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Sevilla y Málaga entierran el hacha de guerra, o a eso se apuntan políticos y empresarios
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UN LOBBY PARA PROMOVER PROYECTOS CONJUNTOS

Sevilla y Málaga entierran el hacha de guerra, o a eso se apuntan políticos y empresarios

Tras años de rivalidad los alcaldes de las dos principales ciudades de Andalucía, referentes municipales de PSOE y PP, firman una tregua sobre papel que tardará mucho en ser realidad

Foto: Francisco de la Torre y Juan Espadas, este miércoles en Sevilla. (EFE)
Francisco de la Torre y Juan Espadas, este miércoles en Sevilla. (EFE)

Fueron alcaldes de Sevilla y Málaga. Muchos años después, tras décadas alejados de la política y coincidiendo como abogados de dos partes en un proyecto, Manuel del Valle, exregidor socialista de la capital sevillana entre 1983 y 1991, y Luis Merino, exprimer edil malagueño hasta 1979 y después diputado andaluz y senador por esta provincia, valoraron la idea de promover actuaciones para enterrar la eterna guerra entre sevillanos y malagueños. Esto ocurrió hace ya dos años. Ahora la Unión Cívica del Sur de España, que reúne a expolíticos, académicos, profesionales y empresarios señeros de ambas provincias, está en fase de constitución y estrenando estatutos. Hablan de un lobby para enterrar el hacha de guerra entre dos provincias andaluzas que reúnen a la mitad de la población de Andalucía y el 40% del PIB de la comunidad y que hasta hora se han llevado a matar.

No será fácil pero se han dado pasos. Por primera vez esta semana, los alcaldes de Sevilla, el socialista Juan Espadas, y Málaga, el popular Francisco de la Torre, los principales referentes municipales de sus partidos tras los últimos comicios, se han reunido para anunciar que impulsarán proyectos conjuntos para optar a fondos de la Unión Europea. Una foto que para muchos es histórica pero que se produjo después de dejar claro el regidor malagueño el daño que hace el “centralismo sevillano”.

En vez de hacer la guerra turística por su cuenta o pelear por las infraestructuras a cara de perro, las dos ciudades asumen hoy que pueden sumar esfuerzos. No es oro todo lo que reluce. Una lectura de los comentarios en los periódicos locales sobre esta noticia deja claro que hay mucho trabajo por hacer. Hay malagueños que retratan a Sevilla como una ciudad chupóptera y advierten de que ante el boom del turismo cultural en Málaga, de la mano de iniciativas tan potentes como el Museo Picasso, el Thyssen, el Centro Pompidou o el Museo Ruso, los sevillanos quieren subirse al carro. Las réplicas pasan por meter el dedo en llaga en el supuesto sentimiento de inferioridad de los malagueños y ciertos complejos tipo asentados en el imaginario colectivo.

“A lo largo del tiempo se han producido resquemores y sentimientos de agravio, incluso sostenidos por políticos locales. Hay que generar iniciativas para que Málaga y Sevilla se conozcan mejor y empecemos a querernos”, sostiene el expresidente de la Junta José Rodríguez de la Borbolla. Precisamente contra él se dirigen desde hace décadas muchas de las quejas de los malagueños. El borbollismo y el chavismo, según han recogido ilustres articulistas de la capital de la Costa del Sol, estuvieron en el origen del llamado centralismo sevillano, que sitúan en la capitalidad política la explicación de muchos de los males de los que se quejan en Málaga.

La eterna competición en el ranking de inversiones

La marginación presupuestaria en la que se han amparado durante años para levantar su bandera contra Sevilla es difícil de cuantificar. Si preguntas en Sevilla consideran que la otra gran ciudad andaluza ha estado mimada por la exministra de Fomento, Magdalena Álvarez, y animan a ver los números de los últimos desembolsos en grandes apuestas culturales para la ciudad. Si trasladas la cuestión a Málaga, la lista de proyectos clave para el despegue de la ciudad anunciados y paralizados por los presidentes de la Junta de Andalucía es casi interminable. El retraso del metro o el AVE ha hecho mucho daño. Desde luego en los últimos presupuestos aprobados por el Gobierno autonómico es imposible medir en euros esta rivalidad. En plena ola de recortes y precisamente para evitar comparaciones, el PSOE decidió cargarse directamente el que era habitual anexo de inversiones por provincias. Una decisión que el PP ha llegado a llevar a los tribunales.

En plena ola de recortes, es imposible medir en euros esta rivalidad provincial en los últimos presupuestos aprobados por el Gobierno autonómico

Según Rodríguez de la Borbolla en la sociedad malagueña y en la sevillana ese sentimiento de rivalidad existe pero “es epidérmico, no es profundo”. El exalcalde Manuel del Valle no quiere ni de lejos entrar a valorar los motivos o las razones de esa guerra permanente entre las dos ciudades. “Estoy al margen de la política desde hace 24 años, no soy quien para hablar de rivalidad porque si de verdad existiera no sería cuestión de removerla”, asegura. Durante su etapa como alcalde cuenta que tuvo unas “magníficas relaciones” con su homólogo malagueño Pedro Aparicio, también socialista, uno de los regidores más queridos de la ciudad.

