Gaza sí, mar Rojo no: la delgada línea entre la diplomacia militar y la politización de las Fuerzas Armadas
El presidente quiere mantener el conflicto en Oriente Medio en el centro de la agenda política nacional. Esta semana ordenó a la Armada custodiar a la llamada flotilla de Gaza con el envío improvisado de un patrullero armado
El BAM Furor se prepara en Cartagena para apoyar a la Flotilla de Gaza. (EFE)
La decisión de Pedro Sánchez de mandar un barco de guerra —el buque de acción marítima Furor— para escoltar la llamada Flotilla de Gaza rumbo a aguas israelíes ha generado estupor y frustración en muchos cuarteles y bases del país. Con este movimiento improvisado, el presidente del Gobierno cruza peligrosamente la delgada línea entre la diplomacia militar y la politización de las Fuerzas Armadas. Una acción, comentan observadores políticos y militares, que parece más diseñada para desviar la atención de sus problemas internos que para ayudar genuinamente a los militantes propalestinos.
En el seno de la Armada, la noticia ha sido recibida con incredulidad. Primero, la celeridad exigida para el despliegue no programado aumenta las posibilidades de error y ha generado preocupación entre algunos mandos y marineros. Pero más preocupante es la ausencia de unas órdenes claras definitivas. Las llamadas rules of engagement que gobiernan la reacción de los activos militares ante los diferentes escenarios y, en última instancia, el uso de las armas.
"¿Cuáles son las reglas de enfrentamiento del buque? ¿Qué nivel de protección está dispuesto a ofrecer a la flotilla? Si hay un choque entre manifestantes y la marina de guerra israelí, ¿se interpondrá el buque español? ¿Cuál es exactamente su función? ¿Solo actuar en caso de un rescate? ¿En aguas internacionales o también israelíes? Son preguntas cuya respuesta, en estos momentos de máxima tensión, con una guerra abierta y los israelíes en posiciones maximalistas, no conoce la opinión pública", considera Alberto Bueno, experto en geopolítica y defensa de la Universidad de Granada y de la Universidad de Leipzig.
Sánchez anuncia el envío de un buque en apoyo de la flotilla Global Sumud que va a Gaza
Aunque el Gobierno asegura que el BAM Furor estará en aguas internacionales, la intención de la flotilla de activistas es, precisamente, la de generar tensión para llamar la atención sobre la masacre palestina en Gaza. Y la actitud israelí es que no van a dejar pasar las provocaciones. Todos los expertos consultados coinciden en la dificultad de liderar una misión tan difusa con tantos imponderables.
"Estos días en la Armada, nadie querría ser el comandante del Furor", resume una fuente militar.
Gaza sí, mar Rojo no
Este sentimiento de incertidumbre se une el riesgo reputacional al que Moncloa expone a la marina de guerra. El mismo Gobierno, reprochan algunos analistas, que se negó a colaborar con la misión europea de protección a las rutas comerciales del mar Rojo amenazadas por los rebeldes hutíes de Yemen.
"La poderosa Armada Española ha enviado un buque de guerra para proteger la Flotilla Selfie, que supuestamente se dirige a Gaza. Esa misma Armada se negó a unirse a las otras 14 que desplegaron medios para proteger el transporte marítimo internacional del ataque hutí. De hecho, los terroristas hutíes elogiaron a España por ello", escribió con sorna Richard Kemp, un influyente experto militar proisraelí, cargando las tintas contra la marina de guerra española.
The mighty Spanish navy has sent a warship to "protect" the Selfie Flotilla supposedly heading for Gaza. That same Navy declined to join the 14 others that deployed assets to protect international shipping from Houthi attack. And in fact the Houthi terrorists praised Spain for it pic.twitter.com/6QnyJWNPl1
Sin embargo, ambas decisiones —no ir al Mar Rojo e ir a Gaza— son políticas y no militares. Y es labor de los uniformados, como en todas las fuerzas armadas de los países democráticos, el ejecutar esas órdenes sin deliberación y con sus mejores capacidades. Aunque estas decisiones, en ocasiones, sean contradictorias o contraproducentes. Por eso, el ecosistema de defensa se planteaba muchas preguntas ante este giro de guion, en el que Sánchez recurre directamente a los militares para mandar un mensaje a la comunidad internacional.
"Ahora no vemos a la parte más antimilitarista del Gobierno quejarse por la movilización de un barco de guerra", apunta un ex alto mando de la Armada, ahora en la reserva. "Y eso que la misión Aspides (patrullaje y escolta de buques en el mar Rojo) sí era estratégica para el país. Esto, sin embargo, responde a un interés ideológico más que de estado", agrega.
Ahí yace la delgada línea entre utilizar los militares como herramienta diplomática o politizar la acción armada. ¿Por qué en Gaza sí y en el mar Rojo no?
"Y si se hubiera montado una flotilla por Ucrania, ¿habría mandado Pedro Sánchez un buque de guerra al mar Negro a escoltarla?", se pregunta con ironía otro observador militar.
¿Se podría haber hecho diferente?
Expertos apuntan que el Gobierno podría haber pedido un plan a la agencia estatal de Salvamento Marítimo (SASEMAR), que cuenta con una flota de más de 50 embarcaciones —algunas aptas para misiones de rescate, como salvamares y remolcadores de la clase Don Inda—, así como con helicópteros, aviones y personal especializado. No está claro si tendrían la preparación y logística para una operación de carácter expedicionario. Pero era una vía a explorar.
