De la inmigración a la vivienda: vivimos en la montaña rusa de las preocupaciones
La volatilidad del debate público, la irrupción constante de asuntos coyunturales y la instrumentalización política explican por qué las preocupaciones de los españoles cambian a un ritmo sin precedentes
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¿Cuál es el principal problema que existe hoy en España? Es una de las preguntas más conocidas que hace el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en cada barómetro mensual. El desempleo, la problemática que más quitaba el sueño a los encuestados, ha perdido peso desde la irrupción de la pandemia. La covid ha marcado un antes y un después en las prioridades ciudadanas: ahora las preocupaciones cambian con mayor rapidez y frecuencia y ningún asunto consigue monopolizar el interés social.
“El desempleo y las cuestiones económicas han desaparecido de la agenda política y mediática. Ahora predominan asuntos como la vivienda, que moviliza protestas en la calle; y la migración, a través de los menores no acompañados, por la contaminación del debate global”, explica Pablo Simón, profesor titular de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid. Al mismo tiempo, han emergido inquietudes como el extremismo, la desinformación, la subida de impuestos o las desigualdades, de las que se ha hecho eco el barómetro en los últimos años.
Varios factores influyen en este fenómeno, entre ellos, la aceleración que muestra el panorama político y mediático. “El contexto actual es de gran volatilidad, lo que se refleja en las preocupaciones, que varían según la conversación pública y coyuntura del momento”, afirma Cristina Monge, politóloga y doctora en Sociología por la Universidad de Zaragoza. “El espacio mediático y político se ha turboacelerado en la última década. Los cambios son cada vez más rápidos”, apostilla Simón.
En paralelo, en el último lustro han surgido factores coyunturales capaces de alterar temporalmente el debate público, como la crisis energética provocada por la guerra de Ucrania, el aumento del gasto en defensa o los aranceles de Estados Unidos. Estos asuntos generan picos de interés mediático y social, pero tienden a desaparecer rápidamente de las preocupaciones ciudadanas. El gráfico anterior refleja bien cómo ha cambiado el panorama: de contar con una preocupación principal que se mantiene durante meses o incluso años a una competición de problemas, nuevos o no, más susceptible a cambios.
Un ejemplo muy ilustrativo de esto es cómo, pese al interés social por el aumento de la inversión en sanidad que generó la covid, el rechazo del Congreso a la creación de la Agencia Estatal de Salud Pública de marzo ha pasado prácticamente desapercibido. “Si esta negativa se hubiera producido seis meses después del estallido de la pandemia, habría generado mucha controversia”, asegura Carmen Lumbierres, politóloga y profesora en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
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Lumbierres insiste en que algunos de estos nuevos temores sociales son también resultado de la construcción de problemas o debates “amplificados o tergiversados” con una clara intencionalidad política y sin un fundamento real. Prueba de ello es la rapidez con la que estas inquietudes irrumpen y desaparecen del radar ciudadano.
“Los partidos intentan encadenar un tema tras otro contra el partido rival. Las elecciones se ganan con emociones, sobre todo negativas, que movilizan el voto”. Este ciclo comienza —añade— cuando “un medio dedicado a la propaganda publica una noticia. Un político la toma como verdadera y alarma a la población. Se movilizan sus seguidores en redes sociales, aparece en programas de televisión y el resto de partidos políticos salen a contestarles”.
Vivienda e inmigración
Las preocupaciones sociales que han emergido con mayor fuerza en el último año son la vivienda y la inmigración. Pese al repunte, estas inquietudes no han alcanzado aún sus récords históricos. En el verano de 2006, en plena crisis de los cayucos, la llegada de inmigrantes preocupaba al 59,2% de los encuestados, casi el doble que en septiembre de 2024 (30,4%).
Algo similar ocurre con la vivienda: en febrero, el 34,1% de los encuestados la situó como uno de los principales problemas del país, aunque aún no alcanza el máximo del 37,3% registrado en septiembre de 2007, ante el estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos.
