Este gesto típico en las cocinas de España está prohibido por ley (y muchos no lo saben): multas de hasta 100.000€
La normativa, que tiene como objetivo reforzar el compromiso con el reciclaje, considera esta acción como una gestión inadecuada de residuos
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En muchas casas en España, tras freír unas croquetas o unos filetes empanados, es habitual que el aceite usado acabe directamente en el fregadero. Parece algo inofensivo y cotidiano, casi automático. Sin embargo, este gesto tan común en las cocinas españolas está prohibido por ley y puede salir caro: las sanciones pueden alcanzar los 100.000 euros.
Tirar el aceite por el desagüe no solo daña el medioambiente, sino que también está regulado como infracción grave por la Ley 7/2022, de residuos y suelos contaminados para una economía circular. Esta norma, que entró en vigor para reforzar el compromiso con el reciclaje y la sostenibilidad, considera el vertido de aceite usado como una gestión inadecuada de residuos. No es un residuo peligroso, pero sí altamente contaminante.
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La multa mínima por verter aceite usado por el fregadero es de 2.001 euros, pero puede llegar a los 100.000 en casos graves. El importe varía según la cantidad vertida, si hay reincidencia o si los daños medioambientales son significativos. Aunque muchas personas lo desconocen, se trata de un comportamiento que puede ser denunciado si es detectado, especialmente en comunidades de vecinos o locales comerciales.
Además del riesgo legal, hay un problema estructural que afecta a todos. El aceite bloquea las tuberías, se solidifica y forma las temidas “bolas de grasa” que atascan las redes de saneamiento urbano. Según datos europeos, el coste de solucionar estos atascos supera los 90 millones de euros cada año. Las depuradoras, por su parte, también tienen que redoblar esfuerzos (y presupuesto) para tratar este residuo cuando llega a las aguas residuales.
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El impacto medioambiental es aún más preocupante: un solo litro de aceite usado puede contaminar hasta 1.000 litros de agua, según la Fundación Aquae. Cuando ese residuo llega a ríos, acuíferos o el mar, impide la oxigenación del agua y pone en riesgo la vida acuática. Es un daño silencioso, pero devastador.
España genera cerca de 350 millones de litros de aceite de cocina usado al año, unos 10 litros por persona. Mientras que la hostelería recicla un 72% de ese residuo, los hogares apenas llegan al 5%, lo que refleja un enorme reto de concienciación ciudadana. La falta de información y la ausencia de costumbre son los principales obstáculos.
Entonces, ¿qué se debe hacer con el aceite una vez utilizado?
La normativa es clara y sencilla: hay que dejarlo enfriar y guardarlo en una botella o recipiente bien cerrado (mejor si es de plástico). Evitar mezclarlo con agua o restos de comida es fundamental. Cuando se haya acumulado suficiente, se debe llevar a un punto limpio o a los contenedores naranjas que muchos ayuntamientos han habilitado. Algunas gasolineras también recogen aceite usado; por ejemplo, en la Comunidad de Madrid hay más de 450 estaciones que lo hacen, y algunas incluso ofrecen pequeños incentivos por litro entregado.
Reciclar el aceite no solo evita multas y daños, sino que también tiene un gran valor económico y ambiental. El residuo se puede transformar en biocombustibles como el biodiésel, que emite hasta un 90% menos de CO2 que los combustibles fósiles. También se emplea para fabricar jabones, detergentes, fertilizantes, pinturas o incluso materiales para carreteras.
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En muchas casas en España, tras freír unas croquetas o unos filetes empanados, es habitual que el aceite usado acabe directamente en el fregadero. Parece algo inofensivo y cotidiano, casi automático. Sin embargo, este gesto tan común en las cocinas españolas está prohibido por ley y puede salir caro: las sanciones pueden alcanzar los 100.000 euros.