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"No plancho, limpio poco y no cocino más de media hora": las tareas del hogar desaparecen
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"No plancho, limpio poco y no cocino más de media hora": las tareas del hogar desaparecen

Cada vez más jóvenes admiten que dedican el menor tiempo posible a hacerse la comida o limpiar, un fenómeno que muestra los cambios que han operado en nuestra forma de entender el tiempo

Foto: La actriz Liza Goddard con una cacerola. (Getty Images/Keystone/Hulton Archive)
La actriz Liza Goddard con una cacerola. (Getty Images/Keystone/Hulton Archive)
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Les daba bastante asco hacerlo, aunque la principal razón es que siempre están cansados. De lunes a viernes, Julia y Daniel pasan más de diez horas al día fuera de casa entre que van y vuelven del trabajo. Ella teletrabaja un par de veces a la semana, aunque confiesa que se pasa las horas delante del ordenador y apenas se levanta para poner una lavadora o barrer un poco. Él siempre regresa alrededor de las 19 horas y se derrumba en el sofá, agotado. Suelen dejar la limpieza profunda para los fines de semana, pero a veces “se les hace bola”.

Julia y Daniel tiene 28 y 29 años y tienden a llevar la ropa sin planchar. Ella dice que le da pereza, que si tiendes bien no se nota, que ya no es tan importante y que tiene cosas más importantes que hacer. A él sí que le gusta ir planchado, adora las camisas, y busca un hueco para hacerlo de vez en cuando. Muy de vez en cuando.

El caso es que Julia y Daniel llevaban semanas postergando una buena limpieza de cocina y baño. Hasta el lunes pasado, cuando encontraron a Gabriela (40 años, nombre ficticio) a través de Weber, una aplicación en la que un montón de gente se ofrece a limpiarte la casa, planchar o cocinarte por horas y por un módico precio libre de impuestos. Un servicio tras el cual podrás dejarle un comentario y evaluar por estrellitas su performance para que lo consulten futuros clientes. El Blablacar de las tareas del hogar.

“Vivimos de alquiler en un piso muy pequeño, de apenas 50 metros cuadrados, pero nos pasamos todo el día trabajando y, además, había roña acumulada de anteriores inquilinos. Así que decidimos llamar a una persona para que nos limpiara bien el baño”, explica Julia en conversación con este periódico. En esa aplicación fue donde encontraron a Gabriela, que ofrecía sus servicios de limpieza a fondo por 8 euros la hora. “Estuvimos mirando un buen rato entre los perfiles, la mayoría eran mujeres y había algún que otro hombre. Eso sí, todos de origen latinoamericano o extranjero”, continúa Julia para señalar algo que le llamó la atención. “Cuando nos cruzamos con los perfiles masculinos, mi chico dijo que mejor una mujer, que lo hacen mejor. Le salió solo, sin pensar. Yo luego estuve rumiando lo mucho que tenemos arraigada esa idea. Pero escogimos una mujer”, confiesa.

Hemos dejado de hacer las tareas del "ama de casa" o las encargamos

Contrataron a Gabriela por dos horas y les dejó el baño como si fuera nuevo. No le dio tiempo a terminar la cocina y se ofreció a quedarse más rato. “Le dije que no”, cuenta Julia, “en ese momento vi claro que esa mujer se hubiera quedado más rato sin pedirnos más dinero, para que la llamásemos otras veces. Me sentí un poco mal”, recuerda para admitir que, tras aquello, intercambiaron los teléfonos por si había una próxima vez, para evitar la aplicación y que esta se quedase un porcentaje por la gestión.

Un hogar que no se detiene

Si comparamos a España con otros países europeos, se comprueba que en España se trabaja hasta mucho más tarde. Se tiende a salir de media del trabajo entre las 18 y las 20 horas en comparación con otros países como Alemania, Francia, Finlandia, Italia, Luxemburgo, Reino Unido o Suecia, que suelen terminar su jornada entre las 16 y las 18 horas. Además, desde la incorporación completa de la mujer al mercado laboral, la forma en la que nuestra sociedad da y recibe los cuidados y gestiona las tareas del hogar ha ido mutando de forma paulatina.

placeholder Presentación del último modelo de Dyson. (Getty Images/Bruno Vincent)
Presentación del último modelo de Dyson. (Getty Images/Bruno Vincent)

Según escriben Helen Hester y Nick Srnicker en Después del trabajo: una historia sobre el hogar y la lucha por el tiempo libre (Ed. La Caja Negra, 2024), el tipo de familias ha cambiado y también las formas en las que estas gestionan lo que los autores denominan como “política del tiempo”. Así, señalan que, mientras que el periodo anterior estaba signado por una lucha entre las horas de trabajo de los hombres y el trabajo sin límite de las mujeres, hoy el aspecto fundamental suele ser una sensación generalizada de presiones de tiempo cada vez mayores que son en parte resultado de que, en gran parte del mundo occidental, la cantidad total de trabajo —asalariado y no asalariado— que hacen los individuos ha ido en aumento desde los años setenta. Lo que ha llevado, según los autores, a la aparición de un sentimiento general y compartido: “El tiempo libre está desapareciendo y la vida se está volviendo cada vez más agobiante”.

