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El Partido Popular contra Trump: la batalla que se está librando en Europa
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El Partido Popular contra Trump: la batalla que se está librando en Europa

La gran línea divisoria de la política en el continente, de la que las elecciones celebradas ayer son parte, es la que opone a los populares europeos y a los republicanos. El futuro ideológico se decide en ella

Foto: El canciller alemán, Friedrich Merz. (EFE)
El canciller alemán, Friedrich Merz. (EFE)
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El pasado sábado, The New York Times publicó un editorial de apoyo a Friedrich Merz, en el que se afirmaba que el nuevo canciller y sus socios de gobierno tienen la oportunidad de demostrar que la clase política aún puede obtener resultados. Concluía con una afirmación hoy muy relevante: “Su éxito es importante para Alemania y para la democracia liberal”. Además, el diario neoyorquino expresaba su animadversión contra AfD.

En estos tiempos de transformación acelerada, los elementos territoriales e ideológicos viven un peculiar desencaje. Los intereses tejidos en términos nacionales están provocando inesperadas mutaciones en el terreno político, y el golpe sobre la mesa dado por Trump es una evidente expresión. El editorial de 'NYT' es un reflejo de la pugna ideológica presente, en la que el choque entre las dos derechas en Europa es crucial, tanto en el viejo continente como en la esfera occidental, EEUU incluido.

Los verdaderos enemigos de la UE

Un momento esencial de esta confrontación tuvo lugar en el congreso del Partido Popular Europeo celebrado en Valencia, donde Manfred Weber fue reelegido con una mayoría aplastante. Fue un Weber diferente del de meses anteriores.

El dominio del PPE en la UE le permite llegar a acuerdos con socialdemócratas, liberales y verdes, por una parte, o con las derechas populistas y extremas, que han crecido lo suficiente para forjar una mayoría alternativa. La primera opción implica mantener el centro ideológico de la UE, el que dominó las décadas anteriores; la segunda conlleva un cambio de eje sustancial. Weber había apoyado algunas iniciativas tomadas en común con las nuevas derechas, en particular en políticas inmigratorias y climáticas, lo que había levantado sospechas sobre la perdurabilidad del cortafuegos a esas formaciones. El líder popular negó en Valencia del todo esa posibilidad.

El competidor del PPE en los próximos ciclos electorales no será el centro izquierda, sino los extremos. En especial, las derechas

Aseguró que los pactos con las formaciones de derechas eran una línea roja, exigió combatir la ola autoritaria que está penetrando en Europa y afirmó que el competidor del PPE en los próximos ciclos electorales no será el centro-izquierda, sino los extremos. Las alianzas de los populares solo se producirán con aquellos partidos que sean proEuropa y proUcrania y que defiendan el Estado de derecho. Nada de acuerdos con el resto de partidos de su espectro ideológico: son los verdaderos enemigos.

Alemania, el centro del PPE y de la UE, ha señalado el camino. Merz se ha apoyado en los socialdemócratas y ha excluido a la AfD. El propósito de los liberalconservadores europeos es confrontar con las fuerzas a su derecha.

El centro político de Europa

El cambio de paso del PPE y su decisión de enfrentarse sin ambages con las derechas europeas emergentes, en lugar de apoyarse en unos bloques u otros según los asuntos concretos, tiene una causa primera: la llegada de Trump y su desafío a la UE. El intento estadounidense de ganar poder político y económico internacional a partir de una nueva relación con los socios ha golpeado especialmente a Alemania, el país de origen de Weber, y al conjunto de la Unión, que todavía trata de reaccionar a las transformaciones instigadas por Washington.

Las derechas trumpistas quieren reducir el margen de maniobra de Bruselas, dar más peso a los Estados y establecer otra relación con EEUU

Más allá de sus posiciones ideológicas, las derechas a las que Weber quiere hacer un nuevo cortafuegos mantienen una posición que aspira a reducir el margen de maniobra de Bruselas y de la Unión, dar más peso a los Estados y establecer una relación bilateral con EEUU. Alemania pretende anclar la UE al eje que lo ha comandado los últimos. tiempos, pero eso exige transformaciones en su gobernanza. Varios países, como Hungría y Eslovaquia, han afirmado que debe respetarse la regla de la unanimidad a la hora de tomar decisiones, mientras que los planes que se barajan en Bruselas pasan por debilitar esa regla para que la Unión sea más operativa en tiempos difíciles.

Ese pulso será muy relevante y el PPE está en su núcleo, porque gobierna Europa y porque es la única formación que puede forjar alianzas con un lado y con otro. Es el primer grupo del Parlamento y de sus filas han salido la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen y la presidenta del Europarlamento, Roberta Metsola. Cuenta con 14 comisarios y en el Consejo Europeo hay 13 jefes de Estado y de gobierno que pertenecen a las filas populares. Muchos cargos técnicos, además, provienen de esa filiación ideológica. Es un partido en el que cada vez tiene menos presencia Francia, cuya derecha ha girado hacia Le Pen, y en el que el peso alemán es decisivo, ya que la CDU es la formación que aporta más eurodiputados.

