Después del viernes, Barcelona no será igual: el día en que los cruceros invadieron La Rambla
Según el Observatorio del Turisme a Barcelona, este será un año récord. Relatamos hora por hora cómo vivió la población local el gran desembarco de los cruceristas en la Ciudad Condal
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A las 8 de la mañana, las calles de Barcelona parecen estar rindiendo un sentido homenaje al Viernes Santo. Al menos en Gran Via de les Corts Catalans y la Avenida Parallel casi no circulan autos. Además de que es festivo, en los últimos días muchos han salido de vacaciones. Todo lo contrario sucede en el puerto, donde a esa hora ya han arribado cuatro cruceros que, en algunos minutos, transformarán La Rambla en su lugar de desembarco.
Es la mañana más convocante en lo que va del año en un abril que el Observatorio del Turisme a Barcelona ya anticipó que será récord histórico. Cuando finalice el mes habrán llegado un centenar de cruceros, superando los 79 de los últimos dos años y los 75 de 2019 durante el mismo período.
Los cruceros amarran, pero sólo algunos pasajeros bajan a primera hora. La mayoría prefiere seguir durmiendo o desayunar antes de pisar tierra a partir de las 10. Mientras tanto, La Rambla se prepara como esos espectáculos en los que hay un horario pactado.
Caminando del mar hasta Plaza Catalunya, en el primer quiosco de periódicos, dos empleados ya tienen todo listo. Uno fuma acodado sobre el mostrador y en su costado están los horarios de llegada de los cruceros. El puesto está desde los 70, pero con los años fue cambiando sus productos. Hoy su principal ingreso son los souvenirs. Hay gorras, imanes, tazas, llaveros, pelotas de fútbol y botellas de agua.
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Alrededor de las 8.30, los únicos clientes que muestran interés en el quiosco son cuatro franceses de la ciudad de Nimes. Llegaron en el MSC World Europa, un crucero de una semana que terminará este sábado. Laetitia, una de ellas, dice que hasta ahora el mejor destino fue Malta, pero todavía no conocen Barcelona ni saben bien qué van a hacer durante todo el día.
El MSC World Europe tiene capacidad para 6700 pasajeros y propone una vuelta por el Mar Mediterráneo durante siete días. Franceses, alemanes, italianos y surcoreanos son algunas de las tantas nacionalidades que eligen este viaje que su tarifa básica es de 850 euros. También de múltiples nacionalidades es el Explora I, que embarcó en Lisboa y pasó por Cartagena y Valencia en 5 días que cuestan más de 2000 euros.
"Los americanos pagan sin pedir descuento, son los mejores clientes"
Una señora de Toulouse, acompañada de su pareja y tres jóvenes, bajó del MSC World Europe y no tiene claro su itinerario. Quieren hacer compras, pero temen que todo esté cerrado y creen que no habrá diferencia de precios con Francia. Una vez que los cruceristas atraviesan La Rambla, las tiendas de Plaza Catalunya son un destino habitual. Según el origen, hay buenos o malos clientes.
Turistas bien, turistas mal
El pintor callejero armenio Gurgen habla un castellano de frases cortas y vende sus dibujos hasta por 200 euros: "Los americanos pagan sin pedir descuento. Los mejores. Australianos también. Italianos… los peores. Pelean precio". Dice que sus obras del barrio Gótico o al estilo Gaudí son las más vendidas, en detrimento de los toreros y el flamenco.
"Los italianos vienen de a cien y gastan uno", coincide la marroquí Yosra, entre risas, mientras prepara las últimas mesas de la terraza de Oriental antes de que lleguen los cruceristas. El bar es del mismo propietario que Gallo Nero, también ubicado en La Rambla. Lo mismo sucede con Santa Mónica e Istanbul, que detrás de los desayunos y los kebabs está la misma persona. Tienen un cartel de jamones y paellas, pero no pasará demasiado tiempo hasta que Zar, uno de los empleados de la terraza, diga fresh drinks a cada visitante con el que se cruce.