“Hoy vivimos en un mundo acelerado en el que trabajan todos los miembros de una familia y hay menos tiempo para hacer las cosas de casa”, expone Teresa Alzás, socióloga de la Universidad de Extremadura, a El Confidencial para continuar con que con la desaparición de ese tiempo “hemos dejado de practicar el autocuidado, de alimentarnos bien, de tener la ropa bien cuidada”. En definitiva, hemos dejado de hacer muchas de las tareas propias del oficio de “ama de casa” o, por contra, las encargamos. “Pagamos a otros para que nos las hagan”, señala para apuntar que todo ello está ligado con una vida más estresante en la que “hemos empezado a conciliar”.

El ejemplo más evidente y sostenido en el tiempo quizá sea la tendencia a la desaparición de la plancha. “A nivel simbólico, la desaparición del planchado indica un cambio en el estilo de vida cotidiano”, opina por su parte Almudena Moreno, catedrática de sociología en la Universidad de Valladolid. “Lo vemos con la moda, con el fast fashion”, prosigue para añadir que “compramos ropa barata y cuesta menos usar y tirar que lavar y planchar una y otra vez. Además, las tendencias han cambiado. Se lleva la arruga, no le damos ya importancia, estamos a otra y el mercado ha tomado nota convirtiendo nuestra falta de tiempo en tendencia”.

"Ellos hacen las labores que se ven en público, como llevar los niños al colegio"

Por otro lado, y según apunta Esther Romero, doctoranda de sociología en la Universidad Complutense de Madrid, la incorporación mayoritaria de los hombres a las tareas domésticas y de cuidados ha marcado el qué se hace más y qué se hace menos. “Ellos tienden a desempeñar las labores que se ven en el espacio público; llevar los niños al colegio o al parque o arreglar el coche, pero las que se hacen en el espacio privado siguen siendo mayoritariamente femeninas”, comenta para opinar que, a su juicio, la desaparición del planchado también atiende a que los hombres han considerado esa tarea mecánica y repetitiva menos necesaria de lo que se consideraba antes. “Los hombres hacen muchas más cosas ahora, sobre todo en lo que se refiere a la crianza de los niños, pero los datos nos revelan que ellos perciben que hacen más de lo que en realidad hacen. En las tareas de limpieza la incorporación es mucho menor y sigue habiendo una importante división sexual del trabajo”.

Un reparto todavía desigual de las tareas

El Informe Fundación Cepaim: Masculinidad, cuidados, empleo y responsabilidad (2019) refrenda lo comentado por Romero: los padres se implican más en las tareas “amables” y con una menor carga emocional. Los hombres que son padres se implican mayoritariamente en actividades más o menos puntuales y, en cierta manera menos “críticas”, como el acompañamiento al colegio y al médico y en aquellas relacionadas con el juego y la práctica de deportes, principalmente los fines de semana. Los padres cuidadores pueden experimentar los cuidados como una tarea gratificante, al no tener que responsabilizarse de la obligatoriedad de cubrir las necesidades que requieren una implicación constante, diaria y que implican renuncias personales.

Del mismo modo, según datos publicados por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en 2024, en un día laborable las mujeres dedican más tiempo a las tareas del hogar (limpiar, cocinar, compra…) que los hombres. Ellas ocupan 172 minutos (casi 3 horas) de media al día y ellos 126,76 minutos (2 horas). Además, al preguntar por el cuidado de los hijos durante un día laborable la distancia entre ambos sexos aumenta, mientras las mujeres dedican 412,25 minutos (6,7 horas) a sus hijos, ellos ocupan unos 228,88 minutos (3,7 horas) de su tiempo.

placeholder La Dama de Hierro, planchando. (Getty Images/Hilaria McCarthy/Daily Express/Hulton Archive)
La Dama de Hierro, planchando. (Getty Images/Hilaria McCarthy/Daily Express/Hulton Archive)

No obstante, y según el mismo informe del CIS, al comparar la situación actual con la de hace 10 años, el 70,7% de los españoles afirma que ahora las desigualdades son menores y la mayoría de las mujeres también cree que han disminuido (67%).