Lo que se mueve

Esa pelea entre las derechas, la de PPE bajo dirección alemana contra el actual partido republicano estadounidense, es la que está de fondo en el nuevo propósito de los populares de confrontar con las derechas trumpistas. Por eso ‘NYT’ apoya a Merz: Trump entiende que la pelea contra los demócratas estadounidenses tiene una evidente prolongación, la que tiene lugar contra las élites europeas. Las percibe como si formaran parte de lo mismo, de ese mundo que trata de dejar atrás. Por su parte, los demócratas y los republicanos estadounidenses antiTrump, los que quedan, tienen la esperanza de que Europa y la Canadá de Carney ejerzan de resistencia contra su actual gobierno.

El enfrentamiento entre las derechas es muy evidente en lo que se refiere al papel de la UE, pero mucho menos en asuntos concretos

Las elecciones de este fin de semana son piezas de ese tablero, comenzando por Rumanía. La Alianza para la Unión de los Rumanos, el partido que lidera Simion, pertenece al ECR, el grupo que encabeza Fratelli d’Italia, la formación de Giorgia Meloni. Es, por tanto, una opción menos hostil con Europa que la del defenestrado Calin Georgescu. Pero hay que prestar atención, en este sentido, al movimiento de Orbán. Hungría y Rumanía están enfrentadas, en especial por las reivindicaciones de Budapest sobre Transilvania y por la defensa de la minoría húngara rumana. Durante la campaña, AUR, ha insistido en esos terrenos. Y, a pesar de todo, Orbán ha respaldado a Simion y ha abierto los brazos al partido nacionalista rumano para que forme parte de la confrontación con la actual UE. La jugada no salió bien, y la opción europeísta se impuso, con la victoria del alcade de Bucarest, Nicusor Dan.

Las contradicciones ideológicas

Este enfrentamiento, muy marcado respecto del papel de la UE, es mucho más ambiguo en los aspectos meramente ideológicos. La administración Trump apuesta por los aranceles y quiere cambiar los equilibrios de poder en su país. En este sentido, se aleja del todo de las posiciones del establishment europeo, pero coincide en muchas otras cosas. La insistencia en recortar el déficit público, la postura proempresarial, la preferencia por los recortes de impuestos y por la eliminación de la regulación está tan presente en la derecha norteamericana como en la europea. Hay una intención de endurecer las políticas migratorias y de rebajar la apuesta por las renovables que también ha penetrado en el núcleo de la Unión. En este plano, hay más puntos de confluencia del PPE con las derechas trumpistas europeas que con los socialdemócratas o con los partidos verdes; los derechos sociales y la reducción de los servicios públicos son un límite para estas formaciones. Además, diversos países pretenden que el gasto que se entiende necesario, como el destinado a defensa, se articule a través de bonos comunes en lugar de que se realice con cargo únicamente a los presupuestos nacionales. Las izquierdas que apuestan por ‘más Europa’ pretenden una integración estrecha que Merz entiende excesiva.

Los puntos de conexión con el centro-izquierda, evidentes respecto de la oposición a los aranceles, la defensa del actual Estado de derecho y la oposición a Trump, se debilitan en los asuntos económicos, ya que los electorados de esos partidos verían muy mal un programa de gobierno que insista en las fórmulas liberales precedentes. El ejemplo del deterioro electoral de Starmer debería anotarse.

Foto: Una seguidora de Anthony Albanese. (Reuters/Hollie Adams)

Esa es la contradicción en la que vive el PPE: no puede pactar con formaciones que tienen un proyecto muy diferente para la UE, pero con las que tiene coincidencias ideológicas, y debe hacerlo con los partidos que comparten posición sobre cuál debe ser el núcleo europeo, pero con las que puede chocar en políticas concretas.

Al mismo tiempo, están las tensiones territoriales. El nuevo eje Berlín-París-Varsovia, que debe apuntalarse en las elecciones polacas, deja en un segundo lugar a Italia y a España, países con gobiernos muy diferentes. Y las necesidades de los gobiernos nacionales. Portugal es otro punto relevante, dependiendo de que los resultados electorales lleven a que Chega se integre o no en un futuro gobierno. Sus ecos resonarán en España. En nuestro país, los votantes populares prefieren una alianza con Vox antes que cualquier otra opción que facilite la continuidad del Gobierno de Sánchez. En todo caso, los resultados de Chega muestran dos aspectos relevantes: el auge de la extrema derecha y la pérdida de influencia de los partidos socialdemócratas, dos elementos que parecen funcionar a la vez.

El pasado sábado, The New York Times publicó un editorial de apoyo a Friedrich Merz, en el que se afirmaba que el nuevo canciller y sus socios de gobierno tienen la oportunidad de demostrar que la clase política aún puede obtener resultados. Concluía con una afirmación hoy muy relevante: “Su éxito es importante para Alemania y para la democracia liberal”. Además, el diario neoyorquino expresaba su animadversión contra AfD.

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