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Premio al acosador: la universidad dio un exilio dorado al catedrático condenado

Una catedrática de la Hispalense denunció en 2012 cómo el exdecano fue beneficiado con un año sabático y conservó sus privilegios mientras que se ignoró a las víctimas

Foto: Fachada de la Universidad de Sevilla.
Fachada de la Universidad de Sevilla.

La condena al catedrático de la Universidad de Sevilla y exdecano de la Facultad de Ciencias de la Educación Santiago Romero por abusos sexuales a dos profesoras y una becaria pone el foco en un caso que se hizo público hace años y frente al que no se tomaron medidas. Bueno, sí, se protegió a quien acosó a estas mujeres en su propio despacho, los pasillos de la facultad y hasta en un pub. Si para el juez que ha emitido una exhaustiva sentencia el delito supone penas de seis años y nueve meses de prisión y 150.000 euros de indemnización a las víctimas, para el entonces rector de la universidad hispalense, Joaquín Luque, no valió ni una reunión con las denunciantes, que se pasaron meses pidiendo esta cita. El actual rector, Miguel Ángel Castro, avaló como vicerrector en 2011 un año sabático con sueldo para el condenado.

La catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla, Adela Muñoz, publicó en febrero de 2012 un duro artículo en la revista ‘Maginaria’, de la Delegación de la Mujer del Ayuntamiento de Sevilla, sobre este caso. En su texto, reflexionaba sobre el acoso en las universidades y desvelaba cómo el 27 de julio de 2011, meses después de que trascendiera la denuncia por acoso contra el catedrático ahora condenado, el Consejo de Gobierno de la Universidad de Sevilla acordó conceder un año sabático al denunciado, “un premio en forma de exilio dorado durante un año exento de clases durante un curso académico”. Fue su forma de protegerlo.

En contraposición, la carrera de las tres víctimas se ha visto truncada. Una lleva seis años con “importantes problemas de salud”, otra se reincorporó a su puesto con muchas dificultades y limitada en el desarrollo de su carrera profesional y una tercera ha pasado de ser “una alumna con un futuro prometedor en la docencia a su abandono”, relata la sentencia. Las dos profesoras tuvieron que leer sus tesis doctorales fuera del ámbito de la Universidad de Sevilla.

Suspendido y vetado

Un día después de que la cadena 'Ser' difundiera la condena del catedrático, la Universidad de Sevilla emitió un comunicado molesta por que se le hubiera notificado oficialmente la sentencia. Horas más tarde, ante la presión mediática y los reproches de las máximas instituciones políticas, incluida una advertencia de la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, difundió otra nota en la que se informa de que Santiago Romero “ha sido suspendido de toda actividad académica con carácter inmediato”. Se le prohíbe acceder al centro.

La catedrática Adela Muñoz, en su artículo ‘El delito premiado’, tacha de “incomprensible” todo lo que ocurrió en la Universidad de Sevilla en el curso 2010-2011 desde que se conoció la denuncia contra el catedrático. Este martes, recuperó el texto y dijo sentir “vergüenza” por lo ocurrido. Durante la reunión del claustro en la Universidad de Sevilla interpeló al actual rector, Miguel Ángel Castro, que cuando ocurrieron los hecho era vicerrector de Ordenación Académica y autorizó el año sabático para el exdecano. “No quiso contestar”, lamenta Muñoz. Ella se enfrentó en 2015 a Castro en las elecciones para rector de la hispalense tras la marcha de Antonio Ramírez de Arellano, actual consejero de Economía en el Gobierno andaluz. Castro tiene previsto comparecer públicamente este miércoles, ha informado la universidad.

“La universidad se portó horrorosamente con estas mujeres”, relata la catedrática a El Confidencial. “Él sí tuvo la presunción de inocencia, pero ellas nunca fueron tratadas como presuntas víctimas”, lamenta. La Facultad de Ciencias de la Educación, donde el condenado fue decano durante una década, era, tras la condena, un hervidero. “Estas tres mujeres han denunciado, pero hay muchos más casos. Hubo muchas chicas brillantes que dejaron sus carreras, sus tesis, contratos bien remunerados para irse a otras comunidades o a otros centros. Nadie se explicaba por qué hasta que hubo denuncias”, asegura Muñoz. “A él le seguimos dando cobijo. Tenía mucho poder para contratar y rescindir contratos. Era un ‘reyezuelo’ en su facultad. A ellas no las protegimos de nada”, lamenta.

Acoso del entorno del exdecano

Tras las denuncias, en 2010, la universidad optó por “un respetuoso silencio para preservar la presunción de inocencia del acusado y la privacidad de las acusadoras”. “Además de desempeñar su tareas como catedrático de universidad, impartiendo clases y participando en actos académicos como la defensa de tesis doctorales, el supuesto acosador siguió siendo director de departamento y conservó su puesto como miembro del claustro de la Universidad de Sevilla y de otro grupo aún más restringido, el Consejo de Gobierno de la universidad”, narra la catedrática de Química, una de las 11 profesoras que entonces levantaron la voz.

