Una de cada cinco bodas, con un extranjero: “Es una transformación descomunal”
La transformación social que ha vivido el país impulsada por los movimientos migratorios hace que los matrimonios entre distintas nacionalidades sean cada vez más habituales
Española y marroquí. Colombiana y español. Una de cada cinco bodas celebradas en 2023 contaron con al menos un cónyuge extranjero, según datos del INE. Estos datos incluyen también los matrimonios en los que ambos cónyuges son extranjeros, que en 2023 fueron 6.071, el 3,5% del total. El incremento de la población inmigrante –el 14% de los residentes en España a comienzos de 2025 eran extranjeros– ha hecho que la formación de parejas mixtas o internacionales sea cada vez más frecuente.
“España ha sufrido en los últimos 25 años una transformación social descomunal, silenciosa y poco comparable con otros países por la intensidad y la diversidad de los flujos migratorios y culturales que ha recibido”, explica Héctor Cebolla, investigador en el CSIC. En este contexto, “la formación de parejas mixtas es un proceso natural, y se considera una forma de integración exitosa”.
Así, los matrimonios con al menos un contrayente extranjero crecieron un 5,3% en 2023, mientras que los integrados tan sólo por españoles disminuyeron un 5,8% frente al año anterior. Juan Fernández y Zarza, abogado de Golden Partners, también ha percibido un aumento en la demanda de asesoramiento legal en la gestión de expedientes y el registro de matrimonios internacionales.
¿Cómo son las parejas mixtas? El investigador del CSIC detecta dos grupos: “El mayoritario es el de parejas que se forman como consecuencia de la inmigración económica. Es la gente que llega a España, empieza a vivir aquí, encuentra una pareja y forma una familia. El otro grupo, menos numeroso, es el de las parejas cosmopolitas. Tienen movilidad transfronteriza: trabajan en otros países y vuelven a España, en una migración circular. Es un comportamiento que ha fomentado mucho la UE”.
Aún así, no todas las combinaciones entre países son igual de frecuentes. “Las parejas mixtas se dan más en sociedades con clases medias muy consolidadas. Por ello, es común ver parejas de españoles y argentinos, colombianos o uruguayos. Hay otros colectivos en los que es menos prevalente, como con los subsaharianos”, señala Cebolla.
En 2020, tener una pareja del extranjero era más común para los hombres (3,8%) que para las mujeres españolas (2,2%), según recoge la Encuesta continua de hogares. Esto se explica, en parte, porque la migración latinoamericana —más feminizada— ha incrementado la presencia de mujeres solas, lo que favorece la formación de parejas con hombres españoles.
Una identidad compartida
José Miguel nació en Quito (Ecuador) y a los siete años se mudó a Madrid con su familia. Un día, trabajando en el FNAC de Callao, conoció a Mai, y el flechazo fue instantáneo. Hoy, tras diez años de relación y dos de casados, su historia es un ejemplo de adaptación, aprendizaje mutuo y construcción de una familia con identidad propia.
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El fuerte vínculo de José Miguel con su familia chocó, al poco de irse a vivir juntos, con la independencia de su pareja, que desde joven había vivido lejos de su Cádiz natal. “Al principio me costó integrarme. Poco a poco aprendí a implicarme más con ellos, lo que también reforzó la relación con mi familia”, sostiene Mai.
El crecimiento ha sido mutuo. “De ella he aprendido a relacionarme más con los amigos. Siempre fui solitario, pero los suyos me acogieron y yo también los hice parte de mi vida”, cuenta José Miguel. “Al viajar a Ecuador y conocer cómo vive su familia, pude comprender mejor su forma de ver la vida. Así, entre su concepto y el mío hemos formado nuestro concepto de familia”, apostilla Mai.
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“Salvo el gracioso de turno que te dice que te has casado por los papeles, nunca hemos recibido un mal comentario ni nadie ha puesto en duda nuestra relación. Nos hemos rodeado siempre de gente que no tiene estos prejuicios”, asegura José Miguel. Aun así, Mai cree que hoy en día persiste una percepción más negativa hacia las personas latinoamericanas en comparación con los europeos, lo que evidencia que el racismo aún sigue presente.
Las que se atrevieron
Hace décadas, la existencia de parejas mixtas en España estaba asociada al estigma y a la discriminación. Así lo ha relatado Lucía-Asué Mbomío, periodista y escritora, a partir de la experiencia de sus padres, originarios de Segovia y de Guinea Ecuatorial, en el Madrid de mediados de los años 70.
