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Sánchez, Feijóo y la política indecente: "Degenerando, degenerando"
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SESIÓN DE CONTROL

Sánchez, Feijóo y la política indecente: "Degenerando, degenerando"

La comparecencia de Sánchez ha sido la quintaesencia del plan Moncloa: negarlo todo, atacar al PP y provocar a Feijóo, que le sentará en el Senado por corrupción. Génova se indigna y Moncloa se divierte, pero la corrupción avanza

Foto: Sánchez y Montero, en la sesión de control. (EFE/Chema Moya)
Sánchez y Montero, en la sesión de control. (EFE/Chema Moya)
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Cuentan que en los años cuarenta al matador Juan Belmonte le preguntaron en una ocasión cómo podía ser que un miembro de su cuadrilla hubiera pasado de banderillero a gobernador civil en pocos meses. La respuesta del maestro, lacónico y parco, pasó a la Historia: "Pues cómo va a ser: degenerando, degenerando". La anécdota sobrevoló hoy el hemiciclo al observar al presidente del Gobierno. A pesar de su esposa, su hermano, su fiscal general y sus dos secretarios de Organización, a pesar de las chistorras y los soles, Sánchez responde a las preguntas del líder de la oposición, tan legítima como obligada, sonriendo y con las manos en la espalda. ¿Cabe mayor condescendencia?

Pero el cronista tiene memoria y la hemeroteca de Sánchez tiende a infinito. La pregunta hoy a la respuesta de Belmonte es: ¿cómo es posible pasar del Peugeot a presidente del Gobierno en sólo dos años? ¿Cómo es posible presentar una moción de censura al presidente del Gobierno apelando a la ética del Estado y no inmutarte cuando la corrupción llega hasta el dormitorio? Y, a partir de ahí, toda la casuística del Sánchez de la oposición enmendando al actual.

Todo empezó en 2015. Eran los tiempos de la investigación del caso Gürtel, cuando la actualidad política pasaba por la corrupción de Luis Bárcenas. En aquel tiempo Sánchez pensaba que Rajoy era "indecente", y se lo dijo a la cara. Hoy es Alberto Núñez Feijoó quien piensa que Sánchez es indecente, y también se lo ha dicho a la cara. La diferencia es que cuando lo dijo el entonces líder del PSOE, al presidente Rajoy casi se le caen las gafas. Se lo calzó en un debate electoral, a dos metros de distancia y con cara de muy pocos amigos. Rajoy respondió indignado —“Hasta aquí hemos llegado”—, algo se rompió para siempre y Sánchez enarboló la bandera de la ejemplaridad y la lucha contra la corrupción.

Hoy, es Feijóo el que se lo ha espetado a Sánchez de escaño a escaño, pero la reacción del actual presidente del Gobierno ha sido completamente distinta: le da igual, le resbala, le es indiferente. Como quien oye llover. Un enorme desprecio por su adversario. Lo que en Rajoy fue indignación, en Sánchez es arrogancia, una arrogancia que le sale de dentro, y que sus asesores han decidido convertir en bandera electoral, tanto en el fondo como en la forma. La imagen del presidente ha cambiado. Hoy ha querido transmitir tranquilidad. Los brazos a la espalda y el rostro relajado, algo que no se veía desde la famosa comparecencia del maquillaje tras la caída en desgracia de Santos Cerdán, hoy en prisión. Como si no pasara nada.

Las intervenciones de Sánchez esta mañana en el hemiciclo han sido la quintaesencia de la estrategia diseñada en La Moncloa. Primero: negar la mayor sobre las sospechas de financiación irregular en el PSOE: "Que la realidad no le estropee un buen titular, señor Feijóo". Segundo, responder atacando: "Para sobrecogedor, el Partido Popular". Tercero, hablar de los asuntos que destapan los errores y las contradicciones del PP: por el escándalo de las pruebas diagnósticas oncológicas en Andalucía ("ustedes defienden los intereses de la sanidad privada"), por el embargo a Israel para frenar el genocidio ("Ustedes van a votar en contra"); y por el escaso porcentaje de abortos en la sanidad pública de Madrid ("eso es un atropello a los derechos de las mujeres"). Y cuarto, apropiarse una vez más de la mayoría social: "Este Gobierno defiende a la gente de a pie y ustedes a la élite de siempre".

Feijóo ha repasado la biografía de la corrupción de Sánchez para concluir que "el problema no es que usted esté rodeado de corrupción, el problema es que es imposible haber delinquido sin usted. Por eso el reproche moral lo merece usted". Y ahí, el líder de la oposición ha dado un paso más y ha parafraseado, probablemente sin saberlo, la citada frase de Rajoy: "Hasta aquí ha llegado, señoría. Después de lo que me acaba de contestar hoy, se acabó la huida".

Foto: pedro-sanchez-sesion-control-congreso

Y el líder de la oposición ha dado una nueva vuelta de tuerca y ha anunciado que Sánchez deberá comparecer este mes en la comisión de investigación del Senado sobre la corrupción socialista: "Le resultará muy difícil, pero está obligado a decir la verdad", le ha apuntado. De modo que hoy en el Congreso se han vuelto a visualizar dos mundos: el de Feijóo subiendo la presión sobre la corrupción que acecha al Gobierno y el de Sánchez en precampaña electoral. El de un aspirante que se indigna, como le sucedía a Rajoy, y el de un presidente que no va a perder la sonrisa ni aunque vaya a tener que prestar declaración en una comisión de investigación.

Porque Sánchez se lo toma todo a coña, tal vez en un mecanismo defensivo: "Ánimo, Alberto", ha respondido ante la carcajada desaforada de su vicepresidenta Montero. Nada divierte más a los socialistas que ver a su jefe de filas riéndose de Feijóo, como cuando se desternilló en tribuna recordando aquello de "yo no soy presidente porque no quiero". Al final, entre el “usted no es una persona decente” del 2015 y el “si usted fuera decente” de 2025 cabe toda la degeneración de la política española. Ya lo anunció Juan Belmonte, el pasmo de Triana.

Cuentan que en los años cuarenta al matador Juan Belmonte le preguntaron en una ocasión cómo podía ser que un miembro de su cuadrilla hubiera pasado de banderillero a gobernador civil en pocos meses. La respuesta del maestro, lacónico y parco, pasó a la Historia: "Pues cómo va a ser: degenerando, degenerando". La anécdota sobrevoló hoy el hemiciclo al observar al presidente del Gobierno. A pesar de su esposa, su hermano, su fiscal general y sus dos secretarios de Organización, a pesar de las chistorras y los soles, Sánchez responde a las preguntas del líder de la oposición, tan legítima como obligada, sonriendo y con las manos en la espalda. ¿Cabe mayor condescendencia?

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