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Así se fabricó al falso culpable de Almonte: 151 puñaladas y el asesino sigue suelto
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ADELANTO EDITORIAL

Así se fabricó al falso culpable de Almonte: 151 puñaladas y el asesino sigue suelto

El próximo 15 de febrero se publica el libro 'El crimen de Almonte. Cómo fabricar un asesino', de Javier Caraballo, periodista y columnista de El Confidencial, sobre el insólito caso

Foto: F. J. M. (i), el único acusado por el doble crimen de Almonte, tras ser declarado no culpable. (EFE)
F. J. M. (i), el único acusado por el doble crimen de Almonte, tras ser declarado no culpable. (EFE)

[PRIMERA PARTE: EL ASESINATO]

Fiesta y muerte en Almonte

A las diez de la noche y tres minutos del 27 de abril de 2013, Dayse Maribel Gadvay Moreano le puso un mensaje de WhatsApp a su novio, Francisco Manuel: "Qué miedo, niño. Están peleando al lado de mi casa. Una niña está gritando". Al otro lado del pueblo, una multitud se agolpaba frente a la iglesia, con las puertas abiertas, para oír la Salve rociera que se cantaba dentro. A lo lejos, pasaban unos caballistas bajo las guirnaldas que ya colgaban en las calles. Es sábado y en Almonte se vive un fin de semana que hierve con la primavera y que desembocará, llegado el mes de mayo, en la aldea de El Rocío. Fredy Vinicio, un hermano de Dayse Maribel, contará luego a la Guardia Civil que él pudo oír algo más que los gritos; pudo distinguir cómo discutían dos personas con acento almonteño y que un hombre le gritaba a otro: "¡Hijo de puta, qué haces aquí, me tienes harto!". Pasaban las diez de la noche y, según la autopsia, a esa hora asesinaron brutalmente a Miguel Ángel de cuarenta años de edad, y a su hija María, de ocho años. Les dieron 151 puñaladas. Los cuerpos no los encontrarían hasta dos días después, tras un reguero de sangre que recorría todos los pasillos de la casa.

[Javier Caraballo publica el libro 'El crimen de Almonte. Cómo fabricar un asesino'. Reproducimos dos extractos del libro]

La Sabatina de la Virgen del Rocío, cuando se celebra en Almonte, no es una fiesta cualquiera. En toda la geografía católica pueden contarse por centenares o miles las devociones patronales, pero no debe haber otra identificación de un pueblo con su Virgen como la que se da en Almonte con su patrona, la Virgen del Rocío. Mucho más cuando la Virgen regresa a Almonte. Eso sucede cada siete años, la Virgen hace el camino desde la aldea de El Rocío, a catorce kilómetros y medio de Almonte, y se queda durante nueve meses en el pueblo hasta la siguiente romería, que siempre coincide con el domingo de Pentecostés. Cada sábado, en la parroquia de la Asunción, un precioso templo mudéjar de paredes blanqueadas, se celebra una misa en su honor, la "Sabatina", pero ese sábado, el 27 de abril de 2013, casi todo el pueblo se había echado a las calles, que estaban engalanadas, y muchos devotos de fuera de Almonte habían acudido al pueblo porque ese día era el último, la última Sabatina antes de que la Virgen del Rocío volviera a su aldea.

placeholder María Espinosa, madre y abuela de las víctimas del doble crimen de Almonte (Huelva). (EFE)
María Espinosa, madre y abuela de las víctimas del doble crimen de Almonte (Huelva). (EFE)

Miguel Ángel Domínguez Espinosa no era de los más devotos de la Virgen del Rocío, al menos no como otros almonteños. De hecho, en una de las primeras inspecciones oculares que se realizaron en su domicilio cuando se hallaron los cadáveres, los investigadores de la Guardia Civil encontraron un documento del Obispado de Huelva en el que se certificaba que Miguel Ángel se oponía al bautizo cristiano de su hija, María. Quizá, por eso, porque Miguel Ángel no vivía la religiosidad como la inmensa mayoría en Almonte, en ese día festivo de vítores y de fiesta, en el día en el que lo iban a asesinar brutalmente en su casa, lo que hizo fue aprovechar que tenía el turno de mañana en el supermercado Mercadona, en el que trabajaba, para quedar a comer con unos amigos y luego, ya por la noche, ver el partido de fútbol en su casa, Atlético de Madrid-Real Madrid. Como hacía tan solo unos días que ya no vivía con su mujer, Marianela Olmedo, de la que estaba separándose, Miguel Ángel también le había prometido a su hija María que, en cuanto acabase el partido de fútbol, la llevaría a cenar a una pizzería, aprovechando que ese fin de semana le tocaba a él estar con ella.