Hay muchos más casos. Hubo muchas chicas brillantes que dejaron sus carreras y contratos bien remunerados para irse a otros centros

En 2007, una de las mujeres que se atrevieron a denunciar tuvo que aportar pruebas médicas al Servicio de Prevención de Riesgos Laborales de la Universidad de Sevilla para demostrar que no padecía una enfermedad contagiosa, en concreto sida, de la que se había informado desde el entorno del denunciado. Entonces hacía ya un año que había empezado a ser acosada. Era totalmente falso que estuviera enferma y ello causó “graves perjuicios” a la investigada. Sus compañeros de departamento le hicieron el vacío. Incluso la entonces consejera de Igualdad de la Junta de Andalucía, Micaela Navarro, llamó al orden a la universidad para que protegiera a las víctimas. No sirvió de nada.

Un grupo de profesores de la Hispalense se dirigió a las autoridades académicas para demandar protección, se recogieron varios centenares de firmas y se realizaron concentraciones en solidaridad con las denunciantes a las puertas del rectorado. El entonces rector, Joaquín Luque, no aceptó recibir a estas mujeres, pese a que estuvieron meses demandando una cita. Solo las elecciones celebradas a mediados de abril en la Facultad de Ciencias de la Educación, donde el acosador había sido decano durante 10 años, cambiaron el panorama. Romero y su equipo no resultaron elegidos. Al día siguiente, el rectorado aceptó la dimisión del ahora condenado y ‘vendió’ que era por solidaridad con las víctimas. Tras su año dorado, el acosador ha seguido dando clases hasta hoy.

Una cara "tenebrosa"

“Conocí una cara tenebrosa de la universidad, esas situaciones no eran inusuales. Conocí a otras muchas profesoras que durante años se habían enfrentado de forma reiterada a la sinrazón y la injusticia para conseguir en la mayor parte de los casos ser objeto de burla o desprecio por parte de quienes detentaban el poder”, relató la catedrática Adela Muñoz.

Los hechos condenados se produjeron entre 2006 y 2010. Según la sentencia, el acosador utilizó la “descalificación e incluso la represalia” para quitarse de en medio a las víctimas cuando se dio cuenta de que las denunciantes no iban a atender a sus requerimientos sexuales. Antes realizó “tocamientos inconsentidos”. En la sentencia, se relatan varios episodios repugnantes de abusos en que el acusado tocaba los pechos, entrepierna y genitales de las víctimas o restregaba los suyos por la cara o la espalda de las denunciantes.

Foto: La líder de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez. (EFE)

A raíz de este caso, se puso en marcha un protocolo de prevención de abusos en la Universidad de Sevilla que antes no existía. “Le encantaba repartir privilegios y era encantador con muchas personas”, relata Amparo Díaz, abogada de una de las víctimas. ¿Por qué no se suspendió de su ejercicio docente? “En muchas instituciones públicas, incluida la universidad, hay una inercia machista muy fuerte y resulta difícil actuar en contra de eso. Eso llevó a valoraciones erróneas. Creyeron que existía el riesgo de que se pudieran retirar las denuncias y no actuaron”, explica la letrada a El Confidencial.

Santiago Romero, exdecano de la Facultad de Ciencias de la Educación, fue condecorado en junio de 2010 con la Medalla de Plata de la Real Orden del Mérito Deportivo por el Consejo Superior de Deportes. Fue seleccionador nacional y andaluz de voleibol femenino y participó en campeonatos del Mundo y Europa, además de entrenar numerosos y conocidos equipos sevillanos. No constan más denuncias contra él, aunque durante la instrucción otra profesora narró como testigo que tuvo que cambiar de centro y había sufrido una situación de abuso y dominación. Otro profesor también narró haber sido víctima de “comportamientos abusivos”. Estos hechos no han sido juzgados.

La condena al catedrático de la Universidad de Sevilla y exdecano de la Facultad de Ciencias de la Educación Santiago Romero por abusos sexuales a dos profesoras y una becaria pone el foco en un caso que se hizo público hace años y frente al que no se tomaron medidas. Bueno, sí, se protegió a quien acosó a estas mujeres en su propio despacho, los pasillos de la facultad y hasta en un pub. Si para el juez que ha emitido una exhaustiva sentencia el delito supone penas de seis años y nueve meses de prisión y 150.000 euros de indemnización a las víctimas, para el entonces rector de la universidad hispalense, Joaquín Luque, no valió ni una reunión con las denunciantes, que se pasaron meses pidiendo esta cita. El actual rector, Miguel Ángel Castro, avaló como vicerrector en 2011 un año sabático con sueldo para el condenado.

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