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Reverendo Torres Hurtado
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PERFIL DEL ALCALDE DE GRANADA

Reverendo Torres Hurtado

Amigo y fiel escudero de Javier Arenas, José Torres Hurtado fue nombrado delegado del Gobierno en Andalucía en el primer Gobierno de José María Aznar

Foto: El alcalde de Granada, José Torres Hurtado (c). (E. Villarino)
El alcalde de Granada, José Torres Hurtado (c). (E. Villarino)

Fuera de su tiempo, JoséTorres Hurtado caminaría por las calles de Granada igual que hace hoy como alcalde de la ciudad, pero no sería traje y corbata su vestimenta, sino una túnica cardenalicia. El solideo rojo encajaría a la perfección en su cabeza redonda, en su cara redonda, y la cruz pectoral buscaría el acomodo preciso en el abdomen generoso. Torres Hurtado recorrería la ciudad, arriba y abajo, por los adoquines de la Carrera del Darro, el medio kilómetro más hermoso de la Tierra, como lo describió Somerset Maugham, con la Alhambra al fondo, y no habría vecino que no se detuviera al verle, que se inclinase con una reverencia hasta que el cardenal Torres Hurtado le extendiese la mano con una sonrisa beatífica para que le besara el anillo.

Fuera de su tiempo, este alcalde podría ser así, y si la fantasía surge es porque es el propio Torres Hurtado quien se imagina a sí mismo en esas circunstancias, como un sueño antiguo de reencarnación. Siempre se ha visto de esa guisa, de cardenal de otro tiempo, y sólo ahora, estos días, podría haberlo conseguido, al menos por unas horas, si la serie televisiva de Isabel la Católica le hubiera ofrecido la posibilidad de un 'cameo' que el alcalde hubiera aceptado encantado cuando le pidieron permiso para grabar capítulos en la ciudad en la que reposan los restos mortales de la reina de Castilla.

Lo que no hubiera cambiado el paso de los siglos es ni el aspecto bonachón de este alcalde ni el desarrollado instinto de cercanía con los ciudadanos, quizá el valor más preciado de la política. Siendo Granada una ciudad que siempre se ha identificado más con la derecha que la con izquierda, no ha sido hasta la irrupción de Torres Hurtado en la política municipal cuando el Partido Popular ha comenzado a ganar elecciones tras elecciones con una mayoría absoluta que ha ido ampliando. Antes de su llegada, en las elecciones municipales de 2003, el PP ganaba en esta capital andaluza, sí, pero en la mayoría de las ocasiones era la izquierda, PSOE e Izquierda Unida, quienes gobernaban con pactos que le otorgaban la mayoría absoluta que los populares no alcanzaban. Llegó Torres Hurtado y, desde entonces, las victorias de este partido se cuentan por mayorías absolutas. El secreto íntimo puede estar en la campechanía, sí, pero también en una amplia experiencia política y de gestión porque este alcalde, antes de llegar al Ayuntamiento granadino, se ha recorrido todas las administraciones del Estado. El Congreso de los Diputados, dentro de las filas de Alianza Popular en las elecciones de 1982, el Senado, el Parlamento andaluz y ahora el Ayuntamiento.

Amigo y fiel escudero de Javier Arenas, José Torres Hurtado (Píñar, Granada, 15 de octubre de 1946) traspasó la línea que separa a los diputados culiparlantes de aquellos otros que pisan la moqueta del poder cuando en el primer Gobierno de José María Aznar fue nombrado delegado del Gobierno en Andalucía. Era el 20 de mayo de 1996. A Torres Hurtado no se le olvidarán jamás ni el día ni la fecha en la que tomó posesión de tal cargo porque la tragedia no le otorgó ni cinco minutos de tranquilidad para que entendiera de golpe la dureza del puesto que acaba de asumir. Ese día, que iba a ser de fiesta, de celebración, Torres Hurtado le pidió a su familia que lo acompañara a Madrid. Se alojaron en un buen hotel y estaba todavía afeitándose en la habitación cuando la radio interrumpió la programación para una noticia de última hora: el sargento de Ingenieros Miguel Angel Ayllón, de 27 años, acababa de fallecer al estallar en Córdoba un artefacto de ETA que se encontraba oculto en un contenedor de basura próximo a una parada, donde el suboficial aguardaba un autobús que le llevaría al cuartel de Cerro Muriano.