Igualmente, y en lo referente a la producción laboral ligada al cuidado de los hogares, durante la pandemia se produjo una situación interesante: varios estudios analizaron el impacto del confinamiento en la productividad científica, observando diferencias de género. Uno de los hallazgos comunes fue que, en promedio, los hombres publicaron más artículos científicos que las mujeres durante ese período. Esta diferencia se atribuyó a factores como una mayor carga de cuidados y responsabilidades domésticas que recayeron desproporcionadamente sobre las mujeres durante el confinamiento. Dos estudios destacados en este contexto fueron The decline of women’s research production during the coronavirus pandemic (2020) —que examinó la proporción de autoras en publicaciones científicas antes y durante la pandemia, encontrando una importante disminución durante la misma— y The Pandemic Hit Female Academics Harder (2021) —que señalaba la misma situación y se preguntaba qué iba a hacer la comunidad científica al respecto—.

“Yo me liberé cuando me divorcié de mi marido”, apunta Lola C., de 60 años, que asegura notar, incluso, una diferencia consigo misma a la hora de ejecutar las tareas del hogar. “Siempre me he considerado una mujer muy moderna. Me casé por lo civil cuando casi nadie lo hacía, pero siempre me ocupé más de la casa que mi marido. Cuando me separé me prometí que no le haría la vida tan fácil a nadie más. Las mujeres hemos sido muy tontas”, continúa para apuntar que, desde que vive, sola limpia mucho menos.

"No quiero pasar mi tiempo libre limpiando y cocino sencillo"

“También he evolucionado para con mi propia percepción de la limpieza, no quiero ser esclava de mi casa, no quiero pasar mi tiempo libre limpiando y tampoco cocino muy elaborado. Cocino yo, no pido por delivery, pero no tiene nada que ver con los platos que preparaban las mujeres de la generación de mis padres”, continúa para señalar que ella también ha notado la diferencia con la generación de su hija. “Ella y su pareja se reparten más las cosas, pero también es verdad que son más descuidados que yo, le dan mucha menos importancia a las tareas del hogar”.

La casa como un espacio cada vez más privado

Como ejercicio, para este reportaje se ha lanzado una encuesta propia en redes sociales (no representativa, pues la muestra es muy pequeña) a la que han contestado 76 personas de distinto género y edad. El 50,7% han sido mujeres, el 45,3% hombres y el 4% se han identificado como no binarios. En cuanto a las tareas del hogar y el cuidado de la casa ha habido una respuesta general: Está más o menos bien, a todos les gustaría que lo estuviera más pero no pueden supeditar su vida a la limpieza.

“La casa me come, pero yo necesito saber que no soy su prisionera”, reza una de las respuestas. “Muchas veces antepongo los estudios o mi vida social a la limpieza”, escribe otro. “El tiempo que le dedicaba a la casa se lo dedico a otras cosas”, otro. “El tiempo es oro, no lo gasto en los detalles”, otro. “El trabajo es lo que estructura y ocupa la mayor parte del día. Las tareas del hogar las encajo en los huecos, que son cortos y escasos”, otro. “Cuando tienes mil horas de trabajo o muchas horas de transporte o un trabajo muy absorbente, meterle horas y horas de compra, cocina, plancha, recoge, ordena, limpia... No te quedan horas para vivir. Y prefiero vivir”, otro.

placeholder Dos limpiadoras filipinas en un curso de formación. (Getty Images/Veejay Villafranca)
Dos limpiadoras filipinas en un curso de formación. (Getty Images/Veejay Villafranca)

“Cuando estamos de exámenes, la casa está más sucia, mi cuarto más desordenado, las tareas se cumplen menos, aunque siempre intentamos sacar algún momento para hacerlas, la prioridad en esos momentos es estudiar. Cuando el ritmo de vida es más tranquilo se nota mucho en la casa”, apunta uno de los más jóvenes. “Porque trabajamos muchas horas, estamos muy cansados y la tecnología nos distrae”, añade otro, de 25 años. “Tengo bastante asumidas cuáles son las prioridades y el orden excesivo no es una de ellas”, señala un hombre de 61 años.

