Misión merluza

Una ruta por 12 puertos españoles en busca del pescado más sobreexplotado del Mediterráneo

Reportaje de Guillermo Cid
Datos de José Ramón Pérez
Diseño de Emma Esser y Blanca Casanova
Desarrollo de María Mateo

El Confidencial acompaña durante varias semanas a activistas que investigan la situación de este pez en el Mediterráneo Occidental. Pese a no ser el animal favorito de la flota pesquera, se ha convertido en la especie clave para el futuro del sector.

Reportaje de Guillermo Cid
Datos de José Ramón Pérez
Diseño de Emma Esser y Blanca Casanova
Desarrollo de María Mateo

Son cerca de las dos de la tarde del martes 13 de mayo y el mercado municipal de Villajoyosa, Alicante, está a punto de cerrar. Apenas queda género en los puestos y solo algunos rezagados siguen de compras. Entre ellos, una observadora pareja que, después de dar varias vueltas, logra encontrar en uno de los comercios el pescado que lleva días buscando: las pijotas. El tendero que se las vende no lo sabe, pero les está dando el pez más polémico de los que se pueden coger ahora mismo en el mar Mediterráneo.

La pareja que hace la compra está formada por dos miembros de Oceana, una ONG que se dedica a velar por la conservación de los océanos. Su paso por el mercado forma parte de una investigación con la que intentan mostrar la situación de la merluza en los puertos del este de España y el oeste de Italia. El Confidencial los acompaña y sigue sus pasos en una misión que se alarga durante más de dos semanas visitando puertos y mercados del litoral.

“Normalmente, cuando hablamos de merluza, pensamos en el pez grande de dientes afilados que solemos ver en las pescaderías, pues las pijotas son su versión más pequeña. Son prácticamente ejemplares juveniles que se cogen por arrastre y normalmente se ofrecen para fritura porque no tienen tamaño para prepararse de otra forma. El tema está en ver si se venden por encima o por debajo de la talla mínima”, cuenta Javier López, director de campañas de Oceana, mientras mide en un parque algunos de los ejemplares adquiridos en el mercado alicantino. “Pese a que hasta medir de media 30 centímetros el animal no se reproduce, la talla mínima de venta está en los 20 y en Italia ya nos hemos encontrado ejemplares que se venden por debajo de los 10”, añade Giulia Guadagnoli, senior policy advisor de la ONG en la expedición.

Arriba a la izq. Marinero analiza sus redes de arrastre. Foto: Europa Press / Lorena Sopêna

Arriba a la dcha. Peces espada en el puerto de Vilanova i la Geltrú. Foto: Guillermo Cid

Abajo a la izq. Pescado camino de ser subastado en la lonja. Foto: Europa Press / L. S.

Abajo a la dcha.Subasta de pescado en la lonja. Foto: Europa Press / L. S.

La obsesión de estos ambientalistas con la merluza no es casual. Este pescado, de precio ajustado, sabor anodino y muy presente en dietas de todo tipo, es el más vulnerable de todos los que se sacan del Mare Nostrum (el mar que más sufre la sobrepesca en todo el planeta). Y se ha convertido en una pieza fundamental en la guerra que mantienen ambientalistas y pescadores por las artes de arrastre, principal método de pesca a nivel global y el que amenaza a la merluza mediterránea.

En los días de viaje por el litoral español, El Confidencial visitó hasta 12 puertos y en todos se hizo palpable la tensión por este choque. A un lado de las posiciones están ecologistas y científicos, que han conseguido que la propia Unión Europea implemente exhaustivas medidas para que estos barcos reduzcan su huella medioambiental. Al otro quedan los profesionales. Pescadores y pescaderías que ven en estas medidas una persecución continua que puede acabar con su modo de vida.

La situación se ha enconado tanto que puertos como el de Villajoyosa o el de Carboneras se han llenado de mensajes contra las autoridades comunitarias. Las lonjas están más controladas que nunca y es raro encontrar a un marinero que no sospeche de la presencia de extraños cerca de los desembarques. “Lo siento, pero es que nos jugamos multas por todo, ya no nos dejan hacer nada”, comenta uno de los pescadores de Vilanova y la Geltrú, primer puerto visitado del viaje por España.

Para defender su postura y apostar por investigaciones como esta, Oceana se apoya en los últimos datos del Comité Científico, Técnico y Económico de Pesca (CCTEP), que es el órgano encargado de velar por las poblaciones y estudiar su evolución en el Mediterráneo. Estos hablan de que la merluza es la especie que más sufre la sobrepesca en el mar más sobreexplotado, con un tonelaje de pesca que en 2024 superó en 2,5 veces lo recomendado por los científicos.

Entre las especies demersales, es decir, las que se mueven cerca del fondo marino y que se suelen recoger con arrastre, no hay otra con una situación similar. Ni el salmonete ni la cotizada gamba roja están tan al límite. Desde la ONG hablan ya de colapso de la especie y eso que no es de las que más beneficio deja.

