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El pesquero que salió a por merluza y quisquillas y volvió con 35 subsaharianos
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A LA DERIVA EN EL MAR DE ALBORÁN

El pesquero que salió a por merluza y quisquillas y volvió con 35 subsaharianos

Ocurrió en pleno invierno y es el único barco de pesca que ha tenido que sacar del mar a migrantes desesperados por alcanzar tierra firme en Motril, donde llegan pateras a diario

Foto: Cuatro de los tripulantes de esa noche en el Pico Veleta. (M.Z.)
Cuatro de los tripulantes de esa noche en el Pico Veleta. (M.Z.)

Cuando esa noche salieron a faenar, Jesús, Miguel, 'Peque' o Antonio no se imaginaron lo que el mar les tenía guardado. Era un día normal de noviembre en el que esperaban capturar las habituales cigalas, merluzas o quisquillas de Motril (Granada) para venderlas luego en la lonja local.

Pero en medio de la oscuridad, la luz de una linterna llamó la atención de su barco, el Pico Veleta. Orientaron los focos a la inmensidad y descubrieron unas manchas naranjas que se movían, muy juntas, con el oleaje. No era la primera vez que veían una patera hacinada de personas con chalecos salvavidas, pero nunca una se había acercado tan desesperadamente a su barco pesquero.

Les echamos cuerdas para que se agarrasen, estaban extenuados, no tenían fuerzas

"Fue cuestión de minutos, se lanzaron literalmente al barco, tuvimos que parar los motores corriendo porque llevábamos las redes de arrastre y se podían quedar enganchados, era peligroso", recuerda Miguel en el bar de la lonja donde los marineros se relajan tras una jornada en alta mar. "Me impresionó mucho que eran como zombis, desesperados por subir a bordo", narra a su lado Jesús. Los recuerdan sentados en cuclillas en una lancha, sin espacio para moverse más allá del hueco que ocupaban. "Venían muertos de sed, de hambre y de frío".

placeholder Salvamento.
Salvamento.

Como pudieron, los marineros ayudaron a subir a los 35 subsaharianos que habían llegado un 20 de noviembre sin luna. Entre ellos, tres mujeres y un menor, aunque prácticamente ninguno superaba la veintena. "Eran críos". Algunos llevaban chalecos, otros simplemente la cámara de un neumático alrededor de su cuerpo. En medio de la desesperación, varios se tiraron al mar, sin saber nadar. "Les echamos cuerdas para que se agarrasen, estaban extenuados, no tenían fuerzas, teníamos que tirar de ellos, y eso que eran chicos fuertes", rememoran. Uno de ellos no alcanzó un punto de agarre y empezó a alejarse con el oleaje. "Busqué a gritos al patrón. Nunca dicen quién es porque les pueden detener por tráfico de personas, pero me vio tan cabreado que salió", recuerda Jesús padre, que aunque está retirado, esa noche había salido a la mar con el barco familiar, que ahora capitanea su hijo, tercera generación de marineros. "Cuando por fin salió le dije que se volviera a subir a la lancha y fuese a por él, porque nosotros no nos podíamos mover".

Apenas habían pasado cinco minutos, pero el náufrago estaba al borde la hipotermia. "Me pedía abrigo por señas. Les dimos a cada uno mantas, ropa… absolutamente todo lo que teníamos en el barco". Una vez a bordo, desesperadamente, preguntaron a coro, "¿Esto es España?". "Cuando les dijimos que sí, empezaron a saltar, a reír, era una fiesta", recuerda otro de los marineros.

placeholder Jesús (hijo) con algunos de los subsaharianos que rescataron del mar de Alborán. (Imagen cedida)
Jesús (hijo) con algunos de los subsaharianos que rescataron del mar de Alborán. (Imagen cedida)

Patera y pesquero se encontraron en el mar de Alborán, a unos 120 kilómetros de la costa granadina, y un punto clave en el rescate de inmigrantes que intentan alcanzar la costa española. Esta misma semana, un centenar de personas han sido rescatadas en una decena de pateras en estas aguas, aunque otras veces la ayuda no llega a tiempo, como el pasado 18 de junio, cuando murieron cuatro personas. Muchas embarcaciones que parten rumbo a la costa de Granada, Málaga o Almería no pasan de este enclave, a bordo de embarcaciones cada vez más precarias porque las mafias ya no se aseguran de que puedan llegar a tierra firme; solo de que alcancen aguas españolas para ser rescatados por Salvamento Marítimo. "A muchas te las encuentras dando vueltas sobre sí mismas, con una brújula de plástico que les han dado pero que no han visto ni han usado en su vida", cuenta Manolo, miembro de Salvamento. Otras veces, como en este caso, son divisadas por pesqueros que buscan en la zona el jornal del día.

Muchas embarcaciones no pasan del mar de Alborán porque son cada vez más precarias

Cuando todos los subsaharianos subieron a bordo, el pesquero llamó a Salvamento Marítimo para que fueran a recogerles. Estaban ya alertados de una patera a la deriva, pero no había conseguido localizarla. "Me preguntaron por una chica en concreto, pregunté y estaba ahí. Habían estado hablando con ella por teléfono". Es habitual que al menos un miembro del grupo lleve un teléfono desde el que llamar a emergencias cuando consiguen cobertura en territorio español, aunque a veces la señal se pierde o no es posible la comunicación. En este caso, uno de ellos "chapurreaba" inglés y pudieron hacer de intermediarios entre los migrantes y el equipo de salvamento. Les dijeron el número, procedencia, y composición del grupo, y confirmaron que se trataba de una patera que estaban buscando.

placeholder La tripulación del Pico Veleta tras un día de faena esta semana. (M.Z.)
La tripulación del Pico Veleta tras un día de faena esta semana. (M.Z.)

Los pesqueros de la cofradía de Motril están acostumbrados a ver embarcaciones casi a diario, aunque nunca se acercan tanto como para tener que rescatarlas. Cuando las ven, avisan a Salvamento que se presenta antes de que ambas coincidan y los rescatan en mejores condiciones. Pico Veleta es el único barco de la ciudad que ha rescatado a un grupo de migrantes de las decenas que llegan a diario desde hace meses a la ciudad granadina.

Al cabo de media hora, el barco de Salvamento los alcanzó, llevándose a sus imprevistos tripulantes a tierra firme. "Cuando vieron la luz de la lancha de Salvamento nos empezaron a abrazar a todos, estaban agradecidos", recuerda Jesús hijo. De nuevo solos los cinco, continuaron la faena del día a bordo del Pico Veleta, como si nada hubiera pasado, aunque ese día ya no lo olvidarán nunca. "Nos quedamos todos en 'shock'", reflexiona hoy Jesús. "Pensar que hay gente que está tan mal como para cruzar el mar de esa manera, en pleno invierno, y arriesgándose de esa manera, te da que pensar".

Cuando esa noche salieron a faenar, Jesús, Miguel, 'Peque' o Antonio no se imaginaron lo que el mar les tenía guardado. Era un día normal de noviembre en el que esperaban capturar las habituales cigalas, merluzas o quisquillas de Motril (Granada) para venderlas luego en la lonja local.

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