La última persona que los vio con vida

Existe una especie de morbo inconsciente cuando se produce una tragedia como esta de Almonte y, al reconstruir los hechos, se repara en la última persona que vio con vida a los asesinados. Es el vértigo que entra al saber que, sin ser conscientes, se ha recorrido un abismo caminando por el borde y luego se repara en que, por unos minutos, por una decisión inesperada de última hora, esa persona quizá se salvó de la muerte. O, al contrario, que con su sola presencia, si se hubiera quedado hasta el final del partido, hasta que padre e hija se marchasen a la pizzería, se podría haber evitado la tragedia. Es lo que le ocurrió a Francisco José Castañeda: estaba viendo el partido de fútbol en casa de Miguel Ángel y se marchó cinco minutos antes de que terminase el encuentro; nada más irse, entró el asesino. Esa sería la primera de muchas coincidencias porque ese partido, además del interés futbolístico que tienen ese tipo de derbis, fue especialmente emocionante: comenzó ganando el Atlético de Madrid con un gol de Falcao, remontó luego el Real Madrid y los minutos finales fueron de un acoso constante del equipo de Simeone, con ocasiones constantes para volver a empatar. Sin embargo, Castañeda no se esperó al final y se marchó.

La última persona que les vio con vida dejó la puerta superior entreabierta, estando por completo seguro de que cerró la de la planta inferior

En su declaración ante la Guardia Civil, el propio Castañeda detallaría los instantes finales en los que estuvo con Miguel Ángel y su hija, en su condición de la última persona que los vio con vida antes de que llegara el asesino. "Francisco José Castañeda se encontraba sobre las 21.45 horas en el domicilio de Miguel Ángel viendo finalizar el partido de fútbol, y como este y su hija se encontraban haciendo preparativos para ir a cenar a la pizzería Cuatro Caminos de Almonte, decidió marcharse de la vivienda, faltando unos cinco minutos para que finalizara el encuentro deportivo, indicándoselo a Miguel Ángel, afirmando que cuando salió del domicilio, dejó la puerta de la planta superior de la vivienda entreabierta, estando completamente seguro de que cerró la de la planta inferior, cerciorándose de esto tras empujar la puerta para comprobar que estaba encajada, comprobando que la misma no se abría, desplazándose posteriormente hasta su domicilio".

[CUARTA PARTE: EL MONTAJE]

Culpabilidad a la medida de un sospechoso

Muchos años antes del nacimiento de Jesucristo, en los albores del Imperio romano, el Senado republicano decidió enviar a Atenas a tres magistrados para que estudiaran el legado de Solón, uno de los siete sabios de Grecia que había redactado unas leyes inspiradas, no en mandatos sagrados, sino en una ética jurídica de la igualdad. De aquel interés del Senado romano surgiría un principio que, todavía hoy, se conserva como fundamento básico de los derechos humanos y como la piedra angular del derecho penal, el pilar sobre el que se sustenta todo lo demás: el 'onus probandi', quien acusa, tiene que probar. Si a una persona se la acusa de un delito, no es esa persona quien tiene que demostrar que no lo ha cometido porque eso es, precisamente, lo que quisieron superar los romanos, la 'prueba diabólica', que es como se sigue llamando. Es el que acusa quien tiene que demostrarlo. Lo que resulta sobrecogedor e inquietante de nuestros días es que, 2.500 años después, la sociedad en la que vivimos esté experimentando una regresión brutal en todos esos principios fundamentales.

Un proceso penal tiene que servir para encontrar al asesino no para señalar a un culpable

Los extraordinarios avances tecnológicos de la era de Internet, la comunicación viral en redes sociales de verdades, mentiras y medias verdades, que se asumen sin capacidad alguna de distinguir entre ellas, hacen posible la terrorífica tentación de que los juicios paralelos acaben influyendo en los fallos judiciales más incluso que las pruebas condenatorias que se presentan. En el juicio por el doble crimen de Almonte es imposible no pensar que ha existido esa tentación para retorcer la realidad, manipular las evidencias y extraer la prueba condenatoria de un espectáculo mediático.

placeholder Portada de la obra 'El crimen de Almonte. Cómo fabricar un asesino'
Portada de la obra 'El crimen de Almonte. Cómo fabricar un asesino'

Desde los principios fundamentales del derecho romano hay algo que no ha cambiado: un proceso penal tiene que servir para encontrar al asesino no para señalar a un culpable. Esa es la regla fundamental que, sin éxito pero con evidentes consecuencias, se ha intentado pervertir en el caso de Almonte. Catorce meses después de que se cometiera el asesinato, se forzó la inculpación de una persona para resolver un caso y solventar una investigación policial errada o, simplemente, frustrada. Se pretendió construir una inculpación perfecta a partir del hallazgo de su perfil genético en tres toallas limpias, perfectamente colgadas en sus respectivos toalleros, sin muestra alguna de haber sido utilizadas en una escena del crimen dantesca, con sangre esparcida y salpicada por techos y paredes. Con ese sustento mínimo, se construyó y se montó todo lo demás: se descartó aquello que no cuadraba con el autor señalado, ya fueran restos biológicos o pruebas periciales, y se modificó el resto para hacerlo encajar con la versión elegida.

