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Hacia dónde van las derechas: el papel de Espinosa de los Monteros
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Hacia dónde van las derechas: el papel de Espinosa de los Monteros

El regreso al debate público del exportavoz en el Congreso de Vox sirve para activar el debate de las ideas en el ámbito conservador, pero también para constatar los cambios que vienen

Foto: Iván Espinosa de los Monteros, en una reciente entrevista con El Confidencial. (Alejandro Martínez Vélez)
Iván Espinosa de los Monteros, en una reciente entrevista con El Confidencial. (Alejandro Martínez Vélez)
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La reaparición de Iván Espinosa de los Monteros en el debate público, a raíz de la publicación de España tiene solución, (Ed. Almuzara) pone de nuevo el foco la existencia de un espacio intermedio entre el Partido Popular y Vox. El ideario político-económico que el autor recoge en el texto se acerca mucho al preferido por las clases empresariales y directivas madrileñas, que no están satisfechas con la debilidad ideológica que perciben en el PP de Feijóo y el exceso trumpista del partido de Abascal. Entre ellas domina una pulsión acentuadamente liberal en el plano económico que propone, con la apuesta por un libre mercado sin apenas trabas, que no encuentra un partido que las represente del todo en el Parlamento.

La paradoja que debe afrontar Espinosa consiste en que, por más que sus ideas sean vistas con simpatía entre esas clases altas, y entre las de algunas grandes ciudades españolas, todo ese afecto se volatilizaría si diera un paso adelante político. Una nueva formación fragmentaría el voto de la derecha, con las previsibles consecuencias electorales negativas, en un momento en el que la prioridad de la derecha no es poner en marcha un programa u otro, sino que Sánchez salga del gobierno. Si Espinosa se decidiera a crear un partido y encontrase los recursos para ello, se enfrentaría con la animadversión del PP y de Vox, pero también con la de muchos votantes que no terminarían de entender el movimiento. Además, la de Espinosa no es una opción populista y se dirige a sectores muy concretos, por lo que su recorrido electoral sería previsiblemente limitado.

La capacidad de influencia

En ese escenario, la intención de Espinosa de poner en marcha un think tank es una opción consecuente. En primera instancia, porque le permite situarse en un espacio ya existente. La facción neoliberal del Partido Popular, esa que encarnaron Esperanza Aguirre y Aznar, todavía cuenta con seguidores, y algunos de ellos en cargos con responsabilidad política. En Vox, el aliento liberal en lo económico estuvo presente desde su fundación; de hecho, muchos de quienes dieron el salto desde los populares hacia la entonces nueva formación lo hicieron a causa del descontento con la tecnocracia de Rajoy. Espinosa cae bien en ambos sectores.

En segundo lugar, Espinosa pone el acento en las ideas y es el momento de ellas. Este aspecto será interesante de cara al próximo congreso del PP, que tendrá un componente ideológico, pero también en lo que se refiere a la evolución de Vox en tiempos de auge de Trump. La sensación de que, además del enfrentamiento continuo con Sánchez, hace falta algo más para llegar al poder, y de que una serie de ideas-fuerza son necesarias para el Partido Popular, está cada vez más presente. Los de Abascal están jugando en ese campo desde hace tiempo y han identificado los terrenos en los que quieren hacer mayor presión. Espinosa quiere jugar un papel en ese terreno.

Las esperanzas políticas del sector más liberal no se ven reflejadas ni en el PP ni en Vox: todavía no tienen claro a quién dar su voto

El ex de Vox cuenta con una baza importante. Hay un público objetivo, el de los neoliberales cercanos al libertarismo, que se sienten medio huérfanos. Resurgieron con la victoria de Milei, que parecía abrir una puerta para que los partidos de derecha apostaran mucho más firmemente por el mercado libre. Los sectores del PP que más se identifican con Ayuso entendieron que era una señal de que ese programa era aceptado por una parte significativa de la población. Vox celebró la victoria de Milei, ya que es uno de sus aliados en la internacional de la derecha en Hispanoamérica, y otra piedra más en esa sustitución de los viejos partidos conservadores por los nuevos, de los que forma parte el de Abascal. Sin embargo, la dirección que ha tomado Trump al llegar a la Casa Blanca encaja mal con ese programa abiertamente liberal. De manera que, tanto por el lado del PP como por el Vox, las esperanzas políticas de ese sector no terminan de concretarse; son votantes que todavía no tienen claro a quién dar su confianza. Espinosa puede jugar ahí un papel, ya que, si logra repercusión, tendrá cierta capacidad de impulsar ese sector hacia un lugar u otro.

