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“Te vas, pero al niño no te lo llevas”: la odisea de una joven amenazada por todo un clan
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la jueza ignoró su petición de recuperar al bebé

“Te vas, pero al niño no te lo llevas”: la odisea de una joven amenazada por todo un clan

El drama vivido por Rocío -nombre ficticio-, una joven de 21 años maltratada, se multiplicó por la falta de decisión de una jueza. Ayer pudo abrazar a su bebé y contar su historia

Foto: Los padres de la joven maltratada. (Fernando Ruso)
Los padres de la joven maltratada. (Fernando Ruso)

Rocío ha estado un largo mes sin ver a su bebé de tres meses de edad. A sus 21 años sabe bien lo que es el terror de la violencia de género. Ha vivido paralizada por el miedo. Sobre todo a que le pasara algo a su hijo como represalia contra ella. Se lo habían advertido. También ha probado la desidia de la justicia. “Cuántas veces hemos visto cómo se detiene a un hombre por una mera discusión, pasa la noche en el cuartelillo, a disposición judicial 24 horas después y el asunto queda en una simple falta o se archiva. Y ahora, encontrándonos con una violencia de género extrema, ejercida por un marido y su familia en un entorno hostil y violento, se decide no detener al marido porque está lejos. Dejando a un bebé de tres meses bajo la custodia de un padre agresor y desprotegiendo al menor y a la víctima en su relación materno filial”, se queja con indignación su abogada.

Este jueves volvió por fin a abrazar a su pequeño. La espera podría haber sido más corta, pero la jueza que atendió su caso no creyó conveniente dictar orden de detención contra su supuesto agresor, no consideró que debiera prestar declaración en sede judicial y alegó que residía en otra localidad y no tenía competencia territorial para ello. Es más, la animó a resolver el problema de la custodia del menor mediante una demanda de separación. ¿Cómo es posible? “Lo habitual es proceder a la detención del agresor y ponerlo a disposición judicial para tomar medidas de orden penal y civil”, explica la letrada González Ángel, que lleva este caso.

No ordenó recuperar al bebé

La magistrada Nora Fernández, que firma el auto del pasado 28 de octubre, dicta orden de alejamiento del presunto agresor a más de 300 metros de la víctima, prohíbe que se comunique con ella por cualquier medio pero no observa “riesgo objetivo” de que se repita la violencia contra la mujer. De hecho, ignora las medidas civiles pedidas por la abogada, que iban dirigidas a recuperar al menor. Alega que para ello es necesario celebrar una comparecencia “con audiencia del imputado y su representación legal en un plazo de 72 horas desde que se presenta la solicitud” y que este vive en otra provincia.

Ha vivido paralizada por el miedo. Sobre todo a que le pasara algo a su hijo como represalia contra ella

Habían pasado solo 12 horas desde que se interpuso la denuncia y el presunto agresor hubiera tardado solo tres horas y media en ser trasladado por carretera al juzgado. El denunciado, razona la jueza, no está “ni citado ni detenido” (ella misma podría haberlo ordenado) y reside en una “localidad distinta y no contigua al juzgado”. La Fiscalía tampoco pide las medidas civiles. “Es un caso claro de desidia”, señala la abogada de la víctima. Este periódico ha tratado contactar con la magistrada, a través del juzgado, para recabar su versión más allá de la letra del auto. Sin éxito.

La joven salió huyendo el pasado día 5 de octubre de la localidad donde residía con su pareja y toda su familia. Rocío, que no se llama así y quiere proteger su identidad porque vive aterrada y sometida a todo tipo de amenazas, se unió a su marido por el rito gitano y, como manda la tradición, dejó atrás a su familia y se fue a residir con la de su pareja a 300 kilómetros de distancia. Es un clan muy extenso, conocido y temido en la provincia donde se ubican. “Te vas a ir, al niño no te lo llevas”, le dejó claro su presunto agresor.

