas. Todas las historias son duras, pero la suya es asfixiante. Hace dos años vivió el 'procés' y superó un cáncer. Todo a la vez. "A mí no me calla nadie", dice de vez en cuando aunque confiesa que en su trabajo no saben que su marido es guardia civil. "Tengo dos compañeras independentistas y una es de los CDR. No puedo decir que mi marido es lo que es. Te juzgan. Ellas tienen la razón siempre en todo". En otro momento dice "su padre era como él". Evita decir Guardia Civil. El viernes se empeñó en ir a trabajar aunque tuvo que hacer muchos más kilómetros de los habituales porque la carretera estaba cortada.

"Mi hijo le preguntó a su padre por qué sus compañeros pegaban a los señores con bastones. Mi marido lloró"

"Te sitúo desde el 1 de octubre. Hace dos años paseaba al perro y vi que estaban los críos en el patio pintando la palabra 'libertad' con tiza. Me torcí. A qué venía eso. Cuando salió el niño me contó que habían estado viendo una película donde 'la policía pegaba a señores con bastones'. Él llegó y preguntó a su padre por qué sus compañeros pegaban a la gente. Mi marido, después, lloró", cuenta en una conversación donde cada pasaje es un torrente de indignación. Su hijo tenía 6 años. Estaba en primero de Primaria. Su padre es guardia civil. Desde entonces, la palabra independencia está cada día en su vocabulario.

En el patio, en catalán

"La cosa está muy tensa en el colegio. A mí me afecta por partida doble. Como mujer de y madre de. No puedo ir a hablar. ¿Cómo voy a ir?", pregunta al aire. En una especie de 'Good Bye Lenin' trató de disfrazar lo que ocurría para su hijo. El 1-O era para el pequeño el resultado de un partido de fútbol. Eso le contó. Pero no podía disfrazar algunas cosas. "Llegó de una excursión cantando una canción típica infantil de aquí, de un caracol que sube a una montaña, con una letra que decía Cataluña fuera de España, votaremos que sí", recuerda indignada. Ahora, le prohíben en el patio hablar castellano. ¿En serio? "En serio".

Sueñan con irse a Cádiz y lamentan que los compañeros en el País Vasco sigan teniendo privilegios que deberían tener ahora en Cataluña

Sus profesores saben que el padre es guardia civil. "En el pueblo lo sabe todo el mundo. Son 1.200 habitantes". Esperan un traslado. "El otro día mi hijo le dijo a su padre que por qué a los españoles no nos querían aquí. Que si teníamos que irnos, nos íbamos". En realidad, cuenta su madre, el niño no quiere irse, pero empieza a estar agotado. "Le dijeron que a una señora mayor como a su abuela le habían pegado por llevar una bandera española y está muy preocupado". Ya son casi nueve años. "Tiene un chándal de la selección española y no se lo puede poner. No lo entiende". "A veces salto. Ellos tienen toda la razón siempre. Todo es culpa de la policía porque ellos son gente de paz. Pero yo tuve que ir a trabajar haciendo muchos más kilómetros y porque me dejó la empresa salir y entrar antes porque soy la que vivo más lejos de la fábrica". "Soy facha por ser española. ¿Por qué? No lo entiendo. Tengo ganas de llorar de impotencia. Es lo que digan ellos sí o sí, siempre tienen la razón y no les lleves la contraria. Encima eres mala. Te tienes que callar muchas veces".

Una nómina de 1.500 euros

Carmen sueña con Cádiz. "Estoy enamorada". Pero el traslado es muy difícil. "Mi marido lleva 25 años, pero si un compañero del Norte —se refiere al País Vasco— pide el traslado y lleva solo dos, tiene prioridad". Pide que se revisen esas preferencias. "Ahora mismo yo creo que es peor estar aquí, la verdad. Los podrían primar aquí. De momento no hay bombas, pero... Y cobrando 1.500 euros. Cuando un compañero de los Mossos cobra 2.500. Recuerda la equiparación salarial, por favor. Dónde está. Se la está subiendo el sueldo en complementos y cuando se jubilen eso no está cotizado. La gente no sabe lo que es el día a día. No saben lo que es mujer de. No veo solución. Esto va cada vez a peor".

Todos los nombres del artículo son ficticios. Cualquier familia que haya accedido a hablar pidió anonimato aunque todas facilitaron, con garantía de protección, sus datos personales e historias particulares a este periódico. Los testimonios han sido recabados gracias a la ayuda del Sindicato Unificado de Policía (SUP) y la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC), que allanaron el contacto con las familias.

Sevilla, Pontevedra y Tarragona. Mujeres, padres e hijos. La vida tras las operaciones de las unidades de élite de Policía Nacional y Guardia Civil en Cataluña muestran otro prisma del conflicto. Malas condiciones laborales, salarios y complementos bajos, cero conciliación, temor, incertidumbre, soledad, apagón informativo... Cuatro familias cuentan su testimonio. Para ellos ahora mismo la cuestión política es secundaria. Sus miedos son otros.

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