Desde Vox señalan que ese camino no tiene otro final que ser absorbido por el PP, algo que Espinosa niega rotundamente. Los de Abascal siempre han insistido en que Espinosa quiere volver a la política, pero como ministro, no como líder de un partido; el ex de Vox no ha querido entrar en la confrontación dialéctica.

El futuro de las derechas

Sin embargo, el aspecto personal es el menos significativo. De lo que se trata, en el fondo, es de la dirección ideológica que van a tomar las derechas en esta época. La apuesta de Vox por situarse del lado de Trump y de los partidos de su esfera en el ámbito europeo es innegable, pero queda por saber qué posición adoptará el PP. Y el entorno neoliberal favorable al libre mercado, que siempre se ha visto como una vanguardia que tarde o temprano triunfará, entiende que este es su momento.

EEUU es el gran importador mundial y China, la UE o Japón son exportadores, por lo es muy difícil sustraerse a las exigencias de Washington

La llegada de Trump, no obstante, hace pensar más en que, en Europa, su época ha pasado. Quien mejor describe, desde el establishment, el contexto presente es, una vez más, Mario Draghi. En un acto celebrado esta semana, ha afirmado que después de Trump nada volverá a ser igual, ya que el orden multilateral ha sido socavado "de una manera difícil de revertir" con "la utilización de acciones unilaterales para resolver disputas comerciales y el desempoderamiento definitivo de la OMC".

Europa vive un momento complicado porque "las esperanzas de que la apertura al mundo pueda reemplazar al mercado estadounidense se verán defraudadas. Es arriesgado creer que el comercio con Estados Unidos volverá a la normalidad tras una ruptura unilateral tan importante, o que nuevos mercados crecerán con la suficiente rapidez como para llenar el vacío dejado por Estados Unidos". Europa se ha convertido, como un buen número de países, en rehén del mercado estadounidense. Esa es la gran fuerza de EEUU: ya que es el gran importador mundial y China, la UE o Japón son exportadores, resulta muy complicado sustraerse al cambio de condiciones que exige Washington.

En ese contexto, Europa va a necesitar muchas más cosas que simplificar y reducir regulaciones, bajar impuestos y despedir a funcionarios. Serán precisas, explicó Draghi, políticas fiscales menos restrictivas, mayor inversión pública y fomentar más la productividad interna que la competitividad, que fue uno de los grandes errores de los tiempos precedentes. Y también pensar en salarios más elevados. Medidas todas ellas que encajan mal con el ideario neoliberal de estos años. La derecha europea se verá obligada a tomar decisiones presionada por este nuevo entorno: limitarse a implantar acciones económicas de libre mercado y orientarse principalmente hacia la exportación, como se hizo en el pasado, condena al continente a un lugar mucho menos relevante. Ese es el pensamiento económico de las derechas actuales, por lo que tendrán que optar entre ese viejo camino y el que los tiempos exigen. Poco espacio parece quedar para los liberales y libertarios en ese dilema.

La reaparición de Iván Espinosa de los Monteros en el debate público, a raíz de la publicación de España tiene solución, (Ed. Almuzara) pone de nuevo el foco la existencia de un espacio intermedio entre el Partido Popular y Vox. El ideario político-económico que el autor recoge en el texto se acerca mucho al preferido por las clases empresariales y directivas madrileñas, que no están satisfechas con la debilidad ideológica que perciben en el PP de Feijóo y el exceso trumpista del partido de Abascal. Entre ellas domina una pulsión acentuadamente liberal en el plano económico que propone, con la apuesta por un libre mercado sin apenas trabas, que no encuentra un partido que las represente del todo en el Parlamento.

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