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Sánchez, más solo que nunca en pleno delirio de negación
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CRISIS EN EL PSOE

Sánchez, más solo que nunca en pleno delirio de negación

Enjuto y zarandeado, el presidente se agarra al "y tú más" mientras los ministros sufren para defender el argumentario, la bancada socialista no puede disimular la desolación y Rufián llama a los socios a "aprovechar lo que le quede"

Foto: Pedro Sánchez, en la sesión de control al Gobierno en el Congreso. (EFE/Mariscal)
Pedro Sánchez, en la sesión de control al Gobierno en el Congreso. (EFE/Mariscal)
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Como gato panza arriba se ha intentado defender el presidente del Gobierno en la sesión de control al Gobierno sin dudar en recurrir a la mentira, a las medias verdades y, sobre todo, al “y tú más” para atornillarse al escaño. Eso sí, lo ha hecho con esa pasmosa tranquilidad de quien vive en una burbuja, llámese búnker, síndrome de la Moncloa o una suerte de mal de Cotard, que es el que padecen las personas incapaces de ver la realidad.

Es lo que los psicólogos llaman delirio nihilista o de negación. Algo parecido padeció Felipe González hace treinta años, cuando decía que se enteraba “por la prensa” de los escándalos que acechaban a su Gobierno, y ese es el estado de ánimo de Pedro Sánchez y de los suyos: no saber lo que te vas a encontrar mañana en la prensa genera una ansiedad difícil de gestionar, aunque para unos más que para otros. "Es que es muy duro. La gente no está cómoda", admite en directo un diputado socialista cabreado.

A Sánchez se le ve afectado, físicamente enjuto, pero se expresa con la convicción de quien cree que tiene razón. Otros, sin embargo, lo llevan peor y esta mañana lo han demostrado. Quien más sufre es Pilar Alegría, la ministra portavoz, que ha finalizado su intervención rabiosa y golpeando el micro. No es para menos: vive en un argumentario difícil de aplicar si no eres un cínico y lleva meses abrasada por la obediencia debida. María Jesús Montero sabe esquivar la realidad tirando de un histrionismo que le lleva a meter la pata demasiado a menudo, y Félix Bolaños lo hace hablando bajito, salvo cuando le pregunta Cayetana Álvarez de Toledo, que le tiene tomada la medida y consigue sacar una versión chulapa del ministro tranquilo.

Carlos Cuerpo, que va al Congreso a hablar de su libro, es un técnico, y cuando Tellado le lanza improperios por lo bajini se pone nervioso y se queja como el que quiere acabar antes de empezar porque no está cómodo en ese gallinero. Menos mal que la madre superiora Armengol sale en su defensa, y en la del presidente, para afear al PP su conducta en nombre “de la democracia”. No lo consigue y esta mañana han sido sonados los gritos de dimisión desde la bancada popular a la vez que golpeaban sus escaños con las palmas de las manos. Los diputados populares se lo están pasando como barras bravas en la final de la Copa Libertadores.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso. (EFE/Mariscal)

Pero a pesar de las negaciones y los argumentarios, el presidente sabe que está cada vez más solo, sin ir más lejos que en la sesión de control de hace siete días, que fue la víspera del informe de la UCO y teóricamente era la última porque Sánchez tenía previsto esconderse en su agenda internacional. Pero la guerra Irán-Israel obligó a posponer la cita prevista de la ONU y Sánchez se vio condenado a volver a un hemiciclo en el que ya no estaba sentado Santos Cerdán. En su lugar, Esther Peña, la portavoz de los lunes en el PSOE, otra socialista abrasada por las labores de portavocía que Sánchez impone sólo a mujeres.

La soledad se escenificó de varias maneras. La vicepresidenta Yolanda Díaz se ausentó y los ministros de Sumar ni siquiera aplaudieron a su presidente cuando la bancada socialista lanzó ese aplauso norcoreano de adhesión al amado líder: había una distorsión entre los aplausos y los rostros, como si las miradas no acompañaran a las manos.

En ese momento, Mónica García y Pablo Bustinduy se quedaron callados, perfil bajo, inmóviles, mostrando su distancia con un presidente al que quieren mantener pero en una correlación de fuerzas distinta. Y que nadie olvide que estamos a una semana de la cumbre de la OTAN, el motivo de mayor fricción entre los socios de coalición.

Pedro Sánchez ha sido zarandeado esta mañana por los líderes de los partidos de la oposición, Feijóo (PP) y Abascal (Vox), que le dejço con la palabra en la boca y se largó del hemiciclo; y también por Gabriel Rufián (ERC), que le ha calzado la pregunta clave: “Señor Sánchez, jure que nunca habrá un ‘P. Sánchez’ en los informes de la UCO”, en referencia al ya famoso "M. Rajoy", demoledor políticamente pero nunca concluyente en los tribunales. Como es costumbre, el presidente no ha respondido, pero la duda sigue marcando la actualidad política española, aunque Sánchez lo quiera circunscribir a “tres exmilitantes socialistas”.

Foto: EC.

En estricta aplicación del argumentario socialista, el presidente y sus ministros han atacado al PP por sus pecados de juventud, llámese Gürtel, Carlos Mazón o por la famosa foto de Feijóo con Marcial Dorado hace quince años. Sánchez atacó al PP y a Vox como si no pasara nada, pero en la tribuna de prensa había corresponsales extranjeros, porque “Don Teflon”, como le ha bautizado el Times de Londres, está en las portadas de la prensa internacional por los escándalos de corrupción.

La soledad creciente de Sánchez sólo ha contado con tres aliados. El primero Junts, que en aplicación del “qué hay de lo mío” y en su desconfianza con Sánchez, ha decidido preguntar por la amnistía; por Bildu, que en su anhelo porque Sánchez aguante dos años más para poder sacar a todos los presos de las cárceles, se interesó por el euskera en la Administración de Justicia; y el PNV por el tema que más desinterés puede provocar en una sesión parlamentaria de alto voltaje: la pesca.

Al final, unos se defienden mejor y otros, pero más allá de nihilismos y pataletas, el presidente y su equipo tienen que aprender a convivir con una cruda realidad: el escándalo Cerdán no ha hecho más que empezar y leer cada mañana los periódicos es ya un suplicio para un presidente, unos ministros y unos diputados que no saben qué será lo siguiente. Un proyecto en demolición. Lo ha dejado caer Rufián tras reunirse con Sánchez tras la sesión de control: "He visto a un presidente tocado. Hay que aprovechar el tiempo que quede". ¿Para qué? Para seguir esquilmando un Gobierno con un presidente contra las cuerdas.

Como gato panza arriba se ha intentado defender el presidente del Gobierno en la sesión de control al Gobierno sin dudar en recurrir a la mentira, a las medias verdades y, sobre todo, al “y tú más” para atornillarse al escaño. Eso sí, lo ha hecho con esa pasmosa tranquilidad de quien vive en una burbuja, llámese búnker, síndrome de la Moncloa o una suerte de mal de Cotard, que es el que padecen las personas incapaces de ver la realidad.

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