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Las consecuencias para España de la apuesta de Sánchez contra Trump
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Las consecuencias para España de la apuesta de Sánchez contra Trump

El cambio de época que ha provocado el gobierno estadounidense está transformando también la ideología. El presidente español está jugando sus cartas en ese nuevo contexto, pero no sin riesgos

Foto: Sánchez en China. (Fernando Calvo/Moncloa)
Sánchez en China. (Fernando Calvo/Moncloa)
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Conforme avanza el cambio de época, menos sirven las referencias anteriores a la hora no solo de entender la política, sino de resituar las posiciones ideológicas. En este tiempo, el eje izquierda/derecha tiene mucho menor peso, ya que los progresistas pusieron el acento en el eje democracia/autoritarismo y las derechas en el nacional/global. Con el giro dado por Trump con los aranceles, ambos están fusionándose, y la creencia dominante es que los dirigentes autoritarios abogan por acabar con la globalización. Desde el otro lado del espectro ideológico, insisten en que el liberalismo y las interconexiones globales han llevado a la ruina a las poblaciones nacionales y que es hora de revertir esa situación. En el terreno internacional, esta brecha aparece con insistencia: de un lado están Trump y los aranceles, del otro Canadá y la Unión Europea, que pretenden mantener bien vivo el orden anterior, con China en el horizonte. Existe mucha confianza entre las élites globales en el fracaso del experimento de Trump, y el paréntesis en los aranceles (salvo ese 10% general y los añadidos específicos) alimenta su esperanza.

En España, ese nuevo eje está representado por los dos partidos que más en serio se han tomado el peso de la política internacional, el PSOE y Vox. Los de Abascal son una formación trumpista de derechas (más que un partido populista) y esperan crecer a partir de dos factores, contar con una base fiel y recoger el impulso que les brinde el triunfo de fuerzas afines en Occidente. El primero parece asentado, el segundo depende de que efectivamente ocurra como esperan y las derechas extremas y populistas continúen en ascenso. Si el partido republicano estadounidense tiene éxito, Vox se verá favorecido por esa marea; si fracasa, las consecuencias negativas se dejarán sentir.

A los socialistas les ocurre algo similar. Su apuesta por la apertura, el libre comercio, las interrelaciones globales y el orden basado en reglas, que quedó expreso en la visita a Pekín, se configura como un contrapoder, a lo Mark Carney, que se opone al plan trumpista. En buena medida, es una posición que apoya la UE, que también envía a Meloni a Washington para compensar. Como le ocurre a Vox, Sánchez saldrá beneficiado si su apuesta internacional es la ganadora y perjudicado si fracasa. Y no solo internamente, también en cuanto a su relación con la Comisión. Si la UE opta por situarse del lado estadounidense en esa disyuntiva que ha planteado Trump (o con nosotros o con China), el apoyo del que el presidente español gozará en Bruselas será bastante menor.

La posición de Sánchez

De momento, la convicción entre las clases expertas europeas es que el deseo de Trump de reformar el comercio y la economía internacionales en términos favorables a EEUU le va a salir mal: es la hora de que la UE se abra a las mayores conexiones posibles, incluida China. Si fuera así, Sánchez saldría reforzado como figura nacional e internacional y Vox descendería en aprecio social. Las primeras lecturas en clave interna apuntan en esa dirección. Sin embargo, el partido acaba de empezar y los pronósticos sirven de poco. Nos haremos una idea bastante más clara cuando se hayan jugado muchos más minutos.

El mundo liberal vive de una única fuente de legitimidad, su eficacia. Si el nivel de vida de la gente va en aumento, no será cuestionado

Sin embargo, el riesgo añadido para la apuesta de Sánchez por los mercados abiertos es la aceptación declinante que tiene entre las poblaciones europeas. Buena parte de ese malestar contra el mundo global ha sido canalizado por las nuevas derechas, que han situado su centro en la reacción contra esa ideología y en la necesidad de distanciarse de Bruselas. El mundo neoliberal, al igual que el socioliberalismo, vive de una única fuente de legitimidad, su eficacia. Si el nivel de vida de la gente va en aumento, no será cuestionado. Si es declinante, será la diana en la que se focalice el descontento. Todo apunta a que está época será complicada para una Europa puramente reactiva.

Las perturbaciones internas

En ese mar de fondo se agitan también cuestiones específicamente nacionales que suponen una dificultad más para el gobierno de Sánchez. Ya no se trata solo de continuar con los equilibrios habituales para mantener unida a la mayoría de investidura, sino de controlar las perturbaciones dentro de ella. Esta semana, y como de costumbre, Junts ha vuelto a golpear dialécticamente a su teórico socio al dar a entender (con gran dolor de ERC) que pactó con Sánchez un plan de rescate a las empresas exportadoras catalanas. No era cierto, pero Junts no renuncia a un tacticismo punzante que erosiona a los socialistas.

