Caos, incertidumbre y humor en el aeropuerto de Barajas tras el apagón: "Lo importante es estar juntos"
Charlamos con personas que han perdido vuelos, no pueden volver a casa del trabajo o puede que nunca tengan sus vacaciones soñadas tras el apagón que ha sacudido España este 28 de abril
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El aeropuerto es, en situaciones normales, un no lugar de largos pasillos y estancias holgadas en el que día a día miles de personas que no se conocen se cruzan sin saludarse y en el que reina una aparente normalidad, trastocada como mucho por algún retraso en los vuelos. Pero hoy, lunes 28 de abril de 2025, con la campaña turística a punto de comenzar y tras el apagón generalizado de la Red Eléctrica española, el ambiente no tiene nada de “normal”. “Día histórico” y “paciencia” son los términos más repetidos por cientos de personas agolpadas en la cola de los taxis o del check-in de las respectivas aerolíneas. Muchos de ellos dudan de si podrán disfrutar de sus vacaciones en el destino que llevan esperando todo o el año; otros, de si por fin llegarán a casa tras un duro día de trabajo; para todos, en general, el clima es de desconcierto y excepcionalidad.
“Yo cojo mi motillo ahora mismo y me voy”, afirma el empleado del bar que hay frente a la puerta del Metro, acordonada por policía y empleados de seguridad del aeropuerto minutos después del apagón. Sin duda, un afortunado. A pocos metros, dos agentes de policía reconocían la gravedad de la situación, mientras las noticias que llegaban a los pocos móviles con conexión a Internet auguraban que esta situación se iba a prolongar “entre seis y diez horas” y el alcalde de la ciudad, José Luis Martínez Almedia, mandaba un comunicado a la ciudadanía pidiendo evitar los desplazamientos innecesarios.
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“Es increíble lo que está pasando, todos los días al salir del trabajo voy a ver a mi madre, que está enferma, y hoy no sé cómo lo voy a hacer para llegar”, contaba angustiada una empleada del Duty Free, quien junto a un compañero asistían desolados al cierre del Metro. Unos cuantos metros más adelante, en la terminal 1, la cola de los taxis no paraba de crecer pasadas las tres de la tarde. Isa, una chica joven cargada de una mochila enorme, recorría de principio a fin la cola para saber si alguno de los presentes tenía como destino Alicante.
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Al fondo, su pareja, Joan, buscaba la forma de contactar con dos familiares residentes en Madrid “por si acaso” tenían que hacer noche en la capital. “No hay cobertura”, musita resignado palpando inútilmente el teléfono. Su avión tocó tierra a las dos y media de la tarde. Tras una semana y media de vacaciones en Egipto, un bus en la Estación Sur de Méndez Álvaro salía a las siete de la tarde para llevarles a su casa, lejos de Madrid. “Como nos han dicho que toda la ciudad está colapsada y no disponemos de efectivo, la situación pinta realmente mal”.
"Primera vez en España, sí"
Mucho más optimistas se mostraban tres mujeres que aguardaban en la cola a pocos metros de ellos, a quienes la vida les había reservado esta peculiar aventura. Dos de ellas, madre e hija, Mirien y Luna Rojas respectivamente, ponían humor a una situación que también les iba a dejar tiradas en Madrid, cuando su destino no era la capital, sino Segovia. “Primera vez en España, sí”, señala la madre, quien cuenta que a las cinco partía su bus a la capital castellano y leonesa para visitar a unos familiares. Mientras tanto, la megafonía del aeropuerto empezaba a lanzar mensajes de aerolíneas como Easy Jet que anunciaban retrasos en los vuelos y cierre temporal de las cabinas de facturación del equipaje.
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“Yo vengo de Verona, me he mudado a España justo hoy”, afirmaba su tercera acompañante, de nombre María Jose, “Majo”, y de origen argentina. Las tres se han hecho amigas en la cola y asisten con estupefacción a toda la situación. María José partió hace dos años de su país para emprender una nueva vida en Italia, y tan solo hicieron falta unos pocos días de turismo por Madrid para darle las razones suficientes por las que mudarse a la capital, “sin trabajo y sin amigos”. Y repite, portando un enorme carro con maletas: “justo tenía que ser hoy”.
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Más adelante encontramos a tres miembros de la tripulación de Iberojet, ataviados con un bien planchado traje azul marino y una corbata roja. “Venimos de un vuelo de Cancún, no sabían qué hacer con los pasajeros, hemos aterrizado justo cuando ha sucedido el apagón y les hemos hecho salir y volver a entrar dos veces seguidas”, afirma Tania, quien vive en Palma de Mallorca. La conversación es interrumpida precisamente por una de sus pasajeras, una señora mexicana de avanzada edad que arrastra un carrito repleto de maletas y que no para de hacer preguntas. Yass, un joven madrileño que hace poco entró en la compañía, la tranquiliza y la ayuda a buscar la dirección a la que se dirige en el Google Maps porque ella no tiene cobertura. “Es una situación excepcional, hay que tomárselo con humor”, recalca, con un inusitado optimismo.
"Lo importante es estar juntos"
El apagón tampoco pudo borrar la sonrisa a Fernando, Alberto, Vero, Miguel y los demás, siete jóvenes sevillanos que buscan la manera de llegar a Basilea “por coche o tren”, ya que su compañía les ha cancelado el vuelo. “Y el de mañana está completo”, aseguran. Son amigos de toda la vida, “desde pequeños”, y llevan mucho tiempo esperando este viaje. “Llegamos a las doce y cuarto a Atocha desde Sevilla, justo pudimos pillar taxi para llegar hasta aquí antes de que la situación colapsara la ciudad, pero ahora no podemos volar”, explica uno de ellos. “No sabemos qué vamos a hacer, pero bueno, lo importante es que estamos juntos, hay que poner buena cara a la situación, me da que van a ser unas vacaciones de lo más atípicas”.
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Irene y Aldara recorren los pasillos vacíos que llevan hasta la estación de Metro desierta, esperando poder coger el transporte suburbano en algún momento para volver a casa. Ellas son empleadas del área de Medioambiente de una aerolínea, y como trabajan en una oficina del aeropuerto, han podido cumplir con su jornada laboral, ya que los sistemas alternativos de generación eléctrica pudieron reanudar la actividad minutos después del apagón. “A ver cómo salimos de aquí”, afirma una de ellas. “Todo pinta a que vamos a llegar bastante tarde a casa”.
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La desinformación corre de un lado a otro del aeropuerto, alimentada por el desconcierto y la falta de conexión a Internet y cobertura. Dos periodistas franceses que vienen de Niza a pasar unas vacaciones en Madrid, aguardan también en la cola de los taxis. “No hemos estado nunca en Madrid”, afirma él. Cuando le preguntamos si en Francia también se ha producido el apagón, él dice que no, que ha hablado con sus padres y todo funciona bien. “Solo ha sido en España y Portugal”, señala, enseñándonos una noticia de Le Monde Diplomatique. Como en otras situaciones críticas recientes, la incertidumbre y el desconcierto corre de un lado a otro de este gran aeropuerto, que hoy ha vivido uno de los momentos más extraños e imprevistos de su historia.
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