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Instituto Machado: así se educa en la zona cero del contrabando en La Línea
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Instituto Machado: así se educa en la zona cero del contrabando en La Línea

Redujo el absentismo por debajo de la media andaluza y ha sido premiado por su convivencia. A punto de cerrar en 2004, ahora tiene Bachillerato y un 100% de aprobados en selectividad

Foto: El director del Instituto Machado de La Línea, justo a parte del equipo de profesores, en el patio del centro. (Fernando Ruso)
El director del Instituto Machado de La Línea, justo a parte del equipo de profesores, en el patio del centro. (Fernando Ruso)

Si escribimos de La Línea, el lado oscuro aparece a borbotones. En cualquier esquina. He aquí una historia diferente entre tanta cruda realidad. En la barriada de San Bernardo, junto a la Atunara, la zona cero del contrabando, existe un lugar donde conviven hijos de traficantes (de tabaco o hachís), de parados de larga duración (desesperados ante la falta de empleo) y de clase media o media/alta, incluso, como la zona de Santa Margarita, con una madre trabajadora y que conduce un buen coche. No es un milagro.​

Todo estaba preparado para que el Instituto Machado cerrara en 2004. Apenas tenía 185 alumnos (hoy son 900 y con 37 solicitudes sin poder atender), los padres pedían que sus hijos no fueran al centro y la calidad de la enseñanza había bajado. La etiqueta peyorativa de la zona tampoco ayudaba. Ese mismo año, volvió al Machado Salvador Pagán, artífice de un modelo de éxito. Fue su primer director en el curso 1978-1979, cuando el centro arrancó como colegio de EGB.

Foto: Un niño pasea con su bicicleta junto a la cola de coches para entrar a Gibraltar, en La Línea de la Concepción (Cádiz). (EFE)

Pagán, natural de Melilla y desde la veintena afincado en este territorio fronterizo, es profesor de Geografía e Historia. Fue alcalde de La Línea entre 1986 y 1995 y luego alto cargo de la Junta de Andalucía. En su despacho hay una foto del 'yayo' con su nieta y una fotografía de Felipe González. En la antesala del despacho hay enmarcadas varias portadas históricas del diario ‘El País’. Corazón de socialista antiguo que apabulla, quitándose y poniéndose las gafas, con datos de cómo el instituto ha cambiado desde aquel fatídico 2004 en que el Machado estuvo a punto de convertirse en pasado.

placeholder Niños del Instituto Machado, en un intercambio de clase. (Fernando Ruso)
Niños del Instituto Machado, en un intercambio de clase. (Fernando Ruso)

“Es verdad que es complicado dar clase, pero no somos diferentes al resto de los centros. Aquí enseñamos el mismo sistema educativo que en otros sitios. El perfil es similar al de otros institutos de La Línea. Es verdad que nuestro estatus sociodemográfico es variado”, apunta el director. En el Instituto Machado, uno de los ocho con este nombre en todo el territorio nacional, han controlado el absentismo gracias a un programa del Ayuntamiento de La Línea. Se ha conseguido reducir al 3,5%, por debajo de la media andaluza, cifrada en el 6,5%.

"Sabemos dónde estamos"

La familia es clave. Hasta cuarto de Primaria hay colaboración, pero a partir de que el alumno entra en la ESO la vinculación desaparece y los padres pasan de preguntar ¿qué es lo que ha hecho el niño? a plantearse ¿qué es lo que ha hecho usted a mi niño? “No estamos estigmatizados. Sabemos dónde estamos, cuál es nuestra realidad”, confiesa Pagán. El 20% de la población del Campo de Gibraltar no ha terminado estudios primarios.

placeholder Un dibujo de un alumno del instituto. (Fernando Ruso)
Un dibujo de un alumno del instituto. (Fernando Ruso)

El Instituto Machado se muestra orgulloso de que el 50% de los alumnos que estudian segundo de Bachillerato (hasta 2013, la enseñanza se acababa en la ESO) va a la universidad y que tienen un 100% de aprobados en selectividad. Entre el 20% y 30% de los alumnos que acaban la enseñanza obligatoria y consiguen su título de ESO (con 16 años) estudian un ciclo formativo.

