La 'nueva' RTVE como arma del PSOE para crecer electoralmente: un diagnóstico
El intento de Moncloa de hacer frente a sus rivales políticos en los medios de comunicación tiene dos frentes: el informativo y el cultural. En el segundo están poniendo mucho énfasis, también para ganarse a los jóvenes
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El intento de convertir a RTVE en la primera cadena en audiencia, con apuestas que han sido difícilmente entendidas dentro de la casa, es parte de una pelea en varios frentes comunicativos. Los intentos de cambio de Prisa, que han terminado con un Joseph Oughourlian muy asentado, el deseo de contar con alguna televisión afín, proyecto alrededor del cual estaría situado José Miguel Contreras, y el propósito de impulsar TVE forman parte de la necesidad de Moncloa de contar con una mayor presencia comunicativa.
En lo que se refiere a RTVE, se pretendía renovar la oferta, ya para buscar formas de atraer al espectador reduciendo costes, como es el caso de ‘La familia de la tele’, ya para captar nuevo público. Se trataba de aumentar la audiencia y de llegar con programas renovados a televidentes más jóvenes con contenidos afines al progresismo, y por esa puerta entró Broncano.
El sector izquierdista mantiene su énfasis en el feminismo, pero cada vez insiste más en los jóvenes, ya que entiende imprescindible decantar el voto de esas edades hacia su ámbito político. Los mayores suelen tener una orientación política más o menos definida, y las edades intermedias cada vez votan más a la derecha. De modo que dar la batalla en ese segmento sería decisivo para fortalecer a la izquierda.
El auge de Vox entre los más jóvenes es significativo, ya que revela cómo el deseo de cambio está ahora ligado a las derechas
De fondo, está el resurgir de las derechas entre los jóvenes, y especialmente su afinidad con Vox. Es cierto que ese auge es limitado, porque la población de edad más joven suele votar menos, pero también porque ese crecimiento se detecta sobre todo entre los varones y bastante menos entre las mujeres. No obstante, es una tendencia significativa, en la medida en que revela cómo el deseo de cambio, y más ante un futuro que se percibe complicado, se está vehiculando hacia opciones más rupturistas.
Atraer a los jóvenes es una idea compartida por el PSOE y por los partidos a su izquierda, pero estos viven en un enredo táctico continuo. Su obsesión es la unidad, como si fuera la fórmula que resolvería todos los problemas, lo que señala algo muy negativo: la incapacidad para proponer algo que vaya más allá de movimientos para situarse mejor en el espacio. Podemos continúa siendo el factor más perturbador, ya que da la sensación de querer ganar un lugar mejor a costa de la destrucción de sus rivales, pero en ninguna de las formaciones se percibe un intento de reconversión ideológica. En esa indefinición, apostar por los jóvenes, y en particular en mejorar las condiciones de los alquileres, es una forma sencilla de seguir adelante sin plantearse grandes cosas.
El descontento parcial
Esa fijación con los jóvenes es reveladora de una mala comprensión de la ola que recorre Occidente y que resultados electorales recientes continúan ratificando. No se trata de un sector en concreto, sino de un malestar generalizado, una ausencia de conexión entre la política y los electores, vinculada con una falta de respuestas a una percepción negativa del presente y a una ausencia de futuro.
Esta desconexión ha encontrado diferentes explicaciones a un lado y otro del espectro político. Si las izquierdas entienden que esa falta de futuro queda especialmente bien representada por los jóvenes urbanos que no pueden alquilar una vivienda sin dejarse gran parte del sueldo, o que no pueden abandonar el hogar familiar, las derechas occidentales se fijaron mucho más en el descontento dominante en las ciudades pequeñas e intermedias. Cada uno de ellos encontró una explicación al malestar y, al mismo tiempo, un votante potencial.
Antes fue el campo y la España vaciada. Ahora es la juventud y todos se afanan por aportar soluciones. Son expresiones de un mismo mal
España ha sido diferente de Europa en la derecha, porque el objetivo compartido es sacar a Pedro Sánchez del gobierno, y eso centra las prioridades mucho más que los elementos ideológicos y porque no han puesto el énfasis en los territorios desconectados para crecer; en las izquierdas, por el contrario, las constantes culturales sí se reproducen.
La tentación de tomar la parte por el todo se reproduce en la insistencia por abordar los problemas juveniles, como si arreglando su situación, los problemas se acabaran. Es un asunto importante, pero la juventud no deja de ser el canario en la mina.
El diputado más exitoso de Vox
Primero fue el campo, y se habló con insistencia de la repoblación, de la España vaciada y demás, y todos los partidos quisieron aportar una solución para acabar con ese problema. No le funcionó a ninguno. Ahora es la juventud, y todos se afanan por aportar soluciones. Pero no dejan de ser momentos sucesivos del mismo mal: los efectos negativos de un sistema económico desigual, habitualmente nombrado como globalización, se sintieron primero en las zonas alejadas de las ciudades, y ahora se notan en estas, y especialmente en los segmentos que están en los primeros años laborales. Forman parte de un todo, y mientras no se enfoque el problema en su conjunto, continuarán apareciendo manifestaciones parciales.
Los jóvenes son el canario en la mina, pero hay que escuchar todo lo que dicen en realidad
Entender estas como totalidad produce errores políticos con consecuencias electorales. Como son problemas reales, atraen la atención, pero no resultan efectivos. Hay un ejemplo reciente de cómo la aparente validez de una táctica termina volviéndose en contra. Los demócratas estadounidenses, a la hora de hacer frente a Trump en las últimas elecciones, intuyeron que había un cierto número de republicanos que no querían dar su apoyo a un candidato estrafalario, y que podrían optar por una opción moderada que encarnaba Kamala Harris. Su campaña intentó atraer a esa clase de votantes, típicamente residentes en las zonas residenciales de las principales ciudades. Ese posicionamiento fue celebrado por medios afines, y también por los europeos, como muestra de inteligencia. Al mismo tiempo que cortejaban a los republicanos se separaban de los elementos más izquierdistas del partido: dos ventajas en una. Ocurrió al revés: por cada voto que los de Harris ganaron entre los republicanos moderados, perdieron dos en otros espacios.
La insistencia en la juventud del partido socialista puede tener el mismo destino. La identificación de los jóvenes como el sector clave para un resultado exitoso, y más si trata de llegar a ellos mediante un programa cultural y medidas parciales en vivienda, puede generar efectos negativos. Creer que los productos populares, como Eurovisión, o los programas televisivos exitosos generan ventajas a la hora de atraer voto es una apuesta dudosa. De hecho, la revuelta se está percibiendo ya entre el segmento que va de los 18 a los 24 años. El diputado más exitoso de Vox es justo el que lleva vivienda. Los jóvenes son el canario en la mina, por lo que hay que escuchar todo lo que dicen en realidad.
El intento de convertir a RTVE en la primera cadena en audiencia, con apuestas que han sido difícilmente entendidas dentro de la casa, es parte de una pelea en varios frentes comunicativos. Los intentos de cambio de Prisa, que han terminado con un Joseph Oughourlian muy asentado, el deseo de contar con alguna televisión afín, proyecto alrededor del cual estaría situado José Miguel Contreras, y el propósito de impulsar TVE forman parte de la necesidad de Moncloa de contar con una mayor presencia comunicativa.