Durante las dos semanas de investigación por Italia y España, fue posible contemplar que la pesca y venta ilegal de juveniles de merluza está a la orden del día en el litoral italiano. Allí, los investigadores visitaron 4 puertos y 3 grandes mercados entre el centro y el sur del país, de Roma hasta Sicilia. “El 90% de los 21 barcos de arrastre, puestos y mercados analizados vendían merluza de tamaño inferior al permitido en el desembarque”, cuentan los activistas. Unos datos que confirma también el periodista que les acompañó. Pudieron adquirir este producto fuera de la lonja y en lugares como Porto Santo Stefano, de cuatro barcos que analizaron, cuatro vendían estos ejemplares de manera ilegal.

Las fotos tomadas de las compras son claras. Hay ejemplares que no llegan siquiera a los 10 centímetros, hay venta a pie de barco de manera habitual y se divisa una falta de control total por parte de las autoridades. Según los activistas, llegaron a ver y comprar merluzas que no superaban los 8 centímetros. 

En nuestro país, donde las medidas son mucho más exhaustivas, la presencia de inspectores es habitual y el control de las lonjas es contundente, fue mucho más difícil dar con estos casos. Más allá de los comúnmente conocidos como descartes (eliminación de ejemplares antes de desembarcar) solo se pudieron adquirir ejemplares que están al límite de la legalidad, entre los 17 y los 20 centímetros en un mercado y se pudo encontrar como fritura en dos restaurantes. Lo que fue fácil de divisar es cómo la pelea por estos peces golpea de lleno a un símbolo de la pesca en España y principal sustento de muchos de sus amarres: el arrastrero.

El ocaso del arrastre

En Santa Pola, uno de los puertos de referencia del Mediterráneo español (con más de 8.000 horas de esfuerzo de pesca al año), la lonja está automatizada y durante la tarde del 14 de mayo el género se apelotona. Una cinta va moviendo las diferentes cajas y los compradores, presentes allí o siguiendo la venta por internet, van poniendo precio a lo que va apareciendo. La subasta se hace igual que en el resto de mercados, a cada caja se le pone un precio máximo y este no para de bajar hasta que alguien lo acepta. Después, se separa, se pone más hielo, se etiqueta con el tique del comprador y se reparte. Afuera, las furgonetas refrigeradas esperan a que termine la venta para llevarse todo el producto.

Su funcionamiento es similar al de un reloj suizo y da trabajo a una gran peonada. Pero ni allí, con centenares de compradores cada día y una infraestructura industrializada, las tienen todas consigo ante el futuro del arrastre. Es tan importante este método de pesca que el propio Museo del Mar, erigido en la puerta de la zona franca, está construido dentro del Esteban González, un imponente arrastrero blanco botado en 1985. Entre los barcos que aún siguen faenando la sensación es de pesimismo. “Antes se podían pescar mucho más y salía rentable el esfuerzo, ahora cada día va a peor”, detalla un marinero que descansa después de la jornada. “Ya ni nos podemos llevar a casa una buena parte de lo que pescamos. Todo está súper controlado”, añade.

El Mediterráneo patrio cuenta ahora mismo con 556 buques dedicados al arrastre y, aunque su número no ha parado de descender, son el alma de muchas de sus lonjas. De los 12 puertos visitados desde Barcelona a Málaga, pasando por La Rápita o Águilas, ninguno aguantaría demasiado a día de hoy si no fuese por estos pesqueros. Son las embarcaciones más eficientes, que ocupan a unos 5 tripulantes, entre los que se suele incluir al propio patrón de la embarcación. El problema, que su método, basado en atrapar todo lo que pasa por su red es el que más impacto genera.

Izq.Arriba Barco de arrastre en Vilanova i la Geltrú. Foto: G. C.

Dcha.Abajo Pescador en un puerto de Cataluña. Foto: Europa Press / L. S.

En los puertos pequeños también ven los nubarrones negros, pues los arrastreros son la clave para conseguir, por ejemplo, la famosa gamba roja de Garrucha. “Nos quitan cada vez más días de trabajo, nos obligan a cambiar aparejos con grandes inversiones y todo para una pesca que cada día es menos rentable”, narraba en la tarde del 15 de mayo Alonso, uno de los últimos rederos de la zona, que dice no dar abasto por el cambio de redes obligado por la última ley. “Tenemos que cambiar las redes para colocar ojos más grandes que eviten la pesca de ejemplares juveniles. Son inversiones importantes, pues es trabajo hecho a mano. El gobierno dice que lo va a financiar, pero pagarlo lo vas a tener que pagar igual”.

A ese pequeño puerto almeriense aún no han llegado las pancartas, pero en otros ya se han generalizado. Sobre todo desde que el pasado diciembre el reparto de pesca para 2025 estuviera a punto de dejar a la flota de arrastre mediterránea con 27 días de faena, levantando en armas a todos los buques.

Tras las protestas generalizadas y la presión del Gobierno de España, se consiguió evitar este recorte del 79% de los días de pesca y volver a los 130. A cambio, eso sí, de que las embarcaciones realizaran mejoras como la sustitución de la que habla Alonso o la colocación de puertas volantes que evitan arrastrar todo el aparejo por el fondo marino.

