El pueblo de Murcia que alberga una espectacular fortaleza construida por Alfonso X: está lleno de patrimonio histórico
La guinda del viaje es el atardecer desde la Torre Alfonsina. Desde allí, la luz dorada acaricia los restos de la judería medieval,
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Lorca, al suroeste de la Región de Murcia, no solo es conocida por su potente Semana Santa o por el terremoto de 2011 que marcó su historia reciente. Lo que muchos aún no han descubierto es que, sobre su núcleo urbano, se levanta una de las fortalezas más monumentales del medievo español: el Castillo de Lorca, coronado por la imponente Torre Alfonsina, una joya arquitectónica ordenada construir por Alfonso X El Sabio en el siglo XIII.
En pleno corazón de la Fortaleza del Sol, la Torre Alfonsina destaca con sus 31 metros de altura, visibles desde prácticamente cualquier rincón del Valle del Guadalentín. Este bastión pétreo se erigió como un símbolo de poder del rey castellano, marcando el territorio en una época en que Lorca era frontera viva con el reino de Granada. Tres cuerpos estructuran esta torre medieval, con bóvedas apuntadas que arrancan de un pilar central y ventanas mudéjares que miran al exterior como centinelas del pasado.
Subir sus 114 peldaños de piedra permite entender cómo se defendía un enclave estratégico como Lorca. La escalera, ingeniosamente encajada entre muros interiores, lleva hasta la azotea donde el visitante se convierte en espectador privilegiado de una panorámica única: desde las huertas murcianas hasta la Sierra de Almenara, el paisaje parece estirarse al compás de la historia.
Pero Lorca no es solo su castillo. El casco antiguo está repleto de patrimonio, desde la iglesia de Santa María, levantada sobre una antigua mezquita y futura sede del Museo Medieval de la ciudad, hasta el templo de San Patricio, cuyo interior ha revelado policromías y murales escondidos durante siglos.
Un paseo por la Plaza de España permite conocer de cerca el Ayuntamiento barroco, el Palacio del Corregidor o las Salas Capitulares, donde cada 17 de marzo se rinde homenaje a Irlanda con música, banderas e historia compartida. El agradecimiento a San Patricio, patrón de Lorca desde una victoria militar en 1452, es una de las muchas tradiciones que los vecinos conservan con orgullo.
Para los amantes del arte textil, los museos del Paso Blanco y del Paso Azul son una parada obligada. Mantos bordados con escenas bíblicas, jinetes y civilizaciones lejanas desfilan cada Semana Santa en una rivalidad tan vistosa como artística. Algunos de estos mantos tardan décadas en completarse, y las bordadoras siguen manteniendo viva esta expresión única del folclore lorquino.
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La guinda del viaje es el atardecer desde la Torre Alfonsina. Desde allí, la luz dorada acaricia los restos de la judería medieval, una de las mejor conservadas de la península. Bajo el Parador Nacional, se conservan casas del siglo XV y los vestigios de una sinagoga que emocionó hasta las lágrimas a un rabino llegado desde Jerusalén. “He llegado a casa”, dijo. Y es que pocas veces el pasado se siente tan presente como en este rincón de Murcia.
Dormir en el Parador es una experiencia que mezcla historia y comodidad. El moderno edificio, levantado con respeto sobre los restos sefardíes, ofrece grandes ventanales y estancias abiertas donde se siente la inmensidad del enclave sin perder el recogimiento del hogar. Lorca, con su fortaleza, sus bordados, su cocina de raíces humildes y su legado multicultural, es un secreto cada vez menos escondido. Y bien merece el viaje.
Lorca, al suroeste de la Región de Murcia, no solo es conocida por su potente Semana Santa o por el terremoto de 2011 que marcó su historia reciente. Lo que muchos aún no han descubierto es que, sobre su núcleo urbano, se levanta una de las fortalezas más monumentales del medievo español: el Castillo de Lorca, coronado por la imponente Torre Alfonsina, una joya arquitectónica ordenada construir por Alfonso X El Sabio en el siglo XIII.