El año del diluvio: la primavera en la que el Atlántico regó a España tras la sequía más dura
Después de cinco años de escasez, con grandes problemas en zonas del este de la península, marzo ha sido el tercero más lluvioso desde que hay registros. Los agricultores y las energéticas lo celebran, pero también hay riesgos
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En el Roque de los Muchachos, en lo más alto de la isla de La Palma, lo normal es que caigan cuatro litros de lluvia entre enero y mayo. Lo habitual, en términos meteorológicos, es lo que ocurre en un periodo de referencia que abarca tres décadas. La normalidad es cambiante en el cielo y hay que actualizarla de vez en cuando, pero ahora mismo se tienen en cuenta los datos registrados entre 1991 y 2020.
Mientras se actualizan esos números, los meteorólogos miran con asombro el episodio de lluvias que registró España entre marzo y abril, con coletazos todavía en mayo, y que se han alejado mucho de la media. En la estación de la montaña de La Palma se recogieron 409 litros de agua entre el 1 de enero y el 15 de mayo. Esa cantidad es la que suele acumularse en ese periodo en el aeropuerto de A Coruña, pero son 100 veces más que lo que suele registrarse en el pico canario.
El dato del Roque de los Muchachos demuestra que la sucesión de borrascas de alto impacto que han recorrido la península ibérica y las Canarias en esta primavera meteorológica han derivado en una situación "excepcional". El adjetivo es de José Miguel Viñas, físico y meteorólogo de la web Meteored, que explica que el fenómeno se ha traducido en el tercer marzo más lluvioso desde que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) tiene registros; es decir, desde 1960.
En abril cayó menos agua en la península, pero la situación se mantuvo en el archipiélago canario, razón que ha llevado a la citada estación palmera a encabezar la lista de las zonas donde se ha registrado una mayor anomalía de precipitaciones.
La particularidad del pasado mes de marzo sólo se superó en los años 2018 y 2013. Aún así, uno de cada cuatro pluviómetros de la Aemet pulverizaron sus récords en términos absolutos. Por comunidades autónomas, las lluvias más copiosas en la última década se dieron en Madrid, donde se superó la precipitación acumulada en todo el año 2024, y Extremadura o Andalucía, donde también se llegaron a igualar o superar en apenas cinco meses las lluvias de años completos.
"Siempre hay diferencias en el mosaico climático que hay en España", apunta José Miguel Viñas, que alude a las provincias occidentales y centrales de Andalucía, Extremadura, Madrid y Castilla-La Mancha como los lugares más beneficiados por estas lluvias. En estos puntos, de media, se han registrado precipitaciones que han triplicado la media de los últimos 30 años. En zonas del interior del este del país, en Cataluña o la Comunidad Valenciana, también hay datos importantes, pero en el Cantábrico o Galicia marzo ha sido incluso "seco", expresa el meteorólogo.
En la decena de estaciones meteorológicas con cantidades más abultadas respecto a lo normal hay cuatro en las islas occidentales de Canarias, dos en Huesca y una en Murcia, Sevilla, Cáceres y Burgos. Ninguno son lugares extremadamente lluviosos, ya que lo normal es recoger entre 2 y 19 litros por metro cuadrado en estos primeros meses del año. En lo que va de 2025, por contra, se han acumulado entre 109 y 712 litros en estos mismos puntos, poco acostumbrados a los cielos encapotados.
Contraste con Galicia
Para buscar la primera estación gallega con estas anomalías hay que ir al decimoséptimo lugar de la lista, donde se ubica la estación de la base naval de Marín, en Pontevedra. El siguiente registro aparece en el puesto 77, lo que da pistas de que la extrañeza no sólo hay que buscarla las cantidades recogidas, sino en los lugares donde se han registrado estos chaparrones.
¿Qué ha ocurrido para que no haya parado de llover en casi dos meses en zonas donde no llueve tanto y que haya sido un periodo seco donde suele llover? Este divulgador científico lo achaca a una circulación "anómala" en la atmósfera, que ha abierto las compuertas del Atlántico. Según cuenta Viñas, el calentamiento global no sólo se traduce en un aumento de las temperaturas, sino también en cambios en los patrones de circulación atmosférica que han desembocado en una "situación subtropical". "No ha sido una situación atlántica clásica, sino episodios tormentosos de lluvias bastante intensas sin un periodo largo de una o dos semanas de tiempo anticiclónico", ilustra el meteorólogo.
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Es ahora, casi en junio, cuando empieza a vislumbrarse esa estabilidad después de un momento "muy llamativo y excepcional" provocado por el bloqueo de un anticiclón en las islas Británicas que generó una corriente de borrascas que entraban desde el oeste. "Nos falta información, pero es posible que se haya producido un fenómeno en la estratosfera, una rotura del vórtice polar", abunda Viñas, que cuenta que las bajas presiones ha llegado desde el Atlántico por este bloqueo, pero también han entrado por el flanco superior hasta llevar bolsas de aire frío e inestabilidad a la zona mediterránea.