Más que en Madrid, el futuro de todos estos trabajadores está en Bruselas. La UE lanzó en 2019 el plan de gestión plurianual de las poblaciones de peces demersales en el Mediterráneo occidental. Según este proyecto, para 2025 la pesquería de hasta 6 especies (merluza, salmonete, gamba roja del Mediterráneo, gamba de altura, langostino moruno y cigala) debía hacerse en una situación sostenible. Al no haberse llegado a esa meta, la única forma de cumplir con lo acordado pasaba por el brutal recorte que finalmente se acabó parando. Incluso las propias ONGs pidieron que no se implementase de forma tan drástica.

El sector asegura que las mejoras se están dando y que por eso no se entienden tantas restricciones. Y para defenderse, también se apoyan en los informes del CCTEP. Sus datos muestran que, en 2024, el 20% de las poblaciones se estaban ya capturando de forma sostenible (al rendimiento máximo sostenible) y que el 15% estaban cerca de alcanzarlo. Sobre todo ponen en valor el éxito del salmonete en el Golfo de León, pero hay cerca de un 70% de poblaciones que siguen en situación de sobrepesca.

Para Cepesca, principal asociación de empresarios del sector, la situación es límite. Apoyan que se trabaje para recuperar los caladeros, pues es algo que beneficiaría a todos, pero no a cualquier precio. “Los planes para recuperar las poblaciones son buenos para todos, pero para que el pescador los pueda disfrutar, primero debe poder sobrevivir a las medidas que están poniendo para conseguirlo, y no queda claro cuántos podrán hacerlo”, detalla Javier Garat, secretario general de Cepesca y presidente de Europêche. “Mira el caso de las redes. Obviamente, si tienen agujeros más grandes se librará mucha pesca incidental, pero también afectará a la producción general. Aún es pronto, pero ya nos han reportado casos en los que han recogido un 20% menos de lo que conseguían antes”, añade.

Pancarta contra la Comisión Europea en Villajoyosa. Foto: G. C.
El equilibrio de recuperar un mar

En Marbella, el pequeño puerto pesquero sobrevive este 16 de mayo rodeado de yates de lujo y hoteles de primer nivel. Pequeñas embarcaciones artesanales y arrastreros oxidados conviven con veleros llenos de fiesta y música. Los grupos de jóvenes noreuropeos saludan a las tripulaciones compuestas por patrones españoles y marineros africanos. Allí, preguntar por la situación de la merluza suena a broma. Bastante tienen con sacar su negocio día a día, como para preocuparse por un pez en concreto. “La merluza no es ni mucho menos el pescado que buscamos, ni el que nos da de comer. Sacamos lo que podemos porque aquí vas día a día”, detalla uno de los armadores.

Es en lugares como estos donde las políticas de Bruselas notan más el desequilibrio. El plan plurianual se ve aquí no solo como el último golpe a la pesca de arrastre, demonizada por su falta de selectividad en la faena y su impacto en los ecosistemas marinos, sino como el fin de su futuro. Las grandes inversiones son imposibles en sus cuentas y de tener que hacerlas, el cierre sería la salida más lógica. ¿Cómo casar la mejora de la situación de la merluza con el mantenimiento de estas pesquerías tradicionales? Ni los activistas de Oceana tienen una respuesta clara.

Izq.Arriba Barco de pesca artesanal en Villajoyosa. Foto: G. C.

Dcha.Abajo Yates en el puerto de Mazarrón. Foto: G. C.

“Nuestra organización no está contra la pesca, todo lo contrario, pero creemos que poner el foco sobre estos problemas es importante para evitar que las especies colapsen y el sector tenga que parar su trabajo”, cuenta López. “Es algo que ya ha ocurrido con la pesca de la anchoa en el Cantábrico y puede ser letal para el sector local”, añade.

En busca de ese equilibrio, Oceana pone en valor los resultados cosechados tras las medidas tomadas por Europa. Con ellas han conseguido reducir a buen ritmo la mortalidad de la mayoría de especies vigiladas en el Mediterráneo Occidental. En el caso de la merluza, la mejora va de un 25% a un 45%, dependiendo de la zona. Pero mientras los profesionales celebran estos datos, para los activistas aún hay mucho más por hacer.

“Creo que el problema viene porque se ha puesto por delante el tema medioambiental sobre el humano y social. No digo que no sea importante lo primero, pero sin lo segundo, arreglar lo primero no tendría mucho sentido. Hay que buscar un equilibrio y en el Mediterráneo la situación no aguanta mucho más. Son pequeños armadores que están al límite”, señala Garat. “¿De qué sirve mejorar la población de la merluza si no queda nadie para pescarla?”, termina.

Créditos

Reportaje
Guillermo Cid
Datos
José Ramón Pérez
Diseño
Emma Esser y Blanca Casanova
Desarrollo
María Mateo
Colaborador
Francesco de Augustinis