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No hay muertos para tanto tanatorio en España, pero es un negocio muy rentable
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El ticket promedio es de 3.700 euros

No hay muertos para tanto tanatorio en España, pero es un negocio muy rentable

Mientras aquí las salas para funerales superan seis veces la demanda, otros países europeos apenas tienen lo imprescindible. Las funerarias han creado una red amplia y fácil de mantener

Foto: Fachada del tanatorio de San Isidro. (Europa Press/Carlos Luján)
Fachada del tanatorio de San Isidro. (Europa Press/Carlos Luján)

A las 10:30 solo una vecina recorre con su perro el enorme parque frente al tanatorio de San Isidro en Madrid, pero el silencio sepulcral empieza 200 metros más abajo, en las faldas de la colina. Un señor que fumaba y una anciana miraban de soslayo desde un banco el enorme edificio revestido en vidrio. Quizás se han acostumbrado a su presencia o asumido que allí terminarán sus cuerpos.

Como las 21 salas del tanatorio de San Isidro, en España hay 7.000 para velar a las menos de 1.200 personas que fallecen como promedio cada día. La infraestructura supera seis veces la demanda y algo parecido ocurre con los crematorios. Los 537 que funcionan pueden realizar 1.549 incineraciones diarias, frente a una demanda actual de 570. En otros países europeos como Croacia, el panorama funerario es muy diferente, llegando este último a contar con un horno crematorio por cada 1,7 millones de habitantes. Ningún país europeo cuenta con una red funeraria tan numerosa como la española, que destaca además por las lujosas condiciones de sus servicios.

El recibidor de San Isidro parece el de un hotel cinco estrellas. Tiene el suelo de mármol, orquídeas exóticas, ascensores con vista panorámica, pantallas informativas de dos metros de alto y un mezzanine con vistas al vecindario. La escena la coronan enormes candelabros dorados, como las puertas de los ascensores, los picaportes y el resto de luces. Si no hay oro en este sitio al menos lo parece.

Los altavoces reproducen música y sonidos tenues, sombríos, para complementar un escenario donde la suntuosidad alivia el duelo. A fin de cuentas, debido a la vulnerabilidad de los agraviados, quizás la muerte de un ser querido sea uno de los contextos en los que menos pegas se ponen para pagar por algo. Eso explicaría que el ticket medio de un servicio funerario en España ronde los 3.700 euros y llegue a 5.000 en grandes ciudades como Madrid, según la OCU.

placeholder Recibidor del tanatorio de San Isidro. (A.H.S.)
Recibidor del tanatorio de San Isidro. (A.H.S.)

Mucho dinero con pocos muertos

La rentabilidad del sector compensa la extensión de su red asistencial, pero al tratarse de un servicio disponible las 24 horas en todo el país, no deja de ser raro que la cantidad de salas sea seis veces más grande de lo necesario. De las 21 salas de San Isidro, solo 13 estaban ocupadas en la mañana del martes 14 de octubre. “En este sitio trabajamos mucha gente y las cosas marchan bien porque los servicios funerarios dejan mucho dinero”, explica bajo anonimato el chófer de uno de los tres coches Mercedes-Benz aparcados en la entrada del edificio para trasladar a las familias de fallecidos asegurados.

“Hay lugares mucho más grandes, como el Tanatorio Sur con 42 salas”, continúa el conductor que lucía un Rolex en su muñeca izquierda. “Este casi siempre tiene alta ocupación porque es muy céntrico y tiene buena fama. A la gente le gusta despedir bien a sus difuntos y por eso pagan seguros de decesos que luego costean todo esto. La mayoría de pólizas incluyen el traslado de los familiares en nuestros coches y por eso movemos a personas de todas las clases”.

Todas estas empresas se nutren fundamentalmente de las aseguradoras escogidas por los 22,3 millones de españoles que han decidido garantizar sus sepelios. De ahí salen los más de 1.679 millones de euros que facturó el sector en 2023, de acuerdo a las últimas cifras publicadas por su patronal, PANASEF. Ese monto no llegaba a los 1.500 millones en 2017, pero ha crecido considerablemente y en 2023 llegó a igualar el pico de facturación de 2020 causado por el aumento de defunciones que trajo la pandemia. Alejandro Quinzán, secretario general de PANASEF, adelanta a este diario que el sector facturó 1.719 millones de euros el año pasado, siguiendo la estela de crecimiento.

placeholder Sala de estar en el tanatorio de San Isidro. (A.H.S.)
Sala de estar en el tanatorio de San Isidro. (A.H.S.)

“Los funerarios han hecho un esfuerzo muy grande para acercar sus servicios a la ciudadanía y hoy muchos pueblos cuentan con un tanatorio propio para evitar los grandes desplazamientos. Pasa lo mismo con los cementerios, pues hay 17.682 para 8.131 municipios, más de dos por cada localidad”, explica Quinzán. “Nuestra red de tanatorios nos permite tener más tiempo para prepararnos ante contingencias como la pandemia, ya que los cuerpos tienen que pasar por determinados procesos que pueden tardar. La cifra de salas se mantiene estable y muy pocas cierran. En otros países europeos hay menos porque las personas están muy acostumbradas a desplazarse cuando fallece un familiar”.