Hay padres implicados en el narcotráfico con niños que estudian y se esfuerzan. Incluso este tipo de padres y madres quieren una formación

El director no quiere dar ejemplos, muchos detalles, de alumnos que han conseguido salir de un entorno hostil. Habla de “mi Antonia”, con una situación familiar desestructurada y que ahora es trabajadora social y colabora en su barriada. Este diario también conoció el testimonio de una chica, ya veinteañera, que se ha especializado en inclusión social, y que procede de una barriada humilde, con gente cercana que cayó en la trampa de las drogas, con ganas de empezar a estudiar Magisterio. Ejemplos de superación que pocas veces se cuentan.

placeholder Entrada al instituto. (Fernando Ruso)
Entrada al instituto. (Fernando Ruso)

“Hay padres implicados en el narcotráfico con niños que estudian y se esfuerzan. Otra cosa es que les dediquen tiempo y haya resultados, pero incluso este tipo de padres y madres quiere una formación”, explica la concejala de Educación de La Línea, Rosa López. En La Línea hay cinco institutos, 19 colegios de Primaria, tres centros concertados y cuatro guarderías públicas.

Belarmino Ballesteros tiene 52 años. Natural del municipio (“indígena”, como bromea Pagán para referirse a los autóctonos, los nativos linenses), es maestro de enseñanza compensatoria en el centro. “Los alumnos necesitan afecto”, afirma. En ese afecto existe una figura clave: se trata de Daniel Grande, educador social de los servicios sociales de La Línea de la Concepción, de 39 años, que imparte clases de apoyo académico y de integración con charlas y excursiones a adolescentes. “Harían falta muchos más Danis”, dice el director tras saber de su trabajo volcado y su complicidad con los niños para que no dejen sus estudios.

Las "cosas favorables" de La Línea

Para Grande, “hay que trabajar en los niños pequeños, ahí es donde nace el problema”. También en conseguir que la plantilla de docentes continúe en los centros. “Hay plantillas de 100 profesores y el 80% de la plantilla fluctúa porque son interinos. Esto no lo pide nadie. Imagínate que no has venido aquí nunca a La Línea. Te metes en internet y ¿qué sacan los medios? Si conoces el entorno, ves cosas favorables: al lado de Gibraltar, cerca de la Costa del Sol y de las playas de Cádiz, junto al campo. Estamos ubicados en un sitio espectacular”.

placeholder Pasillo y puerta de un aula del instituto. (Fernando Ruso)
Pasillo y puerta de un aula del instituto. (Fernando Ruso)

El Instituto Machado cuenta con 49 de profesores definitivos y 16 interinos. De los 49 con plaza, solo 12 trabajan ahora en La Línea. El resto se encuentran en sitios más cercanos a su lugar de origen hasta que se consolida la plaza con el concurso de traslado. “Tengo a un profesor de Almería que se quiere quedar”, expone Pagán y enseña la carta del docente que opta por seguir en La Línea, la ciudad de los dos llantos. Lloran cuando llegan a la ciudad… y cuando se van.

El centro llegó a contar con 300.000 euros de presupuesto (esto fue hasta 2008) y ahora apenas llega a los 160.000. La falta de dinero ha logrado agudizar el ingenio en una tierra repleta de él. Hace dos años, consiguió el Premio Nacional Andalucía de Convivencia. También hace un par de temporadas logró el premio al mejor expediente de Bachillerato de la provincia de Cádiz.

A una edad de retiro ya cumplida, Pagán no se va. “Me podría haber jubilado hace seis años, pero mientras procuremos ofrecer una generación de innovación y proyectos atractivos, me gustaría terminar lo que hemos empezado, no yo, sino todo un equipo. Es importante consolidar la plantilla, que el 50% sea fija. Y aquí tenemos a 600 padres y no todos se levantan con el pie derecho por la mañana”.

Si escribimos de La Línea, el lado oscuro aparece a borbotones. En cualquier esquina. He aquí una historia diferente entre tanta cruda realidad. En la barriada de San Bernardo, junto a la Atunara, la zona cero del contrabando, existe un lugar donde conviven hijos de traficantes (de tabaco o hachís), de parados de larga duración (desesperados ante la falta de empleo) y de clase media o media/alta, incluso, como la zona de Santa Margarita, con una madre trabajadora y que conduce un buen coche. No es un milagro.​

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