También se podría haber preparado un operativo militar correctamente planificado. Sin embargo, la decisión ha sido apresurada. Lo sabemos porque fuentes militares comentaban en la tarde del miércoles que se había empezado a estudiar la posibilidad de mandar un BAM de escolta a la flotilla y la operación se confirmó apenas unas horas después, cuando Sánchez compareció en la noche tras la Asamblea General de la ONU.
"Desplegar un buque de guerra es una locura. Aunque un BAM no esté muy armado, se puede ver en situaciones comprometidas. Si quieres mandar una señal de paz, no mandas un buque con cañones", comenta la fuente del sector defensa.
Los BAM son patrulleros oceánicos evolucionados, con un desplazamiento de unas 2.500 toneladas en plena carga. Esto los pone en la misma categoría que las cinco corbetas clase Al Jubail, construidas por los astilleros estatales Navantia para la armada saudí. De hecho, en España, los seis BAM vinieron a sustituir oficiosamente a las corbetas de clase Descubierta. Pero se trata de buques completamente diferentes.
Las corbetas, como las saudíes, están preparadas para participar en combates de alta intensidad y cuentan con armamento antibuque, antiaéreo y antisubmarinos. Mientras, los BAM son patrulleros diseñados para largas misiones de seguridad marítima lejos de nuestros puertos, por lo que priorizaron la autonomía y la habitabilidad. Su armamento consiste únicamente en el cañón OTO Melara de 76mm y dos montajes Mk.38 con cañón de 25mm con sensores electrópticos. Además, tiene cubierta de vuelo para helicópteros (NH90/SH60B/AB212) y un grupo de Equipos Operativos de Seguridad (EOS) de la Infantería de Marina.
Chiste que circula en grupos de militares.
Aunque son más económicos de operar que una corbeta, igualmente son sistemas complejos, con una tripulación de más de medio centenar de efectivos. En algunos grupos cercanos a la Armada se cruzaban mensajes lamentándose por la falta de preparativos, sin tiempo para alistar el barco y la tripulación.
"Han previsto una navegación de 20 días y han conseguido aprovisionamiento de lo que había por aquí y por allá. Se quiere embarcar aeronave de ala móvil, se desconoce si dará tiempo. Los pobres oficiales que se están comiendo este marrón van como pollos sin cabeza por la total falta de información. Nadie ha podido bajar del barco para hacer acopio de ropa, enseres o despedirse de sus familiares. Se van, en muchos casos, literalmente con lo puesto", decía uno de los textos.
Diplomacia o politización
En el actual contexto geopolítico, la diplomacia militar ha ganado enteros sobre la diplomacia comercial y cultural. El creciente peso de la defensa en asuntos estratégicos, industriales y políticos convierte a las fuerzas armadas en un poderoso vehículo de relaciones internacionales. Sin embargo, existe una línea que separa el uso de los militares en tiempos de paz para forjar alianzas y defender los intereses del país a utilizarlos con fines políticos o ideológicos.
El Gobierno de Sánchez ha sabido utilizar con tino la diplomacia uniformada en el pasado, como cuando España ofreció la base de Torrejón para coordinar los vuelos con colaboradores afganos amenazados por los talibanes. En esas semanas, Madrid fue epicentro geopolítico y pudo influir, desde dentro, en el devenir de los acontecimientos. Y la operación de los A400M españoles sobre el terreno, con militares y policías acompañando menores de la mano y cargando equipajes de las familias, nos valió el reconocimiento de medios internacionales y aliados.
El ejemplo más claro de nuestra diplomacia militar es la participación de tropas españolas en la mayoría de misiones y maniobras militares de la OTAN y la UE. Unas capacidades operativas que han servido durante años para compensar la escasa inversión nacional en defensa y seguir siendo considerado uno de los socios más fiables de la Alianza.
Así que la pregunta es si la flotilla responde a un objetivo de interés nacional de tal nivel que requiera mandar un buque armado sin órdenes claras, preparativos logísticos o labores de inteligencia previa.
"Considero factible y pertinente que los estados ribereñosgaranticen la libertad de navegación y la seguridad por sus aguas y por aguas internacionales. También veo normal garantizar protección a determinados barcos. Lo que es más difícil es cómo se conjuga esto con defender unos intereses privados, porque la flotilla es un proyecto privado, con unos determinados promotores y una determinada intención", sopesa Bueno.
"A día de hoy, ni siquiera ha ocurrido un incidente que justifique una intervención. Da la impresión de que ha sido una medida improvisada como parte de la estrategia del Gobierno por situar la guerra en Gaza en primer plano de la agenda", concluye.
La decisión de Pedro Sánchez de mandar un barco de guerra —el buque de acción marítima Furor— para escoltar la llamada Flotilla de Gaza rumbo a aguas israelíes ha generado estupor y frustración en muchos cuarteles y bases del país. Con este movimiento improvisado, el presidente del Gobierno cruza peligrosamente la delgada línea entre la diplomacia militar y la politización de las Fuerzas Armadas. Una acción, comentan observadores políticos y militares, que parece más diseñada para desviar la atención de sus problemas internos que para ayudar genuinamente a los militantes propalestinos.