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El trabajo de los anfitriones no solo es atender las mesas de la parte exterior, sino captar clientes. Tienen una carta en la mano y detienen o saludan a todo aquel que camina dubitativo. El mismo tono con el que se escucha "fresh mojito" en la playa durante el verano, esta mañana es coffee breakfast.
Sin embargo, nadie hace demasiado caso y en las mesas saltan directamente a las bebidas alcohólicas. A las 9.45, un grupo de ingleses que ha encontrado una mesa al sol parecería ser la primera cerveza del día en La Rambla. Pocos minutos después hay sangrías, cócteles azules, champán y más cervezas por todos lados.
Puede que influya que han llegado dos cruceros de dos países de alto consumo etílico: Inglaterra y Alemania. El Queen Mary II salió desde Southampton el 13 de abril y en su recorrido más largo son 15 días, en los que también pasa por Vigo, Roma, Cerdeña, Málaga y Cádiz. Tiene capacidad para 2600 pasajeros y la mayoría son adultos mayores. El billete más barato es de 3200 euros.
El 96,7% de los cruceristas llegan a Barcelona por la Rambla, que vive para ellos
El Aidacosma es operado por la empresa alemana de cruceros Aida y además de Barcelona se detiene en Roma, Cagliari y Marsella. La tarifa parte de los 800 euros. De allí bajan 20 alemanes para hacer una visita guiada especial para niños. Se encuentran con Dagmar, una compatriota de 42 años, periodista-guía turística de la empresa Tapsy.
“Los he buscado a las 8.30 y acaba a las 11. Está pensado para niños, por ejemplo, porque buscamos dragones en el Gótico. Les muestro el Colón, hablamos de La Rambla, pasamos por Plaza Real y acabamos en Plaza Catalunya”, explica.
Un recorrido repetido millones de veces
Como por goteo, La Rambla se va llenando y entre las 10 y las 11 de la mañana es la hora de los cruceristas. Los autobuses que van del puerto al World Trade Center llegan completos. Desde allí caminan 5 minutos y el 96,7% llega a La Rambla, según un estudio en 2023 de Visitmob, un grupo de investigación liderado por la Universitat Rovira i Virgili.
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Antes pasan por el frente del stand de SkyTour que ofrece vuelos en helicóptero. “No muchos cruceristas lo hacen porque necesitan regresar temprano. Pero pasan por aquí y me preguntan por baños públicos o dónde está La Rambla”, cuenta una empleada.
La Rambla está, literalmente, a cincuenta metros. Sólo hay que cruzar la estatua de Cristóbal Colón, la primera parada obligatoria de la foto. Hay grupos de coreanos, de alemanes, padres con niños y personas con movilidad reducida. Señores con camisa y bermudas y una mujer con chaqueta y gorro, a pesar del día soleado de 16 grados. Los pasajeros de un crucero y otro se mezclan, pero en algunos casos es fácil identificar de cuál vienen. Entrenados para introducirse en una ciudad de turismo, tienen el “no” rápido ante los desconocidos, incluso ante una consulta periodística.
A las 10.39 desde la plaza de la estatua de Colón hacia La Rambla, aproximadamente 90 personas cruzan el semáforo. Un minuto después lo hacen 50. A los 10.42 son 12. Luego, 15. A los 10.45 son 31. Durante los minutos siguientes, la influencia de los cruceristas es evidente. En La Rambla, la mayoría camina en dirección a Plaza Catalunya. Luego de una hora, el tráfico deja de ser undireccional y hay gente por todos lados caminando hacia diferentes destinos.
La mayoría de los pocos vecinos empadronados en La Rambla son extranjeros
Es difícil dimensionar el impacto de los cruceristas. Desde el puerto admiten que no tienen registro de la cantidad de pasajeros que desembarcan y que es preferible no coger las cifras del sitio oficial porque “no tienen nada que ver con los listados reales”. Tampoco es clara la cantidad de personas que circulan por el paseo, ya que el último dato tiene más de 10 años. En octubre de 2024, se anunció la creación del Observatorio Rambla que, mediante la instalación de cinco antenas con geolocalización, permitirá tener cifras más precisas.
