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Cuando la alegría cambia de bando: el 'wasapgate' da paso al "váyase, señor Sánchez"
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SESIÓN DE CONTROL

Cuando la alegría cambia de bando: el 'wasapgate' da paso al "váyase, señor Sánchez"

El PP sube el diapasón. Como en un revival de los 90, el “váyase, señor González” ha vuelto a las Cortes y la oposición se ha envalentonado. No es para menos, la bancada azul se ha llenado de caras largas y sólo Bolaños mantiene el humor

Foto: Pedro Sánchez, en la sesión de control al Gobierno en el Congreso. (EFE/Juan Carlos Hidalgo).
Pedro Sánchez, en la sesión de control al Gobierno en el Congreso. (EFE/Juan Carlos Hidalgo).
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El PP sube el diapasón. Como en un revival de los 90, el “váyase, señor González” ha vuelto a las Cortes. José María Aznar ha aparecido dos veces en la sesión de control al Gobierno: una en boca de Feijóo, cuando el presidente del PP parafraseó su eslógan más popular. La otra en boca de Rufián, cuando lo citó para victimizarse y solidarizarse con un Gobierno acorralado por los escándalos: “Es un golpe de estado blando”. Cuando al Gobierno o a sus socios le vienen mal dadas, surge ese hermanamiento conspiranoico en forma de versiones creativas del lawfare. Pero la realidad es que esta mañana, en la bancada azul, había caras largas, el rostro del boxeador que le va a caer la del pulpo pero tira de amor propio y argumentario. Y acaba en la lona entre petardos, pájaras, estultos, maltratadores, tocacojones, impresentables y demás piropos sanchistas.

Esta mañana ha pasado algo en el Congreso: la alegría ha cambiado de bando. De repente, la oposición se ha envalentonado, impulsada a partes iguales por el escándalo de los wasaps y por el arreón ideológico que promete Feijóo; hasta Tezanos le ha reconocido a media mañana al PP una subida de tres puntos antes incluso del wasapgate, antes incluso del apagón ferroviario y antes incluso del golpe de pecho de Feijóo adelantando su congreso nacional para un rearme ideológico.

Enfrente, el Gobierno se ha empequeñecido acosado por lo que quiere minimizar tirando de diccionario: “casquería”, “cotilleo”, “salseo” y, sobre todo: “delito”. Ahí se ha instalado la estrategia de defensa del Gobierno, en que la supuesta filtración que está desnudando al presidente mensaje a mensaje es un delito. Curioso, porque mientras Sánchez se reía condescendiente de lo que para él son cotilleos, Begoña Gómez recusaba al juez Peinado en Plaza de Castilla. Porque Sánchez ha vuelto a repetir que “la inmensa mayoría de los jueces hacen su trabajo”. ¿Y la inmensa minoría? ¿No serán esos, casualmente los Peinado, Hurtado o Biedma?

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en la sesión de control al Gobierno (EFE / Juan Carlos Hidalgo)

Excusatios gubernamentales aparte, el PP no se ha visto en otra. En Génova, como en Estados Unidos, también tienen un listado de naipes con los enemigos públicos número 1. Y estos son, por este orden: Sánchez, María Jesús Montero, Óscar Puente y los cuatro ministros que lideran federaciones socialistas: Óscar López, Diana Morant, Pilar Alegría y Ángel Víctor Torres. También Bolaños, pero por su acumulación de cargos, aunque el ministro de Justicia ha salido hoy indemne porque se ha dedicado a hablar de su reforma del Estatuto fiscal, y porque cuando no tiene enfrente a Cayetana Álvarez de Toledo le sale un humor castizo que relaja el ambiente.

Por eso ayer después de Feijóo, María Jesús Montero tuvo que responder a cuatro preguntas: de Cuca Gamarra, de Juan Bravo, de Elías Bendodo y de Ester Muñoz. La primera le preguntó por la participación de Sánchez en el rescate de Air Europa, el segundo le espetó que las cosas no van tan bien como la recaudación de Hacienda, el tercero le calzó su buena relación con Ábalos y la cuarta le dijo una frase que entiende todo el mundo: cuando ustedes llegaron el coche más vendido era un Dacia, y costaba 7.000 euros. Hoy cuesta 15.000. ¿Usted cree que el sueldo de los españoles se ha duplicado en siete años?". La respuesta fue la de siempre: “bulos, barro, oposición destructiva”. Y una cosa más: España ya no es un cohete, “España va como un cañón y va a seguir yendo”. La orquesta del Titánic, versión Montero.

Al final, Feijóo le ha pedido a Sánchez que se vaya y a Sánchez no se le ha ocurrido nada mejor que devolvérsela: “Tenga cuidado que en el cónclave se entra Papa y se sale cardenal. La pieza averiada es usted, señor Feijóo”, le ha dicho, cuando nadie en el PP discute su liderazgo, del mismo modo que todo el mundo sabe que a Feijóo sólo le queda una oportunidad.

Pero el PP no se debe confiar, porque el Gobierno, del presidente al último ministro, puso el acento en un asunto que Feijóo debe medir: el adelanto del congreso ha generado un cierre de filas y un chute de ánimo, pero también ha levantado expectativas. Si no se satisfacen y se acaba cayendo en el síndrome del gatopardo, que todo cambie para que todo siga igual, le habrña salido el tiro por la culata. Y eso sería letal para el principal partido de la oposición.

El PP sube el diapasón. Como en un revival de los 90, el “váyase, señor González” ha vuelto a las Cortes. José María Aznar ha aparecido dos veces en la sesión de control al Gobierno: una en boca de Feijóo, cuando el presidente del PP parafraseó su eslógan más popular. La otra en boca de Rufián, cuando lo citó para victimizarse y solidarizarse con un Gobierno acorralado por los escándalos: “Es un golpe de estado blando”. Cuando al Gobierno o a sus socios le vienen mal dadas, surge ese hermanamiento conspiranoico en forma de versiones creativas del lawfare. Pero la realidad es que esta mañana, en la bancada azul, había caras largas, el rostro del boxeador que le va a caer la del pulpo pero tira de amor propio y argumentario. Y acaba en la lona entre petardos, pájaras, estultos, maltratadores, tocacojones, impresentables y demás piropos sanchistas.

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