“En la época en que mis padres se conocieron, las mujeres estaban bajo una fuerte tutela social. Tener como pareja a un hombre negro generaba señalamientos. Había hombres que se les acercaban para decirles, '¿Es que no había hombres aquí?', cuestionando su elección. Otros, no dudaban en insinuarse, creyendo que si podían estar con un hombre negro, también podrían estar con ellos”, expone.
Mbomío considera que históricamente se ha creado una imagen distorsionada de los hombres negros, estereotipados como hipersexuales y aptos solo para el deporte. Además, solo se consideran suficientes si son "excepcionales". “La familia de mi madre, muy conservadora, no le puso tantas pegas a mi padre porque era como Sidney Poitier en Adivina quién viene esta noche”.
Para la periodista alcorconera, las mujeres negras se encuentran “en el escalón más bajo de la pirámide de privilegio, y enfrentan tanto el machismo como el racismo”. Además de las barreras sociales y económicas, en el ámbito de las relaciones afectivas suelen ser vistas como “trofeos” sexuales más que como parejas serias, y “muchos padres no quieren que estén con sus hijos porque las consideran unas sueltas”.
"La formación de parejas mixtas es una forma de integración exitosa"
En base a su experiencia directa, Mbomío explica que “desde la infancia asumes la hipersexualización y la necesidad constante de mostrar la documentación. La falta de referentes y las diferencias de rasgos físicos con la madre intensifican el aislamiento, generando situaciones que a veces, las progenitoras no sabían cómo enfrentar”.
Gracias al testimonio de su generación, en la actualidad “los más jóvenes tienen acceso a cuentos y materiales sobre personas no blancas que ayudan a que se crezca de manera más sana. Además, las madres ahora se lo curran mucho y son más conscientes de a qué se van a enfrentar sus hijos”.
El lenguaje que se crea
Los matrimonios mixtos son comunes entre las parejas de distinto sexo –el 19,8% del total en 2023–, pero aún más entre las parejas LGTBI. Representan el 35,3% de los matrimonios entre hombres y el 23,6% de los celebrados entre mujeres.
"Más que choques culturales, lo que hemos tenido han sido descubrimientos"
Cuando Tomás llegó a Madrid en 2004 desde Chile, reconoce que le costó un poco “arrancar” por el lenguaje. “Compartimos lengua, pero hay diferencias muy pequeñas que hacen curiosa la comunicación”. Pronto conoció a Ivor, traductor e intérprete “medio inglés y medio español”. “Mi educación bilingüe me dio la inquietud de querer entender, y empecé a captar lo que decía desde el primer momento”.
Ivor fue durante muchos años el compañero de piso de Tomás, al menos para sus padres. “Él estaba fuera del armario, yo dentro. Siempre tuvo mucha paciencia conmigo. Se lo conté a mis padres en 2010 a través de una carta, y fue un momento de liberación absoluto. Cuando se enteraron de que estábamos juntos, reaccionaron con el mayor amor posible”.
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A finales de 2011, Tomás e Ivor viajaron por primera vez juntos a Chile. En cuanto pusieron un pie en el país andino, Ivor empezó a cantar. “Usar el acento chileno fue un mecanismo de defensa para conocer a todos sus amigos y familia. Ese acento raro que era alienígena entró en mí y me llevó durante esas primeras semanas de viaje”.
En 2015, enterarse de dos historias de "terror" les hacen decidirse a casarse. “Vivimos en una sociedad en la que todo está hecho para que estés casado. Lo hicimos por una cuestión de practicidad burocrática. Para mí es mi marido todos los días desde el principio, el papel es lo de menos”, argumenta Ivor. En el caso de Tomás, “fue un día reivindicativo. Había visto un aumento de los ataques al colectivo en aquellos meses, y el matrimonio gay aún no había sido aprobado en Chile. Quería casarme frente a mi familia, mis amigos y el mundo, y decir, aquí estoy”.
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Tomás, de origen chileno e italiano, afirma que se casó como chileno porque “me resultaba más fácil, pero aporté la documentación italiana para mostrar que no me casaba por necesidad ni por papeles”. “Yo tengo muchos amigos que están casados con personas internacionales, y siempre lo he tenido muy normalizado. El flujo de inmigrantes de los últimos 20 años hace que haya ahora muchas generaciones más jóvenes, donde ves muchas parejas internacionales, pero más en las parejas jóvenes que mayores”, apunta Ivor.
Tras dos décadas juntos, Ivor y Tomás hablan una mezcla de español y chileno. “Nos entendemos entre nosotros, pero no lo hace nadie más. Al final, construimos nuestro propio lenguaje”.