Al igual que los turistas, los empleados y los propietarios de diversos orígenes, la mayoría de los pocos vecinos (800) empadronados de La Rambla son extranjeros. Entre la multitud es difícil identificar a Presentación, que vive a pocos metros desde hace más de 50 años y no se muda porque el alquiler que paga es muy bajo. En pleno desfile turístico, su imagen, con un carro de compras en una mano y un bastón en la otra, parece fuera de contexto.
“Vengo de Carrefour. A La Boquería salvo carne, no voy más. Antes, en esa esquina había una joyería de toda la vida, en la otra, una casa de deportes… En mi calle tengo cuatro tiendas de cannabis. No me gusta nada. Mi hijo no quiere que viva más acá. Además, son malos turistas porque antes venían rusos con billetes de 500 a la farmacia y ahora vienen italianos que no gastan nada”, dice.
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En una tienda de regalos se venden camisetas de Pablo Escobar. En otra hay diferentes opciones con las frases “I love Cocaine”, “I love DILFS”, “I love MILFS”, “I love vodka”, “I love suggar daddy”, “I love sex”. Otro negocio se llama “I love Outlet” y a veinte metros está “I love Cannabis”.
Una frontera urbana
La Rambla no solo divide al barrio Gótico con el Raval, sino también opiniones sobre la gestión del modelo turístico de Barcelona. El antropólogo urbano y profesor universitario Jose Mansilla explica:
“Es verdad que los turistas de los cruceros tienen un impacto muy grande sobre las Ramblas, pero las Ramblas están perdidas hace años porque es un espacio turístico. En la mente de los barceloneses no aparece. Hasta los 90 era un punto de encuentro y de socialización como son las plazas mayores de los pueblos y hoy en día no tiene ningún atractivo”.
"Es muy difícil revertir la sensación de la gente de Barcelona sobre la Rambla"
Otra de las críticas habituales a La Rambla es la explotación excesiva del espacio público. Prácticamente, la única manera de disfrutar el icónico paseo es a través del consumo. El Ayuntamiento cobra una tasa a los comercios por el uso de las terrazas, según los metros cuadrados y la distribución. En el hipotético caso de un bar de cinco mesas con cuatro sillas en 11 metros cuadrados pagaría 6,48€ por día.
Amics de La Rambla es una entidad sin fines de lucro que reúne a vecinos, comerciantes e instituciones del paseo, con el apoyo de la Generalitat y el Ayuntamiento. Además de organizar actividades y liderar proyectos como el Observatorio Rambla, buscan mejorar la percepción de la calle para los locales. Xavi Masip, gerente, detalla:
“Al descentralizar la ciudad, a veces lo que han provocado es un efecto pernicioso que es sacar el contenido que le daba lógica al centro. No puedes descentralizar quitando las actividades que le dan vida ciudadana. Es muy difícil revertir la sensación de la gente de Barcelona. ¿Cómo lo podemos hacer? Demostrándoles que si vienen y conocen mejor La Rambla van a ir abandonando estos tópicos”.
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Reconoce que el principal problema es el incivismo y que si bien hay pequeños hurtos, también ha habido avances en temas de seguridad:
“Durante unos años siempre encontrabas trileros, los de la bolita, que es un timo. Se hizo una campaña fuerte con la Guardia Urbana y no han vuelto desde 2012. Los últimos eran de Europa del Este y nos ha pasado que nos digan ‘estuve en París y vi a aquel tío de La Rambla’”, dice.
A medida que avanza el día, los cruceristas se vuelven unos más entre tantos turistas. Después de algunas sangrías y un paseo de varias horas se irán antes de que se haga de noche. Lo que continuará abierto, sin importar el día ni el horario, será La Rambla.
A las 8 de la mañana, las calles de Barcelona parecen estar rindiendo un sentido homenaje al Viernes Santo. Al menos en Gran Via de les Corts Catalans y la Avenida Parallel casi no circulan autos. Además de que es festivo, en los últimos días muchos han salido de vacaciones. Todo lo contrario sucede en el puerto, donde a esa hora ya han arribado cuatro cruceros que, en algunos minutos, transformarán La Rambla en su lugar de desembarco.