Se cambian las horas, se cambia el escenario del crimen, se cambian las huellas encontradas y, por supuesto, se cambian los testimonios y hasta el carácter de las personas. Y para envolverlo todo, se antepone el delito que, en la actualidad, todo lo tapa, la acusación ante la que nadie se atreve siquiera a objetar nada: un delito de violencia de género. Tan graves son, en la realidad, los problemas de violencia de género que padecen miles y miles de mujeres, tan necesaria es la lucha eficaz contra toda forma de machismo que pueda degenerar en comportamientos violentos, humillantes o, simplemente, desconsiderados contra las mujeres, que la utilización grosera de esa bandera social en un caso de doble crimen como el de Almonte se hace especialmente reprobable. Intolerable, además de repulsivo. Pero así ha ocurrido: para justificar la autoría de dos crímenes sobre los que no existían pruebas, se inventó un móvil, la violencia de género, y se incorporó solapadamente como un delito más a la vista oral celebrada en Huelva, en septiembre de 2017.

Primer cambio: Las horas del doble asesinato

Toda investigación criminal debe tomar como referencia aquellos aspectos que no sean susceptibles de interpretación. Una especie de balizas o líneas rojas que determinan y circunscriben las posibles hipótesis que se puedan establecer para esclarecer la autoría de un delito; como marcar el campo de trabajo. En el caso de Almonte, esas balizas fundamentales, incuestionables y libres de toda interpretación, son dos referencias temporales, dos conversaciones de teléfono (un mensaje y una llamada), que determinan cuándo se cometió el crimen y dónde estaba la persona a la que la Guardia Civil señaló como autor del doble asesinato. Antes, existe una tercera referencia temporal que se obtiene por la salida de la casa de la última persona que vio con vida a Miguel Ángel y a su hija María, Francisco José Castañeda.

Para justificar la autoría de dos crímenes sobre los que no existían pruebas, se inventó un móvil, la violencia de género

Recordemos que a las 21.45 de la noche de aquel fatídico sábado, 27 de abril de 2013, Castañeda estaba viendo un partido de fútbol con la víctima, y con su hija, a la que acababan de llevar los abuelos al domicilio para que pasaran juntos el fin de semana. Por lo tanto, el asesino entró en la casa a partir de las 21.45, una vez que quedó acreditado que Castañeda no tuvo ninguna implicación en los hechos y que, al salir, cerró la cancela por la que se accede al piso desde la calle avenida de los Reyes. Lo siguiente es un mensaje de WhatsApp. Una vecina del piso, una ecuatoriana llamada Dayse Maribel Gadvay Moreano le puso un mensaje a su novio: "Qué miedo, niño. Están peleando al lado de mi casa. Una niña está gritando". La Guardia Civil comprueba que ese mensaje se emite a las 22.03 minutos de la noche.

Cuando alguien utiliza el gerundio, "están peleando", "está gritando", lo que quiere expresar es que los acontecimientos se están produciendo en ese momento porque si se trata de un momento pasado, el tiempo verbal hubiera sido otro, por ejemplo, "qué miedo niño, han peleado al lado de mi casa y una niña estaba gritando". Por lo tanto, se sabe que el asesino no pudo entrar en la casa antes de las 21.45, que es la hora en la que Castañeda abandonó el domicilio, y que la agresión se estaba produciendo a las 22.03. Entre esas dos referencias, lo único que se puede añadir es que, con toda probabilidad, Miguel Ángel acabó de ver el partido de fútbol, que duchó a su hija y la vistió para marcharse juntos a la pizzería (la niña estaba vestida cuando la asesinaron con la ropa que los abuelos le habían dejado para que se la pusiera esa noche) y que luego se metió él en la ducha, que es donde todos los informes periciales coinciden que comenzó la agresión.

En dos minutos no es posible cometer un crimen de esa naturaleza y atravesar Almonte en un día grande de fiesta

¿Dónde estaba ese día y a esa hora Francisco Javier Medina, al que la Guardia Civil culpó del doble asesinato? Su versión es que estuvo trabajando en el supermercado hasta las diez de la noche, pero esa es también una referencia interpretable, cuestionable, porque no existe constancia documental, ni de ningún otro tipo, y porque la última vez que lo captaron las cámaras de seguridad del Mercadona —en ese supermercado solo hay cámaras de seguridad enfocando la zona de cajas— eran las nueve de la noche. La referencia temporal incuestionable que sí ofrece Francisco Javier Medina son las 22.09: en ese momento, todos los trabajadores salen del supermercado tras finalizar la jornada laboral y, a esa hora exacta, él está en la puerta del Mercadona, dentro de su coche, hablando por teléfono con Marianela, que también se ha montado ya en el suyo.