También influyó en la creación de tanatorios el tema cultural, pues tras abrirse en 1968 el primero en Barcelona, se ha vuelto cada vez más raro velar a los difuntos en sus casas. El establecimiento de la Ley Mortuoria en 1974 creó un marco normativo y el impulso definitivo llegó en los años 80, cuando se liberalizó el sector y comenzaron a abrirse tanatorios privados.

Nuria Capdevila, ingeniera en diseño industrial y fundadora de la única consultora para empresas funerarias en Europa, explica que muchas aseguradoras han verticalizado el negocio al adquirir a las empresas que prestaban los servicios al cliente final: “También ocurría con frecuencia que cuando una empresa grande compraba a una funeraria local, el dueño que vendía abría un negocio similar al lado y la red de tanatorios fue creciendo a un ritmo menor que el número de fallecidos. Otra cosa que ayuda a las empresas es que los inmuebles suelen ser propios y les cuesta mucho menos mantener los negocios operativos a pesar de tener pocos servicios en determinados momentos”.

La experta consultada vive en Tárrega, un pueblo cerca de Lérida con un tanatorio que entra en servicio solo cuando fallece algún vecino. El resto del tiempo permanece cerrado sin generar grandes costes, precisa Capdevila. “Es como si fuese un almacén o un hotel, lo abres solo cuando lo necesitas y por eso no son difíciles de mantener por las empresas. La mayoría no brindan servicios extras como la cafetería, la tanatopraxia o la floristería. Los llevan los propios gerentes y si se ven desbordados contratan de manera extraordinaria a alguna persona”.

Este diario se puso en contacto con una empresa funeraria familiar de la provincia de Ciudad Real que opera en dos pequeños municipios: Daimiel (casi 18.000 habitantes) y Fuente del Fresno (3.000 habitantes). En el primero, los hermanos Carreño, que administran la compañía fundada por su padre tres décadas atrás, tienen un tanatorio de tres salas, y otro de dos en el segundo. Pueden pasar semanas sin que nadie fallezca en el pueblo más pequeño, pero eso no representa un problema para el negocio.

“Nunca hemos pensado en cerrar alguna sala”, cuenta uno de los hermanos empresarios. “Si pasa un mes y no damos ningún servicio, puede que la semana siguiente hagamos tres y así nos recuperamos, aunque aquí cobramos alrededor de 2.000 euros por servicio, mucho menos que en las ciudades. Nuestro empleado está siempre ahí pendiente de que se le avise o si no se pone a cobrar recibos de nuestros vecinos asegurados. Siempre tendrá algo que hacer. No podemos echarlo o buscar a una persona a tiempo parcial. Con esta fórmula nos va bien. Mi padre creó el negocio para que la gente no tuviera que salir de estos pueblos a velar a sus muertos”.

España encabeza las cremaciones en Europa

Si bien en las estadísticas nacionales las inhumaciones todavía adelantan ligeramente a las cremaciones, en las grandes ciudades españolas cambia el destino escogido para los cuerpos sin vida. El último informe publicado por PANASEF señala que el 55,2% de los fallecidos en las capitales de provincia en 2023 fueron cremados. Interfunerarias, la compañía administradora del tanatorio madrileño visitado, y Mémora, otra de las líderes del sector, prefirieron no hacer declaraciones sobre estas prácticas a El Confidencial. Pero indudablemente no les va mal, aunque el mercado se haya transformado en la última década con el incremento exponencial de las cremaciones, como muestra el siguiente gráfico.

Esa inclinación de la población urbana española por reducir a cenizas los cadáveres forma parte de una tendencia que afecta a todo el continente. Los países del norte y centro-norte europeo, como Reino Unido, Suecia, Dinamarca o Alemania, tradicionalmente han contado con más crematorios y las tasas de cremación son más altas, debido a su mayor secularización y la falta de espacio en los cementerios. En el sur del continente las tradiciones católicas y ortodoxas han favorecido históricamente el entierro, pero eso está cambiando.

En Italia, por ejemplo, la cremación se ha disparado en los últimos 30 años, debido a una mezcla de cambios culturales, elevados costes y la creciente secularización de la sociedad. Si en 1995 solo se cremaban menos del 3% de las personas fallecidas, en 2023 esa cifra creció hasta el 38%, según datos de la asociación del sector funerario Utilitalia SEFIT, citados por Reuters.

De igual modo, en Francia, donde la cremación fue legalizada en 1887, se pasó de incinerar el 10% de los fallecidos en 1994, a un 40% en 2022, de acuerdo a información publicada por la Federación Nacional de Funerarias de Francia. Además, en 2023, el 50% de los franceses preferirían ser cremados, según una encuesta del Instituto Francés de Opinión Pública, frente al 20% que lo elegía en 1979.