“Hice todo lo posible para que las relaciones fueran inmejorables pero me tocó preparar la ciudad para la Expo 92 y es verdad que el hecho de haber sido elegida Sevilla como sede provocó sentimientos de agravio en muchas otras provincias”, recuerda. Hay muchas anécdotas. Aparicio, que falleció el pasado año con el reconocimiento de todos los partidos políticos y la vitola de haber sido el inventor y el artífice de la Málaga actual, también se quejó en muchas ocasiones del trato privilegiado a Sevilla. En una de las visitas del Rey a la ciudad, en presencia del entonces presidente andaluz Rodríguez de la Borbolla, entonó la queja de que Málaga era la única ciudad española de más de 500.000 habitantes que no era capital. Con aquel comentario llovieron ríos de tinta.

Un mal azuzado para ganar votos

En realidad la rivalidad original en la preautonomía era de Málaga contra Granada. Ese sentimiento se fue diluyendo. Aunque se sitúa el origen de la pugna en el momento en el que tocó decidir capital para Andalucía, durante la primera redacción del Estatuto, muchos de quienes vivieron aquel momento aseguran que no hubo ningún tipo de debate encarnizado. Aunque en un primer momento se postuló la ciudad malagueña de Antequera por ser el centro geográfico de Andalucía rápidamente esa idea se diluyó a favor de Sevilla. La guerra comenzó a endurecerse cuando los alcaldes de uno y otro partido, todos, se dieron cuenta de que agitar la bandera del agravio daba muchos votos.

El discurso del actual alcalde de Málaga insiste en que se ha construido una Andalucía “muy centralista” y que mientras Madrid ha ido descentralizando competencias a favor de las comunidades, la capital andaluza ha ido centralizándolo todo y sin repartir juego al resto de ciudades. En Málaga siempre se ha reclamado ser sede de la Consejería de Turismo o de la Cámara de Cuentas. Por primera vez desde hace años, el último consejero del ramo, nombrado por Susana Díaz, es sevillano.

Uno de los episodios más sangrantes se vivió con el proyecto político fallido de crear una gran caja única en Andalucía. Las tensiones territoriales abocaron al fracaso la iniciativa. Antes de hacer números se abrió la pugna por la sede de la gran entidad andaluza que se quemó en la hoguera del localismo. El pulso abierto entre las cajas sevillanas y Unicaja con la entonces consejera de Hacienda, la malagueña Magdalena Álvarez en el epicentro, fue reveladora. Las cajas andaluzas prefirieron quedar en manos de otras entidades españolas antes de integrarse en la malagueña. El poder político lejos de ayudar echó más leña al fuego.

Málaga siempre se ha reivindicado como motor económico y ha desdeñado a Sevilla como la ciudad oficial de los funcionarios. Precisamente la reivindicación del anterior alcalde sevillano, Juan Ignacio Zoido, de una ley de capitalidad, que reconociera el gasto extraordinario que supone ser sede administrativa y política, disparó la tensión. Esa punta de hostilidad se produjo entre dos compañeros de filas, con dos alcaldes del PP. Por eso llama más la atención que la firma de la tregua se haya producido precisamente con regidores de partidos adversarios.

El nuevo lobby malagueño-sevillano acoge a representantes destacados del mundo de la universidad, la cultura o la empresa. Incluidos los dos exrectores que hoy se sientan en el Gobierno andaluz, Adelaida de la Calle y Antonio Ramírez de Arellano. Se han presentado ya en el despacho de la actual presidenta de la Junta, Susana Díaz, que ha acogido con entusiasmo la iniciativa. La guerra local es también política. Aunque las últimas elecciones en términos provinciales haya desdibujado la dicotomía, durante los últimos años el PP ha tenido en Málaga uno de sus principales caladeros de votos.

Cuentan que tras llegar al poder Susana Díaz, otra presidenta de la Junta muy sevillana, le aconsejaron fervientemente que visitara la Semana Santa de Málaga para limar asperezas. Descolgó el teléfono y preguntó a un conocido periodista andaluz donde tenía que ir y qué tenía que ver. Se plantó en los tronos malagueños con un anfitrión de lujo, el actor Antonio Banderas. Iba de visita privada pero avisada para que se distribuyeran todas las imágenes posibles. La Semana Santa desata en ambas ciudades más rivalidad que el fútbol. Y eso que entre los cánticos más sonados y más amonestados por la Liga están los que se profesan el Sevilla y el Málaga. Jueguen o no en el mismo campo.

Fueron alcaldes de Sevilla y Málaga. Muchos años después, tras décadas alejados de la política y coincidiendo como abogados de dos partes en un proyecto, Manuel del Valle, exregidor socialista de la capital sevillana entre 1983 y 1991, y Luis Merino, exprimer edil malagueño hasta 1979 y después diputado andaluz y senador por esta provincia, valoraron la idea de promover actuaciones para enterrar la eterna guerra entre sevillanos y malagueños. Esto ocurrió hace ya dos años. Ahora la Unión Cívica del Sur de España, que reúne a expolíticos, académicos, profesionales y empresarios señeros de ambas provincias, está en fase de constitución y estrenando estatutos. Hablan de un lobby para enterrar el hacha de guerra entre dos provincias andaluzas que reúnen a la mitad de la población de Andalucía y el 40% del PIB de la comunidad y que hasta hora se han llevado a matar.

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