¿Cómo es posible que Francisco Javier Medina estuviera a las 22.03 peleando y apuñalando a dos personas y que, seis minutos más tarde, estuviera impoluto, en la puerta del supermercado, hablando tranquilamente por teléfono? Si el trayecto entre el domicilio en el que se cometieron los asesinatos y el supermercado Mercadona es de, al menos, cuatro minutos en coche, la misma pregunta se reduce, por lo tanto, a dos minutos que sería el tiempo que empleó en apuñalar en 151 ocasiones a las dos víctimas, desprenderse de la ropa ensangrentada y limpiarse los restos de sangre en su cuerpo —"la escena del crimen era salvaje", dijeron los investigadores—, aprovechar un momento en la calle en el que pudiera bajar sin ser visto, atravesar las calles en su coche con la misma prudencia, llegar al supermercado, encontrar aparcamiento, "curiosamente" en el mismo sitio en el que había dejado su coche ocho horas antes, y colocarse como si tal cosa al lado de su vehículo justo cuando Marianela estaba saliendo del supermercado, confundiéndose con el resto de trabajadores que abandonaban el trabajo.

Tras la detención de Francisco Javier Medina, se cambian radicalmente los horarios y lo que se afirma es que el crimen acabó a las 22.03

No hace falta ser un experto criminalista, simplemente estar dotado del más elemental sentido común, para saber que en dos minutos no es posible cometer un crimen de esa naturaleza y atravesar Almonte en un día grande de fiesta, después de haberse limpiado en los dos cuartos de baño de la vivienda, según la versión de la Guardia Civil. Y como es humanamente imposible sostener ese crimen con ese cronograma, lo que se hace es, sencillamente, cambiar las horas hasta hacerlas coincidir con la sospecha. Los investigadores de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, asignados a la investigación del crimen de Almonte, cambian hasta en tres ocasiones los horarios del crimen para hacerlos encajar con la hipótesis que mantienen. La primera versión que se ofrece en el informe del 30 de octubre de 2013 (es decir, seis meses después del doble asesinato, cuando ya se han practicado numerosas pruebas periciales y testificales) fue que el asesinato se inició entre las 22.03 y las 22.10. Dice así ese informe: "De las indagaciones practicadas, se pudo averiguar de forma muy aproximada la data del inicio del incidente, entre las 22.03 y las 22.10 horas aproximadamente del día 27 de abril de 2013, horario en el cual se escucharon los golpes y sonidos bucales proferidos durante el altercado". Esa precisión ya supone una modificación de la impresión inicial que lo establecía "entre las 22.00 y las 22.15 horas aproximadamente, como primera comprobación".

El crimen pasa de haber comenzado 'a las 22.03' a haber finalizado 'antes de las 22.03'

Tras la detención de Francisco Javier Medina, se cambian radicalmente los horarios y lo que se afirma es que el crimen acabó a las 22.03. Es decir, que cuando la joven ecuatoriana le puso un mensaje a su novio contándole que al lado de su casa "están peleando" y "una niña está gritando", lo que demuestra ese gerundio es que se trata de "hechos que ya han sucedido", hechos del pasado. El teniente de la UCO, responsable de la investigación, lo mantuvo así, literalmente, en la vista oral. Tras la detención de Medina, fue la versión que se incluyó en el informe remitido al juzgado para justificar su inculpación en el doble crimen.

Informe de la UCO del 27 de junio de 2014: "Analizados los datos aportados por Dayse, se obtiene que la reyerta que se produjo en casa de sus vecinos, pudo iniciarse en el horario comprendido entre las 21:52:02 horas y antes de las 22.03 horas por el contexto del mensaje de WhatsApp, puesto que en ese mensaje ya indica a su pareja que tiene miedo por lo que está escuchando". En la vista oral, los investigadores de la UCO todavía ofrecerían una versión más: El crimen se produjo 'entre las 21.51 y las 22.02'. En fin… La cuestión fundamental es que, sorprendentemente, el crimen pasa de haber comenzado 'a las 22.03' a haber finalizado 'antes de las 22.03'. Si el sospechoso tenía una coartada incuestionable —una llamada de teléfono— para demostrar que cuando se estaba cometiendo el crimen estaba en otro sitio, se cambian los horarios y la coartada se invalida, sin más.

'El crimen de Almonte. Cómo fabricar un asesino' (Almuzara, 2019) se publicará el 15 de febrero.

[PRIMERA PARTE: EL ASESINATO]

Guardia Civil Sucesos Huelva
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