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Botellín y transistor: los productos a los que España se agarró cuando se fue la luz
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Botellín y transistor: los productos a los que España se agarró cuando se fue la luz

Con el país sin rastro de electricidad, los vecinos de ciudades como Madrid se echaron a la calle. La mayoría optaron por esperar el retorno en la terraza de algún bar con una radio recién comprada

Foto: Clientes a oscuras en un bar de Madrid. (S. B.)
Clientes a oscuras en un bar de Madrid. (S. B.)

Carlos y su familia no esperaban tener que volver a comprar nunca un transistor. Pero este lunes 28 de abril de 2025 les tenía guardada una sorpresa. De buenas a primeras estaban manipulando uno de estos aparatos en una atestada terraza del barrio madrileño de Chamberí. “Acabamos de comprarlo en la ferretería, era uno de los últimos que tenía el comercio”, cuenta este argentino que ronda los 40 años. “Ya solo nos queda escuchar y esperar”.

Sin luz y sin apenas internet, los españoles se vieron metidos en un lunes convertido en limbo. No podían trabajar, pero sin acceso a información para saber lo que pasaba realmente, tampoco se animaban a volver a casa. Así que se agarraron a dos anclas: la terraza de un bar y una radio convencional. Refugiados bajo una sombrilla, el día acabó en una mezcla de La noche de los transistores y un vermú del fin de la pandemia.

“Está la situación para beberse cinco litros de cerveza mientras esperas que vuelva la luz”, resume Francesco, un joven universitario que, sobre las dos de la tarde, alterna y toma el sol junto a ocho amigos en otra terraza madrileña. “Llevamos aquí un buen rato y nos habremos tomado tres o cuatro rondas. Eso sí, venimos aquí porque nos fían, efectivo no llevamos ninguno”, añade.

El destino hizo que el apagón más importante de la historia de España empezase a mediodía de un reluciente y caluroso 28 de abril. Con el teletrabajo bajo mínimos y gran parte de la masa trabajadora ya en su entorno laboral, el caos fue brutal. Las calles tardaron minutos en colapsar, sin semáforos a la vista, y ciudades como Madrid se volvieron largos paseos que los vecinos que podían completaban para intentar regresar a su hogar. Sin supermercados ni grandes comercios, una suerte de pequeños comercios y espacios se volvieron oasis en una montaña rusa. Sus dueños veían cómo dinerales se iban por la borda mientras las colas no paraban.

placeholder Semáforos apagados tras el gran apagón. (S. B.)
Semáforos apagados tras el gran apagón. (S. B.)

Durante todo el lunes, se vieron fruterías llenas que acababan en un dueño que echaba cuentas a mano, como la que regenta Oliver, bares que ideaban platos mientras veían sus productos perderse y hasta un Decathlon en plena calle Princesa tuvo su parte de protagonismo. Se quedó sin linternas ni camping gas mientras daba wifi a todo el que pasaba por la puerta. “De momento está aguantando bien y, bueno, al menos la gente se va tranquila porque puede llamar o avisar a sus familiares”, contaba uno de sus empleados.

Frente a la terraza en la que Francesco y sus amigos toman el sol está la ferretería en la que toda la calle ha comprado hoy una radio. O más bien los que han podido, porque su dueño ha tenido que cerrar dejando un cartel: “No quedan transistores, ni tampoco linternas de pilas, solo solares”. No es un caso único, el comercio como el suyo que no acabó cerrando, se pasó el día exprimiendo su nutrido almacén para dar servicio a unas colas que no cesaron. Lo mismo ocurrió en bazares y comercios similares. "He pasado ya por tres tiendas parecidas. Ninguna tenía un solo transistor", contaba Jose, jubilado.

A Antonio, que regenta un pequeño local de este tipo en el barrio de Arganzuela, se le veía el estrés en los mofletes. Encendidos, dice que no recuerda haber vivido algo así en sus más de 30 años tras el mostrador. “Nos ha pillado completamente de sopetón. Hemos vendido todas las linternas que teníamos y lo mismo con las radios. Nos quedan pilas, no sé lo que durará”, detalla. “Obviamente, no teníamos stock preparado para esto y hemos pedido más de todo. A saber cuándo llega”, añade.

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Foto: S. B.