La guerra abierta entre Podemos y Sumar, con mención especial para Más Madrid, ha ido subiendo de tono esta semana

La segunda perturbación es más relevante en lo ideológico, y lleva el nombre de Podemos. La postura cada vez más beligerante de los de Iglesias, ligada al gasto militar, puede complicar el futuro. En especial, hace más difícil la aprobación de unos presupuestos, ya que han afirmado que no apoyarán la inversión en defensa. Veremos qué parte de táctica y qué parte de estrategia tienen esas declaraciones.

Sin embargo, hay un aspecto más dañino para los socialistas. La guerra abierta entre Podemos y Sumar, con mención especial para Más Madrid, ha ido subiendo de tono esta semana, y más tras la publicación del libro de Iglesias. Desde el bando de Montero se insiste en que Sumar debería integrarse en el PSOE porque defiende las mismas posturas, y desde Sumar se subraya que Podemos quiere romper el gobierno para que lleguen al poder las derechas y queden como la única fuerza de la izquierda verdadera. Por un camino u otro, están trasladando el mensaje a los votantes de la izquierda del PSOE que solo hay lugar para un partido en ese espacio y que tendrán que elegir. Sumar aspira a reunir todas las fuerzas bajo un mismo paraguas consensuado, Podemos a liderar una opción más rupturista que concentre a los tradicionales votantes antiOTAN.

Ambas fuerzas, no obstante, han entrado muy deterioradas en esta nueva época. Sumar está perdiendo aceptación social y Podemos solo representa a una minoría de votantes. De momento, los porcentajes en las encuestas de ambos, por separado y en común, han descendido a unas cifras preocupantes, para ellos y para el PSOE. Una guerra abierta, otra más, volverá a alejar a la gente de las dos formaciones y la acercará más a los socialistas y a la abstención.

El PSOE, Podemos y Vox

En su hoja de ruta para recuperar presencia social, Sumar aspira a realizar una tarea relevante a través de sus ministerios, de modo que puedan ofrecer a sus simpatizantes, cuando lleguen las elecciones, una serie de medidas reales que constaten la eficacia de su presencia en el gobierno. Podemos apuesta por la confrontación y la ideología. Son caminos distintos con incentivos distintos, y conforme vaya evolucionando la situación internacional, que vivirá perturbaciones significativas, Podemos puede verse ratificado en su posición y, por tanto, más animado a la hora de oponerse a este gobierno (y a Sumar) para ganar aceptación social.

Dado que es un partido de nicho, y su credibilidad solo se conserva entre un segmento pequeño de la población (y más con iniciativas como la del crowdfunding para trasladar la Taberna Garibaldi a un espacio mayor), es improbable que pueda convertirse en el instrumento que canalice la recuperación electoral de la izquierda del PSOE. En ese contexto, la sensación que se transmitirá socialmente será la de que al gobierno progresista le faltará una pata importante para conseguir su objetivo de permanecer en La Moncloa. Y eso puede cambiar unas cuantas cosas, incluida la fecha de las elecciones.

Por un camino y por otro, se llega al mismo lugar. Si la situación internacional evoluciona de manera favorable al régimen anterior, el de la globalización, y las intenciones de Trump no tienen éxito, Sánchez saldrá reforzado, en su papel internacional y en el nivel interno, máxime cuando Podemos perderá influencia. Si no es así, los socialistas quedarán debilitados, Podemos fortalecido y Vox en la pista de despegue. Los acontecimientos externos influirán de manera relevante en la política nacional.

Conforme avanza el cambio de época, menos sirven las referencias anteriores a la hora no solo de entender la política, sino de resituar las posiciones ideológicas. En este tiempo, el eje izquierda/derecha tiene mucho menor peso, ya que los progresistas pusieron el acento en el eje democracia/autoritarismo y las derechas en el nacional/global. Con el giro dado por Trump con los aranceles, ambos están fusionándose, y la creencia dominante es que los dirigentes autoritarios abogan por acabar con la globalización. Desde el otro lado del espectro ideológico, insisten en que el liberalismo y las interconexiones globales han llevado a la ruina a las poblaciones nacionales y que es hora de revertir esa situación. En el terreno internacional, esta brecha aparece con insistencia: de un lado están Trump y los aranceles, del otro Canadá y la Unión Europea, que pretenden mantener bien vivo el orden anterior, con China en el horizonte. Existe mucha confianza entre las élites globales en el fracaso del experimento de Trump, y el paréntesis en los aranceles (salvo ese 10% general y los añadidos específicos) alimenta su esperanza.

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