Torres Hurtado llegó a la Moncloa, tomó posesión sin protocolo alguno y, nada más cumplir el trámite, se montó en un avión del ejército que lo trasladó al lugar del atentado. Llegaron a Córdoba, a la parada de autobús en la que se había producido el atentado y, como todavía Policía y Guardia Civil recogían pruebas del atentado, se alejaron unos metros. Se apoyaron en un coche aparcado en las inmediaciones desde donde podían seguir los trabajos policiales y allí estuvieron un buen rato, hasta que los agentes de seguridad descubrieron que también aquel coche en el que estaban apoyadas las autoridades formaba parte del atentado; un coche bomba, cargado de explosivos, que por error de la banda terrorista no había logrado activar. Así fueron las primeras horas de Torres Hurtado como delegado del Gobierno.

ETA, su peor pesadilla

Luego, en años sucesivos, Torres Hurtado tuvo que afrontar otros trágicos momentos de ETA en Andalucía, quizá los de mayor actividad de la banda terrorista en esta región. Luis Portero, Muñoz Cariñanos, Alberto Jiménez Becerril, Martín Carpena... Se hace tan doloroso, tan duro, aunque pasen los años, que la mera lectura de la lista de asesinados por la banda terrorista en aquella etapa hace imposible que ahora, cuando se le pregunta a Torres Hurtado por los avatares de su vida política, no surjan esos nombres en primer lugar, ese poso de amargura, de impotencia. Imposible, sí.

Quizá por eso, por la dureza del cargo, Torres Hurtado no desaprovechó la primera oportunidad que tuvo para abandonar la Delegación del Gobierno en 2002 y asumir el reto de intentar conquistar la alcaldía de Granada, entonces gobernada por el PSOE. Contra pronóstico consiguió la mayoría absoluta la primera vez que se presentó y, desde entonces, paso a paso, con esa imagen campechana que transmite, con el contacto barrio a barrio con los ciudadanos, ha impulsado importantes reformas urbanísticas en la ciudad hasta convertir Granada en la capital amable, apacible, ordenada, atractiva y bulliciosa de la actualidad.

Diez años lleva de alcalde y otros tantos piensa seguir en el mismo sitio si nada se le tuerce, como la querella que afronta ahora, acusado de prevaricación, por la permuta de una deuda de 8,2 millones de euros por unos terrenos propiedad de los empresarios morosos. Torres Hurtado habla del caso con tranquilidad, sin alteración aparente, seguro de que todo quedará en nada, como si todo hubiera consistido en una irrelevante transacción municipal, un trámite administrativo que sólo pretendía solucionar un problema: el cobro de una deuda que se había vuelto imposible. También en eso, al hablar, Torres Hurtado une las manos, se las frota, y surge sin pretenderlo la pose cardenalicia que lleva dentro. Y otra vez se le puede volver a imaginar igual. Reverendo Torres Hurtado, paseando tranquilo por el medio kilómetro más bello del mundo.

Fuera de su tiempo, JoséTorres Hurtado caminaría por las calles de Granada igual que hace hoy como alcalde de la ciudad, pero no sería traje y corbata su vestimenta, sino una túnica cardenalicia. El solideo rojo encajaría a la perfección en su cabeza redonda, en su cara redonda, y la cruz pectoral buscaría el acomodo preciso en el abdomen generoso. Torres Hurtado recorrería la ciudad, arriba y abajo, por los adoquines de la Carrera del Darro, el medio kilómetro más hermoso de la Tierra, como lo describió Somerset Maugham, con la Alhambra al fondo, y no habría vecino que no se detuviera al verle, que se inclinase con una reverencia hasta que el cardenal Torres Hurtado le extendiese la mano con una sonrisa beatífica para que le besara el anillo.

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