"Estamos sirviendo, pero vamos a perder mucho dinero"

Su cara es similar a la que tiene Mariola, una trabajadora de un clásico café restaurante de la calle Princesa. Ella cuenta que aguanta con sus compañeros porque sus jefes aún no les han contactado (este periódico habló con ella sobre las 15:00), pero que se sentían bien de poder estar dando al menos algo de servicio. “Nos hemos inventado algún plato, hemos ingeniado alguna receta fría y damos el género que tenemos. La gente al menos come algo y se va más contenta”, cuenta. “Dentro de todo el caos, la comida siempre ayuda”.

En horas, estos restaurantes se han tenido que reinventar. Mientras el menú del día sigue colgado en la puerta, ellos dan lo que pueden. El que entra pidiendo café se lleva un no por respuesta, pero si tiene la posibilidad de comer alguna tosta, diferentes ensaladas, bocatas, algún sandwich inventado con fiambre y vegetales... “El que tiene plancha y gas está mejor, nosotros hemos tenido que tirar solo con los productos fríos”, cuenta otro joven que trabaja para una cadena de comida rápida.

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Foto: S. B.

En Pozuelo de Alarcón, algunos restaurantes optaron por vender más platos fríos. “Estamos sirviendo los menús como podemos”, declaraba Celso Fernández, encargado de Los Asturianos, una casa de comidas ubicada en la ciudad. “Nosotros teníamos los platos medio preparados y aunque hemos seguido vendiendo, vamos a tirar mucha comida. Estamos hablando de mucho dinero. Si la electricidad volviera hoy mismo por la noche, podríamos perder entre 3.000 y 4.000 euros. Los clientes están contentos porque todavía los podemos atender un poco, pero es frustrante”.

En un local de la cadena Healthy Poke, ubicado justo enfrente, los clientes se aglomeraban en la oscuridad para intentar comer productos que dentro de poco dejarían de estar frescos. Como el resto, ellos solo podían comer si tenían efectivo. De un plumazo no servían de nada todas las tarjetas de crédito. “Ni siquiera puedo cobrar con Bizum porque la gente no tiene cómo hacerlos”, explica el administrador del sitio, David Rubio. “Por suerte medimos muy bien lo que se va a vender cada día y no creo que tengamos que tirar mucho género. Si esto dura más de 24 horas, sí contemplamos perder alimentos que no aguantarían".

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Foto: S. B.

Rubio tiene experiencia con la falta de electricidad porque tiempo atrás sufrió un corte de 10 días en su negocio. “A todos nos ha pillado de sorpresa, pero al menos tengo una idea de qué hacer. Las autoridades tienen que lograr algo pronto porque esta situación implica una pérdida muy grande para todos, desde los comercios hasta los proveedores. Cada minuto que pasa es una pérdida económica bastante grande”, detalla.

Otros restaurantes, por contar con una clientela mucho más habitual, se decantan por fiar sus productos para no dejar de vender. Easylunch, un pequeño espacio que sirve a empresas de la zona, conoce de sobra a sus clientes, así que han apuntado sus nombres para que paguen cuando la normalidad vuelva. “Como la gente no puede pagarme con tarjeta, lo que hemos hecho es apuntar sus nombres y lo que nos deben para que paguen cuando puedan”, señala el encargado Miguel Ángel Gómez, quien no deja de mirar la nevera expositora ante la posibilidad de perder cientos de euros solo en helados.

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Foto: S. B.

“Para nosotros es muy difícil lidiar con una situación así, perderemos mucha comida y productos congelados. Lo peor es que, aunque no lo he contactado aún, supongo que el seguro no cubrirá nada. Los helados habrá que tirarlos, y el resto intentaré entregarlo a algún banco de alimentos para salvar algo antes de que sea muy tarde”.

Carlos y su familia no esperaban tener que volver a comprar nunca un transistor. Pero este lunes 28 de abril de 2025 les tenía guardada una sorpresa. De buenas a primeras estaban manipulando uno de estos aparatos en una atestada terraza del barrio madrileño de Chamberí. “Acabamos de comprarlo en la ferretería, era uno de los últimos que tenía el comercio”, cuenta este argentino que ronda los 40 años. “Ya solo nos queda escuchar y esperar”.

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