El futuro es el reto
Wassima ha caminado toda su vida entre dos culturas. Hija de una familia procedente de Fez (Marruecos), pasó su infancia en Canarias y se trasladó poco después a Algeciras, a las puertas del Estrecho. Allí conoció a Francisco Manuel, o para ella, Francis. “Al año y medio de relación, logré un trabajo fijo y le dije a mi madre que nos íbamos a vivir juntos sin estar casados. Después de eso, estuvo un par de meses sin hablarme, hasta que se dio cuenta de que tenía que elegir entre la religión o perder a su hija”, confiesa.
"Yo hago el Ramadán, pero si salgo me tomo dos cervezas. Como yo, hay muchísima gente"
El quid de la cuestión “siempre fue la religión”, señala Wassima. “A mis padres les costó mucho asimilar que Francis no era musulmán, y me insistían en que tenía que convertirse al Islam para casarse y no vivir en pecado. Pero yo le decía a mi madre que cómo le iba a obligar a que se hiciera musulmán para estar conmigo si no era ni cristiano”, sentencia.
Finalmente, Wassima y Francis se casaron hace siete años, en una boda que se prolongó tres días. Primero se unieron ante notario, después celebraron el ritual marroquí de la henna y por último festejaron ante hermanos y amigos. “Lo tuvimos que hacer así para poder disfrutar de la boda”, apunta. “Ahora Marruecos está cambiando mucho. Cada vez se encuentran más parejas de este tipo y se dan menos conversiones, aunque para la familia siempre estará el qué hablarán”, afirma.
“Para una persona que viva en Marruecos podría haber sido más complicado, pero yo estaba adaptada a la cultura española. Además, a mi marido le encanta la cultura marroquí. De hecho, celebramos la fiesta del cordero en la finca de su familia. En España está la idea de que los musulmanes son cerrados. Yo hago el Ramadán, pero si salgo con mi marido me tomo dos cervezas. No lo hago delante de mis padres, por respeto. Como yo, hay muchísima gente”, relata Wassima.
Ahora, el reto es el futuro, o lo que es lo mismo, su hija de cuatro años. “Mi hija se está criando ahora mismo en dos religiones y dos culturas. Yo quiero que ella crezca conociendo todo y que el día de mañana elija. Aunque en algunos momentos es complicado: yo no quiero que mi hija coma jamón, pero mi marido lo ve absurdo, y como no afecta a su salud, no puedo negárselo”. Mientras tanto, Wassima sigue construyendo puentes, haciendo que los 13 kilómetros del Estrecho se perciban aún más cercanos.
La cocina como puente
Gabriela y Rodrigo son pareja desde hace cuatro años y medio. Se conocieron a través de Tinder y en su primera cita compartieron caracoles en la madrileña Plaza del Cascorro. “La comida siempre nos ha unido. Rodrigo me descubrió platos como el asadillo manchego o las gachas”, explica Gabriela, periodista de origen mexicano y residente en España desde 2016. “A mí me ha enseñado que la comida mexicana no solo son tacos”, asegura Rodrigo, cocinero procedente de Ciudad Real.
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“Nuestras diferencias han venido más por nuestra profesión e historia de vida que por ser yo mexicana y él español. Yo soy de una ciudad, él de un pueblo; yo soy periodista, él cocinero. Al final somos personas, independientemente de donde provenimos, y nos hemos enriquecido de nuestras raíces”, apostilla Gabriela.
“Más que choques culturales, lo que hemos tenido han sido descubrimientos. Los españoles y mexicanos somos muy parecidos, también en las formas de hacer ironías o en las bromas. No utilizamos las mismas palabras, pero siempre buscamos hacer reír a otra persona”, afirma Rodrigo.
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“México y España comparten una cultura común que data de mucho tiempo. En Navidad, comemos bacalao a la vizcaína y rosca de reyes. Luego tenemos nuestras disputas, sobre si esto es de aquí o de allí. Yo le digo que el tomate y el aguacate vienen de México, y que la patata viene de América. Él me dice que es de aquí. Uno siempre tira para lo suyo. Aunque sin duda, en casa el que mejor cocina mexicano es él”, sentencia Gabriela.
Española y marroquí. Colombiana y español. Una de cada cinco bodas celebradas en 2023 contaron con al menos un cónyuge extranjero, según datos del INE. Estos datos incluyen también los matrimonios en los que ambos cónyuges son extranjeros, que en 2023 fueron 6.071, el 3,5% del total. El incremento de la población inmigrante –el 14% de los residentes en España a comienzos de 2025 eran extranjeros– ha hecho que la formación de parejas mixtas o internacionales sea cada vez más frecuente.