¿Es el volantazo en defensa para Sánchez lo que fue el tijeretazo de 2010 para Zapatero?
Subir al 2% el gasto en defensa ha destapado cuatro problemas graves del Gobierno, pero a Mark Rutte eso no le importa demasiado y ya ha dicho que no es suficiente. Ya se habla del 3,5% y la OTAN se reúne el 24 de junio
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"No es fácil para un Gobierno dirigirse en estos términos a sus conciudadanos, pero lo necesitamos para cumplir con nuestros compromisos europeos". Esta frase podía haberla pronunciado Pedro Sánchez el pasado martes cuando compareció ante los medios para anunciar una inversión en defensa que jamás estuvo en sus planes y que sitúa a su Gobierno en el escenario más incómodo por cuatro motivos, tres nacionales y uno internacional.
Pero no, esa frase no la pronunció Sánchez, sino José Luis Rodríguez Zapatero en 2010, cuando anunció el mayor tijeretazo de la Democracia. Entre ambas situaciones hay incontables diferencias, pero los paralelismos políticos son crecientes. La pregunta es si Sánchez es consciente de que sus resistencias a abordar con convicción este cambio de paradigma mundial no acabará arrastrándole, como arrastró al anterior presidente socialista.
En La Moncloa saben que subir hasta el 2% las partidas de defensa no es más que el principio, porque Donald Trump quiere más y ya lo ha dicho. La cumbre de la OTAN de La Haya el próximo mes de junio está cada vez más cerca y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, está marcando de cerca a Sánchez: esta semana le agradeció el anuncio porque será útil para “construir una Alianza más fuerte, más justa y más letal”. Si a Sánchez se le ocurriera utilizar el sintagma "más letal", ¿qué harían y dirían sus socios?
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Aquel 12 de mayo de 2010, Zapatero anunció el mayor tijeretazo de la democracia: entre una catarata de recortes rebajó el sueldo de los funcionarios y suspendió la revalorización de las pensiones. ¿Lo hizo por convicción? No. Lo hizo porque le obligaron Barack Obama y Angela Merkel porque estaba arrastrando a España al abismo y, con ella, a la Unión Europea.
Ese día Zapatero se dio la vuelta como un calcetín, se cayó del caballo, abrió los ojos y compareció ante el Congreso para protagonizar un harakiri ante esa Cámara que no se veía desde la aprobación de la Ley para la Reforma Política en 1976. Ese día, Zapatero sabía que su carrera política había acabado, como demostró la mayoría absoluta del PP un año y medio después. Pero ese día Zapatero hizo lo que tenía que hacer, y acudió al Parlamento, algo que Sánchez esquiva como la tiña.
Los problemas del plan
La necesidad de aumentar las partidas de Defensa y de situar el rearme en el centro del debate político ha destapado al menos cuatro problemas para el Gobierno. En primer lugar, evidencia su fragilidad legislativa y su incapacidad para aprobar unos Presupuestos Generales del Estado, lo que le obliga a hacer auténticos artificios contables para alcanzar el 2% sin subir impuestos ni tocar el gasto social. De momento parece que lo ha conseguido, pero su plan no ofrece demasiadas certidumbres.
Además, destapa las crecientes tensiones con su socio de coalición, que le obliga a disfrazar el rearme en eufemismos de todo tipo y que ha arrastrado al presidente del Gobierno a desautorizar a su ministro del Interior por la compra de munición a una empresa israelí. Más allá del debate sobre la dignidad de Fernando Grande-Marlaska, ¿va también Sánchez a decirle a Margarita Robles que devuelva a Israel los misiles usados en Palestina 48 horas antes de que Sánchez denunciara “la matanza” en Gaza?
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En tercer lugar, revela que ese mismo socio de coalición no es una voz, sino muchas, y se encuentra en un proceso de reconfiguración que puede acabar en implosión interna y que obliga a los distintos actores a sobreactuar. En un contexto internacional de rearme, no es que en Sumar haya reaparecido el “No guerra”, es que algunos se apuntan al “No a la OTAN”. Y Podemos no va a parar de meter el dedo en el ojo “al Gobierno de la guerra”.
Por último, y más importante, Sánchez está demostrando que atiende a trancas y barrancas las exigencias de la Unión Europea y de la OTAN para incrementar el porcentaje del PIB destinado en defensa. Y esto enlaza con la auténtica razón por la que Zapatero anunció el mayor tijeretazo de la historia: la presión internacional. Y aquí surge la persona clave en esta historia: el secretario general de la Alianza Atlántica.
El 27 de enero Mark Rutte visitó La Moncloa. Fue un encuentro gélido en el que Sánchez dijo que España alcanzaría del 2 por ciento en 2029. No hubo rueda de prensa. Dos meses después, el 27 de marzo Rutte dijo públicamente en Varsovia que España lo conseguiría “antes del verano”, y el Gobierno salió a desmentirlo. Sin embargo, menos de un mes después, el 22 de abril, Sánchez ha tenido que improvisar un plan para conseguirlo. ¿Está claro quién manda? Y, sobre todo, ¿qué ha pasado en este mes?
El próximo 24 de junio la OTAN celebra su cumbre en la Haya, precisamente la ciudad de Rutte. Ya se está hablando de incrementar el gasto hasta el 3,5 por ciento del PIB. ¿Cuánto le queda a Pedro Sánchez para asumir, como asumió a Zapatero, que la realidad es contumaz y que la salida a la nueva situación geoestratégica mundial no está a su izquierda, sino a su derecha, en los grandes consensos? Quizá, llegado el caso, Sánchez tenga que parafrasear a Zapatero y decir en el Parlamento que “no es fácil para un Gobierno dirigirse en estos términos a sus conciudadanos, pero lo necesitamos para cumplir con nuestros compromisos europeos”.
"No es fácil para un Gobierno dirigirse en estos términos a sus conciudadanos, pero lo necesitamos para cumplir con nuestros compromisos europeos". Esta frase podía haberla pronunciado Pedro Sánchez el pasado martes cuando compareció ante los medios para anunciar una inversión en defensa que jamás estuvo en sus planes y que sitúa a su Gobierno en el escenario más incómodo por cuatro motivos, tres nacionales y uno internacional.