“La representación simbólica de que ya no se da tanta importancia a las actividades que se hacen dentro del hogar frente otros aspectos personales tiene, también, mucho que ver con el estilo de vida individualista que se está adoptando”, apunta Teresa Alzás quien señala, además, que en los últimos años —y sobre todo tras el envite del covid— la vida social se hace de puertas afuera. “Tendemos a visitarnos en nuestras casas cada vez menos, quedamos fuera, socializamos fuera, pasamos mucho tiempo fuera y, por tanto, nuestros hogares van alejándose poco a poco del papel que tenían como carta de presentación frente al otro”, explica. También, claro, porque cada vez vivimos en casas más pequeñas.

Además, añade la socióloga, las tareas hay que reducirlas. “Ya no tenemos a la madre o a la abuela que siempre tiene caldo en la nevera ¿Quién tiene tiempo hoy para poner una olla al fuego desde las 9 de la mañana?”, se pregunta para incidir por otro lado, en el tema de la sostenibilidad. “En Estados Unidos la mayoría de la gente no tiene lavadora y tiene que ir a lavar la ropa fuera. En Europa todavía tenemos una lavadora en cada casa, ¿pero qué nos dice que se vayan a seguir produciendo tantos electrodomésticos?, es posible que, a la larga, tengamos que adaptarnos a otro modelo”, opina.

"Ha cambiado la idea de perfeccionismo respecto a nuestros padres"

El priorizar lo vital antes que la propia casa es algo que tienen en común Pedro Fernán, de 50 años y Lucía, de 22. Él cuenta que se reparte las tareas con su pareja y que siente hacer “un esfuerzo equivalente”. Él también cuenta que ninguno de los dos plancha. “No lo hacemos porque intentamos disfrutar al máximo del tiempo que nos deja el trabajo. Hemos optimizado las labores que hacemos: cocinamos, sí, pero no nos compensa hacer comida muy complicada, y hemos desarrollado habilidades para tender mejor, hemos elegido ropa que se arruga menos y hemos bajado el listón de lo aceptable”, concluye.

Lucía, por su parte, es estudiante, comparte piso y no le da demasiada importancia a las arrugas. Ella también tiende con cuidado. “Noto mucho cómo ha cambiado la idea de perfeccionismo de las cosas, sobre todo con respecto a mis padres,” cuenta la joven. “Mis padres siempre han tenido los mismos horarios de comida, pero eso es algo que yo no aplico, varío más y yo tampoco hago platos de cuchara. No cocino platos que me lleven más de media hora”, explica para finalizar con que, además, al vivir en un piso de estudiantes su casa está más desordenada. “Siempre hay gente entrando y saliendo y se recoge cuando se puede, no tenemos un horario estricto como sí tenía cuando vivía mis padres. Su casa nunca estuvo desordenada”, recuerda.

La precarización de los trabajos feminizados

“Muchas veces, cuando voy a casa de otra gente de mi edad o con circunstancias vitales similares a las mías y está muy ordenada pienso “¿Cómo lo harán?” Y la mayoría de las veces la respuesta es: empleada del hogar, porque siempre es una mujer”, escribe uno de los entrevistados, de 41 años, en nuestra encuesta.

placeholder La cocina del 'american way of life'. (Getty Images/Hulton Archive)
La cocina del 'american way of life'. (Getty Images/Hulton Archive)

Su conclusión es la respuesta a la pregunta de ¿quién se encarga del hogar cuando nadie tiene tiempo y energía?, los otros. Y a los otros se les paga mal porque, a juicio de las tres sociólogas entrevistadas, se trata de tareas tradicionalmente feminizadas a las que no se les otorgaba un valor consciente. Uber Eats, Glovo, Webel o aplicaciones por el estilo tienden a contar con un perfil de trabajador claro: el migrante precarizado.

“Son trabajos que nunca se han valorado como debieran, ¿qué significa en el imaginario social colectivo tener la cama hecha, la ropa planchada o la comida hecha?, son cosas que siempre se han dado por sentado, que estaban de fondo”, explica Almudena Moreno para insistir en la precarización “total y absoluta” de esos trabajos. “La limpieza y la higiene son un pilar básico del desarrollo humano, pero están atravesados por un fuerte sesgo de género que, aún hoy, deriva en que la mercantilización del trabajo doméstico se haga bajo cuerda”, zanja.

Les daba bastante asco hacerlo, aunque la principal razón es que siempre están cansados. De lunes a viernes, Julia y Daniel pasan más de diez horas al día fuera de casa entre que van y vuelven del trabajo. Ella teletrabaja un par de veces a la semana, aunque confiesa que se pasa las horas delante del ordenador y apenas se levanta para poner una lavadora o barrer un poco. Él siempre regresa alrededor de las 19 horas y se derrumba en el sofá, agotado. Suelen dejar la limpieza profunda para los fines de semana, pero a veces “se les hace bola”.

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