Ábalos vive mal en Madrid con 250.000 euros al año (y Cerdán no es lo que parece)
El PSOE dice que puso la mano en el fuego por Cerdán porque no tenía tanta pinta de pecador como Ábalos. Pero las cosas no son siempre lo que aparentan. Tipos costumbristas de la corruptela
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En lo que ya es la frase meme del año, el profesor Jesús Fernández-Villaverde dijo en X: "Pocas cosas ilustran mejor cómo hemos interiorizado la mediocridad económica, que creer que ganar 250.000 euros brutos al año en Madrid es ‘vivir bien’". Pero como la realidad española tiende al esperpento, siempre aparece alguien gritando "sujétame el cubata" para hacer realidad la hipótesis más absurda. Y ese alguien es —lo han adivinado— José Luis Ábalos Meco.
En el ya célebre informe de la UCO, además de la cristalina sordidez de los apaños con la obra pública, destaca la filosofía de andar por casa del tándem Ábalos-Koldo, los Arroyito y Pozuelón de la política española, entre la comedia con copazo y el drama del pureta venido arriba. El siguiente extracto de sus conversaciones es historia del pensamiento español, el Popper vs. Wittgenstein de la crisis de la mediana edad.
Koldo: Y te vas a Europa ¿no?
Ábalos: ¡Yo que sé, Koldo! Yo solo sé que no tengo un puto duro. Pero, pero, no sé, que voy con cincuenta euros toda la puta semana, eso sí, los estoy estirando que te cagas.
Koldo: Pues tu hijo tiene que tener dinero tuyo… por cojones.
Ábalos: Sí, me va dando mil, cuatro mil… y aun así, aun así, la verdad es que me he fundido mucho, solamente en alquileres yo me he gastado un huevo. Y he estado en Madrid… un huevo… y con más de cincuenta y tantos mil.
Koldo: Pero que no encastas...
Ábalos: ¿Qué?
Koldo: Cuatrocientos setenta mil euros en dos años.
Ábalos: ¿Cómo?
Koldo: Si no te gastas cuatrocientos setenta mil euros en dos años (tose)… no me jodas.
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En efecto, empiezas preguntándole a alguien si se va a EUROPA (¿España es Asia y esto es Matrix?) y acaba cantando la Traviata sobre su caos económico y sentimental. O la profecía Villaverde en todo su brutal esplendor: Ábalos tenía un cuarto de millón anual para gastos, pero andaba mendigándole cash a su hijo (es mejor pedir que robar), malviviendo con cincuenta eurillos toda la "puta" semana. "Solamente en alquileres me he gastado un huevo", lamenta Ábalos, y uno no puede evitar empatizar con los sufridos arrendatarios españoles, pero también con el desorden amoroso del político valenciano.
Carácter y destino
Si no lo hemos entendido mal —la vida afectuosa de Ábalos tiene más personajes que Juego de Tronos—, durante su etapa ministerial Ábalos compaginó una exmujer, una nueva mujer (pronto exmujer) y varias novias, ligues y amigas especiales, entre ellas, una (o quizá dos) profesionales de la calle. A una de ellas, Ábalos le llevó de viajes internacionales oficiales, le puso una paguita de miles de euros al mes para garantizar exclusividad, un piso en Plaza de España (presuntamente pagado por beneficiarios de las adjudicaciones), y un sueldo de una empresa pública (decimos sueldo y no trabajo, porque cobraba, pero no trabajaba). No fue la única mantenida financiada por el erario común. Ábalos, en definitiva, era un sentimental… descerebrado. Más de quemar pasta (y mañana ya veremos) que de meterle cabeza a la extracción de recursos públicos. Un hombre víctima de sus propias compulsiones y debilidades. El último boomer desastroso. O la crisis de los cincuenta que dejó grogui a un Gobierno (no por casualidad, y para subrayar la importancia de lo sentimental en esta historia, la segunda exmujer de Ábalos, que arrastraba un rebote de cuidado, aceleró su defenestración tras propagar por el partido la deriva amorosa de su exmarido).
