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Susana Díaz indigna a la 'vieja guardia' del PSOE andaluz
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POR EL CASO DE LOS ERE

Susana Díaz indigna a la 'vieja guardia' del PSOE andaluz

El gesto de la líder socialista frente a Chaves y Griñán quiebra el partido y provoca una ruptura interna en un momento de máxima debilidad para los socialistas

Foto: La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (Efe)
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (Efe)

Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía y secretaria general del PSOE andaluz, ha dado muestras de lo que ella defiende a capa y espada su “autonomía”. Es un hecho que la líder socialista goza de una situación interna que no han tenido ninguno de sus antecesores al frente del Gobierno y el partido en Andalucía. Es una de sus singularidades políticas. No tiene freno que la pare. No hay Gobierno socialista en Madrid, ejerce su liderazgo en las filas socialistas andaluzas sin críticos ni corrientes alternativas y ni siquiera rinde cuentas de sus decisiones políticas a Ferraz.

Ninguno de los presidentes de la Junta, ni Rafael Escuredo, ni José Rodríguez de la Borbolla, ni Manuel Chaves ni José Antonio Griñán estuvieron, ni en sus mejores sueños, en una situación similar. Ese análisis político, que ella conoce, la llevó el jueves a anunciar, cuando nadie lo esperaba, que pedirá las actas de los diputados que sean imputados por el caso ERE si así lo decide el Tribunal Supremo o el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. De cualquiera. Sea uno de los cinco diputados que se sientan en el Parlamento andaluz o de los cuatro que ocupan escaño en el Congreso y el Senado. Incluidos los expresidentes Chaves y Griñán, que aún no salen de su asombro.

La declaración recorrió como un seísmo un PSOE que atraviesa un momento de máxima debilidad y ha abierto, según resumen algunos de los veteranos del partido, una “quiebra” que será muy difícil de superar. La palabra que resume el sentir de los afectados por ese anuncio de Díaz es la de “indignación”. No se explican por qué Díaz ha dado ese paso. No lo veían necesario. Sobre todo, advierten, porque el partido ya había fijado una hoja de ruta y había un acuerdo interno, que se plasmó en el código ético bautizado como la Declaración de Valencia, donde se decidió hace solo una semana que se pediría a concejales y diputados que abandonen sus cargos si son procesados o se les abre juicio oral por corrupción. No bastaría una simple imputación, como ella ha fijado. “¿A cuenta de qué?”, se preguntan en la vieja guardia del PSOE. “Se ha abierto una quiebra grande”, sostienen quienes antes dirigían el partido.

“La condición humana es muy jodida”, resume uno de los afectados. Susana Díaz ha sumido al PSOE aún más en el “desconcierto”, le reprochan otros. Bastaba con que no defendiera públicamente a los exdirigentes afectados por el caso ERE y que se plegara al camino fijado por Ferraz, advierten. Pero ella ha querido otro gesto que iba más allá y que, según cuentan, a Pedro Sánchez le ha parecido “bien”. “No había otra salida, no había margen”, insisten en el círculo político de la presidenta andaluza. La calle, insisten, espera medidas de ese calado. “¿Y qué podía hacer?”, pregunta al unísono el entorno de la socialista andaluza.

Hay una vertiente personal y otra política. En el análisis de los actuales dirigentes del PSOE andaluz hay una confesión sobre el “desgarro interno” y hasta el “dolor”, según dicen, que supone tomar una decisión de esta índole. Susana Díaz ha optado por matar al padre con el convencimiento, defienden los suyos, de que “el partido ni en Andalucía ni en Madrid podía aguantar más ese debate”. La dirigente socialista llevaba semanas, cuentan, “dándole vueltas a esa idea”. La posible imputación de los exconsejeros del Gobierno andaluz señalados por la juez Mercedes Alaya y que ahora mismo comparten bancada con la presidenta en el Parlamento (Antonio Ávila, Carmen Martínez Aguayo, Manuel Recio, Francisco Vallejo y Mar Moreno, que también es senadora) ha sido definitiva. “Esto no es Valencia”, aseguran quienes defienden el gesto político de Díaz. Admiten que esa foto sería insoportable para su carrera política. El hecho de que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, sacara a colación los ERE en su careo con Pedro Sánchez en el Congreso dicen que fue “definitivo”.

Soltar lastres

Susana Díaz se ha negado a una foto con el PP en un pacto anticorrupción y defiende que los ciudadanos están hartos de gestos y quieren medidas contundentes. Aplicando su propio guión, anunció que no daría tregua a quienes resulten imputados en los ERE. Dejaba a los señalados “a los pies de los caballos”, se queja un afectado. Llama la atención que, pese al anuncio, la presidenta se muestre convencida en privado de que ni Chaves ni Griñán serán imputados, defienda su “honestidad” y diferencie entre responsabilidades penales y políticas. “No ha habido enriquecimiento personal”, insisten una y otra vez en el PSOE. “Nada que ver con los Pujol o los Granados”, apostillan. Pero en la calle no están para oír esos discursos, subrayan en los análisis de los socialistas. Es “inasumible ese desgaste político”, concluyen.

Cuando Griñán entregó el testigo a Susana Díaz, el expresidente ha contado muchas veces a quien ha querido oírlo que le advirtió sobre que antes o después tendría que “matar al padre”. “Haz lo que tengas que hacer, no te engañes, me vas a tener que matar, es indudable, tiene que ser así. De eso no te preocupes”, cuentan testigos de esa conversación. Cuando ha llegado el momento, el expresidente, dicen, no lo ha digerido tan bien como anunció. Griñán y Chaves, señalan quienes han podido hablar con ellos, están “indignados” con Susana Díaz. Casi tanto como José Antonio Viera, quien fue su secretario general en el PSOE de Sevilla con Díaz como su número dos. Viera ha declarado públicamente a El País que no piensa dejar su acta si es imputado.

El gesto de la líder socialista, como casi todo lo que hace, ha dividido a los socialistas entre quienes defienden fervorosamente su “valentía” política y quienes atacan duramente sus ansías de poder y de salir indemne del escándalo de los ERE. Sus detractores ganan armas para potenciar su perfil de killer política, de escaladora profesional del partido. Quizás ese análisis va tarde. Susana Díaz se sabe líder del PSOE. Y no se casará con nadie. “Caiga quien caiga”, acuñó Griñán en el caso ERE y su estrategia se lo llevó por delante a él, a su consejera de Presidencia, Mar Moreno, y a su club de tecnócratas, los exconsejeros de Hacienda, Carmen Martínez Aguayo, y Economía, Antonio Ávila. “Se llame como se llame”, defiende Díaz. El problema ahora, advierten, es qué consecuencias puede tener esta ruptura interna.

Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía y secretaria general del PSOE andaluz, ha dado muestras de lo que ella defiende a capa y espada su “autonomía”. Es un hecho que la líder socialista goza de una situación interna que no han tenido ninguno de sus antecesores al frente del Gobierno y el partido en Andalucía. Es una de sus singularidades políticas. No tiene freno que la pare. No hay Gobierno socialista en Madrid, ejerce su liderazgo en las filas socialistas andaluzas sin críticos ni corrientes alternativas y ni siquiera rinde cuentas de sus decisiones políticas a Ferraz.

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