"Guantazos, bofetadas y puñetazos"

El pasado día 4 de octubre, según consta en la denuncia de la Guardia Civil y en los autos judiciales, su marido se fue a una feria y la dejó sola a ella con su bebé enfermo. La mujer habló con su suegro y este le llamó y le obligó a que volviera a casa. Cuando llegó, le propinó una terrible paliza. “Guantazos, bofetadas y puñetazos en la cabeza”. El patriarca del clan oyó ruidos, subió al piso, medió y frenó la agresión. Ella se fotografió con el móvil las lesiones al día siguiente y se las envió a un primo. Su familia acudió a la policía con las imágenes en la mano. La Guardia Civil se presentó en su domicilio un día después. Su pareja la obligó a vestirse y a maquillarse y se plantaron juntos en el cuartel. Él la obligó a declarar que las lesiones eran fruto de un atraco del que había sido víctima.

Al llegar a casa, mientras cargaba una escopeta, le advirtió a gritos que si venía su familia a buscarla “se los cargaba a tiros”. Cuando estos llegaron para llevársela, el cuadro era terrorífico. Un tío de su marido portaba una escopeta y su cuñado, un cuchillo. Trató de coger a su bebé pero el hermano de su pareja lo tenía en un brazo mientras que en el otro esgrimía un cuchillo que le puso a la mujer en el cuello cuando fue a coger al pequeño. En el forcejeo con su cuñado, su marido la empujó y cayó por las escaleras. Quedó inconsciente. Sus familiares la reanimaron echándole agua en la cara, la montaron en el coche y la llevaron a un hospital ya en Sevilla. Hay partes médicos e informe pericial forense que acreditan policontusiones, hematomas y una herida incisiva en un brazo.

La cordura de otra jueza

Durante las semanas posteriores, la familia de Rocío trató sin éxito de recuperar al bebé. Ella se negaba a poner una denuncia por miedo a que le pasara algo a su hijo. En aquella casa había oído de todo. Estaba segura de que eran capaces de hacerle mucho daño. Su pareja le advertía de que si quería volver a ver al niño tenía que volver con él. Temía por la integridad de su bebé pero también por que su marido la castigara sin volver a verlo. ¿Y si decían que ella se lo había llevado? La atención psicológica recibida por la víctima en el Instituto Andaluz de la Mujer fue clave para que pusiera la denuncia. Creía que iba a recuperar a su bebé de forma automática tras acudir a la Guardia Civil y declarar ante el juez, pero no fue así. Después del mazazo judicial recibido, su abogada decidió interponer la denuncia en un juzgado próximo al domicilio del presunto agresor.

Una semana después, otra magistrada, a pesar de que había diligencias abiertas y se podría haber declarado no competente, activó los mecanismos pertinentes. Citó al supuesto agresor, que acudió acompañado de medio centenar de familiares, resolvió la declaración de la mujer por videoconferencia y ordenó la entrega del menor en un punto de encuentro tutelado. Asignó la guardia y custodia del bebé a su madre y decretó un estricto régimen de visitas restringido a la visita en un punto de encuentro familiar, bajo vigilancia. Se hizo cargo del ambiente hostil y violento de la familia del denunciado. Gracias a ella, Rocío ha podido pasar esta noche con su hijo. Dos magistradas, dos maneras de entender la justicia.

Según datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, a 2 de noviembre, este año 2015 han sido 41 las mujeres asesinadas. Cualquier víctima puede marcar el teléfono 016 para pedir ayuda sin dejar rastro de la llamada telefónica.

Rocío ha estado un largo mes sin ver a su bebé de tres meses de edad. A sus 21 años sabe bien lo que es el terror de la violencia de género. Ha vivido paralizada por el miedo. Sobre todo a que le pasara algo a su hijo como represalia contra ella. Se lo habían advertido. También ha probado la desidia de la justicia. “Cuántas veces hemos visto cómo se detiene a un hombre por una mera discusión, pasa la noche en el cuartelillo, a disposición judicial 24 horas después y el asunto queda en una simple falta o se archiva. Y ahora, encontrándonos con una violencia de género extrema, ejercida por un marido y su familia en un entorno hostil y violento, se decide no detener al marido porque está lejos. Dejando a un bebé de tres meses bajo la custodia de un padre agresor y desprotegiendo al menor y a la víctima en su relación materno filial”, se queja con indignación su abogada.

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