El resultado de esta anomalía, de facto, ha sido el final de la sequía que ha sufrido España en el último lustro, después de cinco años con menos lluvias registradas de lo habitual. Estamos en la semana 16 del año y los pantanos tienen unas reservas del 77,15%. A estas alturas, en la media de los últimos diez años —la referencia temporal en términos hidrográficos— los embalses estaban al 63,29% de su capacidad. El sorpasso de las reservas hídricas respecto a la media de la década se produjo en marzo de 2024, desde entonces siempre ha habido más agua que en los 10 años previos en los embalses españoles.
Aquel salto fue fruto de una primavera lluviosa en el pasado ejercicio, pero ni mucho menos tan húmeda como la actual. Ha sido este episodio el que ha permitido desechar la sequía, con todas las cuencas del país por encima de la media de la década, aunque hay zonas donde todavía hay un "déficit hídrico". Según José Miguel Viñas, esto ocurre, por ejemplo, en las zonas interiores de Málaga o Almería. "Los ciclos de sequía suelen acabar con un ciclo húmedo extraordinario", añade el meteorólogo, que se muestra prudente sobre la evolución de la situación precisamente porque hay un "contexto climático diferente" en este momento.
Esto no significa, aclara, que la sequía vaya a volver de forma inminente, pero sí que la recuperación de los embalses pueda ser menos sólida que en otros ciclos. Según Viñas, se prevé un verano más cálido que el de 2024 y es cuestión de días que las temperaturas empiecen a subir y la evaporación comience a dejarse notar en los pantanos. "No se nos van a vaciar las reservas en dos meses, pero puede que lleguemos al otoño y vuelva el déficit de precipitaciones; eso es algo que antes era más difícil", advierte el científico.
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Los 40 grados en los termómetros del sur del país ya se atisban en los reportajes de los informativos de las próximas semanas y se puede hacer un diagnóstico sobre las buenas y malas noticias que deja esta enorme tromba primaveral que ha registrado España. Hay quien todavía celebra la cantidad de agua que ha caído en los últimos meses, pero también hay quien ha encendido las alarmas, como ha ocurrido en la Estación Biológica de Doñana, que depende del CSIC y se encarga de la vigilancia de los mosquitos que transmiten el virus que provoca la fiebre del Nilo Occidental.
Fiebre del Nilo
Las copiosas precipitaciones y la subida de los termómetros son el cóctel necesario para la proliferación de esta enfermedad, que en 2024 dejó 11 fallecidos en Andalucía y Extremadura. "Esperamos que haya mucho mosquito, pero por el momento no ha dado tiempo a que se disparen las poblaciones", explica Jordi Figuerola, investigador del CSIC y responsable del programa de seguimiento de estos insectos. Esto es así, cuenta, porque a las grandes lluvias le siguieron periodos fríos y no es hasta ahora cuando se están registrando las altas temperaturas que provocan la eclosión de las larvas y su desarrollo en las zonas anegadas del suroeste del país.
En la Estación Biológica de Doñana esperan una gran presencia del mosquito que porta el virus del Nilo, pero aún no se ha detectado
Figuerola afirma que todavía es pronto para vaticinar si este verano habrá una gran circulación, pero recuerda que la primera detección del virus se produjo el 4 de junio cuando lo "normal" es que aparezca a mediados de julio. Este registro temprano demostró que la presencia del patógeno era alta ya en esas fechas, mientras que este año aún no se ha encontrado el virus del Nilo, a pesar de que hay más puntos de medición. La Estación Biológica de Doñana empezó a buscar a los mosquitos portadores en mayo en Sevilla y puntos de Cádiz y esta misma semana han comenzado a muestrear en 40 localizaciones a petición de la Diputación de Sevilla.
En 2024 la gestión de esta enfermedad derivó en un conflicto entre los ayuntamientos afectados, la mayoría en el curso bajo del Guadalquivir, y la Junta de Andalucía. Aquel choque desembocó en una respuesta tardía y una importante alarma en la población, pero en 2025 la situación ha cambiado. "Hay planes de control y colaboración entre administraciones", admite Figuerola. Queda demostrado con los primeros trabajos de fumigado que puso en marcha la Diputación de Sevilla a finales de marzo. "La eterna pelea era empezar a controlar los mosquitos en fase de larva, antes de que fueran adultos", reconoce el científico del CSIC, que celebra que este año haya tratamientos aéreos en zonas inundadas, con especial foco en los arrozales que jalonan la desembocadura del gran río andaluz.
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"Somos los mayores productores de arroz de España, con el 40% del total", presume Eduardo Vera, director gerente de la Federación de Arroceros de Sevilla. En las tablas de municipios como La Puebla del Río o Isla Mayor hay 36.500 hectáreas de arrozales, a las que hay que sumar otras 3.000 de las localidades anexas que ya están en la provincia de Cádiz.