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En Austria, por su parte, hoy existen una veintena de crematorios y más de 500 empresas funerarias, según la Asociación Federal de Funerarios. Esa infraestructura ha permitido que aumente el porcentaje de cremaciones en los últimos años. Se estima que alrededor del 45% de los sepelios en todo el país son cremaciones, aunque hay grandes diferencias regionales. Las razones para optar por la cremación son muy diversas: la falta de espacio en los cementerios, la motivación ecológica o el deseo de ser enterrado en un bosque o en un cuerpo de agua.

En otros países como Suiza los dolientes van un paso más allá y defienden una alternativa ecológica al entierro y la cremación. Ciudades como Ginebra han apostado por la llamada “humusación, un proceso mediante el que los cadáveres se transforman en compost. Para llevarlo a cabo, se coloca el cuerpo directamente en el suelo y se cubre con tierra, sin ataúd, sin ropa y sin otras pertenencias. Esta práctica se defiende en otros sitios como Bélgica.

También hay familias partidarias de soluciones funerarias más ecológicos como la resomación o cremación acuática, presente en Noruega o Escocia. Ese proceso se lleva a cabo al exponer el cadáver a una disolución alcalina que lo reduce de forma menos contaminante.

Croacia, dos crematorios para casi 4 millones de personas

Mientras en algunos países europeos se desarrollan nuevos métodos de cremación, en otros aún no se ha extendido como práctica debido a la carencia de una red asistencial adecuada o a la incompatibilidad cultural. En Rumanía, por ejemplo, confluyen ambos factores. Allí la cremación es legal, pero se ve como una práctica tabú, rechazada por la Iglesia Ortodoxa Rumana. Actualmente existen tres crematorios para humanos en Rumanía y su uso no es común, principalmente por las tradiciones religiosas que consideran la cremación un pecado. La población cristiana en Rumanía es muy elevada; según el censo de 2022, aproximadamente el 95% de los habitantes se identifican como cristianos, y la mayoría (73,86%) pertenece a la Iglesia Ortodoxa Rumana.

Croacia es otro de los países europeos donde las familias tienen serias dificultades para acceder a la cremación, ya que solo tiene dos crematorios en funcionamiento. Uno está en la capital, Zagreb, y el otro en el este, Osijek, la cuarta ciudad más grande del país. Hay dos crematorios más en fase de planificación en el sur de Croacia, en las ciudades de Šibenik y Split, pero no se sabe con certeza si finalmente se construirán.

Lo que resulta aún más curioso es que en septiembre de 2025 los dos crematorios existentes en Croacia presentaban averías, por lo que era muy difícil incinerar a alguien, especialmente si el fallecido no vivía en Zagreb. El crematorio de Osijek ha estado fuera de servicio desde la primavera debido a un mal funcionamiento de la chimenea. Se colocó una nueva chimenea el 7 de octubre y comenzó a prestar servicio después de casi medio año paralizado.

En el crematorio de Zagreb, uno de los dos hornos está averiado desde septiembre, por lo que no se pueden satisfacer todas las necesidades y solo aceptan solicitudes de cremación de residentes de Zagreb. Por ello, en septiembre, quienes querían incinerar a sus familiares fallecidos tuvieron que enviar los cuerpos a la vecina Eslovenia para su cremación, lo cual es más complicado y costoso. La reparación del horno dañado debería completarse en un mes y la capital planea comprar dos hornos nuevos.

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Incluso con los dos crematorios croatas funcionando, si alguien de la ciudad más meridional, Dubrovnik, desea incinerar a un familiar fallecido, el cuerpo debe viajar 600 kilómetros hasta Zagreb u 880 kilómetros hasta Osijek (si pasa por otro país, como Bosnia y Herzegovina, el viaje a Osijek sería de 530 kilómetros).

La ciudad costera de Rijeka cuenta con espacio para crematorios dentro de sus cementerios, pero nunca se adquirió el equipo necesario para la cremación. Como informaron los medios en 2024, el director de la funeraria de la ciudad afirmó que el equipo es caro y no hay suficiente interés por la cremación como para justificar los costos. Sin embargo, en ese desinterés de los clientes influye el hecho de que tengan que pagar el transporte de Rijeka a Zagreb u Osijek, y viceversa.

Los funerarios croatas afirman que los crematorios privados podrían ser útiles, pero hasta el momento no ha habido ninguna iniciativa del sector privado para gestionar un crematorio. Mientras tanto, los cementerios y las tumbas tradicionales son caros y, en algunas ciudades, casi imposibles de adquirir debido a la limitación del espacio.

A las 10:30 solo una vecina recorre con su perro el enorme parque frente al tanatorio de San Isidro en Madrid, pero el silencio sepulcral empieza 200 metros más abajo, en las faldas de la colina. Un señor que fumaba y una anciana miraban de soslayo desde un banco el enorme edificio revestido en vidrio. Quizás se han acostumbrado a su presencia o asumido que allí terminarán sus cuerpos.

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