De acuerdo, está feo meterse en los asuntos del corazón de los demás, pero más feo es que te los financie el Estado, y la UCO ha reforzado ahora el vínculo entre la avidez comisionista de Ábalos y sus desmesurados gastos cotidianos. Demoledor ritmo vital que podríamos bautizar como Mantenidas y Fiestuquis, que suena a nombre de banda tributo a Julio Iglesias. Sospechoso tren de vida al borde del descarrile. O Ábalos como sujeto costumbrista perfectamente ajustado a nuestro imaginario de lo que sería un corrupto. Lo escribió el usuario Bu en X: "A Ábalos le pasa un poco como a Bisbal; eso que yo gusto de llamar coherencia identitaria total (estética, ética, caracterial): cada cosa que hace LE PEGA HACERLA cada cosa que dice LE PEGA DECIRLA, a nivel incluso fisionómico". "De hecho, juraría que es más difícil que se dé que que no se dé; en pocos humanos en el mundo se alinea de forma tan perfecta una propuesta estético-ética; las identidades tan redondas resultan incluso inverosímiles, hasta los personajes de ficción son menos congruentes/armónicos".
Incapaz de escapar del destino escrito en su cara, y cuando ya estaba en la diana de todo el país por presunto chorizo y seguro truhan, la UCO registró la casa valenciana de Ábalos, encontrándole allí con una profesional, que trató de burlar el cerco policial con un disco duro del político escondido en sus partes. O la clásica escena que Santiago Segura cortaría del montaje de Torrente por ser demasiado inverosímil. Un Pretty Woman español, macarra y con tres rombos.
Pero las apariencias, a veces, engañan. Por eso es más complicada de entender la figura de Santos Cerdán, el hombre que cameló al presidente (o eso dicen) con su gravitas de asceta rural.
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El monje
Uno de los grandes enigmas del cerdanato es por qué al Gobierno le estalló el asunto a lo bestia tras negarlo hasta el último segundo, cómo es posible que la maquinaria presidencial manejara peor información sobre Cerdán que un nini despistado. En lo meramente informativo, falló el ministerio marlaskiano, pero también la creencia sanchista de que todo lo que se publicaba en contra de su Gobierno es falso porque sí. Pero otros elementos costumbristas también explican por qué el sanchismo puso la mano en el fuego por Cerdán hasta calcinársela.
En la crónica de El País sobre cómo vivió Moncloa el antes y el después del informe Cerdán, Sánchez se justificó así ante sus colaboradores "Santos me ha mentido en toda la cara, es increíble, me ha engañado durante años". A riesgo de sonar cínico, que a un político le sorprenda que otro político le mienta, es como sorprenderse de que el pájaro píe o el escorpión pique. Aunque bien pensado, el argumento "Cerdán no era quien decía ser", tiene su aquel, porque las apariencias juegan un rol relevante en nuestra relación con la corrupción. Si el desahogado, manirroto y sentimentalmente anárquico Ábalos saltaba alarmas a su paso, ¿quién iba a pensar que el asceta Cerdán, el hombre de campo de una pieza al que no se le conocían vicios, pudiera estar llevándose dinerete?
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"Según explican varios dirigentes consultados, al contrario que José Luis Ábalos, que siempre llevó un ritmo de vida muy alto, hablaba mucho de dinero, se quejaba de que no le llegaba y de que otros en el Ejecutivo y sobre todo en empresas públicas ganaban mucho más que él, Cerdán era un hombre aparentemente muy austero, bastante gris en sus gustos, con un toque claramente rural que él siempre reivindica —va todo lo que puede a su pueblo en Navarra, donde realmente parece sentirse cómodo— sin coches caros, ni relojes, ni restaurantes finos, ni ningún lujo visible", contaba El País.
Manuel Jabois, por su parte, describió así al monje Cerdán (atentos al golazo en la última frase): "Navarro nacido en Milagro, discreto y apacible, que comprendió a tiempo que pretendidos seres de luz como el candidato Sánchez necesitan a su lado seres oscuros que hacen el trabajo gris, convencen a las agrupaciones, devuelven llamadas, hacen promesas y se meten kilómetros; apenas dan entrevistas, apenas salen en la foto, apenas tienen bienes que declarar, orígenes humildes y rurales. Nadie sabe nunca cuánto dinero cuesta mantener a Gandhi pobre".
En efecto, nadie tenía ni idea en el PSOE cuánto costaba mantener pobre a Santos Cerdán, aunque alguna red flag hubo por el camino. Según la UCO, en noviembre de 2018, Cerdán, entonces secretario de Coordinación Territorial del PSOE, pidió a Sánchez que le colocara en Indra. No coló. "Ya me ha llamado el presidente, dice que no puedo estar en Indra, que es una empresa cotizada y bla bla bla [sic]", se quejó a Koldo. "Quien más pierde es el partido. El 80% era para donar al partido… Una vez más, el que más trabaja le dan por ahí. Como para mantener a la familia en Madrid!!", lamentó el político navarro.