Lo que comenzó con unos agricultores valencianos que llevaron la siembra del arroz al sur ha desembocado en un sector que mueve 700 millones de euros cada año, según un estudio que elaboró en 2023 la Universidad de Sevilla. Ahí se incluye la producción, pero también la logística, el transporte o el turismo vinculado en los 10 municipios con mayor tradición y que este año celebran que, por primera vez en un lustro, hay agua suficiente para inundar la superficie y sembrar todo el arroz.
La última vez fue en 2020, pero al año siguiente empezó a dejarse notar la sequía y sólo pudieron cultivar la mitad de los arrozales. Ya en 2022 el porcentaje bajó al 30%, pero lo peor fue en 2023, cuando la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) no liberó agua para sembrar ni una hectárea. Las lluvias del año pasado fueron la luz al final del túnel, del periodo en blanco se pasó al 68% del total disponible y el tren de borrascas de marzo y abril ha devuelto la alegría a los arroceros.
La previsión es que puedan volver a crear los 5.000 empleos que estimó el informe de la Hispalense después de estos cinco años que han provocado una fuga de trabajadores que fueron a otras zonas productoras, como Valencia, Extremadura o Cataluña o incluso cambiaron de sector ante la escasez en el suroeste andaluz.
El bajo Guadalquivir, con 40.500 hectáreas, es el principal productor de arroz del país
"Nos falta gente, sobre todo técnicos, pero noto mucho optimismo", señala Eduardo Vera, que califica la zona del bajo Guadalquivir como "privilegiada" para el cultivo de este cereal. El responsable de los arroceros sevillanos destaca la alta tecnificación del sector, el uso de drones con geolocalización y o maquinaria que utiliza la "nivelación laser" para hacer posible que este rincón del país sea el que mayor rendimiento logra "del mundo". Según Vera, los arrozales de Sevilla y Cádiz pueden generar hasta 9.000 kilos de arroz por hectárea si las condiciones son buenas, una cifra que en otros lugares baja hasta 6.000 kilos. "Tenemos buen agua, sol y calor", ilustra, en alusión a las necesidades básicas de un cultivo de arroz.
Cultivos de arroz
Los agricultores han sido los grandes beneficiados del arranque de esta primavera lluviosa, como demuestran las buenas perspectivas en sectores como el del aceite de oliva después de varios años negativos que elevaron los precios del oro líquido. En otros ámbitos se temió por momentos que el exceso de agua pudiera provocar problemas, como el crecimiento de hongos en las zonas de invernaderos, pero ese fantasma parece que ha desparecido. En Almería, donde el cultivo bajo plásticos es parte de su ADN, califican de "positivas" las precipitaciones, aunque admiten que puede haber "efectos colaterales" en la floración de cultivos como la sandía o el melón que todavía es pronto para cuantificar.
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Quien no tiene dudas de quién será otro gran beneficiado del tercer marzo más lluvioso que se recuerda es Joaquín Coronado. "Cuando llueve, llueve ebitda para las compañías", bromea este ingeniero sevillano afincado en Madrid, en alusión a las empresas dedicadas a la generación de energía. Este experto en el sector de las eléctricas explica que las grandes reservas de agua en los embalses se dejarán notar en otoño, cuando la energía solar empiece a perder peso en el mix de generación para dejar paso a otras fuentes. Será en ese momento cuando las empresas liberen los recursos acumulados, justo cuando el precio sea similar al que tiene el gas natural, la energía que suele marcar el precio marginal.
Coronado detalla que la energía que producen los pantanos dedicados a la hidráulica supone en torno a un mes de consumo, unas 800 horas. "Lo que hacen las energéticas es elegir las mejores 800 horas en términos de beneficio", es decir, que producen cuando consideran que los precios van a ser más altos según las previsiones que se realizan con 12 meses de antelación. Este año esa situación se dará en octubre, noviembre o diciembre, cuando compañías como Iberdrola, Endesa o Acciona aprovechen el agua recogida en primavera. Al mismo tiempo, los consumidores no notarán una rebaja en la factura de la luz.
"Venden la energía generada con la hidráulica a un precio similar a la que viene del gas, pero sin su coste de producción", cuenta el experto, que también se refiere a la ventaja medioambiental que supone generar energía hidráulica frente al ciclo combinado. "Ganan las eléctricas y María Jesús Montero", añade en alusión a los impuestos a la generación hidráulica establecidos por el Gobierno de Mariano Rajoy, que permitirán que las arcas públicas también se lleven parte de estos grandes beneficios de las energéticas.
En el Roque de los Muchachos, en lo más alto de la isla de La Palma, lo normal es que caigan cuatro litros de lluvia entre enero y mayo. Lo habitual, en términos meteorológicos, es lo que ocurre en un periodo de referencia que abarca tres décadas. La normalidad es cambiante en el cielo y hay que actualizarla de vez en cuando, pero ahora mismo se tienen en cuenta los datos registrados entre 1991 y 2020.