En cualquier caso, la ideología sigue marcando diferencias en los asuntos percibidos como problemas por los encuestados. En el barómetro de abril, la vivienda preocupaba a más de la mitad de los votantes de Sumar (52%) y al 40,5% de los del PSOE en las últimas generales, pero solo al 8,5% de los de Vox. En cambio, la inmigración, uno de los principales frentes de batalla política del partido de Abascal, es identificada como un problema para el 48,4% de sus electores en 2023, frente al 5,2% y 9,1% de los votantes de las formaciones de Yolanda Díaz y Pedro Sánchez, respectivamente.
Aun así, Simón advierte que las categorías empleadas por el CIS son demasiado amplias para conocer con precisión hacia dónde se dirige la preocupación de los encuestados. “Esta pregunta nos ayuda a saber de qué se está hablando, pero no cómo se enfoca. ¿Qué te preocupa exactamente de la vivienda? Para algunos será el acceso a la vivienda y para otros, la okupación”.
Contra los políticos
Más transversal es la desafección política, que explica “por qué la gente se informa menos de política que hace diez años, o por qué han crecido Vox, Se Acabó la Fiesta (SALF) y otros partidos de protesta. Hubo una pequeña caída en el malestar político cuando emergieron los nuevos partidos, pero después la tendencia del descontento ha ido en alza. "Hoy hay más gente insatisfecha con el sistema en la derecha, al gobernar la izquierda a nivel nacional”, señala Simón.
"Los partidos no se ponen el chip de la gestión y siguen en una campaña electoral permanente"
En 2020, el CIS dividió la categoría "Los políticos en general, los partidos políticos y la política" en tres diferentes: "El mal comportamiento de los/as políticos/as", "Lo que hacen los partidos políticos" y "Los problemas políticos en general". Ninguna de estas categorías lidera las preocupaciones por separado, pero si las agrupamos, como hacía el organismo hasta hace cinco años, ocupan la primera posición en 17 de los últimos 20 barómetros.
Para Lumbierres, el auge de la antipolítica está directamente relacionado con la aceleración de los ciclos electorales. Los partidos, dice, “no se ponen el chip de la gestión y se mantienen en la confrontación y la campaña electoral permanente”, lo que alimenta la desesperanza hacia la política y da alas a las formaciones populistas. Estas crecen en intención de voto porque, según Lumbierres, “los partidos tradicionales no están resolviendo los problemas de la ciudadanía”.
El crecimiento de la preocupación por la política ha venido de la mano de la caída de la inquietud por la corrupción y el fraude. Esta llegó a su máximo histórico en noviembre de 2014 (63,8%), tras la acumulación de escándalos como las tarjetas black, la operación Púnica o los casos Gürtel, Bárcenas, Nóos y ERE de Andalucía.
Monge recuerda la paradoja de que “la preocupación social por la corrupción no es más elevada precisamente cuando hay más casos, sino cuando estos se conocen”, y señala la moción de censura al Gobierno de Rajoy en junio de 2018 por el caso Gürtel como un hito decisivo, ya que “la ciudadanía consideró que se había plantado cara a la corrupción y aumentaron los índices de confianza institucional”.
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Pese a ello, el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional —basado en la valoración de expertos y empresarios, no en encuestas ciudadanas como el CIS— coloca hoy a España en el puesto 46, frente al 38 que ocupaba en 2014, con una puntuación entonces cuatro puntos superior. Este retroceso se explica por el estancamiento de las políticas y reformas anticorrupción a nivel estatal —como el retraso en la transposición de directivas europeas— y el debilitamiento o desmantelamiento de oficinas antifraude en varias comunidades autónomas.