Medio año después, Cerdán logró al fin su sueldo madrileño como diputado nacional. Pero el episodio fallido de Indra muestra un rasgo psicológico importante: Cerdán estaba resentido con el partido por no reconocerle (según él) sus esfuerzos. Malestar (o autojustificación para lanzarse al lado oscuro) que venía de lejos: según los indicios de la UCO, Cerdán ya estaba metido en bisnes dudosos en su etapa navarra. Cuando llegó a Madrid, puso el turbo de los negocios bajo cuerda, con un creciente resentimiento de fondo, quizá justificado, pues el Cerdán madrileño es el hombre que se come todos los marrones de España.
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El señor de los marrones
Situación profundizada, según fuentes cercanas al PSOE, cuando se convirtió en el gran gestor de marrones del sanchismo: encuentro con Puigdemont en Bruselas y pacto de legislatura con el independentismo catalán, que Cerdán presentó en solitario y con la cara ilusionante del que le acaban de hacer un tacto rectal. Resumiendo: cuando uno come mucho brownie en la oficina, nunca va a pensar que le pagan lo suficiente. A un mortal con ambiciones colmadas quizá le extrañe, pero ni siquiera un cargazo político puede acabar con el sentimiento de humillación que todos hemos sentido alguna vez al comprobar que hay alguien más tonto por encima o cobrando más que tú (en las conversaciones entre Ábalos, Koldo y Cerdán sobrevuela la tensión por el reparto por motivos parecidos a este, pero también en la relación entre Cerdán y el partido…).
Una persona que conoce a la pareja Santos-Paqui cuenta bajo anonimato varias cosas significativas sobre la psicología política familiar. Que Paqui solía bromear con que su matrimonio era una derivada de 8 apellidos vascos: el navarro y ella sevillana. Que "ella se resistió al traslado a Madrid, pero hizo el clásico sacrificio familiar". Que la situación madrileña se puso cruda cuando Cerdán se hizo la foto con Puigdemont, porque "en la calle les decían de todo menos guapos", lo que incrementó su malestar militante contra lo que veían como el "facherío madrileño". "Cerdán se comió todo el rechazo oficial de la foto con Puigdemont, pero el que negociaba lo importante al final era Zapatero", añade como motivos extras para el resentimiento.
Tomemos un pequeño desvío en el camino. Santos Cerdán era un monje de clausura (rumiando por dentro). Marta Renedo, la presunta guardiana de las esencias de la Administración asturiana. Fuera de Asturias, a nadie le sonará ese nombre, pero Renedo es la funcionaria random que cargó con una pena más gorda que la de muchos políticos pillados in fraganti, nueve años de cárcel por mamonear con contratos públicos menores para comprarse ropa y artículos de lujo. Renedo, altamente considerada en las consejerías autonómicas por desatascar enredos burocráticos (la línea entre el atajo y el trapicheo era delgada), delinquió a base de bien, pero también fue cabeza de turco para acotar el escándalo político en el que se vio involucrada. Lo más desasosegante del caso fue el impacto en su entorno, la mezcla de sorpresa y desolación ante algo inverosímil: nuestra Marta, funcionaria abnegada de la Administración y sin doble vida a la vista, en el pozo de la corrupción, tenía que ser una broma de mal gusto. El día que le despidieron, Renedo tenía el teléfono pinchado. Habló con una amiga:
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Marta: Yo te cuento, a lo mejor luego no me quieres ni ver. Me han cesado porque tengo una empresa y estuve facturando cosas, bastantes cosas, del Principado a la empresa y me han pillado. ¿Por qué lo hice? No tengo ni idea ¿Por qué lo he hecho? Tampoco. ¿Que si volvería atrás? Pues también…Paula: Estoy temblando, hija.Marta: Solo quería que lo supieras... ¿Qué me pasó? No lo sé. Siento muchísimo haber defraudado a tanta gente..., es de ciencia-ficción. Sí. Luis [mi marido] no sabe nada. Ni mis hijos. Se van a morir (llora)".
"He tirado mi vida por la borda", contó a una segunda persona.
A otra amiga le dijo entre lloros: "Lo siento tanto por todos… ¿Por qué hice esa gilipollez? ¿Por qué? Es como una bola, que sigues y sigues, y una cosa lleva a la otra".
