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La imagen de Alaya empieza a sufrir las primeras fisuras por las críticas del TSJA
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ha tenido que salir en defensa de su marido

La imagen de Alaya empieza a sufrir las primeras fisuras por las críticas del TSJA

A la juez Mercedes Alaya no se le conoce la voz pero su imagen se ha convertido en tres años en un clásico de cualquier telediario. Ahora, esa imagen se resiente

Foto: Fotografía de archivo de la juez Mercedes Alaya (EFE)
Fotografía de archivo de la juez Mercedes Alaya (EFE)

A la juez Mercedes Alaya no se le conoce la voz, pero su imagen se ha convertido en los últimos tres años en un clásico de cualquier telediario. Sus entradas y salidas de los juzgados de Sevilla, siempre arrastrando su maletín con ruedas, la mirada al frente y flanqueada por sus escoltas, son ya parte de la vida diaria de los españoles. Su instrucción del caso ERE o del Betis la han lanzado al estrellato mediático y convertido en juez de culto para muchos en España. Para algunos es una heroína desde Andalucía contra la corrupción socialista. Para otros, una instructora polémica con tics autoritarios y exceso de protagonismo.

Lo cierto es que la todopoderosa juez empieza a sufrir el desgaste después de tantos meses en la cima. En los últimos días ha tenido que oír como el presidente del Tribunal Superior de Justicia, Lorenzo del Río, cuestionaba, por vez primera públicamente, su procedimiento en el caso de los cursos de formación. Y también ha dado explicaciones en un particular auto sobre “la imaginada relación” de su marido, Jorge Castro, con quien ella misma nombró administrador concursal del Betis, Francisco Estepa. Ella lo atribuyó a “bulos periodísticos”, pero lo cierto es que hay pruebas, difundidas por la SER, de que Estepa fue abogado de su marido hace dos años cuando Castro estuvo imputado por su trabajo en la administración social de los laboratorios Pérez Jiménez. No es la primera vez que su esposo la compromete.

Quienes conocen de primera mano la actuación de Alaya advierten de que la magistrada puede salir muy dañada por estos últimos asuntos. La juez ha comenzado a estudiar la petición de la Junta de Andalucía para apartarla del caso de los cursos de formación y ha pedido a la Fiscalía Anticorrupción, a las defensas y a la acusación particular que se pronuncien en un plazo de cinco días. El Gobierno andaluz pide la nulidad de sus actuaciones después de que el principal testigo del caso, el funcionario Teodoro Montes, admitiera en su declaración que hace un año acudió a poner su denuncia al juzgado de Alaya y fue reconducido a la Guardia Civil. Casualmente después, la UCO, brazo armado de la juez en el caso ERE, le remitió de nuevo el caso a Alaya sin pasar por el reparto oficial del juzgado. La Fiscalía ya cerró filas y consideró que sí es competente. Ahora puede archivar el escrito de nulidad presentado por la Junta sin pedir la opinión de la Audiencia de Sevilla.

Posible recusación

Esta decisión sobre si la famosa juez es o no competente en la macrocausa de la formación llega quizás en el momento más delicado de su carrera. La designación de un amigo de su marido como administrador concursal del Betis resquebraja su imagen pública. A este respecto, el presidente del TSJA ha declarado en los micrófonos de la SER que “está claro que un juez no puede designar a familiares o amigos en las causas que tramita en el juzgado”. El presidente del Alto Tribunal andaluz señala, no obstante, que debe existir también “tranquilidad” porque “cuando alguien considere que un juez no es imparcial existe siempre la opción de pedirle que se abstenga, recusarlo o presentar recurso para que un superior valore su actuación”. Más duro ha sido el consejero de Justicia de la Junta de Andalucía, Emilio de Llera, quien ha advertido de que “el juez debe valerse de peritos absolutamente imparciales y no peritos que sean de su confianza por su relación personal, ni mucho menos intentar enriquecer a familiares o amigos de familiares. Cabe la recusación de cualquier juez que haga eso”, ha asegurado este fiscal en excedencia.

Aparentemente ajena a estas polémicas, la juez Alaya sigue entrando y saliendo de los juzgados bajo los flashes de las cámaras y acompañada de sus escoltas. Su hierático rostro no permite adivinar si le preocupa esa corriente de opinión que le recrimina que eternice sus instrucciones por lo que muchos consideran un exceso de celo y resistencia a desprenderse de sus casos más mediáticos. En su reciente escrito al Supremo por el caso ERE, la Fiscalía precisamente advertía sobre “las consecuencias perniciosas de los macroprocesos” y tira por tierra los argumentos que Alaya ha defendido contra viento y marea para no dividir este macrocaso en varias piezas. “100.000 folios de extensión y más de 200 imputados hacen inviable cualquier posibilidad de enjuiciamiento conjunto”, sostiene Anticorrupción.

Doña Mercedes, como la llaman en los juzgados, sigue recibiendo el aplauso de muchos ciudadanos espontáneos por la calle, que sacan sus móviles para grabarla mientras la corean y la animan a acabar con los corruptos. Quienes tratan con ella a diario aseguran que no tiene nada que ver con esa imagen de mujer dura y soberbia que a veces proyecta. Su capacidad de trabajo es indudable. Rehúye a los periodistas y las nuevas tecnologías. Aseguran que no tiene ni móvil. La juez del Vanity Fair, cuya portada ocupó en un retrato dicen que dirigido por su propio esposo, que renovó su matrimonio en una boda por todo lo alto que dio la vuelta al país, sigue fiel a su voto de silencio. No habla con los medios de comunicación. Ni falta que le hace. A veces ahora saluda tímidamente. Copa titulares sólo con sus autos y su personalísima forma de instruir. Quizás esa manera de llevarlo todo tan al límite pueda costarle algún disgusto. Desde luego que hay muchos deseando que llegue ese resbalón de Alaya. Ella sube y baja del taxi y de un ruinoso utilitario que le han asignado para sus desplazamientos dentro del operativo de seguridad que la acompaña. Dicen que prepara su ascenso a la Audiencia de Sevilla. En silencio. Fiel a ese estilo que la ha convertido en todo un personaje en España.

A la juez Mercedes Alaya no se le conoce la voz, pero su imagen se ha convertido en los últimos tres años en un clásico de cualquier telediario. Sus entradas y salidas de los juzgados de Sevilla, siempre arrastrando su maletín con ruedas, la mirada al frente y flanqueada por sus escoltas, son ya parte de la vida diaria de los españoles. Su instrucción del caso ERE o del Betis la han lanzado al estrellato mediático y convertido en juez de culto para muchos en España. Para algunos es una heroína desde Andalucía contra la corrupción socialista. Para otros, una instructora polémica con tics autoritarios y exceso de protagonismo.

Mercedes Alaya
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