Para Lumbierres, “los niveles de corrupción denunciados o percibidos en la actualidad, con casos relacionados mayoritariamente con la compra de mascarillas de la pandemia, no son los de 2014. No hay investigaciones por financiación ilegal en los principales partidos, a excepción de SALF y Vox, a quienes no penaliza la corrupción. Al no creer en el sistema, no tienen por qué defender los valores democráticos o la limpieza electoral".
El paro, fuera del podio
No obstante, el mayor desplome en la preocupación social en los últimos años ha sido, con diferencia, el del desempleo, que fue considerado el principal problema del país de forma ininterrumpida entre septiembre de 2008 y marzo de 2020. Este descenso contrasta con la posición de España como el país con mayor tasa de desempleo general (10,4%) y juvenil (25,1%) de la Unión Europea, según datos de Eurostat de febrero.
Lumbierres reconoce que “los datos de empleo de España nunca son buenos”, pero destaca algunos avances recientes, como el récord de ocupados alcanzado en el cuarto trimestre de 2024, la reducción de la temporalidad y el crecimiento económico impulsado por los fondos europeos. Aun así, advierte que “persisten problemas como la precariedad, la baja productividad, los sueldos muy bajos o la brecha salarial entre hombres y mujeres”.
De hecho, los datos del barómetro del CIS reflejan un malestar creciente en torno a la calidad del empleo. En el sondeo de febrero, un 16,3 % de los encuestados lo señaló entre los tres principales problemas del país, la cifra más alta registrada hasta la fecha.
Los problemas que más afectan personalmente a los encuestados siguen siendo, en su mayoría, de carácter económico y vinculados al estado del bienestar. En el barómetro de abril, lideran la economía (28,3 %), la sanidad (22,2 %), la vivienda (19,8 %) y la baja calidad del empleo (16,3 %). Solo un 12,5 % sitúa la política entre los asuntos que más les afectan directamente.
¿Sigue siendo útil, pese a todo, la clásica pregunta del CIS sobre los principales problemas de España? Los politólogos consultados consideran que sí, aunque advierten de ciertas limitaciones metodológicas. “Es un termómetro que tiene inercia”, señala Simón. “Las categorías no son exclusivas ni excluyentes, y se pueden agrupar o desagregar de formas distintas para camuflar ciertas tendencias”.
"Las elecciones se ganan con emociones, sobre todo negativas, que movilizan el voto"
Lumbierres cree que los resultados de esta pregunta “ayudan a elaborar políticas públicas, ya que suponen una retroalimentación ciudadana de las políticas de los gobiernos”. Para Monge, es “una de las preguntas más importantes del CIS, referencia obligada para cualquier analista”.
Para la realización de esta información se han extraído, limpiado y unificado los datos de los barómetros mensuales del CIS sobre los tres problemas principales que existen actualmente en España. El análisis se ha acotado a los barómetros publicados entre septiembre de 2000, cuando se alcanza una periodicidad mensual en esta pregunta, y abril de 2025.
Para facilitar el análisis y la visualización de los datos, se han agrupado algunas respuestas cuyo enunciado ha variado ligeramente a lo largo de la serie y que presentan elementos afines entre sí. Por ejemplo, se han considerado en una misma categoría las respuestas “El cambio climático”, “El medioambiente” y “Los problemas del medioambiente”. Asimismo, se ha agrupado en la categoría “Los políticos” las respuestas “El mal comportamiento de los/as políticos/as” y “Lo que hacen los partidos políticos”, "Los problemas políticos en general" y “La falta de confianza en los/las políticos/as y las instituciones”.
¿Cuál es el principal problema que existe hoy en España? Es una de las preguntas más conocidas que hace el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en cada barómetro mensual. El desempleo, la problemática que más quitaba el sueño a los encuestados, ha perdido peso desde la irrupción de la pandemia. La covid ha marcado un antes y un después en las prioridades ciudadanas: ahora las preocupaciones cambian con mayor rapidez y frecuencia y ningún asunto consigue monopolizar el interés social.