También habló con un alto funcionario, estupefacto ante la magnitud del desaguisado.
Joaquín: Lo primero es buscarte un buen profesional. Marta: Ya, pero... ¿civil o penal?Joaquín: (Silencio) Yo no sé qué es... lo que se te imputa.Marta: 600.000 euros. Joaquín: ¡Joder! No me lo puedo creer, Marta...Marta: Ya lo sé que no te lo puedes creer.Joaquín: ¡Joder, 600.000 euros, Marta! ¡Joder! Es que... pero... es que... ¡Joder!, vas a salir en la prensa, ¿me oyes?
La entrevista
Ramón Muñiz es periodista de El Comercio, especialista en obras públicas y autor del libro Renedo no es un caso. Hablamos con él sobre Renedo, Cerdán y las máscaras de la corrupción.
PREGUNTA. ¿El caso Renedo demuestra que cualquiera puede caer en la tentación aunque no sea un golfo declarado?
"Lo inquietante es cómo han vuelto a fallar los controles, los del PSOE pero sobre todo los del Ministerio de Transportes"
RESPUESTA. Somos humanos, subjetivos, tenemos nuestras filias, fobias, ideologías y afinidades, nuestros prejuicios. Eso nos lleva a sospechar más del adversario que del compañero, un relajamiento que conduce al error. En el ‘caso Renedo’ teníamos a un consejero, José Luis Iglesias Riopedre, de aspecto ascético, pasado comunista, filósofo, uno de esos actores de la transición, comprometido. Junto a él estaba la directora general María Jesús Otero, siempre vestida igual, de aspecto monjil, comprometida con los desfavorecidos, que impulsaba ONG. Desde fuera, no podía haber personas más limpias. Cuando la jueza ordenó la detención de ambos, la impresión general en Asturias es que no podía ser, que estábamos ante un exceso de la magistrada. En el propio Gobierno se repetía que "si hubiera sido otro", "de José Luis no te puedes esperar eso". Cuando, tras el interrogatorio, los mandó a prisión, todos nos caemos del guindo. La causa estaba bajo secreto, no conocíamos los indicios, pero estaba claro que había elementos para sospechar de ellos que se nos habían pasado por alto, confiados como estábamos en esos aspectos externos, en esa confianza que habían generado dos veteranos de la administración y la política. Tocaba apartarlo todo y escarbar, ahora con nuevos ojos.
Estos días he recordado mucho ese momento, con esta caída del guindo tan generalizada con Santos Cerdán. Los suyos tampoco se lo esperaban y eso provocó que se relajaran.
Además de la cuestión externa, está, como apuntas en tu pregunta, si cualquiera puede llegar a corromperse. Eso remite a la psicología y la condición humana. En el caso de Riopedre su punto débil era su hijo, con el que se sentía en deuda, al que trataba de ayudar a salir adelante, en ocasiones aceptando ayudas de proveedores de su consejería que desbordaban la legalidad, pero, ¿qué no haríamos por un hijo? En el caso de Otero en un inicio su principal motivación parece que fue ayudar a una amiga íntima que estaba en una situación económica difícil. En el caso de Marta Renedo la explicación que se dio durante un tiempo es que veía a otros superiores desviar dinero y hacer apaños y, llegado un momento, se vio con capacidad para hacer lo propio; primero se autoconcedió una pequeña subvención destinada a emigrantes retornados, luego fue colando facturas por instalaciones en museos que hacían otras empresas, y finalmente ya fue tramitando un reguero de contratos menores a su propia empresa, alimentando un tren de vida de lujo.
Es decir, en los tres, hay una debilidad inicial, una situación personal en la que el sujeto rebaja su estándar ético por motivos que se justifica a sí mismo. Ninguno de los tres se veía en origen como delincuentes y corruptos, pero al pasar la línea roja van normalizando irregularidades y echándose a perder.
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¿Significa eso que ninguno estamos a salvo de caer en la tentación? Quiero creer que no, que es posible conducirse con estándares éticos altos, pero al final, lo más eficaz es pensar lo contrario. Que cualquiera puede corromperse, incluso guiado por valores nobles y bondadosos, y a partir de esa desconfianza, diseñar controles lo más eficaces posibles.
P. Más allá de lo personal, están los fallos del sistema, a veces no roba el que quiere, sino el que puede, ¿verdad?
R. En efecto. Ahora estamos cegados por los audios y la política de regate corto, pero lo grave, inquietante y lo que requiere de un debate y análisis sosegado es cómo han vuelto a fallar los controles, los del PSOE pero sobre todo los del Ministerio de Transportes. Tenemos una Ley de Contratos del Sector Público muy rigurosa, paralizante en ocasiones, tenemos las decisiones de las licitaciones públicas muy repartidas entre funcionarios. Se suponía que eso era una barrera sólida que impedía toda corrupción. Este caso debería obligarnos a replantearlo todo, buscando nuevos anticuerpos que no retrasen los procedimientos. De lo que se sabe hasta ahora vemos que sigue habiendo demasiado margen para que los altos cargos favorezcan a unas empresas en perjuicio de otras. Eso urge mucho aclararlo, analizarlo y delimitarlo. Hay una escucha en la que Koldo le pide a la presidenta de Adif que le de un contrato a una empresa que lo está pasando mal, y se le adjudica en consecuencia un trabajo de emergencia; ese tipo de encargos, por su propia naturaleza, deben ser rápidos, directos, sin concurso público, pero hay que lograr que esa facilidad se mantenga sin que quede margen para hacer repartos a conveniencia del ministro el asesor de turno. Hemos visto ‘enchufes’ para contratar a personas que en teoría no han ido a trabajar. Es vital aclarar muy bien cómo se han podido pervertir los contratos resueltos en concurso público, porque esos son los que mueven más dinero, los que tienen las actas colgadas, los que pasan por mesas de contratación y son revisados por interventores.
La corrupción cero no existe, como dice el presidente, pero esa realidad no puede implicar que bajemos los brazos y nos resignemos. Si las consecuencias de este caso son meramente políticas, seguiremos teniendo controles ineficaces, agujeros por los que se volverá a colar en día de mañana otro delincuente. Urge que en algún momento seamos capaces de estudiar este caso como una oportunidad de mejora de los controles. Revisar procedimientos de contratación es la parte aburrida de esta historia, pero la única que puede dar con reformas estructurales que protejan el dinero público de las manos de los Koldos del mañana.
Corrompe como puedas
Recapitulemos: las apariencias hay que cogerlas con pinzas y, en ocasiones, no empiezas a delinquir porque quieres, sino porque puedes. Las personas y los caracteres son importantes —este texto va sobre los mecanismos psicológicos, costumbristas y estéticos de la corrupción-—, pero el sistema también lo es. Cuando hablamos de corrupción, no conviene jugarse todo a la teoría de las manzanas podridas, que pueden acabar teniendo las patas cortas. La fuente que trató con el matrimonio Cerdán dice que el argumento oficial del ¿quién iba a pensar que este austero hombre navarro haría algo así?, podría volverse en contra al Gobierno: ¿Cerdán parece más de los que financian irregularmente al partido que de los que se llevan el dinero a su bolsillo?
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Que esa es otra. Algún día el bipartidismo español quizá tenga la amabilidad de explicar por qué tiende a colocar en Fomento (ahora Transportes) a personas familiarizadas con la organización de los partidos (un saludo a Francisco Álvarez-Cascos y a Pepe Blanco desde aquí). Por otro lado, aunque está muy bien pedir la máxima ejemplaridad a los políticos, esperemos que eso no suponga que los que no lo son hagan siempre lo que les salga del higo… Algún día las constructoras españolas quizá tengan la amabilidad de debatir sinceramente sobre el comisionismo.
Hasta entonces, la actitud vigilante correcta contra la corrupción será la del gag de arranque de Aterriza como puedas, ese control de metales del aeropuerto en el que dejan pasar a terroristas con bombas y detienen salvajemente a viejecitas inofensivas. Traducción: cuidado con las apariencias, no hace falta ir de golfo por la vida para saquear la caja, basta con (por orden creciente de importancia) querer comprarte ropa cara, necesitar el dinero, estar resentido, sentirse impune… o con que el sistema mire hacia otro lado o participe de ello.
En lo que ya es la frase meme del año, el profesor Jesús Fernández-Villaverde dijo en X: "Pocas cosas ilustran mejor cómo hemos interiorizado la mediocridad económica, que creer que ganar 250.000 euros brutos al año en Madrid es ‘vivir bien’". Pero como la realidad española tiende al esperpento, siempre aparece alguien gritando "sujétame el cubata" para hacer realidad la hipótesis más absurda. Y ese alguien es —lo han adivinado— José Luis Ábalos Meco.